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Mi comadre y yo nos entregamos al placer

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Capítulo 1: El viaje en auto. 

Mi comadre y yo hacía algunos días habíamos planeado ir con Eduardo a disfrutar un fin de semana en la histórica ciudad de Cartagena. La fecha llegó y junto a mi marido la recogimos en nuestro auto el viernes a las 7 de la mañana.

Mientras viajábamos, ella nos contaba que estaba pasando por un mal momento con su esposo. Que estaba cansada de las largas ausencias de Omar por asuntos de trabajo. Con voz quebrada, expresaba que ella era una mujer que quería disfrutar de la vida. Que cosas tan normales como salir a bailar, tomar vino y cenar, eran muy poco frecuentes. El cumplimiento de esas situaciones cada vez se hacia más difícil.

En medio de la risa y la picardia, agregó que desde lo sexual estaba abandonada y que eso la afectaba porque ella era muy fogosa. Yo en mi mente asumí que mi comadre lo que necesitaba era un buen revolcon. Y me vinieron pensamientos sucios sobre la posibilidad de que mi marido y yo le diéramos el placer que tanto necesitaba.

Confieso, que en la medida en que nos contaba sobre la importancia del sexo para ella, mi mente volaba recordando las escenas que habíamos imaginado, mi marido y yo, con mi hermosa comadre Laura. Y es que llevábamos meses simulando que hacíamos un trío con ella. Que nos estregabamos al placer y a pensamientos eróticos con su figura.

Mientras seguimos viajando, hasta confesó que un vecino que residía en la parte de arriba de su vivienda le coqueteaba con frecuencia. Como yo viajaba con ella en el asiento de atrás para acompañarla mientras Eduardo manejaba, se me acercó al oído para que mi marido no escuchara y me susurro "te confieso Susana que ese hombre me encanta, es más siento corrientes en mi cuerpo cada vez que lo veo. Hasta ahora no ha pasado nada entre el y yo. Pero lo que sí te puedo decir es que me he tocado como loca pensando en que tenemos sexo duro y prohibido en mi propia cama".

Esa confesión me excito aún más, aunque sabía que mi comadre era una mujer caliente, el hecho de que me confesara eso me hizo mojar muchisimo más. Hasta llegué a pensar en la posibilidad de proponerle a Laura ese trío, que llevábamos imaginando hacia algunos meses.

Y es que las cosas que habíamos pensado hacer con mi comadre eran tan calientes que de solo recordarlo, muchas corrientes se apoderaban de mi cuerpo. Sentía unas ganas enormes de comerme a Laura y a mi marido al tiempo. Sentía unas ganas enormes de que Laura y yo, chuparamos la verga de Eduardo al mismo tiempo.

Recordaba las escenas en las que Eduardo me colocaba en cuatro e introducía su duro y grande miembro en mi mojada vagina, mientras yo lamia la dulce y excitante vagina de mi comadre. Esa era, sin duda, una de las fantasías más calientes que habíamos tenido desde hacía meses. Lo habíamos concebido como fantasía. Pero mi mente ahora creía en la posibilidad de pasar de la fantasía a la realidad.

Luego de semejante confesión sobre su vecino, Laura quería que pensáramos en lo que íbamos hacer una vez llegáramos. Ella siempre se había caracterizado por ser una mujer alegre, divertida y espontánea. Y esas eran razones suficientes para que pasáramos un fin de semana agradable en Cartagena. Me habló de un sitio de rumba en el que muchas mujeres solas iban a flirtear con hombres apuestos y apetecibles. Con ese deseo entendí

Cuando me dijo eso, se me acercó al oído para que Eduardo no escuchara. Entendí, que en el fondo quería que yo la acompañará, pero no estaba a dispuesta a salir sin mi marido. Le dije "claro comadre está noche iremos a ese sitio de rumba para disfrutar, estoy segura que mi a mi marido le encantará". Eduardo respondió inmediatamente que estaba dispuesto a ser nuestro cómplice para que disfrutaramos en la histórica ciudad".

Seguimos viajando y conversando mientras disfrutábamos de la hermosa vista que se abría frente a nosotros. Teníamos frente a nosotros un extraordinario e infinito horizonte, en donde el mar era el protagonista.

Capítulo 2: El hotel

Una vez en el hotel nos dijeron que hubo en error en el sistema y que las dos habitaciones que habíamos reservado no estaban disponibles. Previamente, yo misma me había encargado de hacer la reserva. Ahora nos decían que solamente disponian de una habitación que tenía una cama King Size, es decir las que miden 2 por 2 metros.

Mi comadre y yo nos miramos y casi que simultáneamente dijimos que estaba bien, que entendíamos y que no había problema. Ahora deberíamos dormir los tres en una misma cama. Eso en el fondo me agrado, porque sabia que yo dormiria en medio de mi marido y de Laura. Eso en vez de ser una incomodidad para mí, sería una oportunidad para tener contacto físico mientras dormíamos.

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