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Me resisto a los cuernos

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Estoy casado hace cinco años con Lucy, de treinta y cinco años y es jefa de área en una empresa de buen nivel, cargo con buena remuneración. Mi nombre es Simón. Nuestra relación matrimonial transitó este tiempo con los altibajos habituales, predominando siempre el amor que nos llevó al casamiento.

Una semana atrás, a media mañana, la llamé al teléfono fijo del trabajo y la secretaria me contestó que había salido. No le di mayor importancia hasta que, cuando nos vimos, y le pregunté sobre su salida me dio una explicación poco convincente.

De esa manera poco a poco la duda empezó a instalarse. Un súbito incremento de llamadas o de indicación de mensaje entrado, unido a que ella se retiraba para atender o leer. También aumentaron los retrasos a la salida del trabajo y las reuniones con sus amigas. Además disminuyó, aunque levemente, el deseo sexual.

Cuando estas piezas se unieron en mi cabeza me dije que debía estar más atento y comenzar la búsqueda.

Así fue como me percaté que la avalancha de llamadas y mensajes tenía lugar los fines de semana, en particular aquellos donde no había tenido lugar reunión con las amigas.

Como mi empresa da servicio de vigilancia electrónica, nuestros amigos y conocidos estaban entre los clientes, que además gozaban de un precio más bajo. Un sábado en que Lucy tenía la consabida cena, para no aburrirme me senté a la máquina monitoreando las alarmas, llamándome la atención que la correspondiente a una de las participantes de la cena no había sido activada. Seguí la búsqueda y encontré también sin activar las otras dos que, en teoría, también estaban en la reunión. Inmediatamente lo llamé al de turno en la central de la empresa para que, por teléfono y con la excusa de un simple control, verificara si alguien estaba en la casa, avisándome luego. Por supuesto que las tres mujeres estaban, cada una, en su hogar. Su regreso fue después de las tres de la madrugada y con olor a limpio.

Que la quería era obvio, de lo contrario no la tendría a mi lado por tanto tiempo, así que en un intento de reencausar la relación, al día siguiente, domingo, conversando durante el almuerzo le narré una historia que no era real, pero oportuna para tratar de hacerla reflexionar.

-“El viernes me encontré con un ex empleado recientemente jubilado. Realmente me dio pena ver el estado en que se encontraba, flaco, con la ropa que le sobraba por todos lados, algo falto de higiene y con tristeza en los ojos. Le pregunté si podía hacer algo por ayudarlo. Me respondió negativamente, y que como confiaba en mí se animaba a contarme su desgracia. Hacía un año su mujer había trabado relación con un joven que la tuvo trastornada y, según relato de ella, le proporcionaba más placer en un día que en toda su vida de casada. Como realmente la amaba estuvo tres meses buscando hacerle entender que esa calentura iba a tener fin antes de lo imaginado, cuando el amante sintiera un mínimo de aburrimiento. Viendo el fracaso de su intento la dejó. Hace una semana se presentó en su casa pidiéndole regresar, tan mal vestida como él, igual de flaca, la habían abandonado seis meses atrás. Por supuesto que tras negarse la despidió, pues el dolor y la decepción habían ocupado el lugar del amor. Pobres los dos, ambos dolidos, ambos fracasados, ambos con un futuro poco halagüeño y todo por una calentura.”

Esa tarde salí un rato a caminar por un parque cercano, tratando de que la actividad física contribuyera a despejarme y aliviar el dolor que sentía. Al regresar, sea porque calzaba zapatillas, sea porque estaba hablando por teléfono, Lucy no me oyó entrar y siguió con su charla tranquilamente acostada en el dormitorio. Lo que pude escuchar, diciendo o contestando, fue:

-“¿No te alcanza con lo que hacemos durante la semana, y que además se sumó lo de anoche, para llamarme a casa también el domingo?”

-“Yo también te extraño pero es peligroso, nos pueden descubrir”

-“Acá en casa no, mi esposo nunca pasa largo tiempo sin venir después que yo regreso el trabajo”

-“Qué fijación tenés de hacerlo en mi cama”

-“Te prometo que si se da la oportunidad te daré en el gusto”

Lo escuchado me convenció de estar en un punto de no retorno, ante lo cual me propuse dos cosas. Primero juntar pruebas palpables para un divorcio ventajoso y luego desquiciarla anímicamente como venganza.

Para ello contraté los servicios de una agencia de investigaciones cuyo dueño era amigo y con el cual habíamos hecho trabajos conjuntos. La finalidad era reunir información sobre él y sobre la relación.

La mejor filmación la conseguimos por una casualidad. Pensando en las posibilidades para conseguir alguna prueba de peso, recordé que Lucy alguna vez había comentado de una pelea tenida con su secretaria y que por eso la relación había quedado tensa. Eso me llevo a llamarla al teléfono de la oficina y pedirle si pudiera darme unos minutos para conversar con ella. Habiendo accedido, nos reunimos en una confitería. Sin vueltas le dije que necesitaba su ayuda pues desconfiaba de mi mujer y había serios indicios sobre una relación paralela. Su contestación me dejó directamente helado. Hacía tres meses que mi mujer mantenía relaciones con un joven empleado de la empresa, que hasta ese momento había sido su novio y Lucy directamente lo había seducido. El ofrecimiento concreto fue, que cualquier cosa que pudiera hacer para que lo pagaran caro, ella estaba dispuesta a realizarla. Ni qué decir que en ese mismo momento coordinamos los detalles para instalar una cámara en la oficina de mi esposa, que según me dijo, era escenario de habituales encuentros pasionales.

Cumplido el primer tramo con una importante cantidad de fotografías y filmaciones comenzamos las hostilidades.

Ellos solían escaparse del trabajo a media mañana para tomar algo en una confitería cercana, y ahí decidí empezar esta etapa. Como estaba preparado, cuando me avisaron que habían entrado al café en cinco minutos estuve ahí. Ya frente a la entrada la hablé por teléfono.

-“Hola querida, te llamo porque un cliente me citó a un café que está cerca de tu trabajo y como me acaba de avisar que se va a demorar pensé en invitarte a tomar algo”

Mientras hablaba entré y ocupé una mesa al lado de la entrada, ellos estaban ubicados al fondo y ella, dando la espalda al ingreso, atendía la llamada.

-“Que lástima, ahora no puedo porque estoy entrando a una reunión”

Ya sentado, y en voz alta, seguí la conversación

-“Te voy a repetir, pues el ruido ambiente no me dejo escuchar bien, me dijiste que no podés porque estas entrando a una reunión?”

Evidentemente se dio cuenta de mi presencia. El reflejo de un vidrio me permitió ver que, levantándose y, caminando rápido, enfiló hacia el baño tardando en responder.

-“Sí, así es.”

-“Y a qué hora estimás terminar?”

-“No lo sé”.

-“Ya sé que voy a hacer para ocupar el tiempo de espera. Acá cerca vi una venta de pastelitos con muy buena pinta, compro algunos y se los dejo a tu secretaria para cuando salgas de la reunión”.

Inmediatamente corté la comunicación y, antes que ella regresara del baño, salí en dirección a su trabajo, pero crucé la calle y a unos metros me oculté para verlos pasar. Iban poco menos que corriendo, mi mujer tecleando o llamando por el celular, con la cara desencajada y pálida. Los seguí a prudente distancia deleitándome con la desesperación que evidenciaban. Media cuadra antes del edificio donde trabajan, ella entró a una confitería mientras él seguía. Ahí me quedé observando la nerviosa espera, que terminó al recibir una llamada. Pienso que el diligente amante le informaba que podía regresar sin peligro pues la dama salió más tranquila y caminó con paso normal. Al mirar mi teléfono había varios mensajes y llamadas perdidas. Recién entonces me puse en contacto con ella, que respondió de inmediato.

-“Disculpame que te haya fallado, justo cuando iba a comprar los pastelitos me encontré con el cliente que esperaba y nos fuimos a otro café. Ni miré el teléfono pensando que no sería algo importante pues vos, estando en reunión, no ibas a llamarme”

-“Lo que quería decirte es que no me trajeras nada pues la empresa había comprado masas para la reunión”

-“Perfecto, nos vemos más tarde”

Hace tiempo que en casa tengo dos cámaras, una que enfoca el ingreso desde la calle y otra que mira el ingreso pero desde adentro. Un lunes, cuando Lucy salió para su trabajo, agregué dos, una mirando la entrada al dormitorio y otra adentro teniendo como centro la cama.

Ese mismo día, al regresar ambos del trabajo, le avisé que mañana tendría que viajar a un pueblo que está a unas dos horas de auto por una instalación compleja y que quizá esa noche no volviera. De todos modos le iba a hacer saber. Esa noche la escuché hablar por teléfono encerrada en el baño.

Al revés de lo que solía suceder, al día siguiente salí más temprano que ella y ya en la oficina me conecté a las cámaras de casa. Cuando vi al galán estacionar frente a mi hogar, deduje que Lucy no había ido a trabajar y que pensaba darle el gusto de sacarse las ganas en la cama matrimonial. Cerré la portátil y salí rumbo al lugar de reunión de los amantes. Al llegar puse clavos miguelitos en una rueda trasera del auto del visitante. Luego crucé la calle y puse la llave en la puerta de ingreso como quien no acierta y haciendo ruido para alertarlos. Cuando terminé de abrir ella venía a mi encuentro con el pelo un poco revuelto preguntando qué me había pasado. Lo primero que hice fue sentarme en el living agarrándome el abdomen.

-“Estoy con náuseas y diarrea, ya fui dos veces al baño. Qué paso que no fuiste a trabajar?”

Era evidente que mi sorpresiva llegada era desagradable, y se reflejaba en su cara pálida y descompuesta, junto al temblor de las manos.

-“No me siento bien, puede que algo nos haya hecho mal”.

-“Por favor prepárame un té antes de salir corriendo nuevamente al baño”.

Mientras ella preparaba lo que le había pedido escuché un ruido proveniente del fondo.

-“¿Qué es ese ruido?”

-“No sé, no sentí nada”

-“De nuevo el malestar, voy al baño”

Allí me quedé al lado de la puerta para escuchar mejor. El único ruido identificable fue el cerrarse de la puerta de calle. Cuando salí después de mi supuesta diarrea fui a mirar por la ventana que da al exterior observando que el auto con la goma baja seguía allí. Probablemente después vendría un servicio mecánico a solucionar el tema.

El resto de la jornada lo pasé sin salir, trabajando desde mi máquina y viendo lo sucedido antes de que llegara y lo que acontecía después.

La parte previa a mi llegada mostraba el ingreso de él directo a los brazos de mi mujer, uniéndose en un beso intenso donde las lenguas, al principio denotando urgencia, pasaron luego saborear uno la boca del otro. Las manos, que en un comienzo abrazaban frenéticamente, se dedicaron a la caricia recorriendo caras, tetas, culos, concha y pija. Se notaba que el deseo carecía de contención pues todo sucedía a medio metro de la puerta. Ella levantando su remera y pidiéndole que le coma las tetas mientras bajaba el cierre del pantalón para, con las dos manos, acariciar amorosamente la pija. Él con un pezón en la boca mientras sus dedos retorcían al otro con cierta saña. La mezcla de placer y dolor se reflejaba en los gritos de ella, pero nada hacía por evitarlo, pues se escuchaba también su ruego.

-“Seguí, amor seguí, mordé y apretá fuerte las tetas”

-“No sigas moviendo tus manos en la pija que me corro”.

-“Vení mi vida que tenemos mucho tiempo, quiero tomarme tu leche”

La corrida recibida en la boca por Lucy coincidió con mis ruidos tratando de accionar la cerradura. Ahí se lo ve corriendo hacia el fondo a donde mi esposa le indicaba mientras metía los pechos en el corpiño y venía hacia la puerta que yo acababa de abrir.

A la tarde estando en el escritorio, que queda al lado de la entrada, escuche que llegaba una llamada a su teléfono. Atendió en el comedor y luego se fue al dormitorio, alejándose de donde yo me encontraba, ignorando la presencia de la cámara y micrófono recientemente instalados, así que conecté mi portátil colocándome los auriculares. Lógicamente escuchaba solo la voz de ella.

-“Ya te dije que no me llamaras cuando estoy en casa, hoy casi nos agarran.”

-“No por favor, no me pidas eso de nuevo”

-“Sí, trabaja y casi seguro se va de viaje”

-“Bueno, mañana apenas llegue, organizo el trabajo del día y nos venimos. Tenés el auto en condiciones?

-“Perfecto, lo haremos tal como querés”.

Al día siguiente, luego de decirle que como me sentía mejor haría el viaje, salí antes que ella. Pensando que podría darle buen uso, tiempo atrás compré un explosivo magnético, de baja potencia y de activación remota. Era el momento de usarlo, así que fui al estacionamiento de su trabajo, ubiqué mi auto lo más cerca posible de la entrada, disimuladamente pegué el artefacto entre la parrilla frontal y el radiador de aquel vehículo lamentablemente conocido y, luego de pagar, me senté en mi coche a esperar. Cuando los vi salir del ascensor, lo más disimuladamente posible caminé hacia la calle y esperé, en la vereda de enfrente, su aparición. A los pocos metros de haber dejado la rampa y viendo que ninguna persona estaba cerca, detoné la carga. Conforme a lo esperado el resultado fue voladura de la parrilla delantera, inutilización del radiador y ataque de pánico de ambos ocupantes. La llegada de la ambulancia los encontró sin una sola lesión, ella sentada en la vereda contra la pared, los muslos pegados al pecho abrazando las piernas llorando convulsivamente y él mirando los daños del vehículo. Evidentemente era más importante el auto que su jefa y amante. Naturalmente se la llevaron al hospital para calmarla.

No tengo idea cómo justificaron su ausencia y la mutua compañía en el auto. Media hora después de la accidentada salida, desde su oficina me avisaron que había tenido un problema y se encontraba en el hospital. Por supuesto no me dieron ningún tipo de precisión sobre lo sucedido, en principio porque nada sabían a ciencia cierta y en segundo lugar porque suponían lo que había que suponer y por lástima no me lo iban a decir.

Con total tranquilidad en casa, almorcé y dormí algo de siesta hasta que sonó el teléfono, era ella diciéndome que estaba en el hospital, que había tenido un problema y cuando despertó le faltaba la cartera, que estaba hablando desde un aparato prestado y que fuera a buscarla. Mi respuesta, quizá un poco larga, fue terminante.

-“Querida, recurrí a quien te dio tanto placer los últimos tiempos. Seguramente a corto plazo te van a llamar por el tema divorcio. Una sugerencia, en lo que te queda hasta mañana tratá de encontrar una buena explicación para el gerente, cuando te llame para ver el video tomado en tu propia oficina. Esa filmación te muestra desnuda, sobre manos y rodillas en el piso, con tu apasionado compañero montándote, la pija metida hasta el tronco en ese culito tuyo, manteniendo un diálogo por demás elocuente.”

-“¿De quién es este agujerito”

-“Tuyo mi amor, solo tuyo, nadie lo usó antes, llenámelo de leche”

Fin de la comunicación.

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