Nuevos relatos publicados: 0

Le saco la leche en mi auto al vigilante de mi edificio

  • 4
  • 20.460
  • 9,17 (6 Val.)
  • 0

¡Hola, preciosos!

Esta noche vengo a contarles del segundo encuentro que tuve con “don Beni”, quien es vigilante en el edificio donde vivo.

Si han seguido la historia, sabrán que hace algunas semanas lo convencí para cogerme en el cuarto de servicio.

Pues bien, después de ese encuentro placentero, las cosas siguieron dándose de manera casual. Él siguió comportándose igual de amable que siempre y también yo correspondí a esa cordialidad con coqueteos sutiles y atenciones espontáneas, como invitarle un desayuno o un café.

En el relato anterior les conté un poco acerca de él y de que genuinamente me parece un buen sujeto. Aunque nunca me ha parecido que sea descuidado en su imagen personal, puedo notar que desde nuestro encuentro, procura estar más presentable, ya sea poniéndose una camisa linda, una loción bastante adecuada y tener el cabello y el bigote bien arreglados.

El viernes pasado estando en mi trabajo, comencé a ponerme muy horny recordando la tremenda cogida que don Beni le había dado a mi culo. Recordaba la fuerza con la que apretaba mis nalgas y la intensidad con la que empujaba su verga hasta el fondo de mí. Me apresuré a terminar con mi trabajo para salir en punto de la hora con la esperanza de coincidir con él. Cancelé una cena con una amiga e incluso conduje más rápido para llegar a casa lo más temprano posible, y por suerte, él seguía ahí. Preparaba sus cosas para salir cuando yo subía las escaleras que dan a la recepción y pude interceptarlo.

- ¿Ya se va?

- ¡Ya joven! Por suerte ya es hora…

- ¿Va muy lejos? Nunca le he preguntado.

- ¡Uy, sí! De aquí tomo el metro y transbordo hasta la última estación.

- Pues si gusta yo le doy ride, justo debo ir por ese rumbo. (Mentira, jaja)

- ¡Cómo cree! ¡No se moleste!

- No es ninguna molestia. Si gusta, lo veo en el estacionamiento. Solo debo subir rápido a mi departamento por algo.

Al final accedió. Bajó a donde se encontraba mi carro en lo que yo subía a refrescarme y a cambiarme la ropa de trabajo por algo más cómodo y sencillo de bajar, pero a eso llegaremos más adelante.

Mientras me dirigía al estacionamiento, escuché que don Beni platicaba con el vigilante del siguiente turno, justo afuera del cuarto donde me dio verga hasta venirse, por lo que esperé un poco hasta que escuché que se despidieron y se quedó solo.

¿Todo bien? Le pregunté, y me respondió que sí. Noté que estaba algo nervioso, ya que tuvo que mentirle a su compañero para que no sospechara del porqué seguía ahí. Me pidió que saliera yo primero y que nos viéramos en la esquina, donde las cámaras del edificio ya no tienen visibilidad. Y así lo hice; subí a mi auto y lo esperé en la esquina de la manera más casual. En lo que llegaba me puse un poco de Lacoste en el pecho y un poquito de brillo en los labios. Él llegó minutos después, blanco como un papel, diciendo que le daba miedo que alguien pudiera sospechar. Yo lo tranquilicé con una caricia en la pierna y le dije: ¿Ya podemos saludarnos bien? y le di un beso en la mejilla. Vi cómo se sonrojaron sus mejillas y nos alejamos de ahí.

Iztapalapa es el lugar donde vive don Beni y aunque la verdad está súper lejos del departamento, el camino se hizo corto por la charla tan amena que teníamos. Me contó de su semana de trabajo y yo de la mía, y fue súper relajado ese momento. Aproximadamente una hora después, me dijo que casi llegábamos a su casa. Nos acercamos más y estacioné al carro para seguir platicando. Se no fue el tiempo, ya oscurecía y le pregunté si ya se tenía que ir o podía quedarse un rato más, a lo que respondió que podía esperar un poco. Yo me acerqué a él y acercándome a su oído, le susurré que me gustaría tener un poco de privacidad, si él estaba de acuerdo. Besé un poquito su oreja y entonces fue que accedió.

La colonia donde vive, es de muchos callejones y calles cerradas, por lo que entramos con mi carro en una que estaba cerca y que resultó lo suficientemente escondida como para tener un rato para darle una buena mamada.

Y así fue cómo pasó: Echó su asiento para atrás, se sacó la verga de su pantalón y yo como buena putita, comencé a comérsela.

Siempre comienzo despacio, haciendo que sienta mi lengua y mis labios en cada rincón y después la meto poco a poco y la chupo hasta que se pone completamente dura dentro de mi boca. Después de estar un rato lamiendo su caramelo, le dije: “No traigo nada debajo del pants” y pronto lo bajó hasta el borde de mi trasero y cuando menos lo esperaba, don Beni ya tenía su mano izquierda acariciando firmemente mis nalgas. En ese momento yo ya estaba muy caliente, por lo que no pude evitar casi rogarle que me metiera un dedo en el culo, y así lo hizo. Primero me lo puso en la boca para que lo lamiera y después lo introdujo poco a poco dentro de mi ano.

Yo no podía evitar gemir de placer y también me excitaba mucho la idea de que alguien pudiera vernos o descubrirnos, ya que si bien, estábamos en un lugar “escondido” no dejábamos de estar en la calle, por lo que decidí hacer que valiera la pena y él disfrutaba de todo lo que yo le estaba haciendo con la boca. Poco a poco comenzó a ser más intenso con los dedos hasta que se vino dentro de mi boca.

Yo estaba como loca sintiendo su semen caliente casi hasta mi garganta y su verga palpitando todavía en mis labios hasta que me tragué todo su semen.

- Qué bien sabe, don Beni. Me encantó que terminara ahí.

- Otro día repetimos en el cuarto, ahora ya debo irme.

Nos despedimos como de costumbre, él recogío su bolso de la parte de atrás de mi carro y caminó hacia el otro lado de la acera, hasta que lo perdí de vista.

Yo salí de esa oscura calle y tomé la ruta más cercana a mi casa.

Así fue nuestro segundo encuentro, muy casual, muy rápido pero no menos delicioso ni menos excitante.

Les dejo besitos y caricias.

Bellota

(9,17)