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Madura y divorciada (4): pajear

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Yo siempre he reverenciado la masturbación masculina. Llevo masturbando pollas desde un par de años antes de separarme de mi pareja. Por su trabajo viajaba con cierta regularidad a París para asistir a congresos y cuando mi trabajo me lo permitía le acompañaba; al menos un par de veces al año.

Una mañana en la que hacía turismo por la ciudad del Sena y que vi a una pareja madura entrar en un cine porno, el "Cinèma L'Atlas" me aventuré a entrar tras ellos; jamás había vivido una experiencia semejante: tanto es así que los tres días restantes entraba en el cine desde que abrían a primera hora de la mañana y pasaba las horas en su interior hasta que llegaba la hora de recoger a mi marido.

Aquella primera vez me senté cerca de la pareja, algunos de los hombres que estaban solos en el cine se sentaban junto a ellos y tras sacarse la polla ella les masturbaba mientras su marido o lo que fuera se masturbaba a su vez mirándolos. Apenas diez minutos más tarde un joven se sentó a mi lado con su polla fuera esperando que mi mano le aliviara... Muchas veces he pensado como me aventuré casi desde el minuto uno a esa práctica.

Recuerdo aquella primera mañana en la que pasé algo más de dos horas acariciando y masturbando sin preguntar a todo el que se sentaba a mi lado; aquella primera vez no llevé la cuenta pero recuerdo nítidamente las manchas y salpicaduras de esperma que variaba desde un aspecto acuoso hasta cremoso que quedaron a los pies de ambas butacas a izquierda y derecha de mi asiento.

Hoy en día soy una experta masturbadora (y en ocasiones mamadora) de pollas tanto circuncidadas como no circuncidadas, sin embargo mi preferencia siempre es por la polla no circuncidada, considerando el prepucio fundamental para una masturbación visualmente erótica. Para mi masturbar a un tío es un culto erótico, una filosofía oriental que he hecho mía a lo largo de los años.

Afirmo con plena convicción que la masturbación masculina es un acto sexual sublime, un verdadero arte erótico y ciertamente no un preámbulo al sexo. En cualquier caso ciertas prácticas masturbatorias solamente las practico con determinados hombres que han de ser muy jóvenes o extremadamente femeninos como es el caso de algún travestí encontrado en el mencionado cine y con el que finalmente en recalado en su casa.

Consiste en pedirle que se coloque a cuatro patas y masturbar lentamente su verga mientras entierro mi cara entre sus nalgas y le penetro con mi lengua. Nada hay comparable a los jadeos, suspiros y peticiones de que no interrumpa la acción de un afeminado en esa circunstancia. A partir de mi tercera visita al "Cinème L'Atlas" dejé de masturbar a los espectadores sentada en el patio de butacas para ir directamente a los lavabos o al piso superior donde hay excelentes huecos entre las filas de butacas para arrodillarte frente a "tu pieza" y masturbarle teniendo su polla a la altura de tus ojos o cara, lo que es ideal en aquellas ocasiones en las que la polla es tan "rosada o juvenil" que te invita a mamarla y recibir la descarga en boca.

Puede que haya masturbado cientos, quizá miles de veces pero garantizo que siempre es una experiencia impactante. Dependiendo del tamaño y tipo de polla, tengo mi propia paja especial. Cuando la polla es muy pequeña o totalmente blanda la masturbo sujetándola entre el índice y el pulgar hasta que empieza a crecer. Siempre he dicho que no hay polla que no puedas masturbar. Afirmo que el tamaño ideal para una paja que se puede definir como "clásica" es de quince centímetros (15 cm 5,90 pulgadas). Una polla de este tamaño se puede masturbar con una mano, manteniendo la cabeza fuera del puño que la sujeta.

Mi ritual masturbatorio comienza desabotonándome la blusa para mostrar mis tetas y pezones previamente mojados con saliva y que froto entre mis dedos hasta convertirlos en dos uñas duras y erectas, luego coloco una mano entre mis piernas abriéndolas bien. Sólo con saliva y unas gotas de lubricante sobre la polla aún blanda, comienzo un ligero masaje de las bolas y una lenta e inexorable paja. Prefiero masturbar con mi mano izquierda, "la mano del corazón", me gusta sentirla crecer lentamente en la palma de mi mano hasta apretarla toda en mi puño. Los golpes son rítmicos y constantes, descubriendo y cubriendo el capullo, haciendo así que suba y baje por el prepucio hasta la raíz del pene.

Mientras masturbo a mi pieza, mis tetas rebotan al ritmo de mi brazo y mano y esta visión excita aún más al afortunado que está siendo masturbado. A veces me detengo en capullo, mojándolo con saliva y manipulándola con mi mano sensualmente de manera rotatoria hasta que se hincha y turgente y luego inmediatamente continúo subiendo y bajando sobre la polla. Después de unos minutos, el ritmo aumenta ligeramente desde lento para evitar la eyaculación precoz. Pronto mi trabajo lascivo convierte la polla de mi "pieza" en una polla dura que pide correrse.

Mientras le masturbo, lo siento palpitar en mi mano, reconociendo todas las contracciones que hacen que los espermatozoides suban. Si deseo una paja muy larga, me detengo, aprieto fuertemente la cabeza entre el índice y el pulgar y luego cambio de mano; en caso contrario, aumento el ritmo presionando cada vez más con la palma sobre la parte posterior de la polla que tengo en el puño. A mi entender, los tiempos para una paja perfecta nunca deben exceder los cinco o siete minutos.

A medida que el ritmo del sube y baja aumenta, comienzo a ver el temblor de sus piernas y su jadeo de placer. sintiendo las contracciones del pene acercándose cada vez más. El capullo ahora está hinchado y morado a punto de explotar. Un hilo de líquido preseminal transparente comienza a salir de la punta del glande, que la misma polla utiliza como lubricante adicional y luego lamo mis dedos. Las contracciones del pene aumentan a medida que el ritmo de la mano aumenta cada vez más rápido, hasta el punto de no retorno...

A veces puedo "sentir" el esperma subiendo por toda la parte posterior del pene y luego explotando como lava blanca con poderosos chorros en mis manos, brazos, tetas hasta el cabello. Después de dejar salir la última gota de semen, comienzo a ralentizar el movimiento de mi mano, continuando aún subiendo y bajando lentamente para devolverla al tamaño de una polla blanda de unos pocos centímetros, toda empapada de esperma. Al final lamo todo el esperma que queda en el pubis de mi "pieza" y mi mano, beso a mi pieza para poder compartir con él la crema en su boca, resultado visible de esta emoción erótica que hemos vivido juntos.

Ahora viajo menos a esa ciudad, de todos modos siempre que voy visito el "Cinèma L'Atlas" cada día y suelo ir, si es en otoño o invierno, con un ligero abrigo y totalmente desnuda, me excita enormemente sentir las salpicaduras de esperma sobre mi piel y las a veces torpes manos de algún joven acariciando mis tetas mientras le masturbo. En ocasiones algún joven apenas resiste dos minutos los movimientos de mi mano y las veces que me recluyo en el cine con la idea de bañarme en esperma he podido masturbar a no menos de veinticinco o treinta jóvenes.

(9,20)