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Mi ambiciosa auxiliar

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Antes que nada mi nombre es Claudio. Tengo la suerte de ser socio de una fábrica, donde se construyen diversos motores para productos de línea blanca, autos (estos sobre pedido) y algunos muebles.

Además de ser socio mayoritario, soy también el contador, por lo que es difícil que se cometan algún tipo de fraude.

Mis auxiliares en su mayoría, procuraba que fueran mujeres jóvenes por aquello de algunas aventuras.

Una de estas chicas fue Miriam.

Una chica universitaria, delgada, cabello teñido de rubio hasta los hombros, de unas generosas caderas y pechos; de tamaño no tan chicos, de piel canela.

En la entrevista, ella no tuvo reparo en hacerme saber que estaba dispuesta a todo con tal de alcanzar una buena posición.

Los días pasaron y Miriam, a pesar de ser eficiente, llegaba tarde a sus laborables; por lo que hubo problemas con las otras dos jovencitas que ocupaban el mismo puesto, aparte de sólo trabajar cuatro horas, para ir a terminar su carrera.

Hasta ese momento sólo le llamaba la atención a la chica en cuestión, esperando la oportunidad de disfrutar esas caderas que se me antojaban.

Pasado el tiempo. Mi asistente tuvo que dejar el puesto por algunos problemas personales.

Las chicas sabían que ese puesto era el mejor pagado; pues era casi un puesto a nivel directivo.

Era más que obvio que se disputarán por aquello, pero la que menos figuraba era precisamente Miriam.

Un día en el cual nos quedamos hasta tarde. Miriam hacia todo lo posible por atenderme; incluso se ofreció en ordenar algo para que comiéramos los dos.

Las dos chicas se retiraron, quedando sólo mi ambiciosa auxiliar y yo.

Al llamar a la puerta de mi oficina, note que la joven se había desabotinado la blusa de su uniforme, mostrando sus redondos pechos de más.

– Contador. Recuerda que cuando me entrevistó le dije que estaba dispuesta a todo por tener una buena posición? Dígame que hay que hacer para ser su asistente?

– Cualquier cosa eh? Pues dame un ejemplo acerca de «hacer cualquier cosa» linda.

Como si hubiera contratado a una prostituta, aquélla chica comenzó a realizar un baile erótico, quitándose solamente la blusa.

Se acercó a mi, inclinándose y liberando mi falo, lo atendió como se debe.

Por mi parte, le apretujaba sus redondas nalgas, disfrutando de sus carnes.

Ahora la colocaba en mi escritorio, manando sus pezones rosados y bien puntiagudos.

Acto seguido, le desnudaba por completo, devolviéndole el favor que me había hecho con su experimentada boca.

No sé si realmente era una golfa o no; pues gemía y se retorcía, además su vagina sacaba jugo al por mayor.

La hora de penetrarla llegó, sintiendo lo angosto de su vagina peluda, aferrándose a mi espalda, clavando sus uñas. Yo arremetía con ímpetu; quería saber si realmente me iba a complacer.

La puse en cuatro patas sobre un sofá, dedeando su rico esfínter. Cuando vi que estaba listo, rozaba el glande en su entrada.

– Por ahí no contador. Nunca he tenido sexo anal.

– Pues no decías qué harías cualquier cosa para tener el puesto? No me salgas ahora con pendejadas.

Sin tanta delicadeza, ya había logrado clavarle el culo a Miriam. Ella chillaba de dolor; a lo que le ordene que sólo quería escucharla gemir de placer.

Ella trataba de hacerlo así, pero en ocasiones era más el dolor que sentía.

Tratando de compensar le, frotaba mis dedos en su clítoris para que sintiera excitación.

No era la primera vez que gozaba de un culo virgen, pero me sentí en la gloria por el hecho de que me gustaban sus caderas.

Ahora alternaba entre su vagina y su ano, provocándole un muy largo orgasmo.

Aprovechando de que apenas se estaba recuperando, vacíe toda mi leche en su agujero.

Como era tanto el antojo que tenía por esas nalgas.

Que no le saqué la verga; sino, más bien. Volví a penetrarla, ahora con más fuerza.

Sus sollozos de dolor, más bien se convirtieron en gemidos de placer.

Dándome así una buena cabalgata llena de excitación.

Durante ese tiempo, le entre mordía sus pechos, arañando sus nalgas, besándonos con frenesí.

Las estocadas que ella misma se daba en el culo, eran tan fuertes y rápidas que la tuve que sostener metiéndole todo mi falo, para así tener un rico orgasmo.

Cumpliendo mi promesa, fue mi asistente, a pesar del coraje de las dos auxiliares.

Por desgracia no duró mucho; pues quiso seducir también a mi socio, lo malo es que los sorprendido su mujer y la despidieron al momento.

Yo por mi parte, sigo disfrutando de las jóvenes ambiciosas

Vladimir escritor.

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