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La venganza de las monjas

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Romualdo es un cincuentón, soltero, gallego y de buen ver, había estado quince días en Japón invitado por un japonés que se llevaba casi toda su cosecha de vino tinto y blanco para sus restaurantes. Allí había follado lo que no está en los escritos con putas que le pagaba su anfitrión y regresó muy cambiado, de ser un hombre formal pasó a ser un libidinoso de mucho cuidado. Dos monjas, sor Marta y sor Dolores, iban a sufrir su libidinosidad en sus carnes.

Sor Marta, que era delgada y de piel oscura y sor Dolores, que era gordita llamaron a la puerta del caserón de Romualdo. Abrió y al verlas les preguntó:

-¿Anda mal otra vez el convento?

Le respondió sor Dolores.

-Muy mal, hermano, muy mal. ¿Nos da una limosna?

Romualdo era ateo y detestaba a los curas y a las monjas, le dijo:

-Pasar, pasar que estaba tomando café.

Sor Marta, le dijo a él:

-No vamos a entrar en su casa, si nos quiere dar una limosna hágalo aquí.

Romualdo sacó dos euros del bolsillo, se los metió por la ranura del tarro de sor Dolores y les dijo:

-Acostumbro a dar quinientos euros cuando estáis necesitadas y os tomáis un café conmigo, pero está visto que nos lo han comentado en el convento.

Romualdo mentía, pero ellas eran novicias y no lo sabían. Acabaron cayendo en su trampa.

... Puso sobre la mesa camilla de la sala de estar unas pastas, y dos pocillos, pues la cafetera con el café ya estaba allí, y les preguntó:

-¿Cómo anda de salud la madre superiora?

Le respondió sor Marta.

-Mal, es muy anciana...

En fin, que tomaron café y pastas, ellas, conversaron y las monjas al poco de tomarlos se quedaron dormidas. Le había echado al café unas pastillas que le diera su colega japonés. Las llevó a su habitación y allí se desnudó y las desnudó. A sor Dolores la sentó en un sofá. A sor Marta la puso sobre la cama, le levantó los brazos, le lamió las axilas peludas y le comió las tetas bien comidas. Cuando bajó al coño vio que la monja lo tenía mojado. Le olió el culo y le pasó la lengua por el ojete. Jugó con la yema de un dedo en la entrada, después se lo lamió y metió y sacó la lengua de él, para luego meterle un dedo dentro y follárselo. Después le clavó la polla hasta el fondo del coño... Al rato sintió cómo la monja temblaba y su coño le apretaba y le soltaba la polla. La saco, dejó caer a sor Marta sobre la cama, le frotó la polla en los labios y mientras la monja se corría le puso la cara perdida de leche.

Después de esto fue a la cocina a por mantequilla y unas esposas y las esposó. A sor Dolores no pudo hacerle casi nada, ya que despertó al meterle un dedo untado en mantequilla dentro del culo. La monja al ver lo que le estaba haciendo, le dijo:

-¡Degenerado!

El cabrón aún tuvo cojones a decirle:

-Calla, mea pilas.

La monja vio que tenía las manos esposadas, las piernas abiertas y mitad del dedo medio de la mano derecha de Romualdo dentro del culo. Mirando para la otra monja, le dijo:

-¡Es usted el demonio!

Romualdo le quitó el dedo del culo.

Sor Dolores tenía la piel oscura, el cabello negro rizado y corto, los ojos negros, las tetas grandes con areolas negras, gordos pezones y el coño con una gran mata de vello rizado. Vio a sor Marta con la cara llena de semen, con sus piernas abiertas, con el coño encharcado, con los pezones de sus gordas tetas erectos, y sintió cómo su coño latía y soltaba jugos.

-¿Qué le ha hecho a la hermana Marta?

-La follé hasta que la llevé al cielo.

-¡Sacrílego!

Sor Dolores fue junto a sor Marta y la sacudió para que despertase. La monja al despertar y ver cómo estaba lo primero que hizo fue sentarse y tapar su coño con los dos puños. Romualdo estaba crecido, les dijo:

-Ahora que estáis despiertas vamos a seguir jugando.

Sor Dolores sentía que le picaba el coño cómo nunca le había picado antes, pero le dijo:

-¡No vamos a jugar a nada! Y lo que nos hizo le va a costar muy caro.

Romualdo sacó el teléfono móvil del bolsillo y le enseñó dos fotos, una donde se veía a ella sentada en el sofá con las piernas abiertas y con su cabeza apoyada en el respaldo y otra de sor Marta desnuda y espatarrada sobre la cama. Sor Dolores estalló.

-¡Hijo de puta!

Romualdo rompió a reír y después le dijo:

-¿Qué lenguaje es ese para una monja? Venga, vete poniendo los pies sobre el sofá que voy a jugar con tu ojete y con tu coño.

Sor Dolores estaba deseando hacerlo, pero le dijo:

-Yo voy a poner nada. Quítame las esposas.

Comenzó el chantaje.

-¿Queréis que suba las fotos a YouTube o preferís que las ponga en otro sitio.

-¡No te atreverás!

-¿Qué no? Puedes apostar el convento a que en 5 minutos ya fueron vistas por miles de usuarios.

Sor Dolores puso los pies sobre el sillón y abrió las piernas, sor Marta, a la que también le picaba el coño una cosa mala, se persignó. Romualdo metió la mitad del dedo medio de su mano derecha dentro de la tarrina de mantequilla. Después se arrodilló delante de la monja y movió la yema alrededor del ojete. Luego le olió el culo y a continuación le metió y sacó la punta de la lengua en el ojete. Volvió a pasar la yema alrededor de él y después le metió la mitad del dedo dentro de su ojete y lamió su coño mojado. Sor Dolores estaba callada cómo una muerta y gozaba cómo una puta. Romualdo le dijo a sor Marta:

-Ven junto a ella y bésala.

Sor Marta salió de cama, cogió sus bragas en el piso y se limpió la leche de la cara con ellas, luego fue hasta el sillón y le dio un pico a sor Dolores, Romualdo le dijo:

-Con lengua.

Al besarla con lengua a sor Dolores se le escapó un gemido, era el primero de muchos... Romualdo lamía su coño cuando un chorro de meo le puso perdida la cara. Siguió lamiendo el coño hasta que sor Dolores se corrió en su boca.

Al acabar de gozar la monja, les dijo:

-Vuelve para la cama y échate boca abajo, Marta.

La monja le preguntó:

-¿Me vas a penetrar?

-¿Tú que crees?

Sor Marta tenía unas ganas locas de correrme, pero lo disimuló haciéndose la víctima.

-Que va a ser lo que el diablo quiera.

Hizo lo que le había dicho. Romualdo le lamió la espina dorsal desde el cuello hasta el coxis, luego bajó, le levantó su gordo trasero y le lamió el ojete, a esa lamida siguieron media docena más antes de meter y sacar la lengua del ojete. La monja le dijo:

-Podría correrme así.

-Vas a correrte así.

Romualdo la agarró por la cintura y su lengua comenzó con el maratón de lamidas y de folladas de culo. Los gemidos de sor Marta se hicieron escandalosos. Sor Dolores, aprovechando que no la veían, metió dos dedos dentro del coño y comenzó a masturbase. Sor Marta poco después se corría cómo una burra, diciendo:

-¡Me muero sin confesar!

Romualdo lamió su coño, tragó sus jugos y después, le frotó la cabeza de la polla en el coño.

-¿Qué vas a hacer, condenado?

-Bautizarte con leche.

Le metió la polla en el coño y la folló hasta que se volvió a correr, la monja lo hizo diciendo:

-¡Ni se te ocurra bautizarme ahora!

Estaba aún corriéndose sor Marta cuando le metió la cabeza de la polla en el culo.

-Ahora sí, Bautízame el culo con leche, cabrón.

Le bautizó el culo bien bautizado.

Detrás de ellos, sor Dolores, con una mano tapando la boca y con la otra en el coño, temblaba con el placer que le producía el brutal orgasmo que estaba teniendo.

Romualdo al acabar de correrse les quitó las esposas. Sor Dolores mientras le las quitaba le echó la mano a la polla morcillona y le dijo:

-Ahora me toca a mí.

Sor Marta se volvió a persignar y le dijo a sor Dolores:

-¿No irá a...?

-Sí, hermana, lo voy a ponerlo fino.

Se volvió a persignar.

-¡Jesús, Jesús, Jesús! Una cosa es que nos violara él, hermana, y otra muy distinta es que lo violemos nosotras.

-Hablaba por mí, además yo no voy a violar a nadie, lo haré si él se presta a que lo monte.

Romualdo se prestó. Acabó con sobre la cama, con los brazos a su espalda, con las esposas que le había puesto a sor Dolores en sus muñecas y con la polla mirando al techo. Craso error había cometido. Sor Dolores no le perdonaba lo que les había hecho. Al tenerlo boca abajo sobre la cama, metió un dedo en la mantequilla y sin roces ni hostias se lo clavó en el culo. Romualdo exclamó:

-¡Puuutaaa!

-¿Cómo se siente al ser violado por el culo?

-Puta vengativa.

Sor Marta, que era pelirroja, con los ojos claros y gordita se compadeció de él.

-Déjelo, hermana. Dios le hará pagar por lo que nos ha hecho.

Sor Dolores no estaba por la labor.

-¡Y una mierda! Se las voy a hacer pagar yo. Conocí a muchos descapulla monos cómo él en el lugar de donde vengo, y esto cabrones solo entienden un lenguaje.

-No hable así, hermana, no hable así.

Romualdo estaba cabreado y volvió a meter la pata al decir:

-Habla cómo lo que es, una puta, las dos sois unas putas.

Sor Marta cogió una de sus sandalias y le dio sin fuerza.

-No vuelva a llamarnos lo que no somos.

-Putas, sois más putas que las gallinas, a saber la cantidad de veces que os metisteis en el coño el crucifijo que lleváis colgado.

A sor Dolores no le sentaron bien las palabras de Romualdo.

-¡Me cago en todo!

Le cogió la sandalia de la mano a sor Marta y le dio en el culo, pero a romper:

Romualdo había chillado cómo un cerdo mientras le daba, y sor Marta se excitó. Cogió otra sandalia y mordiendo la lengua le dio con ansia.

Al acabar de darle, sofocada cómo si viniese de correr, dijo:

-¡Un respeto, coñooo!

Romualdo no callaba ni debajo del agua.

-¡Hija de mala madre!

Sor Marta ya estaba desatada.

-¿Hija de mala madre yo?

Metió un dedo dentro de la mantequilla, le clavó todo el dedo en el culo cómo le hiciera sor Dolores, y le dijo:

-¡Sufre, pecador!

Romualdo parecía que no sabía hablar sin insultar.

-¿Sufrir yo? Lo que vas a hacer es que me corra, cabrona.

Sor Dolores estaba esperando que se volviera a pasar, y se había pasado.

-Tú vas a aprender a tratar a la gente, maricón.

Le cayeron las del pulpo.

-Me corro, putas, me corro.

Sor Dolores le dio la vuelta, vio cómo de su polla salía leche en cantidad que bajaba por ella y le encharcaba los huevos. Al acabar de correrse Romualdo, caliente cómo una perra en celo, le dijo a sor Marta:

-¿Le apetece mamarla?

-Me apetece darle de hostias en la polla.

-Ya habla cómo una puta, hermana Marta. Dele de hostias en la polla.

Sor Marta cogió la polla con una mano y le largó con la palma de la otra.

Romualdo no protestó. Sor Dolores le dijo a sor Marta:

-Dele con más fuerza.

Le dio.

La polla se volvió a poner dura.

-¿Le apetece ahora chuparla, hermana Marta?

-Eso sería una guarrería.

-¿No le pica el coño?

Sor Marta no sabía mentir.

-Mucho, debe ser porque lo tengo muy mojado.

-A mí también me pica y no es por tenerlo mojado, eso es por lo que nos echó en el café este desgraciado. Chupe, hermana, chupe.

-Si chupase sería una puta cómo dice...

No la dejó acabar la frase.

-Sea puta por un día, hermana, sea puta.

Sor Marta no sabía chupar.

-Chupe usted primero así sabré cómo se hace.

Sor Dolores le lamió el glande y le mamó la polla al tiempo que se la meneaba. Al ratito le dijo sor Marta:

-Déjeme a mí que creo que ya sé.

Sor Marta se agachó y le lamió el glande. Sor Dolores le lamió a ella el coño y el culo, y le preguntó:

-¿Le gusta, hermana?

-Más que un buen plato de comida.

Al darse la vuelta, la echó hacia abajo y le puso la boca en su coño, Sor Marta se lo lamió. Romualdo las miraba con cara de asombro, parecían dos putas. Cando sor Marta se puso en pie, le preguntó sor Dolores:

-¿Lo follamos?

-¿Y si nos deja embarazadas, hermana?

Sor Dolores le dijo a Romualdo:

-Si te corres dentro de alguna de nosotras te cortamos la polla. ¿Entendido?

Romualdo asintió con la cabeza.

Sor Marta con sus pantis negros le vendó los ojos a Romualdo. Romualdo sintió cómo subían las dos a la cama y cómo se echaban una a cada lado. Lo primero que sintió fue un pezón en sus labios, lo lamió y lo chupó, después la teta se apretó contra su boca y la mamó. A esa teta siguió otra que venía del otro lado. Volvió a lamer y chupar el pezón y a mamar la teta. Si pudiera ver, vería cómo las dos monjas se estaban masturbando metiendo sus dedos en el coño. Luego sintió un culo en su boca, olió, lamió y metió y sacó su lengua en el ojete... El culo dio paso a un coño encharcado. Al lamer sintió como su polla se iba enterando en un coño. Sor Marta era quien le daba el coño y sor Dolores quien lo follaba, él no lo supo hasta que sor Marta, dijo:

-¡Me corro en tu boca, cabrón!

Sor Marta se corrió en su boca. Sor Dolores no hizo falta que dijera nada, pues Romualdo sintió cómo su coño le bañaba la polla.

Al acabar, sor Marta, mirando para la polla erecta y pringada de jugos, le dijo a sor Dolores:

-Hay que hacer una obra de caridad, hermana.

Se la mamaron a dúo y se tragaron la leche a medias.

Poco más tarde se vestían, reclamaban los quinientos euros, se los daba y se iban, se iban, pero con idea de volver.

Quique.

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