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Manos mágicas

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Día de spa.

Sorpresa para mi marido.

Hoy te voy a escribir la historia de Sophia. Ella es una ama de casa fiel y dedicada a su marido. Hoy es su cumpleaños y su marido le ha regalado un día para ella, un día de masajes.

Cómo siempre va a su lugar favorito con su masajista de confianza, pero hoy puede ser distinto porque Sandra su masajista está de vacaciones y tendrá que atenderla Lucas...

Sin más vamos a la historia

Es la hora:

Bienvenido al ritual, es hora de ponerte cómodo, quitarte la ropa que estorbe, servir una copa de la bebida favorita o traer la botella entera. Prepárate a disfrutar esta historia llena de morbo y pasión. Si te apetece: Tócate junto a los protagonistas y vive con ellos la experiencia...

Era mi cumpleaños y mi marido me regaló un día en el spa. Claro me quería muy arregladita para el festejo cuerpo a cuerpo en la habitación, así que no sabía bien si el regalo era para mí o para él, creo que al final ambos lo vamos a disfrutar…

Salí temprano de casa para aprovechar la mañana, solo tomé un desayuno ligero: café, un sándwich y una manzana. Luego tomé mi casco con trenzas y subí a mi motoneta azul metálico para dirigirme a plaza del ángel, en realidad su nombre es plaza caracol, pero es más conocida por las estatuillas de un angelitos que está en a la entrada del edificio aunque la mayoría de la gente no sabe su nombre oficial; lo sé porque fue mi padre hace más de 30 años que hizo cada una de las esculturas.

Accioné el control remoto del cancel y salí de casa para tomar rumbo al centro rápidamente llegué al puente del arroyo seco y como no había tráfico me detuve a medio puente para saludar a la piedra boba como siempre que pasó por ahí- muchos creen que es una vieja bruja atrapada en un hechizo que le salió mal, yo solo creo que es una piedra con rostro de persona debajo del gran laurel de la India que lo custodia como un fiel guardián.

Acelere luego de que escuche el motor de un carro acercándose a mis espaldas, llegué a las calles del centro atascadas de tráfico, al final fue buena idea venir en la motoneta.

Me bajé de la moto y me quité el casco, puse la alarma y aseguré mi casco al manubrio.

Subí los cinco escalones de cantera que están en la entrada y saludé a las dos meseras que atienden el café al frente de la calle y luego seguí al interior del edificio buscando uno de los spa que se ubican en la segunda planta del edificio.

Las puertas de vidrio lucían grandes letras en negro y bordes dorados el nombre del spa.

"Bamboo"

Siempre que voy a Bamboo spa me atiende Sandra, pero para mi sorpresa ella no estaba disponible y la única persona para atenderme era Lucas…

No es que él me desagrade, al contrario lo encuentro muy, pero muy atractivo tal vez por eso lo evitó. Tiene un enorme parecido a Thor, no el dios mítico sino al actor que lo interpreta y por Dios que hasta mi esposo sabe que babeo cada que sale en escena.

Bueno, Lucas es muy parecido, tiene ojos verdes y cabello ondulado largo y rubio, sus brazos parecen capaces de poder levantarme sin ningún esfuerzo y sus hombros, bueno los hombros marcados son mi debilidad, eso y la parte baja del abdomen, esa donde una se imagina el final del camino de la felicidad…

Bueno no es que no quiera que él me atienda, pero me siento más cómoda en las manos de Sandra, más cómoda y más segura de seguir siendo fiel a un solo hombre.

Al final no me quedó más remedio que ir con él por el pasillo que divide las habitaciones lo seguí hasta la última puerta del lugar que abrió con caballerosidad, me invitó a pasar con una mano extendida y entré en la pequeña habitación.

Estaba templada.

Junto a la puerta un perchero para colgar mi ropa, bolsa y sacó a un lado un pequeño anaquel de aluminio para dejar mis demás pertenencias, junto al perchero un pequeño sofá azul índigo con cojines grises y mostaza, al centro una enorme mesa de roble para masajes negra con una sábana blanca encima, más allá de la mesa un biombo con adornos de cerezos en flor para darte un poco de privacidad y al fondo otro pequeño cuarto con todo lo necesario para que Lucas pueda hacer su trabajo

—¡Hola Sophia! ¿Qué te vamos a hacer hoy?

—Masaje y depilado completo.

Muy bien Sophia te dejo 5 minutos para que te desnudes, me esperas arriba de la mesa de masajes boca arriba, ahí tienes una toalla por si quieres cubrirte.

Colgué la bolsa del perchero; luego la ropa, no fui hasta el biombo me desnude rápidamente junto a la puerta, primero la sudadera y la blusa no llevaba brasier y luego el pans y las bragas que guarde en la bolsa de la sudadera, me subí a la mesa, cubrí mis senos y sexo con la toalla y me acomode tal como me lo pidió, así espere con los ojos cerrados a Lucas.

Llegó justo cuando acababa de acomodarme en la mesa, encendió el sonido y puso música relajante; agua y sonidos de aves inundaron la habitación. Enseguida se dirigió al otro cuarto para tener a la mano lo que iba a necesitar. Llegó a mi lado con un carrito lleno de cremas y aceites.

—Muy bien Sophia primero que nada vamos a exfoliar tu piel así que deja la toalla en la mesa y párate aquí.

Comenzó por tallar uno de mis brazos con una crema que parecía tener grava, luego el otro hasta terminar con todo el cuerpo cubierto de la crema, sus caricias eran profesionales, nada en él me indicaba que se quisiera propasar así que me relaje, sonó una alarma y comenzó a limpiar la crema con toallas limpias que luego iba depositando en un bote que trajo consigo cuando entró en la habitación.

Me indicó que me subiera a la mesa. Tapó mis ojos con una toalla que olía a lavanda y untó una crema hidratante para humectar mi cara y el resto de mi cuerpo, enseguida puso una manta térmica sobre mí y me dijo que me relajara, por unos minutos me dejó así, escuché el ruido del sillón cuando su peso cayó sobre el. Nos quedamos así hasta que otra alarma sonó y Lucas vino a quitar la manta para comenzar con la depilación.

La cera ya estaba caliente y comenzó a repartirla por mis piernas, para luego tirar de ella de una forma firme lo que provocaba que mis manos se aferraran a la sábana de la mesa. Poco a poco fue dejando sin vello cada centímetro de mis piernas.

Enseguida me volteo tal como lo hace Sandra, me indicó que ahora iba a retirar el vello de la parte trasera de mi cuerpo y comenzó el mismo procedimiento hasta dejarme limpia de las piernas. Solo faltaba el culo y mi sexo, separó mis nalgas con una de sus manos fue aplicando una capa uniforme de crema por toda la zona hasta cubrir todo mi culo; la dejo unos minutos y luego comenzó a limpiar con una toalla húmeda.

Sólo quedaba mi zona más íntima, no es que trajera una melena muy larga, pero quería ir sin nada de nada a disfrutar de mi marido.

Abrí los ojos cuando me di cuenta que no iba aplicar cera como lo hace Sandra tampoco se puso guantes, pero no me importó aunque sus caricias eran siempre en forma profesional yo quería sentir el contacto de sus manos desnuda sobre mi cuerpo y no quería que un fino plástico interfiera. Mi mente estaba descontrolada y quería más de él.

Acercó una palangana con agua caliente, jabón, toallas y una navaja de barbero. ¡Sí, iba a depilar mi zona íntima con una cuchilla! Nunca lo habían hecho, pero lejos de asustarme mi excitación aumentó.

Comenzó enjabonando mi monte de venus, fue sensual y excitante, tanto que sentí que lubricaba en exceso, cuando había cubierto todo con suave y espumoso jabón paso la cuchilla suavemente. La sensación de calor se iba apoderando de mí sin que yo lo pudiera evitar.

Cuando terminó pasó una toalla húmeda para retirar el exceso de jabón, puso un poco más de agua templada y volvió a secar. Miró con sorpresa mi sexo y el líquido transparente que salía de ella.

—Es tuyo -dijo sorprendido y mostrándome sus dedos llenos de mi nectar

Cómo respuesta yo me había levantado la toalla que cubría mis tetas y pudo observar mis pezones duros y erectos por la excitación.

—Con lo que me gusta complacer mujeres casadas.

Me tendió una mano y me atrajo a él, pude notar por fin su miembro duro como una roca pegado a mi cuerpo. Noté como la piel se me erizaba de deseo, por un momento sentí un pequeño temor cruzando por mi mente por lo que estaba a punto de suceder; él notó mi duda y preguntó.

-¿Estás segura?

-Sí

Mi boca contestó en automático y desde ese momento ya no hubo vuelta atrás.

Lucas me llevó hasta el sillón junto a la puerta, se quedó sentado con las piernas cruzadas y las manos sobre ellas, en silencio se dedicó a observarme como si todo el rato que estuve acostada en la mesa no me hubiera visto. Era como si quisiera beberme con los ojos.

Luego de unos minutos que me parecieron horas comenzó a tocarme de nuevo, sus manos no me tocaban como un profesional que aplica un masaje, no, ahora eran las manos de un amante, ahora sentía la pasión que salía de su piel cuando me tocaba, ahora el deseo estaba explícito en cada caricia.

Sus brazos fuertes comenzaron con caricias suaves y poco a poco fue más enérgico y atrevido. Me tomo la mano y acaricio mis dedos masajeo cada falange, rozó mi pierna con delicadeza sentí su mano por la parte interna de mis muslo, acarició mi rostro, mi oreja, la curva de mi cuello, no pude evitar la piel de gallina cuando rozó la parte donde comienza a terminar el cabello, paso uno de sus dedos por mis labios eso me provocó chuparlo y así lo hice cuando Lucas entendió mi gesto y dejó su dedo medio en mi boca, mi sexo palpitaba de ganas imaginando que lo que tenía en mi boca era su falo.

Pareció una eternidad antes que sacara su dedo de mi boca y tocará por primera vez en toda la mañana mis pechos provocando que se me escapara un gemido. Él sonrió. Acarició la delicada piel de una forma deliciosa hasta erizarla y endurecerla, luego hizo girar mis pezones con un par de dedos hasta que mi protesta entre dolor y placer lo hizo detenerse.

Fue hasta entonces que me atrajo a él, saqué hasta las rodillas la parte baja de su uniforme. Pude ver por primera vez su miembro. Tenía una verga hermosa gruesa y venuda, no era más larga que la de mi marido pero sí mucho más gruesa y firme, no me di cuenta en qué momento mordí mis labios con deseos pero la sonrisa de él me regresó a la realidad.

Me senté sobre su regazo rosa do su daga con mi sexo, moviéndome un poco de arriba a abajo para acariciar mis labios con la dureza de su hombría.

En ese momento me sentía sin aliento y un calor invadió mi rostro, mi corazón estaba desbocado como si fuera a salirse del pecho. Lucas dudó y se detuvo separando su boca de mis pechos.

Lo miré, parecía un adolescente en su primera cita.

-Sigue -susurre mientras con una mano tomaba su polla y la dirigía a mi interior.

Lo comencé a cabalgar. Cuando entró en mí me quedé sin respirar por una fracción de segundo vaya que era grueso, vaya que me llenaba de una forma diferente, fui bajando poco a poco, centímetro a centímetro hasta que me lleno toda y quede sentada sobre sus piernas y podía sentir sus bolas en mis nalgas. Lo bese en ese momento recorrí su boca, explore con mi lengua sus labios que sabían a menta. El abrió sus labios y las lenguas se entrelazaron, comenzó así un baile. Yo subía y bajaba, él acariciaba mis piernas, su mano subía y bajaba por mi espalda, hasta mi cabello y regresaba a mis nalgas. Su boca se debatía entre mi boca y mis tetas, las sujetaba y succionaba de una forma mágica.

Estaba al borde y Lucas lo noto, una de sus manos busco mi cabello y dio un fuerte jalón que dejó mi cuello a su alcance, el orgasmo que me regaló fue brutal y me obligó a tomar su cabeza y ahogar en ella los gritos de placer mientras mis manos se aferraban a su cabello.

En cuanto me repuse me tomó de la cintura y sin salir de mi me depositó en el sillón, ahora era él quien llevaba el ritmo.

Sus ojos estaban en los míos. Él ángulo que lograba de esa forma era mágico, su verga acariciaba cada centímetro de mis labios y clítoris antes de clavarse duramente dentro de mí. Pero lo que más me calentaba eran sus preguntas mientras me follaba.

-¿Se lo vas a contar a tu marido?

-Sí

-¿Lo va endurecer?

-Mucho

-Cuéntale lo que te hice mientras lo masturbas o lo follas.

Sus preguntas me ponían y mucho, nunca imaginé estar follando con alguien que no fuera mi pareja y mucho menos que en el encuentro me calentara la posibilidad de contárselo, pero así era imaginar que le contaba a Kaleb tenían un efecto muy estimulante.

Me llevó al cielo por segunda vez y por segunda vez tuve que ahogar mis gritos de placer solo que esta vez con el puño de mi mano.

—Quiero beberte.

Salió de mí y se puso de rodillas sentí sus mejillas acariciar mis muslos, su lengua juguetona, lamer la parte interna de mis piernas y luego la gloria…

Su bendita lengua experta dando placer a mi sexo, ritmos perfectos, succiones precisas, mordiscos adecuados, movimientos circulares sobre mi hinchado botón de placer hasta hacerme estallar de nuevo.

Entró en mí ahora buscando su placer, ahora sus movimientos eran más rápidos, más bruscos, más fuertes entraba y salía buscando su satisfacción y yo lo ayudé, mi mano tomó la base de su tronco y lo acariciaba tal como hago con mi esposo. Sé que así lo vuelvo loco y también con Lucas funcionó, vi la lujuria en sus ojos, vi la cara de placer que asomaba por sus ojos, vi su cara de éxtasis. No me importo no traer condón, no le pedí que saliera de mí para vaciarse sin embargo así lo hizo; cuando estaba a punto salió y puso su verga cerca de mi cara con la intención de bañar mi rostro de leche, metí su verga en mi boca y probé mi sabor en su falo, también probé su sabor que comenzaba a salir de la punta de su falo. Llegó hasta mi garganta y enloqueció. Se puso más duro y firme lo que ocasionó que mi vagina se volviera a humedecer y mis labios se volvieran palpitar de placer.

Lo saqué de mi boca y dejé que sus chorros calientes cayeran en mi rostro. Me lleno toda, mi boca, mi frente mis ojos, mi cabello, hasta mis tetas alcanzaron.

Después volvió a tomar mi cabeza y llevó su verga aún dura a mi boca, limpié los restos de semen con mi lengua, comí hasta la última gota que aún escapaba de su cabeza, la tuve en mi boca hasta que estaba de nuevo flácida.

Me desconocía, con mi marido terminó uno y ya no quiero más y aquí ahora con Lucas quiero más y más.

Uso una de las toallas para limpiarnos los restos de nuestros cuerpos.

Luego me subió a la mesa y dijo:

—Todavía falta tu masaje relajante…

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