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Mario (02 de 22): Un comienzo

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“-¡Oh, pícaro muchachito! Me estas poniendo caliente. -terminé de abrirle la bata y me incliné para besarle el pecho, mi cara se ocultaba en el denso y duro vello y lamía una tetilla buscando entre los pelos.”

Después de lavarme bien el culo por dentro, y todo el cuerpo por fuera, me apliqué una crema que suavizaba la piel, el día anterior mi abuelo me había depilado el ano con crema química, los pocos pelitos que me salían, decía que a don Guillermo le gustaban los chicos con el culo bien peladito.

Por último me vestí con la ropa que no era nada del otro mundo, un slip estilo braguita con volantes y estampada en pequeñas flores, comprada por el abuelo para la ocasión, el pantalón que me llegaba a las rodillas y muy ajustado marcando a la perfección mi cuerpo, sobre todo el redondo y alto culito del que podía presumir y las largas nalgas, camisa de hilo azul claro y un ligero toque de crema cacao en los labios y hacerlos brillar.

Todo el tiempo bajo la avispada mirada del abuelo inspeccionándome, él mismo me recolocó la larga cabellera de rubio pelo sobre los hombros, y no tenía más que ponerme que ensalzara mi belleza para impresionar al todo poderoso don Guillermo.

Aunque terminaba de cumplir dieciocho años más parecía un muchacho de primera comunión que un joven en su inicial madurez. El abuelo parecía satisfecho, se había colocado su antiguo traje azul, de cuando era su chofer, con corbata y camisa blanca. Parecía imponente su delgado y fibrado cuerpo vestido tan elegante para el momento importante.

Montamos en el suntuoso y viejo Mercedes Benz de color crema, un modelo de los años ochenta que precisamente le regaló don Guillermo en su jubilación, ese coche era un viejo cacharro que conocía bien, lo utilizaban para ir a pescar o de caza, los días de pesca nos llevaban algunas veces a los tres chavales, Marcos, Robert y yo en el asiento posterior, siempre con paquetes que no nos dejaban mover.

No tardamos en llegar a la casa situada en una zona adecuada a su importancia, un barrio prestigioso para la gente con dinero que no reparaba en gasto, aparcó el vehículo en la calle y entramos por la puerta lateral en el jardín. Todo aquello era familiar para mi y sabía por donde me llevaba hasta llegar al gran salón.

Don Guillermo nos esperaba de pie, con un vaso de licor y cubitos de hielo en la mano, vestía un batín de seda marrón que le llegaba hasta media pierna, y atado con un cinturón de la misma tela, como si terminara de salir de bañarse, completaba su vestimenta unas zapatillas de cuero del mismo color.

-Buenas tardes don Guillermo, aquí le traigo el encargo. -entonces él me miró sonriente como le conocía de siempre, su extenso bigote estaba ligeramente más recortado en esta ocasión, y lo mismo que el pelo, negro como la noche, estaba poblado por alguna cana, su piel era muy morena y Robert en eso se parecía muchísimo a él.

Creía recordar que tenía cincuenta y cuatro años, siempre hablaban de que le llevaba doce años a mi abuelo que ya trabajaba para su padre antes de nacer él. Era alto, de un metro noventa o así, una montaña de humanidad pero bien puesta por el continuo ejercicio físico y su afición al motociclismo de montaña, de hombros anchos y pectorales abultados, muy peludo desde la cabeza a los pies, siempre me distraía contemplándolo en la piscina.

-Vaya Marito, tienes el pelo más largo, no puedo decir lo mismo del cuerpo, acércate. -ciertamente me había quedado algo pequeño sin llegar al metro setenta aunque eso quería creer.

-Dale un beso al tío Guille, parece que no me conoces. -inclinó la cabeza para que le besara en la mejilla, en otras ocasiones cuando no había alguien presente aprovechaba para besarme la boca, era una costumbre que se perdía en el tiempo y que dejó de hacer en público cuando cumplí trece años. Continuaba oliendo muy bien a alguna colonia con esencias de madera y al licor que estaba bebiendo.

Siempre había sido bien recibido en aquella casa, doña Amelia su mujer decía que yo tenía que haber sido niña y nacido en su casa para ser una hermanita de Robert. Me preferían a mi sobre mi primo que al ser seis años mayor dejó pronto de frecuentar la casa. Ella me llamaba Marinín que a Robert no le gustaba, le decía a su madre que era nombre de chica, y me lo redujo a Marín que le sonaba más a chico.

-Román, usted ya puede marchar, le llamaré para que recoja a Marito cuando sea el momento. -le daba por despedido pero el abuelo no se movió de su lugar.

-Don Guillermo, ya sabe el trato, y no es que desconfíe de usted pero tengo necesidad urgente, usted ya conoce.

-Por descontado, sígame al despacho y tu Marito espera mi vuelta. -desaparecieron los dos y cuando regresó venía solo.

-Tu abuelo ya se ha marchado y estamos solos en la casa, ¿quieres que vayamos a la cocina a buscar alguna bebida para ti? -se acercó y tuve que inclinar la cabeza hacia atrás para mirarle al estar tan cerca. Me colocó el brazo sobre los hombros y me llevó hacia la cocina.

-No vas a crecer demasiado pero ya eres un hombre y ahora beberás bebidas de jóvenes y no de niños. -y dejó salir una pequeña y ronca risa.

-Coge lo que quieras de la nevera. -la abrí y escogí una cerveza, no era frecuente que la bebiera pero ahora me hacía falta. aunque conocía al detalle la casa y al hombre que tenía a mi lado, no era lo mismo que en otras ocasiones.

Antes era, o yo quería creerlo así, como un padre para mi, ahora, cuando lo quisiera se convertiría en mi desvirgador, en el primer macho que me poseyera, mi abuelo terminaba de salir hacía unos segundos de la casa con parte del precio pactado por mi entrega.

Tampoco era una sorpresa que me asustara demasiado, llevaba algunas semanas preparándome para el momento, además de mi culo y mi cuerpo también en el sentido psicológico.

Saqué un vaso de la alacena y me vertí la cerveza. Don Guillermo elevó el vaso que aún portaba.

-¡Salud Marito, por nosotros!

-Salud don Guillermo. -y me bebí la cerveza de un sorbo. El hombre soltó la carcajada.

-Igual necesitas algo más fuerte.

-No, sé a lo que he venido y estoy de acuerdo.

-Me alegro, siempre he sabido que a pesar de pequeño eres un valiente, ven aquí cerca de mi. -me acerqué después de dejar el vaso en la fregadera, él se había sentado con medio culo sobre la mesa grande del centro y se le había abierto el batín que llevaba, por arriba del cinturón se le veía el velludo y fuerte pecho, por abajo las piernas desde los muslos a los dedos de los pies también negras por los pelos.

Me cogió de la barbilla y me levantó la cara, me miraba como arrobado dejando que la perenne sonrisa mostrara su perfecta y blanca dentadura.

-Eres tan hermoso y femenino que la duda me asalta a menudo, si no nos habremos equivocado todos contigo. -entonces se inclino y colocó los labios sobre los míos. Eran suaves, cálidos, el aliento le olía al whisky que bebía, respondí a su beso abriendo los labios, en eso Miguel había sido un excelente profesor, lo mismo que para compartir, mamando a duo, la verga de mi primo, hasta que se corría en nuestras bocas y saboreamos el semen entre nosotros dos, de todo menos dejarle que me abriera el culo como ellos querían.

-Sabes besar muy bien pequeño, tu boquita es muy golosa. -se deslizó de la mesa y me cogió en sus brazos llevándome entre besos por mi cara de vuelta al salón, allí se sentó en una butaca manteniéndome sentado en sus piernas, en realidad montado a caballo sobre ellas.

-¿No me tendrás miedo, verdad?

-No don Guillermo, es solo que estoy un poco nervioso.

-Bésame otra vez precioso así te vas acostumbrando y te relajas. -esta vez fui yo quien cazó sus labios y le lamí los pelos del bigote, sabía a licor, el beso se prolongó y metió la lengua en mi boca buscando la mía, gemí en sus labios al sentir la suavidad de su lengua batiendo sobre la mía y luego me la chupaba absorbiéndola.

-¿Te gusta besar eh nene?

-Si, no deje de besarme, me encantan sus labios y el bigote que me hace cosquillas en la boca.

-¡Oh, pícaro muchachito! Me estas poniendo caliente. -terminé de abrirle la bata y me incliné para besarle el pecho, mi cara se ocultaba en el denso y duro vello y lamía una tetilla buscando entre los pelos.

-Sí mi niño, sigue bonito, dale placer a papi, así quiero que me llames cuando nos amemos, llámame papi y dime lo que te gusta. -lo grabé en mi cabeza para no fallarle, sería mi papi mientras me hacia el amor.

-Sí papi, sí, me gusta tu piel, y el vello que la cubre y tu boca me sabe dulce, me gustas papi, me gustas tu. -sin darme cuenta había terminado las formalidades, ahora no era don Guillermo, él era mi amanta, mi hombre y luego sería el macho que preñara a su hembra, o sea yo. Iba a cumplir lo que tanto deseaba aunque mi deseo se quedaba a la mitad, y hoy dejaría de ser virgen, sabría cual era ese placer que hacía gritar a Miguel y rugir como un león a mi primo.

Mi amante se calentaba progresivamente a la vez que acariciaba su torso y le besaba el cuello y la boca. El bulto bajo mi culito seguía cogiendo consistencia y haciéndose más duro, más caliente.

-Quiero verlo papi, déjame que lo vea. -le miraba sus insondables ojos negros, a veces pensaba que era Robert a quien besaba, eran tan parecidos.

El viejo macho soltó una carcajada a la vez que me sujetaba de los hombros y me retiraba para fijar la mirada en mi.

-¿Qué es lo que quieres ver? -sin palabras miré hacía su vientre.volvió a reír divertido, o entusiasmado al saber lo que le pedía.

-¿Qué quieres ver mi verga? -sonreí con picardía y le dije, moviendo la cabeza, que sí.

-¿Nunca has visto un polla?

-Sí las he visto, pero no la tuya. -y empezó a reír como un loquito, y me besaba entre risas la cara, y yo también reía con él sin saber donde estaba la gracia.

-¡Oh, me encantas bebé! Qué salidas tienes. Vamos a mi habitación para desnudarnos. -no me dejó caminar, como me había quitado las sandalias y estaba descalzo, volvió a cogerme y sin dejar de besarme se encaminó a su habitación en la misma planta donde estábamos. Abrazado a su fuerte cuello yo le besaba los labios y a mi vez disfrutaba de aquel hombre maduro al que no tenía miedo alguno, solo respeto a la dureza que había sentido presionando mi culo.

-No te rías papi, me parece que es muy grande por lo abultada que la he sentido.

-Si, si es muy grande y también muy tierna, todos me lo dicen cuando la prueban, eres un granuja que me hace reír. -cuando llegamos me depositó con delicadeza en el suelo y se retiró unos pasos cerrándose el batín, miró mi cara de sorpresa y no paraba de reír.

-Primero tu pequeño, necesito ver tu cuerpito para que mi amigo se ponga en forma, desnúdate muy despacio. -ahora venía mi numerito erótico, uno de los ensayados entre Migue y yo delante de mi primo, sabía la reacción de antemano, a mi primo se lo ponía durísima y tirando pre semen en abundancia, sin poderse controlar montaba a Miguel sin importarles que yo estuviera allí mirando y sintiendo envidia, ahora iba a ser mi turno.

Me quité lentamente la camisa y se la tiré, la cogió al vuelo y se la pasó por la cara oliéndola.

-¡Huele a hembra ganosa! -entonces fue él quien me hizo reír y perdí el control unos segundos.

Me pasaba las manos por las tetillas y acariciaba mis caderas simulando que eran más anchas de lo que en realidad eran, él me miraba sorprendido cuando movía ondulante el cuerpo haciendo resalta mi redondo culito, colocándome en jarras de espaldas a él y sacando todo el culo que podía moviéndolo en molinete. Entonces se sentó en el borde la cama con las manos apoyadas sobre ella un poco tirado hacia atrás, se le abrió el batín y se soltó el cinturón permitiendo que viera todo su ancho pecho y el abdomen plano, negro como la noche oscura por el vello que le cubría.

No dejaba de observarme y colocó una mano sobre el bulto que contenía el slip marrón, con cinturilla de goma adornada con el nombre de marca.

Jugué un poco con mi pelo subiéndolo hasta la nuca y dejándolo caer en cascada, eso hizo que abriera la boca y se sobara la verga, tenía toda su atención en mi cuerpo y cuando le sonreí dichoso del resultado no se dio cuenta.

-Eres hermoso, increíble bebé, una imaginable nena en cuerpo de chico. -reconozco que algo andrógino ya soy pero no tanto como Migue, de todas formas sus palabras me sonaban bien y eran agradables.

Continué con mi representación y me bajé el pantalón hasta aparecer la cinturilla con volantes de la braguita.

-¡Bufff! riquísima. -consiguió balbucear, me quité el pantalón y estiré las piernas, una a una colocando los pies sobre el borde la cama, sabía que tenía unas hermosas y torneadas piernas igual que mamá y me las acaricie mientras mi papi resoplaba sin dejar de acariciarse el bultote que ya no cabía en la tela.

Sin quitarme la braguita jugué con ella subiéndomela hasta encajar la tela entre las nalgas, enterrándola totalmente en la profundidad de la raja como si hubiera desaparecido, me acaricie el duro culito y me di unas palmaditas, mi papi había dejado de tocarse y apoyaba las dos manos en la cama.

-No te quites la braguita, déjala puesta como estás.

-Si papi, ¿ahora me enseñaras lo tuyo?

-Sácala tú a la luz, es tuya y te la has ganado. -me acerqué y coloqué la cara a escasos centímetros, un intenso olor a sexo se escapaba de su entrepierna y lo aspiré profundamente, luego con cierto temor puse la mano sobre aquello, Sujeté su bóxer por los costados y tiré cuando él elevo el culo de la cama. él me ayudó con una mano recolocándose el paquete.

Siempre había intuido que aquel macho estaba muy bien dotado por la naturaleza, por el bulto que lucía con algunos bañadores e incluso pantalones apretados, pero no esperaba aquello, mi primo no la tiene precisamente pequeña y la de aquel macho le ganaba por varios centímetros de longitud y mayor grosor. Dos enormes huevos se apretujaban entre sus piernas y debajo de la polla, sobresaliendo a los costados de esta. Todo un espectáculo afrodisiático para mi vista, mi boca se llenó de saliva.

Me había quedado quieto e incrédulo, mirando con fijeza aquel elemento que quería erguirse de su vientre donde reposaba soberbio como si respirara estando en reposo.

-¿Qué te parece? tocala.

-Es muy grande.- soltó un graznido queriendo ser alegre y se la agarró por el glande cubierto aun de piel.

-Nunca has visto una igual.

-No papi, una parecida, pero no tan grande.

-¿Y te gusta así?

-Me encanta pero no sé qué hacer con ella.

-Tócala, es tuya y puedes hacerle lo que gustes. -y acerqué la cara y la besé en la base justo a los dos gordos huevos, el vello me hizo cosquillas en la nariz y mi cabello cubrió como una cortinilla cayendo en cascada envolviendo la polla, mi papi me retiro el pelo para ponerme mirar y ver como pasaba la lengua a lo largo de la verga, la pija temblaba bajo mi boca hasta que llegue a la punta, y chupé el pellejo que escurría el precioso líquido que expulsaba en gotas gordas y brillantes.

Al fin introduje unos centímetros en mi boca, el sabor me sabía rico, delicioso, y la verga era una pura belleza que acompañaba el varonil contorno.

-Me gusta papi, definitivo que me encanta. -era cierto y no una actuación aduladora, me encantaba tener la cara enterrada entre sus testículos, olerlos, lamiéndolos y comiéndole la enorme verga ahora dura como un riel de ferrocarril.

Guillermo solo gruñía y temblaba con mis caricias.

-Para, para ya, o conseguirás que me corra.

-Si papi, pero está muy rica tu verga.

-Ven precioso sube a la cama, vamos a mirar que otra cosa podemos hacer. -el momento se acercaba y sentía algo de temor, mi culito no estaba entrenado para recibir ese enorme tronco de carne, pero otros lo había echo antes y yo no iba a ser menos.

-¿Tendrás cuidado papi, no me harás daño?

-Solamente el necesario pequeño, así debe de ser, una hembra siempre será una hembra, tanto si se la das por coño o por el culo, la primera vez es dolorosa no te voy a engañar, pero seré cuidadoso para no romperte.

Guillermo era un hombre entendido y sabía de todo esto, confié en su pericia de macho experimentado y me sometí a su voluntad, algunos momentos fueron sublimes mientras me preparaba el culo, con una boca sabia que sabía comer y lamerme el ano, y con tiernos mordiscos en mis redondas nalgas. Se esforzó en ir lento, primero un dedo, mucha lengua y cantidad de besos y caricias entre descansos, así hasta que me tuvo preparado y podía meter tres dedos en mi ano sin que me doliera, hasta que llegó el momento esperado…, y temido

-Te la voy a meter a cuatro patas, yo lo controlo mejor.

-Como tu mandes papi, pero ten cuidado.

-Estas muy abierto y te entran tres dedos, prueba tu. -lo hice, podía meterme con facilidad tres de mis dedos, inferiores en grosor a la verga que me iba a perforar.

Estuvo un tiempo más besándome recargándose en mi espalda, con la verga haciendo contacto con mi ano para que la reconociera y la deseara, moviéndola arriba y abajo, besos y más besos, más lamidas de culo, una crema que me introdujo con los dedos.

-Ya está listo para ser mujer. -pasó un brazo por debajo de mi barriga para evitar que escapara o cayera, y con la mano derecha se sujeto la dura lanza de carne y la apunto en mi ano.

A pesar de poderme meter tres dedos, la verga era más gorda, se le doblaba y tenía que ayudarse sujetándola.

-Ábrete más pequeño, entrégate y relaja el culo, no quiero hacerte daño. -hacia lo que me pedía o lo intentaba hacer, pero la presión de la verga en la entrada me ponía nervioso y comenzaba a hacerme daño.

Enterré la cara entre la ropa de cama y elevé el culo sacándolo hacia él, buscando una postura que permitiera que el glande comenzara a perforarme. La presión era terrible, tiraba de mi cuerpo hacia él con el brazo bajo mi tripa atrapando mi polla, no sé en que momento me había quitado las braguitas y abrí las piernas todo lo que pude en un supremo esfuerzo.

El dolor que sentí cuando el gordo glande salvo la entrada fue de tal calibre que me pensé que moría, pero solo me contraje y amargas lágrimas salieron de mis ojos, no podía hacerle que se sintiera culpable y gemí solamente enterrando la cara entre la ropa que mitigaba el ruido.

-Ya está lo peor pequeño, ahora todo ira más fácil, pero no era así, el tiempo se me hizo interminable hasta que consiguió meterse por entero en mi vientre, sentía el sudor de su pecho mojando los pelos y mi espalda, y el que le resbalaba por la cara y me dejaba al besarme con dulzura la espalda.-

-Ahora está toda dentro pequeño, te has convertido en una mujercita. Así estuvo mucho tiempo hasta que la mayor parte del dolor cedió, no todo, pero era soportable, compensaba el dolor al sentirle amoroso y sensible para no dañar a su hembra entregada y sufriente.

-Voy a moverme un poco, si te duele me avisas, te follaré con cuidado.

Cada vez que se movía era un calvario y yo aguantaba como todo un macho, sin quejarme en voz alta, gimiendo de dolorido y con rabia. Sentía que para él era un esfuerzo suplementario contenerse, su necesidad de hembra ya era muy grande y necesitaba moverse para estimularse la verga y llegar al orgasmo.

-Muévete papi. ya no duele, dame verga papi, folla a tu mujer, date gusto con tu hembra, vamos dame fuerte. -ni yo podía creerme mi reacción y creo que él tampoco, pero hizo lo que le pedía y a ratos me follaba salvaje y con fuerza rompiéndome el culo, o me besaba agradecido antes de volver a entrar y salir sin importarle en el último momento lo que yo pudiera sentir.

Era el momento del macho, del semental que tiene que conseguir que la simiente salga proyectada con fuerza para hacer su labor de fecundar, hasta que un rugido fiero escapó de su boca y se contrajo aferrado a mis caderas, con su verga que me llegaba al estomago escupiendo leche y preñando el cuerpo no fértil que lo recibía.

-¡Ahhh! Me corro, me corro, toma mi leche maricón, siente como preño tu barriga. ¡Aaummm! -cayo sobre mi espalda temblando, su verga había aumentado de tamaño, temblaba apoyado en mi, empujando para tener la verga bien dentro y que saliera todo el semen de sus huevos, Guillermo en ese momento era la esencia misma del macho.

El culo me dolía, me dolía la tripa, las caderas me ardían encerradas entres sus fuertes manos…, y sin embargo, me llenaba una inmensa satisfacción, un placer inexplicable por conseguir que mi papi fuera feliz, aprisionando y teniendo sometida a su niña bajo él.

Estaba roto y no me podía mover, su cuerpo me aplastaba, cuando su verga salió de mi culo creo que más que alivio fue un sufrimiento agudo el que me invadió.

Guillermo tardó en recuperarse.

-Estás bien Marito?

-Si papi, muy cansado y no puedo levantarme, me dejas que duerma a tu lado, mañana marcharé temprano, no puedo ni levantarme para ir al baño.

-Duerme pequeño, mañana llamaremos a Roman para que te recoja.

A pesar del dolor, y de que tenía que acariciarme el ano de vez en cuando, ayudado por el semen que me iba desbordando, puede dormir a ratos.

A la mañana andaba sin poder cerrar las piernas.

-Parece que te he roto bien, estás machacado como asfalto de carretera… -y a pesar del dolor también pude sonreír.

-Bueno todo tiene un precio, ninguno me lo habría hecho mejor que tu. -me acerqué a él que se estaba afeitando y le di un beso en el brazo.

-Gracias papi.

-¿Por qué? ni siquiera conseguí que te corrieras. -le sujeté la verga que ahora estaba colgando, lacia y derrotada y la acaricié con cariño.

La próxima vez será mejor y lo conseguirá, si hay próxima vez. -Guille no me respondió como yo quería asegurándome que habría más veces, pero yo había hecho todo lo que pude, mi abuelo no podía exigirme más.

-Llamaré a tu abuelo para que venga a por ti.

-No, no es necesario, solamente dame dinero para coger el autobús.

Empecé a vestirme y recogí las braguitas tiradas entre la ropa.

-Déjamelas de recuerdo. -eso me confirmaba que probablemente no habría más ocasiones y había fallado al abuelo.

Guillermo estaba un poco seco, distinto a lo que había sido a la noche y me dispuse a marchar cuando estuvimos vestidos.

-No quieres tomar algo para desayunar, en la cocina habrá de todo, y comida preparada para calentar.

-Ahora tengo que regresar a casa, allí tomaré el desayuno.

-Espera, necesitas el dinero para el autobús. -fue a buscar su cartera y venía contando algunos billetes.

-He visto que no tienes móvil, cómprate uno o lo que se te antoje. -me alargó el montoncito de billetes.

-No tienes que pagarme, ya lo hiciste con mi abuelo.

-Cógelo, de esto me sobra, llamaré a tu abuelo más tarde. -no me dio un beso, dejó que saliera sin una palabra de esperanza ni de ánimo. ¿Y qué esperaba? ¿Qué se volviera loco por mi? Tendría un montón de chicos y mujeres mejores que yo esperándole.

(9,50)