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Mi harem familiar (12)

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Se acabaron las vacaciones, empezaron las clases y el trabajo. Al reportarme a la oficina, me encontré a una Ana Marisax muy cambiada, estaba triste, derrotada. Quedamos en que en la noche pasaría por su apartamento, al salir de unas dos horas de clase y conversaríamos.

Al llegar, me abrió la puerta en bata, parecía lista para dormir. Nos sentamos en un sofá y le pregunté qué le estaba pasando. No me decía nada, solo me miraba. Al rato me dijo:

-Está bien, eres mi amigo y necesito alguien con quien desahogarme. Ocurre que una vez, cuando estaba empezando la carrera, conocí a un tipo muy especial. Era el novio de una amiga mía. Ella lo trataba muy mal y yo le decía que ese hombre era una buena persona y además un buen varón, en apariencia. Que no lo tratara así, porque lo perdería. Que si ella seguía en eso y lo perdía, yo me lo iba a llevar, con mucho gusto y ella se lo perdería. Ella se llenaba la boca diciéndonos a mí y a sus otras amigas que ese tipo comía de su mano y que jamás la dejaría, porque era su perrito faldero. Alguien se lo chismeó, el tipo se sintió ofendido y la mandó al carajo, sin derecho al pataleo. Entonces él se me acercó y como a mí me gustaba un montón y ya yo le había advertido a ella, pues nos empatamos. A los pocos días ya éramos amantes y a los tres meses estábamos viviendo juntos. Fue mi primera convivencia. Papá me había regalado un apartamento en El Cafetal y allá nos fuimos a vivir. Mi casa, mi propiedad. Estuvimos juntos más de tres años, hasta que me gradué. Entonces, la noche de nuestro grado, de mi amiga que era ex novia de él y del mío, ella lo engatusó y se lo llevó. Hasta le montó una trampa. Le hizo creer que esa barriga que después le apareció, era de él. La habían preñado sin que estuviera preparada y como el culpable no aceptó ser responsable, se lo montó al más pendejo. Y éste cayó. Me dejó y se casó con ella y le crio a su hijo.

Hace poco se descubrió el patuque, Javier, que así se llama, se dio cuenta del ganso que le habían metido y explotó. Casi que la mata a golpes. La dejó y al muchacho también, el pobrecito niño que no tiene la culpa. Ahora en diciembre, mientras tú estabas de aventura en moto con tu mami, nos encontramos por ¿¿¿casualidad??? Y me contó todo. Verlo y temblarme las piernas fueron una sola cosa. Pasamos las navidades juntos, aquí en mi nuevo apartamento y llegué a creer que podríamos retomar lo nuestro, después de más de diez años. Pero el 7 de enero, día de reyes, o el 6, no sé, estoy un poco confundida, el niño lo ubicó y le dijo que él, Javier, era su padre, aunque no lo fuera de verdad, pero lo había criado y que él lo necesitaba. El hombre fue a verlo y por la noche me dijo que regresaba a vivir con Celeste y su hijo. ¿Qué tal? Volví a quedar tirada como zapato viejo. Creo que lo único que me falta es que tú ahora me vengas a decir que ya no quieres volver a follar conmigo.

¿Entiendes cómo me siento? No es solamente que me ilusioné de nuevo, es que me siento utilizada como un juguete. Me gusta, no, espera, ya no me gusta, me botan, otra vez me gusta, no ya no. Coño de su madre mi “amiga” Celeste. Y coño de su madre Javier, por ser tan pendejo y dejarte montar aquel ganso tan descarado. Ni siquiera sabe contar el muy bolsa, su hijo nació de ocho meses, ochomesino. No me joda.

-La verdad no sé qué decirte. Lo único que si te puedo afirmar es que ya no voy a volver a tener sexo contigo, porque me acabo de dar cuenta que soy marica. ¿Qué te parece? Ahora seremos amiguitas tú y yo. Jajajaja…

-Eres una porquería, de verdad, yo no estoy para chistes. Jajaja…

-Pero te reíste ¿No es cierto? La risa cura casi todos los males, especialmente mal de amores. ¿Qué te parece si mariconeamos un poco tú y yo, para que se te quiten esas pendejadas? Yo tengo unas ganas de joderte…

-Eres una mierda, de verdad, vamos a mi cuarto, porque en el sofá nunca más. La última vez quedé torcida y no fue por tu verga sino por la incomodidad.

Fue un polvazo, esa mujer estaba arrecha, se sentía abandonada, utilizada y me estrujó al máximo, me exprimió a placer. Cuando salí de su apartamento, yo caminaba con cierta dificultad. Nunca había disfrutado de esa demonia como esa noche. Estaba que echaba fuego, como si fuera un dragón. “Gracias Javier, me hiciste disfrutar de un polvazo de antología, con tus estupideces.”

Pero ahora deseaba que al llegar a casa nadie me estuviera esperando, porque venía destrozado. Entré por la puerta principal, fui a la cocina a beber agua y no encontré a nadie por esos predios. Subí las escaleras en completo silencio y abrí la puerta de mi habitación. Sorpresa, Miriam estaba dormida en mi cama, totalmente desnuda. Traté de no despertarla, me fui al baño y me duché, me puse unos interiores limpios y me acosté junto a ella. Se movió un poco, me abrazó y siguió dormida. Se sentía deliciosa, esos suspiros celestiales de ella, eran música para mis oídos y mi alma. Y me dormí.

Al despertar al siguiente día, me miraba con cariño y:

-Buenos días, mi amor. Anoche me vine a tu cuarto a esperarte, pero me quedé dormida y nada, creo que no hicimos nada o yo no recuerdo. No sé…

-Si hubiéramos hecho algo, claro que lo recordarías, yo no paso desapercibido…

-No te ofendas, no fue mi intención, es solo que me quedé con las ganas… y a esta hora ya no tienes tiempo, ¿verdad?

-No, ya no tenemos tiempo. Tengo que ir a trabajar, pero esta noche espérame, que vengo como a las diez y nos damos.

-Ok, mi amor. Déjame levantarme para atenderte el desayuno.

-No te preocupes, sentí a mamá bajar las escaleras. Hasta la noche, te quiero. Mua, mua, mua. – le di tres besos y salí.

Bajé a la cocina, ya vestido y listo para desayunar. Encontré a mami de espaldas a mí. Como a mí me gustaba, preparándome el jugo. La abracé por detrás, apoyando mi elemento en la raja de su trasero y la abracé. Ella volteó su cabeza buscando mis labios, los encontró prestos y los absorbió ansiosa.

-Buenos días, mi amor, ¿cómo amaneciste, señora bonita?

-Muy bien, gracias, mi cielo. ¿Y tú? Aquí, poniéndole el desayuno a mi hombre, para que salga bien alimentado. Por cierto, me gustaría que esta noche te vengas directo de clases para la casa, porque estoy muy necesitada. No te retengo ahorita porque sé que tienes que ir a trabajar, pero es que estoy muy caliente, mi vida.

-Caramba, lamento mucho que estés así, te tengo desatendida, que broma. Y esta noche no puedo, porque le acabo de prometer a Miriam que esta noche le toca a ella. Será para mañana en la noche, si puedes esperar. Si no, llámate al vecino para que apague ese incendio.

-Ay, que mala suerte la mía, tendré que llamar al vecino, entonces, jajajaja… pero para mañana no te comprometas.

-Te lo prometo, nada me va a hacerte fallar, a menos…

-A menos nada, no me falles, que me tienes loquita.

Esa noche, al regresar a casa, subí por la escalera de caracol directo a mi habitación y cual sería mi sorpresa que encontré a una hembra muy especial echada en mi cama, totalmente desnuda y oliendo a Channel Nº 3.

-Caramba, yo esperaba encontrarme a Miriam, pero ¿será que me confundo?

-No, mi cielo, le pedí a Miriam que me cediera su turno, porque ya no aguantaba más. Y ella, muy amablemente, accedió. Pero tendrás que darle dos noches seguidas, ahora, para compensar dos falsetes. Y vamos a lo nuestro, que me quemo…

Hicimos el amor dulcemente, como dos enamorados, acabamos deliciosamente, sin apuros, con mucha complicidad. Cada día, mejor dicho, cada noche, nos integrábamos más en nuestra condición de amantes. Anticipábamos los deseos del otro, satisfacíamos cualquier capricho por vano que fuere sin necesidad de hablar. Era una comunión maravillosa, dos seres que se amaban de verdad, sin complejos ni secretos.

Para nuestro segundo polvo de la noche, ya pasada una hora del primero, se cambiaron las tornas y nos dimos duro, durísimo. Sexo casi que salvaje, sin contemplaciones. Acabamos derrotados, nos higienizamos y caímos dormidos, cada uno en un lado de la cama. Ni siquiera nos abrazamos, dado que habíamos sudado de lo lindo.

Por la madrugada, ya oyendo a las guacharacas, serían las 5:30 am, me desperté porque sentía algo muy divino. La doña me estaba tratando de levantar el ánimo, con todo mi pene en su deliciosa boquita. Daba gusto ver esos labios tan bellos y suaves apretar mi pene, mientras ella succionaba. Luego de una mamada magistral, me hizo eyacular en su boquita, desenfrenadamente. Nos levantamos y nos higienizamos, orinamos y regresamos a la cama para un mañanero delicioso. Luego, ya satisfechos, me bañé y me vestí para ir a desayunar y salir a trabajar.

En la cocina estaba Miriam, disponiendo mi desayuno. De espaldas a mí, para variar –ella escuchaba que yo bajaba y se colocaba a esperar su abrazo equivocado– y la acometí de una vez, mi pene entre sus nalgas y mis brazos la envolvieron. Entonces, por primera vez, mis manos fueron directo a sus pezones y un beso muy acalorado en su cuello.

-Eres un miserable, ahora voy a pasar todo el día encendida. Eso no se le hace a nadie, bandido. Pero te amo.

Esa noche, por supuesto, fue memorable. Llegué temprano, como a las 10:30 y subí la caracol, para encontrármela recostada en mi cama, con un “picardías” de películas de Hollywood. De esos que se la paran al más pintado. A continuación nos dimos todos los preliminares de rigor, porque con esa hembra no valían rapiditos ni mañaneros. Se requería tiempo suficiente para complacerla de verdad y yo estaba muy consciente de ello. Al amanecer, le prometí que esa noche volvería a sus brazos, para rematar la faena, que se lo debía por su gentileza con Sugey. Y así quedamos.

Luego de otra excelente faena esa noche, a satisfacción total de mi adorada tía y mía, me propuse descansar por dos noches, porque venía sometiendo mi cuerpo y especialmente mi pene a mucho uso y desgaste. Por lo tanto, decidí bajar la Santamaría por dos o tres noches. Vería si era capaz de cumplir, sobre todo teniendo en cuenta la oferta que existía en casa.

Y lo logré, no sin antes rechazar a Andrea, muy dulcemente y a Ana, un poco más ácidamente. Necesitaba el descanso y ellas entendieron.

Continuará…

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