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Me la cogí por una apuesta

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Este relato sucedió cuando tenía 29 años y ella 24.

Desde que comencé con mi empresa contraté dos contadoras que se fueron convirtiendo con el paso del tiempo en mis amigas, Ema y Carla, que además de ser eficientes en su trabajo eran guapas y muy bien arregladas.

Después de algunos años contratamos a una secretaria muy bonita, con unos labios carnosos, ojos verdes grandes y un trasero de campeonato y muy, pero muy seria.

Como a Carla le gustaban los retos y las apuestas comenzó a insistirme en apostar:

C - Está bonita la secretaria, pero es tan seria que no le vas a poder agarrar ni la mano.

P - Es muy seria, pero no empieces que vamos a terminar haciendo algo que no debemos.

C - No seas cobarde, vamos, estoy tan segura que no la puedes seducir que te apuesto lo que quieras.

P - No, ahí dejamos esto.

He de decir que Carla tiene una cara muy bonita, ojos grandes café oscuro, cintura estrecha, nalgas anchas y piernas muy bien torneadas, sin embargo su mayor cualidad es que es muy sexosa, cuando la ves se te antoja llevarla a la cama y no solo me pasaba a mi sino a varios clientes de la empresa, pero hasta ese momento nadie la había llevado a la cama pues tenía un novio al que "quería mucho".

Dos semanas después, un viernes que nos habíamos quedado Ema, Carla y yo a trabajar, sacamos unas botellas de vino y durante el trabajo nos terminamos dos y cuando terminamos de trabajar decidimos comprar una botella de tequila y seguir bebiendo en la oficina, entonces volvió a insistir en la apuesta:

C - Que pasó, vas a apostar conmigo o no, te apuesto la quincena, doble o nada.

P - Ok vamos a apostar pero no como dices, si ganas te pago doble quincena, si pierdes me regalas una noche completa de sexo.

C - No, estás loco, doble o nada.

P - Ya te dije, si quieres apostamos como te dije, si no, pues no.

C - Ok, está bien, yo he platicado con ella y no vas a poder, además te voy a dar dos semanas, si quieres.

P - Me parece perfecto y cómo vas a comprobarlo, ¿vas a creer en mi palabra?

C - Claro que no, tienes que traerme su pantie.

P - Ok, pero si gano yo decido donde y cuando es la noche que nos vamos tu y yo.

C - Ok, tenemos un trato

Dos semanas más tarde le entregué la pantie que me pidió (el como la conseguí será motivo de otro relato) y quedamos de irnos de parranda una semana después.

La invité a cenar a un muy bonito restaurant francés con velas y vino, quería que notara la diferencia y que se olvidara de su novio cuando menos por esa noche. La cena transcurrió normal aunque desde que nos vimos ella estaba muy nerviosa, su hermosa sonrisa dejaba ver sus dientes todo el tiempo y adornaba la mesa con su presencia.

Ese día vistió un vestido azul brillante con tirantes que dejaba ver su espalda pues el escote era casi hasta la cintura, zapatillas azules, medias negras y se había alaciado el cabello y se lo había peinado con gel del que tenía brillos que reflejaban la luz de las velas, se veía realmente hermosa y de la contadora que iba a la oficina no quedaba nada, se había transformado en una mujer sexy que todos los hombres en el restaurante volteaban a ver.

Nos tomamos un cocktail de entrada, una botella de vino francés y para finalizar dos copas cada uno de licor 43. La combinación y cantidad de tragos hizo que la plática fuera sobre temas sexuales que hicieron más íntima la conversación y casi para finalizar la cena nos fuimos acercando, hablando cada vez en voz más baja, hablándonos muy cerca, sentíamos el aliento de cada uno en los labios, le tomé la mano y me acerqué para darle un beso, suave, delicado, intenso pero corto pues el lugar no se prestaba para mucha pasión, nunca pensé que ella tuviera ganas de estar conmigo así, pero después de la sorpresa lo empecé a disfrutar todo muchísimo.

Le propuse irnos a "otro lado" y ella aceptó, pedí la cuenta y nos fuimos de ahí, salimos del restaurante como si fuéramos novios, agarrados de la mano y cuando nos subimos a mi carro, ella se acercó y recargó su cabeza en mi hombro.

Nos fuimos a un motel donde cada habitación tiene estacionamiento para el carro y cuando llegamos me dijo que pidiera otras copas de vino, pedí una botella que llegó rápidamente y nos sentamos en una mesa que tenía la habitación y cuando comenzamos a tomarnos la primera copa ella puso música y comenzó a desnudarse lentamente, se quitó las zapatillas, luego una a una se despojó de las medias negras y bajó los tirantes del vestido, se acercó a mi y me besó, ahora sí un beso lleno de excitación, largo, nuestras lenguas se encontraron por primera vez luchando por tocarse, por abrazarse y con un movimiento dejó caer el vestido quedando solamente en una tanga azul de encaje que la hacía verse preciosa, su piel morena, sedosa, increíblemente aromática, invitaba a tocarla, la acaricié toda de pie, le besaba el cuello y cada vez que lo hacía se estremecía, la voltee con su espalda hacia mi y comencé a lamerla, el cuello, la espalda, tocaba sus pechos duros y sus pezones parados, mientras ella pegaba su cuerpo al mío y se acomodaba parando las nalgas para sentir mi verga en la raja de su trasero.

Comencé a bajar lamiéndola con la punta de la lengua, disfrutando su sabor, era intenso, salado, diferente, sentía los vellos suaves de su espalda erizados y llegué a sus nalgas, fui bajando su tanga hasta que la saqué por sus pies y comencé a morder suavecito sus nalgas, las abrí, lamí su culo y cada vez que pasaba la lengua por su ano temblaba.

No decía nada, solo gemía despacito como si quisiera que nadie oyera como disfrutaba. La voltee y la besé en la boca y fui bajando hacia el cuello, masajeaba sus pechos y comencé a lamerlos y morderlos suave y ella entre gemidos me dijo -¡¡¡muérdelos fuerte!!! y yo obedecí y al morderlos ella se excitó mucho más, me agarraba la cabeza y me apretaba a su pecho para sentir más mis dientes puso su mano en mi cabeza y me dirigió hacia abajo, en ese momento me di cuenta que tenía un camino de vellos del ombligo al coño el cual fue mi guía para lamer y morder hasta que llegué a su coño lleno de vello, oloroso a sexo tan excitante que en el momento de llegar a su clítoris y meterlo en mis labios y tocarlo con mi lengua sentí como se endureció y creció, entonces se sentó en la orilla de la cama, abrió las piernas y se recostó para recibir mi mamada.

Me quedé un buen rato mamándole el coño, lamiéndolo, oliéndolo, mordiendo sus labios, metí la lengua dentro de su vagina y saboree sus jugos y la sentí muy caliente hasta que cerró los muslos, me apretó la cabeza contra su cuerpo y se vino temblando, pero no me dejó quitarme, me apretó y me pedía más, más, más y seguí mamándole el coño y se volvió a venir, le temblaban los labios de la vagina, se llenó de flujos que me comí con gusto y entonces abrió sus muslos para descansar.

Pero yo estaba muy caliente y no la dejé descansar, me metí en medio de sus piernas y le metí la verga de un solo empujón y hasta el fondo y así me quedé disfrutando de ver a quien nunca creí cogerme y no me moví y fue ella quien empezó a mover la cadera para comenzar el mete saca delicioso, sentí el calor de su coño que estaba muy apretado y palpitaba delicioso, me abrazaba con las piernas y seguimos hasta que no aguanté más y me vine inundándole el coño de semen y seguí bombeándola hasta que no me quedó nada.

Mi verga fue reduciendo su tamaño hasta que se salió del coño y nos quedamos recostados un rato pero tenerla a mi lado y pensar que solamente había cogido con su novio y pocas veces (eso me platicó mientras descansábamos) me excitaba tanto que en poco tiempo se me volvió a parar la verga y le comencé a comer las tetas y se prendió de inmediato y me montó y se daba sentones queriendo que la verga le entrara hasta la garganta no paraba y me montaba con desesperación hasta que nos venimos los dos al mismo tiempo, los dos temblábamos y a ella le palpitaba el coño en un orgasmo muy largo.

Cuando descansamos un rato se levantó a bañar y yo después hice lo mismo, nos vestimos y la llevé a su casa.

Nos despedimos con un beso y ese fue el comienzo de una relación que duró casi dos años, ella no terminó con su novio y tiempo después se casó con él y nos dejamos de ver.

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