Amigos aquí les dejo mi segundo relato gay.
Hace algunos años, por motivos del trabajo, me fui a vivir a otra ciudad, a la cual mi esposa no quiso acompañarme, así que tuve que vivir sólo en un departamento de la empresa que me contrató.
Cada quince días regresaba a ver a mi esposa y mis hijos y de esa manera me la pasé varios años sin pensar en otra cosa que en el trabajo. Una de mis responsabilidades era atender a los clientes y más aún a los prospectos de clientes, este detalle es muy importante porque en mis próximos relatos tiene mucha relevancia.
Como dije anteriormente me dedicaba a trabajar y trabajar y esas salidas me hacían más llevadero el tiempo solo en esa ciudad.
Llegó un momento que la rutina me empezó a afectar.
Mi oficina estaba en la casa y había ocasiones que en la noche me pasaba horas y horas navegando por internet.
En una de esas ocasiones me topé con una página de anuncios de todo tipo y que incluía encuentros sexuales.
Me llamó mucho la atención la manera en que ahora se podía uno relacionar, sin temor al rechazo y consecuente vergüenza.
Vi mucho anuncios: heteros, tríos, lesbi, pero el que me llamó más la atención fueron los anuncios gay, unos activos otros pasivos y otros inter. Vi muchos y me excitaba leer la manera en que se describían las personas para lograr algún contacto.
Me gustó mucho uno que decía más o menos. "Hombre de 40 años, profesionista, bien parecido, alto, delgado y con un pene circuncidado de 18 centímetros más o menos. Soy Inter, me gusta dar y recibir. Busco caballero agradable, más o menos de mi misma edad, no importa el físico, únicamente que le guste el sexo entre hombres, casados, solteros, viudos son bienvenidos" y dejaba su correo electrónico para contactar con él.
Honestamente, lo pensé varios días, hasta que una noche decidí enviarle un correo electrónico para decirle que estaba interesado en su anuncio.
La noche siguiente (solamente en las noches visitaba estas páginas), abrí mi correo para saber si me habían contestado. Carlos, así se llama, me preguntó qué edad tenía, como era físicamente, etc. Le envié mi descripción, edad y en fin lo que él quería saber.
Así estuvimos en contacto por varias semanas y no se concretaba nada y hasta llegué a pensar que era solamente sexo cibernético, porque en esas semanas nos contábamos nuestros deseos sexuales.
Ya había perdido la esperanza de algo con Carlos que, inclusive, busqué otras opciones que pudieran darse entre los demás anunciantes.
Recuerdo muy bien fue un viernes, abrí mi correo y ahí estaba un mensaje de Carlos en dónde me invitaba a tomarnos unos tragos en un bar pequeño y discreto. La cita era para el día siguiente, sábado a las nueve de la noche. Se me hizo hacia que el tiempo pasaba muy lentamente por la ansiedad que tenía al querer conocer a Carlos. Y también bastante nervioso porque no sabía con exactitud que iba a suceder en ese encuentro.
Por fin llegó la hora de la verdad, entré al bar buscando con la mirada a Carlos (ya tenía idea de cómo era). Al principio no lo vi porque el local estaba bastante concurrido, afortunadamente no vi ningún conocido. Me fui directamente a la barra y pedí una bebida. Pasaron varios minutos y empecé a decepcionarme porque creí que no iba a llegar.
Eso estaba pensando cuando una persona se sienta al lado mío y me pregunta mi nombre, a propósito me llamo Arturo, le digo mi nombre y él se presenta, era Carlos. Las expectativas que tenía con él, fueron superadas, ya que el caballero que tenía enfrente, era una persona educada, amable, gentil y de muy buena conversación. Platicamos de varias cosas mientras disfrutábamos de nuestras bebidas, hasta que llegó el momento de que me preguntó que si deseaba seguir la plática en otro lugar, en un lugar más tranquilo y privado. Le pregunté que dónde le parecía bien seguir la charla y me propuso ir a su oficina que no estaba muy lejos de donde estábamos y que incluso podríamos irnos caminando. Le propuse comprar algunas cervezas y tomarlas mientras platicábamos; pero me dijo que no me preocupara porque en su oficina había alcohol suficiente para continuar. Ciertamente su oficina estaba en un edificio de varios pisos y bastante cerca.
Él es arquitecto, divorciado y soltero. Cuando descubrió sus inclinaciones sexuales, no se volvió a casar. Llegamos por fin, para esos momentos ya no estaba nervioso, sería por los tragos o quizás por lo agradable y tranquilo que resultaba Carlos.
Inmediatamente me ofreció un trago que desde luego acepté. Nos sentamos en un sofá de su recibidor y entonces si empezamos a hablar sobre lo que nos interesaba: sexo. Me preguntó sobre mis experiencias gay y le platiqué que ya había tenido varias, pero que ya hacía tiempo de eso y que me excitaba mucho volver a hacerlo.
Él por su parte, me dijo que ya hacía años era gay, pero que lo disimulaba bastante debido a su trabajo y el que dirán de la gente.
Mientras platicábamos, él me comenzó a acariciar una pierna, para luego subir lentamente hacia mi entrepierna. Yo ya estaba sumamente excitado y con la verga bien parada. Comenzó a frotarme por arriba del pantalón, yo no hacía nada más que gemir de placer por la sobada de verga que me estaba haciendo. Vio mi excitación y me bajó el ziper, me arremango el pantalón y me bajo el bóxer. Ahí estaba mi erección en todo su esplendor. La tomó en sus manos, la acarició y comenzó a masturbarme para después arrodillarse ante mí y darme una deliciosa mamada. Sentía que iba a llegar al orgasmo y él inmediatamente me apretaba el tronco de mi verga para inhibir la eyaculación, era un experto. Se puso de pie y lentamente comenzó a quitarse la ropa, primero la camisa, luego los zapatos, el pantalón y por último el bóxer. Abajo del bóxer traía un suspensorio que dejaba al descubierto sus nalgas y en su tremenda verga totalmente erecta, circuncidada, cabezona y gruesa, una liga que le apretaba el tronco y los testículos. Todo eso lo vi en segundos y me maraville de ese delicioso garrote. Amablemente me preguntó que quería ser en esos momentos: activo o pasivo. Pasivo le dije, no perdería la ocasión de tener ese hermoso falo en mi boca y en mi ano.
Así como estaba parado, se aproximó a mí y me ofreció su miembro que golosamente besé, ensalive y trague hasta donde pude y darle una rica mamada. Así estuvimos un buen rato.
Después de eso, me pidió que me hincara en el sillón, dándole la espalda y ofreciéndole mi culo hambriento de verga. El me acarició mi apretado agujero y no sé de dónde sacó un lubricante que me puso en el orificio para posteriormente meterme un dedo y luego dos que poco faltó para que me viniera ahí mismo.
Cuando consideró que mi culito ya estaba relajado, me arrimó su falo y lo puso en la entrada de mi ansioso culo ¡¡no tenía idea de lo iba a sufrir!! Sentía los piquetes atrás tratando de invadir mi ajustado ano, que sentir el intruso, se cerraba instintivamente. Tuvo mucha paciencia y por ningún motivo bajó su enorme erección, me pidió que me relajara y que aflojara el cuerpo para así cooperar. Me relajé un poco, e inclusive guíe su verga a la entrada de mi culo. Poco a poco, con la ayuda del lubricante y las embestidas de Carlos, fue abriéndose mi cola para darle paso al intruso. Cuando por fin su enorme palo traspasó mi esfínter, tuve un dolor espantoso y grité muy fuerte al sentir desgarrado mi culo. No había vuelta atrás, ya estaba empalado, porque además, me tenía bien sujeto que no podía moverme para ningún lado.
Gentilmente espero un tiempo considerable mientras se me pasaba el dolor, cuando me fui acostumbrando a estar ensartado, él poco a poco fue empujando más y más, suavemente hasta llegar al fondo. Me dijo, ya la tienes hasta el tronco, me voy a mover lentamente. Si te duele mucho me dices para parar. Yo no podía hablar así que le contesté con un movimiento de cabeza. Carlos empezó a sacar y meter lentamente su enorme trozo, me seguí doliendo pero ya lo soportaba más, así que no dije nada cuando arreció sus movimientos. Perdí el sentido del tiempo, lo que si es que el dolor dio paso al gusto que sentía por la tremenda cogida que me estaban dando. Él arreció más sus embestidas y de repente con un arrimón bastante profundo y fuerte Carlos me inundó el culo con su ardiente leche. Permaneció un rato más hundido en mis entrañas. Me ofreció otro trago, pero yo estaba desmadejado y con el culo adolorido que no se me antojaba nada. Se acercó a mí y me dio un beso dulce en la boca y me agradeció por haberle proporcionado, según él, la mejor cogida de su vida.
Como pude me levanté y me fui al baño para asearme y ahí me di cuenta que tenía el culo sangrando y que me corría por las piernas parte de su semen. Me limpié lo mejor que pude y regrese al recibidor para vestirme.
Platicamos un rato más y salimos de la oficina. Me di cuenta de la hora y me fijé que habíamos estado cogiendo más o menos dos horas.
Cada quien se fue a su respectiva casa. Yo solamente quería acostarme y dormir, estaba muy cansado y adolorido. Me dormí pronto y al otro día, domingo, me levanté muy tarde. Tenía sentimientos encontrados. Me daba vergüenza haber sido penetrado y por otro lado feliz de haber logrado la fantasía que tenía de ser cogido por un enorme falo. El dolor me duró toda la semana, pero cada vez que recordaba como me cogió Carlos, sentía un hormigueo en el ano.
A propósito no abría mi correo, era la única manera de comunicarnos. Cuando por supere el impacto que me causó el encuentro, una noche por fin abrí el correo y encontré varios mensajes de mi cogedor dónde preguntaba que como estaba. Le ofrecí disculpas por no contestar sus mensajes a tiempo y le expliqué de mis dudas por lo que había pasado. Para no aburrirlos, les diré que nos seguimos viendo varias veces más, hasta que por fin decidimos rentar un departamento en el cual nos veíamos dos o tres veces por semana. A veces él me cogía y otros ocasiones yo era el activo. Tuvimos muchos encuentros durante dos años que duró nuestra relación, pero aún recuerdo esa primera vez que me penetró y me destrozó el ano.
Saludos querido Carlos, en donde estés…