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Mi crush de universidad (2): Snack de madrugada

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Unos días después de que terminara el semestre decidí hacer una pequeña fiesta entre mis amigos más cercanos de la carrera para celebrar acabar el semestre. Mis papás habían decidido viajar en las vacaciones, por lo que volvía a tener la casa para mí y podíamos estar de fiesta hasta muy noche.

Aquella noche éramos unos siete hombres y cuatro mujeres, entre ellas estaba Clara. No habíamos vuelto a hacer nada ya que ambos estábamos ocupados por el fin de semestre, pero me había alegrado que hubiera aceptado mi invitación a esta pequeña fiesta.

La fiesta era bastante tranquila, todos estábamos cansados por la falta de horas de sueño, el estrés de leer para los ensayos y todo el café que tuvimos que tomar para poder aguantar las horas de estudio.

Al no estar mis papás en casa les había dicho a mis amigos que podían quedarse a dormir sin ningún problema, así que la mayoría aceptó.

La cerveza se acabó muy rápido, nos turnamos para ir más mientras los demás se quedaban platicando, cantando canciones o simplemente para tirarle mierda a algún profesor que nos hizo el semestre eterno.

Había sido una noche bastante amena para todos hasta que poco a poco uno fue cayendo debido a todo el cansancio que se nos había acumulado. Quedamos sólo tres personas, un amigo mío llamado Héctor, Clara y yo.

Estábamos hablando de lo que íbamos a hacer de vacaciones, cuando Héctor, claramente borracho, preguntó:

—Entonces, Clara, si tuvieras que elegir entre besarme a mí o él —dijo señalándome—. ¿A quién elegirías?

Tanto Clara como yo nos sorprendimos por la respuesta, pero ella lo disimuló mejor, simplemente rio y preguntó.

—¿A qué viene eso?

—No sé, me quede sin preguntas, pero ahora que la hice quiero saber la respuesta.

—No lo sé —me dijo mirándome de reojo y con una sonrisa—. No podría responder eso.

—Bueno, si no vas a besar a ninguno de los dos, deberíamos besarnos tú y yo —me dijo levantándose y dirigiéndose hacia mí.

Sabía que Héctor era bisexual, entonces vi en sus ojos que si estaba dispuesto a besarme.

—¡No! ¡Espera, cabrón! —le dije levantándome.

—Vamos un besito —me dijo Héctor entre jugando y diciendo en serio.

—Te quiero como amigo, Héctor, no arruines nuestra amistad —dije también riéndome y alejándome de él.

—¡Ven acá! —dijo acercándose a mí.

Clara se reía mientras veía como esquivaba los brazos de Héctor de un lado a otro tambaleándose. Sin darme cuenta, me resbale con una lata de cerveza en el suelo y al tratar de recuperar el equilibrio, se me cayó la cerveza que me quedaba sobre la playera y el pantalón de Clara, quien saltó sobre su silla.

—¿Ya ves? Eso pasó porque no quisiste besarme —comentó Héctor tambaleándose ligeramente.

—Lo siento —le dije a Clara mientras intentaba limpiar la mancha de su playera.

—No te preocupes, pero estoy de acuerdo, si lo hubieras besado no hubiera pasado esto.

—Realmente lo lamento, si quieres te puedo prestar ropa mientras meto a lavar la tuya.

—¿Seguro?

—Sí, sino va a quedar toda pegajosa. Vamos a mi cuarto, ahí veo que te puedo prestar. Héctor, no vayas a romper nada, por favor.

—No prometo nada —me dijo mientras terminaba de beber lo que le quedaba de cerveza.

Lleve a Clara hasta mi cuarto y busqué entre mi ropa una playera que pudiera ponerse.

—Ten, te va a quedar un poco grande. No creo poder prestarte un pantalón.

—Está bien —me dijo tomando la playera y se quitó su blusa para dejarme ver sus pechos forrados en un sostén de color rojo. Al instante me di la vuelta para que ella se pudiera cambiar—. ¿No me digas que te da pena verme desnuda?

—Bueno, es que no apropiado —le comente aunque gire ligeramente la cabeza para ver cómo se quitaba el pantalón.

Al verla ahí parada recordé la última vez que ella estuvo en mi casa, cómo nos habíamos besado y sobre todo cómo habíamos cogido. Recordé como su tomaba su cuerpo entre mis manos y sus gemidos. Sentí una ligera erección en mi pantalón y por un momento quise hacer algo, pero ella se puso mi playera para taparse y regresé a la realidad.

—Ten —me dijo entregándome su ropa mojada de cerveza.

Tome la ropa y sonreí.

—Creo que ya me voy a dormir —me dijo con un ligero bostezo—. Entre la cerveza y todo lo que no he dormido creo que ya no puedo más.

—De acuerdo —le dije—. Quieres dormir aquí o…

—Voy a dormir con las chicas, no me gustaría quitarte tu cuarto.

Estuve a punto de decirle que podríamos dormir juntos, pero volvió a bostezar y decidí no decirle nada.

—De acuerdo entonces voy a poner a lavar tu ropa para que mañana esté lista.

Clara sonrió, me dio un beso en la mejilla y salió.

—Buenas noches.

Me despedí con la mano, un poco decepcionado ante el resultado.

Fui hacia el cuarto de lavado y metí la ropa de Clara en la lavadora, esperaba que el ruido no fuera lo suficiente como para despertar a mis invitados. Antes de poner a lavar la ropa, me di cuenta que algo de la cerveza también había caído en mi playera, decidí aprovechar y me la quite para también ponerla a lavar.

Antes de regresar a mi cuarto, regresé a la sala para ver qué había pasado con Héctor. Cuando llegué, encontré a mi amigo completamente dormido en el sillón, roncando. Decidí recoger un poco la mesa de toda la basura de frituras. Así que ahí estaba yo, recogiendo la basura en mi sala sin camisa, cuando me di la vuelta y me encontré con Clara frente a mí.

—Clara —dije sorprendido—. Creí que ya te habías ido a dormir.

—Olvide algo —me dijo ella quitándose la playera que le había prestado, revelando sus hermosos pechos—. Te debo un segundo round.

No pregunte ni dije nada, simplemente me acerque a ella, la tome por el cuello y la empuje contra la pared.

—Ya ni me acordaba —le dije mientras mi mano comenzaba a acariciar su entrepierna sobre sus bragas.

Clara se mordió el labio mientras comenzaba a gemir.

—¿Y si nos oyen? —pregunté sin detenerme, el pensar que podían descubrirnos me excitaba más. Quería decirle que Héctor estaba en el sillón, pero su respuesta me sorprendió.

—Pueden ver —me dijo dejándose ser y continuando gimiendo.

Eso me excito aún más. Tome a Clara por la cintura y la cargue hacia la mesa.

—Así que te quedaste con hambre —me dijo en cuanto le quite las bragas.

—¿De ti? —Le dije mientras le daba una lamida a su coño—. Siempre.

Mi lengua comenzó a recorrer su entrada y ella comenzó a gemir. Sin darle oportunidad de responder, comí su coño mientras apretaba uno de sus perfectos pechos. Clara comenzó a gemir bastante fuerte, por un momento me dio miedo que sus gemidos despertaran a los demás, pero su coño sabía tan rico que la verdad no me importaba.

—No sabes cómo quería esto —le dije mientras metía mis dedos dentro de ella.

—Yo también —me dijo entre gemidos y mordiéndose el pulgar.

Mi lengua recorría sus labios vaginales mientras mis dedos entraban y salían de ella a una buena velocidad. Me detuve y me acerque a besarla mientras la masturbaba. Acerque mis dedos a su boca y ella los chupó con deseo.

—Yo también tengo hambre —me susurró.

Clara se bajó de la mesa y fue directamente hacia mi pantalón. Sacó mi miembro de forma rápida, el cual ya estaba completamente erecto y duro.

—Había visto cómo te pusiste en tu cuarto —me dijo refiriéndose al momento en que se había quitado la ropa para dármela.

Estuve a punto de responder, pero ella me detuvo en el momento en que se metió mi verga en su boca.

Fui yo quien comenzó a gemir. Clara chupaba mi miembro con deseo, ayudándose con su mano mientras su boca recorría mi falo y se detenía en la punta. Luego sacaba su lengua para lamerlo por completo y luego volver a meterlo en su boca por completo.

—Me encanta como la comes —le dije.

—Lo sé —me dijo con una sonrisa y volviendo a meterlo en la boca.

Agarre su cabello y guíe su cabeza para que lo chupara al ritmo que yo quisiera, ella simplemente se dejaba hacer.

Finalmente se separó y se levantó para besarme sin soltar mi miembro.

—Quiero volver a sentirla dentro de mí. Dámela toda.

—Lo que tú quieras —le dije completamente obediente ante sus palabras.

Clara se dio la vuelta y acercó una silla para poder subir su pierna. Descansó su pecho sobre la mesa y movió su trasero de forma sugerente.

—Vamos, no me hagas esperar.

Apunte la punta de mi pene directamente hacia su entrada y la metí poco a poco. Un gemido surgió de su garganta en cuanto mi miembro llegó al fondo de su húmedo coñito. Comencé a penetrarla lentamente mientras la tomaba de la cintura para poder sostenerla mejor.

—No seas tímido, dame duro —me dijo entre gemidos.

—Nos van a oír — le dije mientras veía como mi verga se perdía en su interior.

—¡No me importa! Quiero que me des como sólo tú sabes.

Impulsado por sus palabras, decidí complacerla. Comencé a penetrarla duro, sus gemidos se transformaron en gritos de placer. La silla donde ella tenía apoyada la pierna se comenzó a mover al ritmo de mis penetraciones. Clara intentó girar el cuerpo para que pudiera ver sus pechos moverse.

—Así, así. Así me gusta.

No podía dejar de ver su rostro, sobre todo el placer que se reflejaba en su rostro.

—Ponme en la silla, quiero verte —me dijo.

Me retire de ella y dejé que Clara se sentara en la silla. Tome su pierna derecha y volví a penetrarla. Desde esta posición podía agarrar sus pechos y tenía una mejor vista de su expresión. Mientras continuaba penetrándola, ella comenzó a masturbarse.

—Dame, dame, así —repetía mientras continuaba.

—Sigo con hambre —le respondí saliendo de ella y dirigiéndome a su coño.

Volvía a comerle el coño como si fuera un hambriento, ella tan sólo podía retorcerse en la silla y agarrarse del respaldo.

—¡Oh por dios! ¡Sí! ¡No pares! Me encanta.

Mi lengua atacaba sus labios vaginales y su clítoris, no le daba cuartel a ninguno. Su cuerpo se retorció por el orgasmo y la silla debajo de ella chilló al moverse con ella.

—Creo que se me quitó el sueño —me dijo con la respiración entrecortada y con una sonrisa.

—Y aun no acabamos —le dije.

Tome a Clara por la cintura y la cargue. Ella se abrazó de mi cuello y ayudándome con la mano apunte mi falo directamente a su entrada. Mientras la sostenía en el aire, hacía que bajara y subiera sobre mi verga mientras la besaba. Sus gemidos eran mitigados por nuestros besos, pero podía sentir como sus uñas se clavaban en mi espalda, señal que le gustaba lo que hacía.

La posición me cansó, así que decidí ahora sentarme yo y acomodarme en la silla. Ella, en vez de cabalgarme, se dio la vuelta para darme la espalda y tomó mi falo para introducirlo en su coño.

Yo disfrutaba ver su cintura moverse sobre mi verga, de vez en cuando le daba una nalgada, lo cual ella respondía con un gemido.

—¡Por dios Clara! —le decía al sentir como me hacía llegar al orgasmo.

—Lo quiero, quiero todo. —me decía intercalando movimientos de cintura y moverse encima de mí.

—¡Me vengo!

Clara se levantó, se arrodilló y comenzó a masturbarme. El orgasmo llegó y Clara no dejó de jalármela hasta que mi miembro perdió la erección. La corrida había caído entre su boca y en sus pechos, pero no pareció molestarle, al contrario, estaba sonriendo.

Me sentí cansado, mi respiración comenzó a regularizarse y también estaba sonriendo.

—Ahora soy yo quien tiene sueño —comenté.

Clara rio y se limpió mi corrida de su cuerpo para tragársela. Nos quedamos ahí unos minutos, antes de recoger nuestra ropa y dirigirnos al pasillo.

Yo me metí a la cama mientras ella iba al baño. Casi de inmediato me quedé dormido, pero sentí cómo Clara se metía a la cama conmigo antes de perder la conciencia.

A la mañana siguiente, me desperté temprano para terminar de limpiar la casa. Mis amigos se fueron a sus casas, al parecer ninguno se había despertado por el ruido de la noche anterior, ni siquiera Héctor quien estuvo en la misma habitación que nosotros toda la noche.

Le entregue su ropa a Clara, quien me agradeció la noche e hice lo mismo. Decidí volver a ser un caballero y llevarla a su casa.

Termine de limpiar lo último que me faltaba en la casa y decidí dormir el resto del día. Cuando desperté a media tarde recordé algo importante. Revise entre mi cajón de ropa y encontré lo que buscaba.

No le habían regresado las bragas negras que me había dejado la vez anterior.

Parece que ahora yo le debía algo a ella.

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