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Lorena, virgen de 35 años (4)

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Soy Donni, hoy voy a contarles de cuando conocí a una virgen de 35 años, lo que descubrí con ella y lo pequeño que puede llegar a ser el mundo.

Conocí a una chica llamada Zara Lozo.  La conocí en Facebook y luego de unas semanas habíamos quedado de vernos. Nos vimos y luego de una hora de conversar, mientras caminábamos por el parque, la tomé de la mano, sujeté su cabeza y la besé de manera tierna. Sus labios eran deliciosos y suaves. Estaba emocionado por lograr besarla en la primera cita, pero decidí tomar con calma el beso que le di.

-Wow! -me dijo asombrada

-¿Qué sucede? -le pregunté

-Nada, es solo que nunca había besado a alguien que besara como tú. Besas muy bien y me encanta

-¿En serio?, pero ¿Por qué?, si se puede saber.

-Todos los idiotas con los que he salido son unos salvajes, besan como si trataran de tragarme y eso es asqueroso. Tus besos son más tiernos.

No me parecía extraño que quisieran besarla así, tenía un cuerpo que incitaba a devorarla. Por fortuna había tomado una buena decisión al comenzar despacio.

-Ah!, ¿En serio? Que idiotas. Me alegra que te haya gustado mi forma de besar, no quisiera que este sea el último.

-Si, ten por seguro que no lo será.

La sujeté de la cintura mientras la apretaba cariñosamente en un abrazo que reflejaba deseo, pero a la vez ternura. Realmente deseaba repetir el encuentro, pero en ese momento ninguno de los dos supo que sería la última vez que nos veríamos en ese plan.

Aunque Zara y yo hablábamos ocasionalmente por internet, la vida nos fue llevando por caminos distintos dejando aquel encuentro como un recuerdo nada más y con eso una pequeña amistad.

Con el tiempo terminé mi carrera y estaba listo para entrar a la universidad. Decidí buscar un empleo para poder ahorrar antes de irme. Así que busqué un empleo en mi pueblo natal. No había muchos puestos vacantes así que no dudé en aceptar el primero que encontré, era en una farmacia, el horario era pesado aunque el trabajo en sí no lo era tanto y la paga era buena.

Era un local muy pequeño, y la cantidad de empleados éramos pocos. El encargado, Luis; el cajero, Erick; el guardia de seguridad, Oscar; y cuatro dependientes, Leo, Michael, Lorena y yo. Así es, solamente una chica entre seis machos tontos y vulgares que no pasaban de hacer bromas absurdas, infantiles y asquerosas para pasar el tiempo. O al menos así nos definía ella mientras se reía de cada una de nuestras ocurrencias.

Mi primera semana de trabajo consistió en conocer el negocio, su sistema y claro, convivir con los demás empleados. Recuerdo mi primer día. Me enviaron a la bodega para ayudar a los muchachos a desempacar mercadería.

En cuanto vi a Lorena captaron mi atención tres cosas, la primera fue su trasero, la vi de espaldas y fue imposible ignorar esa delgada cintura que delineaba su figura, unas nalgas firmes, grandes y respingadas se marcaban en su falda apretada y muy bien tallada a sus contorneadas piernas. Lo segundo fue lo apretada que le quedaba su blusa en sus pechos y lo apenada que parecía al tratar de ocultar con vergüenza los grandes atributos que poseía en su sostén. Lo tercero fue su rostro, sus ojos y esos labios carnosos y delicadamente dibujados, se me hacían muy familiares.

-Hola, y tú ¿cómo te llamas? -le pregunté luego de preguntar al resto del grupo.

-Me llamo Lorena -respondió sin desviar su mirada de la tablilla que tenía en su mano mientras chequeaba un listado.

-Me pareces muy familiar, ¿de dónde eres?

-Vivo a unas cuadras de aquí -respondió más amablemente y me miró durante unos segundos- mmm no recuerdo haberte visto antes -continuó, mientras sonreía simpáticamente.

Era extraño, me parecía muy familiar pero no podía recordar en donde la había visto. Ya lo recordaré luego, pensé. Continuamos trabajando y charlando ocasionalmente entre todos para conocernos. Días después decidí volver a tocar el tema con ella.

-Y dime Lorena, ¿cuánto llevas trabajando aquí?

-El próximo mes cumplo un año y medio.

-¡Vaya! Eso ya es algo. ¿No fue muy difícil para ti aprender todos esos nombres de medicamentos tan complicados?

-La verdad no tanto, en realidad soy maestra así que supongo que recordar cosas es una habilidad que desarrollé con el tiempo.

-¡Maestra!, ¿en serio? Bueno, no te ofendas con la pregunta pero, si eres maestra, ¿Por qué trabajas aquí?

-Gano más dinero aquí que en una escuela. Además con el tiempo me cansé de trabajar con el gremio de maestros. Me siento más cómoda en este trabajo.

En parte tenía razón, el gobierno de mi país está tan mal que los médicos y maestros ganan menos que un dependiente de farmacia. En fin, no puedo negar que su respuesta me sorprendió.

-Y ¿cuánto tiempo trabajaste como maestra? – le pregunté.

-Trabajé casi diez años en la Escuela Rural de Varones.

-Ya, ¿es en serio? ¡Pero si yo estudié allí!

-¿hablas en serio?

-Si claro, estudié hasta tercer grado allí.

-Yo daba clases a los niños de cuarto, quinto y sexto grado

-¡No me jodas! Pudiste ser mi maestra. Si no fuera porque me cambiaron de escuela. Oye pero… espera, hay algo que no me cuadra, te ves demasiado joven, ¿Qué edad tienes?

Ella rio de manera modesta y bajó la cabeza como burlándose inocentemente de mi ignorancia.

-¿Qué edad me calculas? – preguntó desafiándome

-A primera impresión pensé que tendrías entre veinte y veinticinco años, pero ahora con todo lo que me has dicho no estoy seguro.

-Gracias por el halago – respondió luego de soltar una carcajada.

-No lo puedo creer, ¿Cuántos?

-Treinta y cinco – respondió mientras sonreía

En verdad estaba asombrado, no parecía de treinta y cinco. Tenía un cuerpo espectacular, un carisma agradable y se veía que era del tipo de chica muy conservadora.

En más de una ocasión había dado a entender que era una devota creyente y que llevaba una vida muy correcta asistiendo a la iglesia constantemente y evitando los placeres que el resto de las personas no dudamos en aprovechar a cada oportunidad. No solía decir grosería alguna, siempre vestía con pudor, siempre usaba faldas y a pesar de trabajar en un ambiente rodeado de hombres siempre mantenía su distancia respetuosamente. Eso me prendía y hacía que la deseara.

Con el tiempo seguimos conversando y empezamos a tener confianza entre nosotros, en ocasiones cuando nos turnábamos para almorzar, íbamos juntos para seguir hablando, nos hacíamos bromas, incluso llegué a tener el atrevimiento de hacerle cosquillas en la espalda de vez en cuando. Algo que para una chica conservadora como ella sería inadmisible pero que no parecía molestarle viniendo de mí.

Estaba obsesionado con su trasero redondo y prominente, no había día que no deseara romperlo con mi verga. Quería hacerla mía y sería paciente para lograr mi objetivo. Me excitaba el hecho de que fuera tan conservadora y el hecho de que fuera quince años mayor que yo. Ella pudo haber sido mi maestra, ¿quién no ha fantaseado alguna vez con follarse a su maestra? La idea me excitaba y sus movimientos de cadera al caminar a mi lado me prendían cada día más.

La confianza entre nosotros había avanzado a tal grado que los temas sexuales habían surgido de manera inevitable, me confesó que era virgen, lo que hizo que solo la deseara más. Ese día estaba más que excitado con la conversación, me había confesado que era virgen mientras yo estaba sentado en el suelo recostando mi cabeza en sus piernas, que estaba sentada en una silla a mi lado. Mi mano comenzó a acariciar su pierna comenzando desde el tobillo y subiendo hasta su rodilla, pude ver como su piel se erizaba mientras sonreía apenada.

Ese día por la tarde, comenzamos a hacer un inventario. Ella se encontraba chequeando la mercadería en la bodega de atrás. El espacio entre los estantes era tan pequeño en esa parte de la bodega, que apenas cabía una persona a lo ancho del pasillo. Y allí estaba ella, con su tablilla, su lapicera y su falda que tallaba esas voluminosas caderas que remarcaban la ropa interior bajo su falda.

Yo me encontraba cerca chequeando mi lista, cuando me la encontré en ese estrecho pasillo, ella estaba al fondo y la única manera de salir era por donde yo estaba entrando. Ella volteó a verme, me sonrió y bajó la mirada a su tablilla mientras se daba la vuelta dándome la espalda, me pareció que movía sus caderas con mayor sensualidad de la acostumbrada, como si estuviese tratando de provocarme.

Me acerqué a ella como viendo los productos en los estantes. Cuando me notó cerca, volteó a verme sin girar su cuerpo.

-No encuentro la caja de antipiréticos, ¿las has visto por alguna parte?

-¿Antipiréticos?, me parece que vendimos los últimos recién. ¿Te aparecen en la lista?

-Si mira, según la lista hay 6 unidades.

Me acerqué por detrás para chequear su tablilla. Mi verga estaba tan erecta como un tronco, el pantalón de tela de mi uniforme no podía contener la fuerza de mi excitación. Asomé mi cabeza por encima de su hombro, puse mi mano derecha en su cintura y sin dudarlo arrimé mi bulto duro en su trasero. Pude sentir como sus nalgas se acomodaron en mi verga que intentaba abrirse paso en medio de esos deliciosos glúteos. Lo empujé con fuerza para que sintiera la dureza de mi pene.

Sus ojos brillaron apasionadamente, su mirada se clavó en mis ojos y luego bajó a mis labios, su mano caliente sujetó mi mano en su cintura y la apretó con nerviosismo. No se opuso, ni se indignó. Le gustaba y lo estaba disfrutando. Su boca se acercó a la mía y pude sentir la tibieza de su aliento. Me acerqué casi por completo pero sin tocar sus labios y sucumbió.

Devoró mi boca en un apasionado beso. Me comí su lengua apasionada y excitantemente mientras presionaba mi bulto entre sus nalgas que eran separadas de mi verga por nuestras ropas. Subí la mano que tenía en su cintura y apreté sus pechos, un gemido salió de su boca y luego reaccionó. Detuvo aquel encuentro y sonrió apenada. Se acomodó la falda y la blusa.

-Creo que el listado está mal, revisaré en la computadora – dijo mientras sonreía de manera picara sabiendo que ambos deseábamos lo mismo.

-Si claro – yo sonreí sintiéndome satisfecho.

Transcurrimos un par de semanas con esos juegos. Cuando se podía nos besábamos y manoseábamos a escondidas en el trabajo. Me encantaba poder pasar a su lado y apretar ese culo con mis manos cuando quisiera, me sentía su dueño y ella se sentía deseada y disfrutada.

El primer mes había transcurrido y era el momento de recibir el pago. Luis nos llamó a cada uno y comenzó a darnos el efectivo. Cuando me acerqué a recibir mi parte, vi la hoja que tenía nuestros datos. Lorena Lozo. Me quedé atónito al ver el apellido de Lorena, llevábamos hablando casi un mes y nunca se me ocurrió preguntarle su apellido.

-¿Tu apellido es Lozo? – pregunté sorprendido cuando estuvimos ella y yo a solas.

-Si ¿Por qué?

-¿Eres hermana de Zara?

-Si, ella es la menor. Yo soy la segunda. ¿Conoces a Zara?

-Emmm… bueno si, recuerdo que hubo un tiempo en que hablábamos por Facebook.

-Ah, no me extraña, esa chamaca es tan extrovertida que le habla a todo el mundo aunque no los conozca.

No lo podía creer, había besado a dos hermanas. Ahora entendía por qué me parecían tan familiares los rasgos de Lorena. Aunque me excitaba la idea de que ellas son hermanas no podía sentir una ligera incomodidad al respecto.

Definitivamente el día más incómodo que pasé fue cuando Zara llegó a dejarle un recado a Lorena, ambas estaban hablando en el mostrador del local cuando de repente, yo sin saberlo, salí a colocar unos productos. Casi me da un paro cuando las vi a las dos mirándome y sonriendo. Por fortuna fueron amables, Zara me saludó de lejos y no pasó más. En ese momento deseaba que la tierra me tragara. Luego del incomodo incidente jamás volví a tocar el tema de Zara con Lorena.

Con el pasar del tiempo Lorena y yo continuamos con nuestros juegos morbosos en el trabajo. En una ocasión logre sobar su pierna por arriba de la rodilla y suavemente toqué su entrepierna, sentí el encaje de su ropa interior, lo blando y húmedo de su vulva. Ella se estremeció cuando sintió mi mano en su sexo y asustadiza sacó mi mano de su falda, se reía morbosamente y me apretaba el glúteo o el bulto ocasionalmente, esa era su forma de “vengarse”.

En una ocasión ella estaba tan excitada que metió su mano en mi pantalón, sujetó mi pene erecto con fuerza, se sorprendió al sentir la dureza y el tamaño de mi verga, puso una expresión como de desespero y me apretó un glúteo.

-¿Por qué eres así conmigo? ¿Por qué me haces esto? – me preguntó silenciosa y sensualmente. La excitación en su tono de voz era más que evidente. Deseaba por fin sentir una verga en su vagina. Y quería que fuera la mía.

-¿yo? Pero si yo no te estoy haciendo nada, eres tu quien me está manoseando – le decía mientras reía al verla tan excitada. – Ven acá, quiero mostrarte algo – le dije mientras caminaba hasta el baño.

Entré, dejé la puerta abierta para ella, quien caminaba siguiéndome. Al verme entrar ella se quedó frente a la puerta. Yo me di la vuelta, baje mis pantalones y mi ropa interior hasta la rodilla. Mi verga de 19cm salió de entre mi ropa. Los ojos de Lorena se abrieron sorprendidos como nunca antes los había visto. Su boca se abrió instantáneamente, quizá por asombro de ver su primera verga o quizá el instinto de querer comérsela. Se acercó asegurándose que nadie más la viera. Estiró su mano y por primera vez libremente agarró mi verga.

Comenzó a sobarla, de arriba abajo, bajaba la piel del glande haciendo emerger la cabeza hinchada de mi pene. Su mano estaba caliente y temblorosa, jugueteó con mi verga por unos minutos, hasta que escuchó los pasos de Erick acercarse. Inmediatamente me soltó y cerró la puerta para irse disimulando trabajar. Yo me quedé en el baño riendo y terminando de hacerme esa paja que Lorena había comenzado.

Al día siguiente Luis, el encargado, me llamó:

-Donni, necesito que vayas a la planta de arriba y desocupes y limpies la segunda oficina, la usaremos como una extensión de la bodega, necesitamos más espacio.

-Bueno, pero necesitaré más bolsas.

-Dile a Oscar que te las dé. Llévate un par de trapos más y limpia las ventanas. Necesitaremos ventilación en esa oficina.

¡Mierda! Odiaba limpiar las ventanas, la planta de arriba la teníamos casi abandonada. No habían limpiado allí desde hace años, de seguro había más polvo que en el mismo desierto. Un poco frustrado fui a la parte trasera a buscar más trapos y allí estaba Lorena.

-¿Por qué la cara larga? – me preguntó.

-Luis quiere que limpie arriba, debe estar asqueroso, con lo que odio el polvo – respondí resignado.

-Tranquilo, ya verás que no está tan mal. Déjame preguntarle a Luis si puedo ayudarte.

De repente la situación se había puesto interesante. Lorena habló con Luis quien aceptó que me ayudara. Lorena y yo subimos. Yo como todo un caballero la dejé subir primero. Quería ver ese culo tambalearse con cada paso, aproveche a fisgonear bajo su falda, eso me excitó lo suficiente para poner mi verga dura.

Llegamos a la oficina, abrí la puerta y comenzamos a mover y limpiar todo. Terminamos más rápido de lo que creía. Eso era bueno, ya que nos dejaba tiempo para holgazanear un rato allí sin hacer nada.

Lorena y yo nos miramos como preguntándonos ¿y ahora qué?

-Creo que dejé un limpiador en el baño – le dije como cansado.

-Tranquilo, yo lo traigo – respondió Lorena amable y servicial.

Rápidamente me levante del suelo y fui tras ella. Entro al baño y yo tras de ella. Al girarse para salir se topó conmigo, cerré la puerta tras de mí encerrándonos. Ella rio tímidamente antes de comenzar a comerme la boca a besos. Metí mi lengua profundamente en su boca mientras apretaba su culo.

Estallamos en un desenfrenado beso lleno de lujuriosas caricias. Casi le arranco la blusa, pero ella se contuvo, se desabrochó la blusa hasta el ombligo dejando salir sus enormes tetas, le bajé el sostén y comencé a comerme esos pezones. Chupetones, lamidas y mordiscos. Le subí la falda a la cintura como un cinturón. La cargué sentándola en el lavado y ella abrió sus piernas para abrazar mi cintura apretándome contra su sexo.

Comencé a masturbar su clítoris con mis dedos mientras comíamos nuestras lenguas. Comenzó a mover sus caderas de manera instintiva frotándose contra mi verga. Desabroché mis pantalones rápidamente dejándolos caer al piso y froté mi verga en su vulva. Masturbaba su clítoris con mi glande y las gotas de semen que salían para lubricarla.

Sus gemidos resonaban en el eco de ese baño. Su respiración agitada y los rasguños que me daba en la espalda me hacían saber lo eufórica y excitada que estaba.

-No, no, espera, no lo hagas por favor – decía Lorena como tratando de convencerse a ella misma más que a mí.

-Está bien, tranquila, no haré nada fuera de tu voluntad, solo disfruta este momento

Sus palabras me rogaban para detenerme, pero era ella quien no dejaba de mover las caderas. Sus movimientos habían hecho que mi glande se deslizara en sus labios mayores y comencé a sentir la estrechez de su vagina.

-¡Por favor! Alto, no lo… Ah! Ah! Duele.

Yo simplemente la escuchaba y seguía besándola y acariciando todo su cuerpo. Uno de sus movimientos hizo resbalar sus glúteos del lavado. Yo la sujeté de las piernas, ella se colgó de mi cuello con sus brazos. La sostuve con fuerza. Sus ojos miraron los míos fijamente.

Sin decir una palabra, se empujó hacia arriba colocando mi glande en la entrada de su vagina y se dejó caer penetrándose con mi verga.

-Ah! Ah! Aauch! – exclamaba adolorida pero excitada.

Mi verga se deslizó suavemente dentro de ella, pude sentir la estrechez virginal de su vagina, sentí mí glande romper su himen y cómo engulló mi verga hasta el tronco de una zarpada.

-¡Carajo! ¡Es enorme! – exclamaba agitada mientras se penetraba sola con mi verga. – Ah! Ah! ¡Me duele! ¡Me duele!

-Si quieres nos detenemos, no hay ningún…

-¡No! Sigue, ¡por favor! Ah! Ah! Quiero que… ¡Ah! – me interrumpió de manera instantánea, gemía y se movía como una hambrienta de verga, ni si quiera podía guardar la postura para hablar.

Decidí quitarme la camisa, la tire al piso y la recosté sobre ella. Me acomodé entre sus piernas, apoyé mis manos en el suelo cerca de sus hombros y comencé a penetrarla con fuerza y deseo. Sentía como sus jugos lubricaban mi verga. La sangre de su virginidad goteó por su delicioso culo. Sentía su cálida estrechez acomodándose a mi verga. La embestí tan duro y profundo que sentía el fondo de su vagina chocar en mi glande. Su vagina se dilataba y contraía en cada embestida y tras un buen rato de gemidos y jadeos su cuerpo se estremeció por completo. Gimió con fuerza, un gemido que terminaba en una expresión silenciosa de placer.

Yo seguía devorándome sus senos con bestialidad.

-Ahora déjame ver ese culo que tanto me encanta – le dije, y la giré dejándola recostada boca abajo. Alcé sus caderas casi poniéndola en cuatro. Apoye mis manos sobre sus cintura y jalando su culo hacia mi pubis, metí mi verga en su vagina desde atrás.

-¡Ah! ¡Santo Cielo! ¿Qué es esto? – gemía con asombro.

-¿Te gusta? ¿Quieres que siga? – le preguntaba de manera sarcástica

-¡si por favor! ¡No te detengas! Se siente tan deli… ¡Ah! ¡Ah!

Me encantaba clavarle mi verga mientras hablaba, sus gemidos la interrumpían cada vez la penetraba con fuerza. La vista de sus enormes nalgas rebotando en mi abdomen era excitante e impresionante. Quise desvirgar su culo esa misma tarde, pero lo consideré muy pronto. El sonido de nuestros cuerpos chocando se escuchaba como un fanático religioso aplaudiendo en el templo. Aquello era sucio, inmoral, indebido y completamente excitante. Mis testículos se mecían chocando en su clítoris con cada embestida.

Ella estaba tan hermosa, tan perfecta. Su cuerpo era extremadamente bello. Su cintura delgada y sus grandes glúteos contrayéndose con sus movimientos de cadera temblaban con cada penetración. Sus pechos balanceándose de manera rítmica. Sus gemidos eran los de una diosa.

Llegué al éxtasis. La embestí con todas mis fuerzas, metí mi verga hasta los testículos y la sostuve allí. Un grito de dolor y placer se escapó de su boca. Mi verga se hinchó al máximo y comenzó a descargar una abundante cantidad de semen dentro de su vagina. Uno, dos, tres, hasta cuatro bocanadas de semen, comenzó a desbordarse de su interior deslizándose lentamente por sus muslos y cayendo al piso. Estaba muy caliente y viscoso.

Lorena estaba agotada… y yo también.

Deslicé mi verga lentamente fuera de ella derramando con ella una buena cantidad de semen. Su vagina escurría gotas de mi néctar delicadamente.

Yo me recosté en el piso, tomé a Lorena con mi brazo izquierdo y la recosté en mi pecho. Ella agitada y exhausta se dejó llevar. La besé delicadamente, la besé con ternura, la besé como si fuese la última vez que lo haría. Ella sonreía con cada beso mientras acariciaba mi pecho y mi abdomen. Y nos quedamos unos minutos tratando de recuperarnos.

-¿Todo bien? – pregunté mientras le acariciaba una mejilla

-Todo bien – respondió mientras sonreía y descansaba sobre mí.

-Estoy que no quiero levantarme.

-Tampoco yo. Pero si nos quedamos más tiempo comenzarán a sospechar. Creo que nos hemos tardado más de lo que se supone.

-Oh vamos! Solo un rato más – rogaba mientras apachurraba sus glúteos entre mis manos

-Creo que fue más que suficiente por hoy niño. Es hora de vestirnos.

-¿Niño? Jaja ¿es enserio?

-Jaja no hagas que me sienta culpable, mejor ya vístete – se paró buscando su ropa interior y acomodándose el uniforme.

Deleité mi vista una vez más viendo su sensual figura vestirse. Inevitablemente otra erección comenzó a elevar mi pene. Se endureció fácilmente viendo como sus nalgas se abrían cuando se agachaba buscando sus bragas. Podía ver su ano y los labios de su vagina que aun chorreaban pequeñas gotas de mi semen.

No lo soporté, necesitaba aprovechar esa segunda erección. Me paré, caminé hacia ella mientras aún se encontraba agachada. Ella levantó su cabeza, la tenía justo de rodillas frente a mi verga dura y erecta.

-¿Pero qué haces? – preguntó asombrada mientras reía

-Necesito que me ayudes con esto

-No, ya basta, van a atraparnos, ya nos tardamos demasiado.

Con mi mano derecha acaricié su cabello acomodándolo detrás de su oreja, con mi mano izquierda sujeté mi verga del tronco y la apunté directo a su boca. Mi mano derecha bajó acariciando su mejilla y luego la sujeté con fuerza por la nuca.

-Enserio, necesito que me ayudes con esto. – le dije con firmeza. Sentí emerger dentro de mí una agresividad que jamás había sentido. Ella me miró a los ojos de manera sumisa.

Comencé a empujar su cabeza contra mi verga, ella trataba de retenerme colocando su mano en mis piernas poniendo resistencia a mis movimientos.

-Espera, es que tengo miedo de que nos descubran – decía con timidez.

Mi mano izquierda bajó hasta su pecho, lo apreté masajeándolo y luego apreté su pezón con mis dedos.

-¡Auh! – gimió dolorosa pero placenteramente.

Rápidamente introduje mi verga en su boca en cuanto la abrió. Pude sentir su garganta en mi glande. Se atragantó un poco pero luego de tomar aire comenzó a salivar de manera abundante.

-Oh! Si, sigue así, se siente delicioso – le expresaba con placer.

Ella comenzó a chupar con fuerza mi verga. Succionaba la cabeza de mi pene con su boca mientras que masturbaba el resto de mi pene con su mano. Con la otra mano masajeaba mis testículos. Alternaba entre succiones y engullidas hasta lo profundo de su garganta.

-Cómetela toda, así – le pedía.

-Es demasiado larga y gruesa apenas cabe en mi boca – respondía agitada luego de intentar sin éxito tal hazaña. Sus arcadas salivaban lubricando mi venosa verga en su garganta.

Luego de unos minutos en ese ritual, mi verga estalló en una segunda eyaculación. Esta vez, solo fueron dos bocanadas de semen, pero de gran magnitud, calientes y viscosas. Sus ojos se abrieron sorprendidos cuando sintió mi semen vertiéndose sobre su lengua. Terminó de masturbarme hasta que salió la última gota de semen y luego de saborearlo un rato lo tragó placenteramente.

-Bien, creo que con esto habrás quedado más que satisfecho, ¿o no? – preguntó mientras se levantaba y se limpiaba los labios de los restos de mi semen.

-Estuvo increíble. Pero tú también quedaste satisfecha, ¿o no? – le pregunté de manera picara.

-Jaja más te vale no hablar nada sobre esto con nadie, ¿entendido?

-Tranquila, será nuestro secreto – dije mientras terminaba de vestirme.

Lorena y yo recogimos las cosas y bajamos.

-Vaya, vaya, ¡sí que se han tardado un buen rato eh!, espero que haya quedado tan limpio como supongo – dijo Luis en tono burlón al vernos bajar tan acalorados.

Lorena se ruborizó y asustadiza corrió a encerrarse en el baño de abajo para refrescarse un poco. Yo me reí con Luis siguiéndole la corriente y así pasar desapercibida su insinuación.

Duré dos años trabajando en ese lugar. Luego de ese tiempo decidí continuar la Universidad y tuve que renunciar. Lorena y yo sabíamos que después de ese tiempo trabajando juntos y de aquella inolvidable experiencia, la vida nos llevaría por rumbos diferentes. Lorena y yo seguimos en contacto, aunque con el pasar del tiempo las charlas se hacen menos frecuentes. Tiempo después supe que Lorena renunció al trabajo y aceptó un puesto en otra empresa en la ciudad.

Eso nos deja más posibilidades de poder repetir un encuentro. Y espero que se dé algún día. Si sucede no duden en que se los contaré.

Espero que os haya gustado mi relato. Si es así déjamelo saber en los comentarios. Gracias.

Con cariño, Donni.

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