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La promiscua (2)

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Como ya he comentado en otra ocasión, soy muy promiscua. Una auténtica zorra. Una puta, vamos, hablando mal y pronto. Y no lo puedo remediar. Mi espíritu rebelde y liberal hacen que la monogamia me resulten asfixiante. Sí, ya sé, muchos (y muchas más) dirán aquello de que si no puedo ser fiel para qué tengo pareja. Pues porque las personas tenemos muchas contradicciones. Somos muchas cosas al mismo tiempo. Y en mi caso, estar emparejada con un hombre al que quiero me da una estabilidad necesaria para vivir pero... A veces, necesito poner un poco de sal. Necesito sentir la adrenalina de lo prohibido. Esa que recorre el torrente sanguíneo ante la posibilidad de ser descubierta. Sexo prohibido, secreto. Si nunca lo han probado no saben lo que se pierden.

A lo largo de mi vida he tenido muchos amantes. Reconozco que cuando decidí parejaeme y ser madre mi espíritu promiscuo se aletargó. Deje de sentir la necesidad de zorrear. Ya he dicho que quiero a mi marido y mucho más a mi hijo. De manera que durante un par de años me sentía plenamente satisfecha a nivel sexual.

Pero después de un par de años el sexo marital, de sábado noche y cama de matrimonio, comenzó a quedarse corto para mis necesidades de mujer activa. Comencé a masturbarme con más frecuencia. Me hice con juguetes que usaba sin miramientos. Mi marido correspondía a mi apetito pero lo que yo necesitaba era algo diferente. Probar otras pollas. Así que volví a caer en la tentación. Acompañada de mi íntima, y también promiscua, amiga (ya saben aquello de que Dios los los cría y ellos se juntan) le fui infiel a mi marido con un bombero que estaba buenísimo. Él, mi marido, nunca lo supo haciendo bueno aquello de que el cornudo es el último en enterarse. Fue a partir de ahí cuando comencé a retomar mi vida de mujer infiel. Mi amiga Sandra dice que estos son "bombonas de oxigeno" que nos permite seguir inmersas en nuestros matrimonios.

Dicen que lo más complicado de cualquier cosa es realizarlo la primera vez, después de derribar esa barrera moral ya sabemos de lo que somos capaces. Y eso me sucedió a mi. Después de varios años siendo le fiel a mi marido, una vez lo engañé la primera vez supe que no tendría demasiados cargos de conciencia para hacerlo de nuevo. Y así fue como le volví a poner los cuernos al pobre hombre.

Aproveché que mi marido llevaba a nuestro hijo al fútbol por primera vez para quedar con mi amiga Sandra y salir a pasar un buen rato. Fue una de esas salidas en las que me encontraba especialmente atractiva y con ganas de guerra. Mi melena negra planchada, mi belleza viciosa y morbosa se acrecentaba con un chaleco negro de cuello alto que realzaba mis maravillosas tetas. Un pantalón vaquero ajustado y unas botas negras. Mi amiga Sandra no pudo reprimir un comentario soez:

-Pero que puta zorra eres. Tú has salido a follar... jajaja.

Estuvimos tomando unas cervezas en varios bares y charlando de nuestras vidas. Después decidimos picar algo para rematar con unas copas en una terraza que ese día tenía música en directo. Tras dos rondas, el alcohol había diluido cualquier atisbo de control y nuestra libido se encontraba a flor de piel. Decidimos darles vidilla a unos chicos jóvenes que se nos acercaron. Después de un vistazo rápido ninguno era de nuestro gusto pero los chavales se lo curraban y nos hacían reír. De repente el camarero se acercó a nosotras y nos puso un nueva ronda:

-Oye, que no te hemos pedido nada.

-No, os invitan aquellos dos.

El camarero señaló en dirección a la otra punta de la barra. Allí estaban dos tipos que levantaban sus copas a modo de brindis. Sandra les sonrió y me guiñó un ojo. Eran dos populares tipos de la zona. Jaime, alto, con reminiscencias de su pasado rockabilly, ojos claros y cuerpo trabajado. Rafa, era bajito, algo cabezón pero con fama de estar muy bien dotado. La verdad es que este último era un tío que siempre me habia dado cierto morbo. Era un amigo del grupo de colegas de mi marido. Eso unido a su fama me resultaba excitante.

Sin más explicaciones y dejando a los chavales que nos rondaban con dos palmos de narices nos marchamos en dirección a los dos tíos que nos invitaban. Con dos besos en las mejillas nos saludamos los cuatros. Ellos venían de hacer una ruta con sus motos y sus atuendos los delataban. Jaime con chupa de cuero y su estética rockabilly parecía sacado de una película. La línea que separa lo original de lo ridículo es muy fina y por muy poco este la traspasaba. Es cierto que su musculado cuerpo rellenaba perfectamente la camiseta ajustada manteniéndolo a este lado de la dignidad.

Por su parte Rafa, era menos estridente en su vestuario. Con vaquero y sudadera no llamaba la atención por nada especial, a simple vista, pero su fama siempre flotaba a su alrededor. Su paquetón se marcaba de manera provocadora haciendo que fuera imposible no dirigir la mirada, aunque fuera disimuladamente, a su entrepierna. Sandra me había contado que, pese a que no se lo había tirado, conocía historias de su pollón. Al parecer, en una ocasión se fue con una tía a la que no le cabía. Era bastante estrechita y por más que lubricaba su coño no pudo abarcarlo. Y otra leyenda decía que una pareja se desmayaba cuando se la metía hasta el fondo. Todo aquello hacía que mi calentura fuera en aumento y el morbo hiciese estragos en mi cerebro.

Entre risas los dos tipos nos contaban anécdotas divertidas de sus rutas moteras. Rafa tenía una gracia especial para narrar de manera casi cómica aquellas aventuras de dos machos alfas:

-¿Tenéis buenas motos? -Pregunté simulando ingenuidad.

-Este -dijo Jaime señalando a Rafa -tiene una buena... burra...

La pausa antes de finalizar la frase provocó una risa en los cuatro.

-Me encantan las buenas... burras... -Repliqué llevando la broma un paso más allá.

Rafa se acercó a mí hasta pegar su cuerpo al mío. Pude sentir el calor que desprendía y el bulto de su entrepierna contra una de mis nalgas. Mirándole de reojo y con media sonrisa acerqué mi mano y le acaricié el paquete de manera disimulada. Él acercó su boca a mí oído:

-Cuando quieras te montas en ella...

Me giré hacia él. En una declaración de intenciones le roce mis tetas por el brazo y le susurré al oído:

-Muy buena tiene que ser para que yo me monte...

Rafa me sonrió y brindó con su copa. Sabía perfectamente que acabaría montandome.

Seguimos riendo y bebiendo durante una media hora más hasta que Rafa me lanzó un órdago:

-Bueno, ¿te montas en la mía o no?

Yo le sonreí, luego miré a Sandra, que estaba cogida a la cintura de Jaime, y me guiñó un ojo a modo de visto bueno.

-Vamos a ver si merece la pena eso que tienes ahí...

Salimos a la calle. Pese a ser noviembre y haber anochecido, la temperatura era agradable. Rafa me invitó a su ir a su Harley. La verdad es que era una pasada de moto. Y el tipo me daba aún más morbo sobre ella. Me monté de paquete y me agarré al suyo. Rafa aceleró y nos perdimos por una calle. Mi mano seguía apoyada en su entrepierna, de vez en cuando lo apretaba notando como iba creciendo el bulto. El tipo sabía lo que hacía. En un par de minutos estábamos en aparcamiento de una gran nave de su propiedad dentro de un polígono industrial.

Nos bajamos de la moto y sin darme tiempo a nada me agarró de la cintura para besarme. Por supuesto yo me dejé meter la lengua hasta la garganta. El tío besaba muy bien. Al tiempo acariciaba mi cuerpo, mi culo, mis tetas. Yo correspondía agarrando su paquete. Me sentía muy cachonda. Deseaba agarrarle la polla y descubrir de primera mano cuánta verdad había en las leyendas.

Rafa empezó a hacer presión sobre mis hombros hacia abajo. Trataba de obligarme a arrodillarme ante él. Eso a mí me puede. Me excita que un tío me someta. Me obligue a hacer lo que él quiera. Me gustan los tíos dominantes. Yo lo entendí y fui arrodillándome. Él me miraba desde arriba, sabiéndose el dueño de la situación. Se quitó el cinturón y desabrochó su pantalón. Bajo un bóxer C&K se marcaba la silueta de un rabo impresionante. Sin dudar lo agarré los las manos para delimitarlo. Lo mordí sobre la prenda y lo noté duro y caliente. Me relamía ante semejante miembro. Por fin, Rafa liberó a la bestia. Ante mí, saltó como un resorte una polla descomunal. Era de película porno. Gruesa, grande, según me dijo después eran 25 centímetro, con las venas muy marcadas:

-Vaya tranca calzas, cabrón. -Dije con una sonrisilla impaciente.

La agarré con ambas manos. Sientiendo la dureza de aquella polla de caballo. Colocando una mano sobre la otra hizo un pequeño cálculo con la de mi marido. Y sí, las comparaciones son odiosas. Tiré de la piel hacia atrás y liberé una cabeza gorda, de piel tersa y brillante. De cor amoratado. No pude evitar lamerlo. Luego posé mis labios sobre el capullo co si quisiera besarlo y fui lentamente introduciendomelo. Mi cavidad bucal no era suficiente para deja te trozo de carne. Topaba con mi garganta y aún quedaba más de la mitad fuera.

No quería defraudar y comencé a mamar lo que pude. Generaba mucha saliva para que entrase con facilidad. Le agarré los huevos, de tamaño considerable también, y comencé a juguetear con ellos al tiempo que mi cabeza iba y venía por el tronco. Rafa suspiraba mientras me miraba emplearme a fondo:

-Así joder, así. Con esa cara de viciosa tantas que ser una buena comepollas...

Al tipo no le importó demasiado ser conocido de mi marido. Y a mi esa situación me 3xcitaba sobre manera. También ayudaba aquel pollón increíble que gastaba el motero. En mi vida me había comido muchas pollas. Pero pocas como la de Rafa. Me sentía muy puta. Mi co manaba jugo caliente que manchaba mi tanga. Sin dejar de mirar a los ojos de aquel tipo, le 3wcupí en el capullo antes de continuar mamando:

-Vaya guarra que eres, joder.

Cada insulto hacía que mi excitación subiese más. No puedo evitar ser como soy. Una puta zorra con ganas de polla. Y aquel cabrón sabía cómo tratarme. Un tipo que pese a no ser guapo ni estar bueno sabía que todas caerían rendidas ante su pollón. Y ahorra, la que se encontraba arrodillada ante aquel mástil era yo. La puta mujer de un conocido.

Rafa comenzó a respirar entre cortado. Tensó su cuerpo y anunció que se iba a correr. Yo aceleré el movimiento de cabeza y me agarré a sus piernas haciéndome saber que me lo tragarias:

-Aaahhhggg... -con un grito anunció que llegaba al orgasmo. -Traga, puta, traga...

Yo sola me clavé la polla todo lo que pude. Sentí como el capullo escupia copiosos chorros de lefa caliente. Los dos primeros comenzaron a descender por mi garganta y mi esófago. Los dos siguientes no los pude tragar y quedaron almacenados en mi boca antes de comenzar a salirse por la comisura de mis labios. Rafa movía su cadera en un intento de follarme la boca. Casi sin respiración me liberó. Cogí aire y escupí los restos de semen que no pude tragar. Un par de hilillos viscosos corrían por mi barbilla y tú e que recogerlos con los dedos. No dude 3n chuparlos mirando con lascivia al tipo.

Rafa me invitó a entrar en la nave. Era un garage de motos de importación que era a lo que se dedicaba. Casi a oscuras nos dirigimos a una oficina y nos sentamos en un sofá. El tipo encendió un cigarro y me lo pasó tras darle una calada. Hacía mucho que no fumaba. Desde que me casé pero la situación lo requería. Él se incorporó y estuvo rebuscando en un mueble. Yo di otra calada al cigarro y comencé a acariciarme la entrepierna. Rafa vino con dos copas. Brindamos y bebimos. Nuestras miradas se quedaron enganchadas antes de comernos la boca de nuevo. Como dos adolescentes comenzamos a desnudarnos. Rafa no tenía un buen cuerpo. Bajito, cabezón, poco agraciado y con una incipiente barriguita. Todo se compensa a con un extraño sex appeal y una polla exageradamente grande. En mi caso, tenía dos buenas tetas de aureola marrón claro y pezón gordo que el tipo no dudó en comerme de manera excitante. Succionaba y mordía hasta el límite del dolor mientras con la otra mano buscaba bajo el pantalón la entrada de mi coño.

Sin saber muy bien como me tenía con el pantalón en los tobillos y sus dedos entrando y saliendo de mi rajita adornada con una estrecha franja de vello negro. El tipo era un magnífico amante. Sin prisas, tomándose el tiempo necesario me llevó a un impresionante orgasmo antes de recorrer mi cuerpo con su lengua desde las tetas hasta el clítoris. De repente me vi tumbada en el sofá de aquella oficina, agarrándome las tetas y entre mis piernas abiertas un tipo comiéndome el coño. Al tiempo que yo me amasaba las tetas y me pellizcaba los pezones, Rafa trillaba mi clítoris con los dientes y metía un par de dedos en la vagina.

Justo antes de llegar al orgasmo, el tipo paró:

-¿Qué haces cabrón?

Sin mediar palabra se tumbó sobre mí y de un golpe de cadera me clavó la polla hasta el fondo. La sensación fue indescriptible. Una especie de dolor agudo se transformó al instante en algo placentero. Era la primera vez que me penetraban tan profundo. Sin respiro, un segundo golpe de cadera para clavarmel hasta los higadillos y fijarme al sofá. Di un grito desgarrador. Rafa comenzó una follada tremenda. Yo intentaba agarrarle con las piernas. Le arañé. Le mordí. Lloraba, reís. Todo al mismo tiempo .ientras aquel conocido de .i marido me partía en dos con sus 25 centímetros de polla.

Suspiros, gemidos, insultos, gruñidos. No sabía cómo exteriorizar el placer de sentirme totalmente llena. Mi lubricación era más de la habitual, igual que mi excitación. Rafa me estaba echando el polvo de mi vida. Me la dejó clavada tan adentro que casi creo que me rompería:

-Diosss, -dije con esfuerzo -me la vas a sacar por la boca, cabrón.

Por un segundo salió de mí y sentí un vacío interior inexplicable. Sin 3sfuerzo me volteó y me colocó a cuatro patas sobre el sofá. Sabiendo lo que se me venía encima, me agarré fuerte y esperé el puntazo. Rafa me sujetó por las caderas y comenzó un mete-saca frenético. Me parecía increíble que alguien pudiera mover la cadera a tal ritmo. Sentía como su capullo llegaba al fondo de mi coño. Casi al útero y aún tenía fuerzas para seguir percutiendo. Yo le alentaba a que me diera más fuerte. A que no dejara de empujar. A qué me partiese en dos con aquel fenómeno de la naturaleza que era su polla. Rafa me estaba empotrando literalmente:

-Me corro, puta...

-No te salgas. Córrete dentro, cabrón.

Con un grito animal, Rafa volvió a eyacular de manera abundante. Esta vez dentro de mi coño. Hacía años que tomaba la píldora con lo que no había riesgo de embarazo. Y semejante corrida no podía desperdiciar. Los últimos puntazos hicieron que la leche comenzará a salir de mi coño y resbalarse por mis muslos. Cuando terminó de correrse salió de mí lnterior y yo caí derrengada. Tenia el coño dolorido. Sentía como si me hubiese movido algo dentro con los pollazos tan profundo.

Había perdido la noción del tiempo cuando un palmetazo de Rafa contra mi culo me hizo volver en sí:

-Tenemos que irnos. -Me avisó.

Como pude me recompuse. Mi melena lucía alborotada. Mi ropa estaba esparcida por el suelo. En silencio abandona.os la oficina y salimos a la calle. Al montarnos en la moto sentí una punzada de dolor en el coño. Y es que el mejor polvo en mis 37 años de vida iban a dejarme dormida la siguiente semana.

Volvimos al bar donde Sandra y Jaime hacía tiempo que se habían marchado. Pedimos un par de cervezas para celebrar nuestra espectacular sesión de sexo y me llevó a casa. Fui directamente a la ducha. Me lavé a conciencia el coño del que aún salían restos de semen. El tanga estaba totalmente mojado producto de la mezcla de los fluidos de ambos. Los labios estaban enrojecidos de la fricción y al palparme los sentí doloridos. Sobre las doce de la noche, estaba en la cama cuando oí a mi marido y mi hijo que volvían del partido de fútbol. Me hice la dormida para evitar responder a preguntas sobre cómo había ido mi tarde. Aquella noche estuve acariciándome recordando el pollón de Rafa, el colega de mi marido.

(9,50)