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Los cinco sentidos (segundo capítulo)
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Como cada mañana Tania se despidió de su marido y se fue a duchar. Ese día iba a estrenar ropa y se fue a su cuarto a elegir lo que se pondría. Sacó de la bolsa los tres pantalones y el primero que decidió probarse era el mas pequeño. Cuando se lo probó se ruborizó porque era demasiado pequeño. Si el pantalón del día anterior le marcaba exageradamente la vagina al sentarse con las piernas abiertas en el banco, éste se la marcaba simplemente estando de pie. Se dio cuenta que no podría ponérselo, no porque la mirara Braulio ya que él la comprendía, sino porque cualquier otra persona la podría ver y una mujer casada no podía ir con aquel diminuto pantalón. Se giró un poco y vio que la mitad de sus nalgas asomaban fuera de la tela. Se lo quitó fastidiada, si lo había comprado era para su vecino pudiera verla con él puesto. Se puso el pantalón que se había probado en la tienda, ese le quedaba ajustado pero perfecto.

Braulio la esperaba impaciente en la puerta del jardín. Cuando salió pudo ver como ese hombre la miraba de esa manera descarada que tanto le había gustado el día anterior, aunque pudo ver en la expresión de su cara cierta decepción al comprobar que no llevaba puestos los pantalones de ayer.

-Buenos días joven

-Buenos días Braulio – no le gustaba aquella mirada entristecida – Está bien?

-No traes los pantalones de ayer. – su tono era de reproche aunque intentaba disimularlo.

-Estos son nuevos, le gustan?

-Tienes un hermoso cuerpo que todo te queda bien Tania, pero los de ayer te quedaban mejor.

-Ayer me compré uno pequeño pero no lo podía probar en la tienda delante de mi marido. Hoy me lo iba a poner pero es demasiado pequeño.

-Por qué lo compraste pequeño? Deseabas que te viera con él puesto?

-Si, lo de ayer fue muy extraño pero me gustó sentir su mirada.

-Si deseabas que te viera con el puesto, por qué no lo has traído?

-No lo hice por usted, si no me lo puse es porque me queda demasiado pequeño y una mujer casada no puede ir así por la calle.

-Te gustaría que te viera con él?

-Si – Tania recordó la imagen de sus nalgas que la tela de aquel pantalón no podía ocultar – Bueno, no sé si seria capaz.

-Si quieres que te mire con él solo tienes que decírmelo, podrías mostrármelo en la intimidad de mi casa. Allí nadie te verá con el puesto, solo yo. Si estás dispuesta, hoy podríamos caminar menos y así regresamos antes.

-Vale, déjeme pensarlo.

Caminaron un rato conversando de diferentes temas. Tania le contó sobre la tarde anterior con su marido, le habló de la película que habían ido a ver al cine.

-Por cierto gracias por su mirada cuando salí de casa.

-Sentiste mi mirada en tus piernas?

-Si, claro que la sentí. Estaba un poco decepcionada con mi marido porque él al verme con el vestido apenas miró mis piernas.

-No debes reprocharle eso Tania, recuerda que cada persona es un mundo y él quizá valore otras cosas y no le de importancia a los sentidos. Tu le amas como es y es lo importante.

-Ya, le entiendo, pero me gustaría que mi marido me mirara como usted. Lo de ayer fue inexplicable, aún no entiendo como fui capaz de bajar de aquella manera el pantalón y mostrarle mi monte de venus.

-Te gustó hacerlo?

-Si. Uff que vergüenza!!

Aún no llevaban ni la mitad del recorrido que habitualmente hacían andado cuando Tania se detuvo y mirando a su vecino se atrevió a decirlo.

-Volvemos?

-Si – los dos sabían lo que significaba dar media vuelta en ese momento – Volvamos.

El camino de vuelta siguieron hablando con normalidad, en realidad, sobre todo era Braulio el que hablaba y ella lo escuchaba ensimismada. Aquel hombre conseguía, que a pesar de lo nerviosa que estaba, ella por momentos se olvidara y distrajera su mente de lo que a pasar al llegar a sus casas.

Cuando llegaron el le dio las instrucciones a seguir.

-Ahora vete a casa y ponte la ropa con la quieres que te mire. Cuando estés lista vente a mi casa, dejaré la puerta del jardín y de casa abiertas.

-Me dará mucha vergüenza salir con ese pantalón a la calle.

-No te preocupes, coge la ropa y te cambiarás en la mía. Vale?

-Si, así mejor.

-Te esperaré dentro, recuerda que no hace falta que llames.

Se separaron para ir cada uno a sus respectivas casas. Tania fue a su habitación y nerviosa cogió el pantalón. Cogió una de las camisetas que hacia tiempo que no se ponía y salió hacia la casa de Braulio. Antes de entrar en el jardín de su vecino miró a ambos lados para cerciorarse que nadie la veía entrar y una vez comprobó que la calle estaba solitaria entró. Apuró el paso para alcanzar la puerta de la casa y una vez dentro se sintió a salvo, terriblemente nerviosa pero a salvo de miradas indiscretas. La única mirada que deseaba era la de Braulio.

Ese señor estaba sentado en el sofá esperándola. Ella al verlo le sonrió nerviosa.

-Ya estoy aquí.

-Aquí estaremos tranquilos – vio en sus manos las prendas de ropa – esa puerta es la del baño. Quieres cambiarte allí o prefieres hacerlo aquí delante de mí?

-Cambiarme aquí? – solo la idea de que ese hombre la viera desnuda la hizo ponerse muy colorada y nerviosa – Mejor en el baño. A usted no le importa?

-Por supuesto que no joven. Las sensaciones son tuyas y tu debes gestionarlas como prefieras.

-Gracias, vengo ahora.

Tania entró en el baño y se desnudó por completo. Recordó las palabras de ese hombre cuando le dijo que fuera a por la ropa con la que deseaba que él la viera. Se puso el diminuto pantalón sin braguita ninguna por debajo. Cogió la camiseta y se la puso sin sujetador. Se miró en el espejo y se quedó dubitativa de si salir así. Estaba casada y prácticamente estaba desnuda. Dudó si ponerse el sujetador pues aquella camiseta blanca ajustada a sus pechos transparentaba sus pezones. Una voz interior la empujó a abrir la puerta así como estaba.

Al salir no vio a su vecino en el sofá sentado.

-Braulio?

-Tania estoy en la cocina – Braulio le hablaba desde la distancia – Pasa a la habitación de la derecha y siéntate en la cama, allí estaremos mas cómodos.

A la derecha había una puerta cerrada y se fue hacia ella. Al abrirla vio una habitación muy ordenada y limpia. La cama era enorme y se sentó en ella con las piernas cruzadas. Su corazón latía desbocado e intentó respirar despacio.

-Ya estoy aquí. Quería darte un tiempo para que te sintieras cómoda.

-Gracias – instintivamente llevó las manos a los pechos para taparlos.

-Por qué los ocultas? – Braulio se sentó frente a ella también con las piernas cruzadas – te da vergüenza?

-Es que no llevo sujetador y mi camiseta transparenta.

-Por qué no te has puesto sujetador?

-No lo sé la verdad.

-A veces inconscientemente deseamos cosas. Nuestro cuerpo desea cosas y nuestra mente las bloquea por tabúes o prejuicios. Crees que inconscientemente deseas que te vea los pechos pero algo te dice que no puede ser?

-Estoy casada y yo creo que es eso – Tania escuchaba fascinada lo que ese hombre le decía y le gustaba liberarse contestándole.

-Tania ante todo quiero que sepas que solo miraré lo que tu desees que mire. No te voy a ser hipócrita y te digo que me excita verte pero ahora mismo esto es por y para ti. Son tus sensaciones.

-Gracias Braulio.

-Entonces deseas que mire como te queda el pantalón?

-Si. Ayer cuando lo compré lo hice pensando como me miraría con él puesto y como le dije antes no sabía que me quedaba tan pequeño.

-Deseas separar las piernas y que vea lo pequeño que te queda?

-Si – se sentía muy agitada, nerviosa.

-Abre las piernas y te miraré como te gusta.

Tania estiró sus piernas y las abrió. La tela de aquel pantalón se adhería totalmente a su abultada vulva. Sentía la mirada de aquel hombre entre sus piernas y aquello la excitaba muchísimo. Aquella mirada y sentir la tela presionando le daba placer y se mordía el labio inferior. Su cuerpo temblaba por aquellos deseos que estaba sintiendo.

-Le gusta mirarme?

-Eres muy hermosa y observarte es un placer indescriptible. El pantalón es muy pequeño y prácticamente es como estar viendo tu vulva abultada y sin vellos. Ayer cuando vi tu monte de venus desnudo me excité mucho y creo que tu también estabas muy excitada por mostrármelo.

-Si, me excitó mucho mostrárselo. Nadie sin ser mi marido me viera ahí.

-Y cuando lo ve no le presta atención. Es eso verdad?

-No debes reprochárselo. Nunca lo olvides. Yo estoy aquí para mirar lo que desees mostrar.

Tania miró disimuladamente a Braulio y lo veía hablarle sin apartar la vista de entre sus piernas. Era como si se sintiera verdaderamente fascinado por su cuerpo, y efectivamente así era.

-Mi marido jamás me miro así.

-Tu lo amas y el te ama a ti. Tu corazón es de él.

-Si, mi corazón le pertenece.

-Tu corazón le pertenece pero tu cuerpo es tuyo. Tu sexualidad es tuya y te estás dando cuenta de ello a través de mi. Verdad?

-Si, mi cuerpo es mío.

-Por eso te muestras a mi Tania, porque tu cuerpo te lo pide.

Aquella sensación de excitación con solo la mirada de aquel hombre era inexplicable. Braulio tenía razón y su cuerpo le estaba pidiendo cosas que le costaba negarle. Bajó las manos de sus pechos y agarrando la goma de su pantalón lo bajó un poco. Deseaba mostrarle de nuevo su prominente monte de venus y lo descubrió para sentir la mirada de aquel señor en él. Se sintió agradecida que Braulio no aprovechara ese momento para mirar sus pechos transparentados bajo la camiseta. Ese hombre sabía respetarla y cumplía sus promesas. Solo veré lo que tu desees, le había dicho.

-Eres una joven muy hermosa Tania, es maravilloso poder contemplar lo que tu me muestres.

Aquella fuerza interior que le empujó a abrir la puerta del baño minutos antes la hizo girarse sobre si misma y tumbarse boca abajo. Sabía que su pequeño pantalón dejaba la mitad de sus nalgas desnudos y se excitó de sentir que Braulio en ese momento las estaría mirando.

-Eso es Tania, siéntete libre de mostrarme lo que desees. Te estoy mirando tus nalgas, el pantalón deja al descubierto parte de ellas.

-Le gusta mirarlas?

-Son preciosas. Te gusta que las mire?

-Si, mucho. – sus manos buscaron la tela del pantalón y lo subió dejando aquellos hermosos glúteos redondos y muy blancos totalmente desnudos para que Braulio los mirara.

Tania sentía su coño totalmente mojado. Era inexplicable aquella excitación simplemente con sentirse observada. Con su marido se excitaba muchísimo pero nunca a ese grado como ahora.

-Por favor no piense nada raro de mi.

-Eso ni lo dudes Tania, solo estás descubriendo una sexualidad diferente. Tu disfrutas de mi mirada y yo mirándote.

-Es que necesito hacer algo.

-Hazlo. En esta casa eres libre.

Tania se bajó el pantalón y se lo quitó. Separó sus piernas y gimió de placer al sentir que ese hombre estaba mirando su coño desnudo.

-Estoy mirando tu vagina. Es hermosa y está totalmente mojada.

Tania se giró y abrió sus piernas totalmente. Agradeció que ese hombre no mirara su cara sonrojada por la vergüenza y la excitación que estaba sintiendo. Ni siquiera su marido la había visto así sus partes íntimas, con tanta devoción y con tanto deseo. Se quitó la camiseta, deseaba estar desnuda delante de Braulio pero el cumplía su palabra y no apartó la vista de su coño.

-Mire mis tetas.

-Deseas que las mire?

-Si por favor.

Y Braulio levantó la vista y vio aquellos hermosos pechos. Pechos firmes con los pezones rosados y totalmente duros apuntando al horizonte. Tania gimió de nuevo al sentir la caricia de la mirada de ese señor en ellos. Y aquella joven esposa recién casada se lo pidió.

-Quiere tocarme el cuerpo? – Tania había tapado su cara avergonzada con la almohada.

-Seria feliz tocando tu cuerpo Tania.

-Hágalo por favor. Lo necesito.

-Seria faltar a mi palabra Tania. Mastúrbate si lo necesitas.

-Estoy muy excitada Braulio.

-Tócate. Mastúrbate delante de mi. Es un paso mas en el sentido de la vista.

Y Tania desesperada se masturbó delante de Braulio, se frotó el coño con ansia, se metió los dedos mirando como ese hombre observaba lo que hacía. Perdió la cuenta de las veces que se había corrido hasta que desfallecida y totalmente exhausta su coño expulsó un enorme orgasmo que dejó la colcha empapada.

Braulio salió de la habitación y regresó con un vaso de agua.

-No se que me ha pasado. Perdóneme Braulio.

-Por que debo perdonarte? Me ha parecido muy intenso todo y me ha gustado.

-Por todo lo que hice -Tania intentaba taparse con sus ropas -Es que no pude evitarlo. Nunca me había sentido así.

-Para mi es un orgullo que lo hayamos disfrutado tanto.

-Usted también lo disfrutó?

-Muchísimo Tania, te lo aseguro.

-Por qué no ha querido tocarme? -que ese hombre no la hubiera tocado le había sorprendido mucho, cualquier otro se hubiera aprovechado de la situación y lo hubiera hecho.

-Tania como te he dicho, tu has confiado en mi para venir a mi casa por un motivo concreto que era que te mirara. Hubiera sido muy fácil aprovecharme de lo excitada que estabas pero yo no quiero eso. Quiero que confíes en mi y como te he dicho que veas esta casa como un sitio donde puedas sentirte libre. No pienses que no te he tocado porque no lo deseaba eh!! Mira -Braulio con un gesto de su cabeza señaló hacia su entrepierna y tenia una erección -Me excitó muchísimo verte.

-Gracias por hacer que confíe en usted. – al ver la erección de Braulio sintió curiosidad -cuando me vaya se va a masturbar?

-Creo que no podré evitarlo.

-Y en que pensará cuando lo haga? – nunca se había imaginado que podría hacer esas preguntas a un hombre pero después de lo ocurrido minutos antes eso era lo de menos.

-En tu cuerpo.

Cuando Tania se fue Braulio se masturbó pensando en Tania, en como seria el tacto de aquel cuerpo tan hermoso, en como sería su sabor, su olor. Vio la colcha mojada por las corridas de aquella joven y al olerla se corrió abundantemente.

Tania cuando llegó a casa se fue a la ducha. Sentía su vagina totalmente sensible. Había perdido la cuenta de las veces que se había corrido en la cama de su vecino. No se podía creer que se hubiera podido excitar tanto con alguien que ni la había tocado ni besado. Se volvió a masturbar recordando cada instante de todo lo ocurrido. Que hubiera pasado si ese señor hubiera accedido a tocarla? Se ruborizó de pensar que creía que si Braulio cuando le mostró su erección, le hubiera pedido que lo masturbara lo hubiera hecho.

Su marido llegó a la hora de siempre para comer. Ella temía ese momento de encontrarse con él y en como se sentiría al verlo. Se daría cuenta que su mujer había dejado que otro hombre la viera desnuda? Notaría que había estado en casa de su vecino y se había masturbado en su cama? Cuando lo vio se sintió tranquila y le gustó como Braulio había insistido que debía amar a su marido y no reprocharle nada. Y así lo iba a hacer, lo iba a amar mas que nunca.

Lo único malo fue por la noche que cuando hicieron el amor, Tania sentía que le faltaba esa excitación que había sentido por la mañana. Rodrigo la hizo correrse tres veces, nunca eran dos ni cuatro, y se durmió enseguida. Y Tania deseó que llegara la hora de ir a caminar.

(Continuará)

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