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Las clases de Alicia

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Alicia, mi bella Alicia otra vez se le había caído el lápiz de las manos y al recogerlo del suelo me ofrecía una vista increíble de su bonito culo de 26 años. Pero que hacía yo en su casa, los dos solos y esperando a que se le cayera el lápiz otra vez. Todo empezó hace algunos meses…

Yo tengo 47 años, divorciado, maestro de inglés y tengo mi propia empresa. Me dedico a ir dando clases extraescolares por varios colegios de la zona. También tengo mi propia academia. Esto hace que todos los años tenga un gran número de jóvenes graduadas en magisterio con ganas de trabajar y muchas ideas nuevas. No me va mal la verdad. En general son casi todas guapas, pero no suelo hacerles mucho caso y para evitar estupideces evito siempre todo contacto directo o amistad. Una acusación de tipo sexual y mi empresa se iría al traste. No se puede trabajar con eso en los colegios.

Alicia fue diferente desde el principio. Si imaginas como es una princesita de Disney ella es así: rubia con unos grandes bucles, ojos azules de mirada dulce e inocente, de un metro sesenta y muy delgada. Tiene una buena figura y proporcionada, de pechos pequeños, un culo increíble con forma de corazón y muslos trabajados de gimnasio. Alicia no solo es guapa, sino que es de esas personas que te alegran el día nada más hablar con ella y te hace parecer mejor persona y más contento desde el mismo instante que la saludas. Alicia siempre fue diferente y los chicos en clase la adoraban.

Al poco de estar trabajando, me pidió un aumento y poder reorganizar su jornada, pues necesitaba aprobar las oposiciones y le había salido la oportunidad de apuntarse a un buen grupo. Yo no quería ni lo uno ni lo otro. Me ofrecí a ayudarla yo mismo, también he preparado a opositores a magisterio y en su día aprobé mis oposiciones. Si lo dejé es porque los opositores son un grupo muy neurótico que rara vez atiende a razones, son mejores los niños, dan menos problemas y aprenden mejor. Le extraño la idea, pero el hecho de no tener que modificar la jornada y que se iba a ahorrar un pico la convenció rápido.

Así que desde hace unas semanas voy a su casa todos los viernes por la tarde y le ayudo a prepararse para las oposiciones. Normalmente estamos solos, vive con su madre aún que es divorciada y trabaja en el cine de unos grandes almacenes hasta las tantas de la noche o así. Así que durante toda la tarde estamos solitos dándole duro a los estudios. Tengo que reconocer que es una esponja y cuando te mira con esos profundos ojos azules te exprime como una naranja hasta la última gota de conocimiento. De los temas y los casos prácticos pasamos rápidamente a los secretos de la exposición, que si bien parece más fácil pide mucha concentración y un gran entrenamiento mental para decir lo que hay que decir en el momento que hay que decirlo.

Pero hoy no estaba en su mejor día estaba despistada, lejana, en otro mundo. Le decía las cosas y era como hablarle a la pared. No paraba de caérsele el lápiz y se dejaba caer en la silla para recogerlo con lo que su precioso culo en tensión bajo aquellos vaqueros quedaba a la vista. Hacía rato que no paraba de desear que se le cayera el lápiz. Lo cual me hizo pensar que tal vez no era ella la que estaba espesa, sino yo.

—Esto, Alicia, ¿estás bien?... ¿O soy yo el que no está bien? —pregunté sin ambages.

—¿¡Eh!? —No perdona Javier, es que no estoy donde tengo que estar, tengo la cabeza en otro lado —respondió con una media sonrisa.

—Vale, si quieres lo dejamos.

—¡No! Mejor si estoy ocupada.

—Vale, mira de la última exposición, hay dos cosas que no tienes que hacer —dije mientras le daba al play de la Tablet para que se viese a sí misma exponiendo el tema. (Es habitual que la grabe en video exponiendo y tengo que reconocer que a veces miro y remiro sus videos, es algo enfermizo lo sé). Ella se arrimó a mí para ver mejor la pantalla y nuestros hombros se tocaron. Era algo que normalmente hacía, así que no le di más importancia. La clase continuó y en un momento dado señaló algo de la pantalla y al guardar la mano debajo de la mesa después de preguntar la dejó caer sobre mi pierna. Me quedé congelado, no sabía qué hacer.

—Esto Alicia, ¿qué haces? —dije entrecortadamente y como pude con mi boca totalmente seca mientras su mano seguía allí como si tal cosa.

—¿No te gusta?

—¿Qué quieres decir? Joder Alicia ¿Qué estás haciendo?

—Nada que no hayas deseado muchas veces, ¿verdad? O te crees que no he visto como me follas con los ojos cada vez que nos vemos. Al principio pensé que eras un viejo verde asqueroso y te odié, pero me hacía falta el trabajo. Luego pude comprobar que solo me mirabas a mí, a nadie más. Hablé con las compañeras y…

—¿Qué has hecho qué? Madre mía madre mía —empecé a lamentarme sin saber cómo quitar aquella delicada mano de mi pierna que pesaba como si fuera una gran roca y me tenía preso sentado en la silla y muy aterrorizado. Con el cuidado que había tenido siempre con esto. Empecé a ponerme en lo peor.

—La verdad es que todos me miraron como si fuese un bicho raro —siguió diciendo como si no la hubiese interrumpido. —La verdad es que fui muy correcta y solo les pregunté si me tenía que asustar, porque había tenido malas experiencias. Todos me aseguraron que eras un ángel. Pero… las miradas seguían ahí. Poco a poco, y sabiendo que era la única empezaron a gustarme.

—Pero yo…

—De hecho, cuando te ofreciste a darme clases pensé que ibas a saltar sobre mí como un toro en celo, fantaseé con esa idea durante días. Pero no fue así. Llevo meses esperando y nada.

—Pero, ¿qué dices? Si tienes 26 años, yo…

—Tú haces que yo me vaya de clase a mi casa mojada como una perra en celo sabiendo que mientras voy andando me vas comiendo con los ojos. Tú haces que tenga ganas de tirar el lápiz al suelo y te deje mi culo bien puesto a ver si lo coges con fuerza con esas manos tan grandes que tienes. Tú has hecho que corte con mi novio, porque no siento nada con él y no me mira con el deseo que tú, ni siquiera cuando me tiene desnuda delante de él. Joder me paso el día desenado verte por el rabillo del ojo como me follas con la vista, porque no me miras, ¡no! Tú me follas con la vista. Si me esfuerzo casi puedo notar tus manos manoseándome todo el cuerpo y tu poya penetrándome. ¡Joder!

Y todo esto lo decía con esos preciosos ojos azules que te hacía sentir que todo estaba bien. No esperó a que yo contestase y por fin movió la mano que tenía en mi pierna, pero no para quitarla, sino para llevarla a mi entrepierna, donde mi poya estaba ya bastante dura desde hacía rato. Ella solo sonrió pícaramente al notar el tremendo bulto que ya había.

Su cara era todo deseo y mi cabeza era un montón de pensamientos metidos a presión en una olla exprés a punto de explotar; pero en cuanto empezó a tocarme la poya todo fue calma. Alargué la mano y le cogí la nuca y acercándome a ella la besé con pasión. Le comí la boca al principio despacio y con besos quedos y suaves, pero a medida que la pasión se apoderaba de mí los besos fueron más profundos. Ella solo suspiró de placer y empezó a bajarme la cremallera del pantalón. Le lamí la oreja y le mordisqueé el lóbulo, a lo que respondió apretando las piernas, aquello la excitaba mucho. Seguí besando su cuello, lamiéndolo y soplándolo después, sus piernas seguían apretadas y había metido un dedo contra su coño para hacer presión. Intentaba sacar mi poya del pantalón, pero su coordinación estaba decayendo por momentos.

Mientras bajaba por el cuello en dirección al pecho con mis besos, le desabroché todos los botones de la blusa y subiendo mis manos por su espalda le desabroché el sujetador. Soltó un quedo “¿cómo?” a modo de pregunta. Seguramente porque cuando estaba con su novio era ella la que tenía que desabrocharle todo y ahora se veía indefensa. Sus piernas seguían apretadas. Al desabrochar el sujetador, sus pequeños pechos quedaron al descubierto, eran pequeño y tiesos. Tenía unos pezones pequeños y morenos, los besé y chupé con deleite. Ella empezó a jadear, dejó de intentar liberar mi poya y se llevó algunos de esos dedos a la boca para chuparlos con deleite.

Le desabroché los vaqueros y tirando de ellos la obligué a levantarse. Se los bajé un poco y cogiéndola de las axilas y la senté en la mesa. No me costó mucho, pesa tan poco. Por fin sus piernas estaban separadas. Tiré de los vaqueros y cayeron como las hojas en otoño al suelo. No le hice mucho caso a sus braguitas que con un fuerte estirón cayeron también. Creo que le hice algo de daño, pero gimió de placer. Me acomodé delante de sus piernas abiertas. Ante mí se abría un coñito rubio, apretado de carnosos y rosados labios rosados. Sabía que no era virgen porque me lo había dicho ella, pero no tenía mucho uso. Era precioso, pequeño y ya estaba muy húmedo. Me comí su coño con deleite, disfrutando cada uno de sus rincones y sabores, disfruté más que un condenado a muerte con su última cena. Hasta me lo follé con mi lengua.

Tenía dos dedos metidos de mi mano en su coñito y le mordisqueaba suavemente el clítoris mientras, con la otra mano le pellizcaba un pezón cuando, se corrió salvajemente. Gritó a lo bestia, y se tapó la boca cuando se dio cuenta de que estaba gritando. Antes de que se le relajara la respiración, se volvió a correr cuando aprovechando sus flujos le metí el dedo gordo por el culo. Me recosté sobre la silla mientras me limpiaba con una mano la boca. Acto seguido me saqué la polla y esperé a que reaccionara.

Ella se dejó caer de la mesa y cayó al suelo torpemente, aunque con un objetivo claro. Se arrodilló entre mis piernas y se metió toda mi poya en la boca. Gimió de placer como si llevara días sin comer nada. Empezó a chuparla de arriba abajo con los labios y me acariciaba los huevos. La chupó a conciencia, se la metió hasta casi darle arcadas y se folló su propia boca con toda mi poya sin dejar un centímetro sin su ración de poya. Cometí el error de abrir los ojos y mirar lo que hacía. Nuestras miradas se cruzaron y aquellos ojos azules tan dulces y cándidos fueron más de lo que podía soportar y me corrí sin avisar. En cuanto notó las convulsiones apretó los labios y tragó con devoción todo lo que mi poya le metió en la boca, que no fue poco.

Después de terminar se levantó y se sentó en mi regazo y empezó a besarme nuevamente.

—¿Vas a tardar mucho en tenerla dura otra vez? La quiero dentro de mí —me dijo entre besos dulces y mojados.

—Solo lo que tardes en llevarme a tu cama corazón —contesté, y era verdad, mi poya volvía a crecer rápidamente, Alicia tenía un poder hipnótico sobre mi poya y quería probar aquel coñito apretado.

Se levantó rápidamente y me cogió de la mano llevándome casi corriendo a una habitación al fondo del pasillo. Era una habitación aún de adolescente, aquello por alguna razón me la puso muy dura de golpe. Ella se dio cuenta y me miró con malicia y me llamó pervertido. Acto seguido se lanzó sobre su cama y abrió sus piernas ofreciéndome una imagen magnífica de su precioso coñito.

Me quité la poca ropa que me quedaba y me dejé caer encima de ella con cuidado. Fui moviendo la pelvis hasta que noté que mi glande apuntaba a su agujerito. Hice un poco de presión y ella se mojó los labios con la lengua esperando con ganas lo que iba a suceder. Apreté un poco y su coño se abrió como una flor al sol, tragándose toda mi poya que no es pequeña. Ella gimió de placer y dolor y se me abrazó. Llevó su boca a mi oreja y empezó a susurrarme preguntas entre gemidos: —¿Es esto lo que deseabas? ¡Ahhhh! Fóllame toda.

Aquel coño era fantástico. Le di varias embestidas profundas y se corrió nuevamente. Lo cual me permitió cambiar de postura varias veces. La puse a cuatro patas y le di de forma rápida y violenta, nuevamente la meter un dedo por el culo se volvió a correr entre grandes gritos. Así que le tiré dos grandes escupitajos en su agujerito del culo.

—¿Me vas a violar el culo?

—Dime que no y paro.

—Reviéntame el culo por favor —fue toda su respuesta.

Así que hice lo que deseaba. Así a cuatro patas le metí toda la poya que estaba enorme por su pequeñito y virgen agujerito. Sus gritos no fueron de place. Alargué la mano y empecé a tocarle el clítoris con ganas para que la excitación superase al dolor. Pronto empezó a mover la cadera y empecé a follarme aquel agujerito tan estrecho. Mi poya empezó a palpitar y me corrí dentro de ella con todas las ganas del mundo mientras ella nuevamente al sentir mi semen dentro de ella y mientras le masajeaba el clítoris se volvió a correr.

Nos desplomamos sobre la cama y nos quedamos allí bastante rato sin saber muy bien que hacer. La rodeé con mi brazo y ella se recostó sobre mi pecho. —¿Me follas otra vez antes de que venga mi madre? —Y dicho esto se quedó dormida a mi lado y yo también.

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