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Mi hijastra, mi regalo de graduación

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Lucrecia, mi mujer, y yo, somos de las personas que creemos que debemos disfrutar del sexo y cuando nos casamos ella ya tenía dos hijos, un hombre y una mujer, los cuales quise como si fueran míos.

Ambos jóvenes saben que no soy su papá y creo que eso ocasionó que mi hijastra me viera como a un hombre y no como a su padre sustituto, ya que en varias ocasiones me hizo piropos, aunque delante de su mamá, me parecieron un poco atrevidos.

Mi mujer nunca dijo nada, a pesar de que le señalé mi preocupación, pero me respondió que eran figuraciones mías, que solo eran bromas de una adolescente. Una ocasión que fuimos de vacaciones a Acapulco, me dijo que tenía un enorme paquete, al verme en traje de baño.

En casa varias veces me dijo que me daba gracias por hacer feliz a su mamá, porque nos había escuchado cuando hacíamos el amor, lo cual seguramente es cierto porque Lu es bastante escandalosa cuando tiene orgasmos.

Lo que al principio me causó incomodidad, finalmente me caía en gracia. Dos veces la encontré en la sala afeitándose la vagina, casualmente a la hora que sabía que iba a llegar y que no estaría su mamá. La primera vez se hizo la sorprendida y se fue corriendo hacia su cuarto envuelta en una toalla, regresando a los pocos segundos, suplicándome que no le dijera nada su mamá. La segunda vez, solamente me saludó y continuó con su tarea.

Soy hombre y para evitar meterme en problemas hablé con ella para decirle que por favor no hiciera eso, a lo que me respondió que no lo hacía por molestar, que simplemente se había empezado a realizar su labor de higiene y no se había fijado de la hora y que no lo hacía en el baño porque sabía que estaba sola y le era más cómodo en la sala.

El caso es que ella continuó con “sus travesuras”. Andaba por toda la casa con ropa bastante pequeña y ajustada al cuerpo. Así bajaba a desayunar o se ponía a ver la tele en la sala, cuando en su cuarto tiene una de plasma o bien se metía a nadar y lo hacía con un diminuto traje o bien hacia topless y mi mujer súper feliz porque la niña prefería estar en casa que andar con sus amigos.

Pero la gota que derramó el vaso fue el día que terminé el máster en ingeniería y para celebrarlo realizamos una reunión familiar, con la asistencia de varios matrimonios amigos.

Casi a medianoche se fue el último matrimonio invitado. Mi esposa estaba bastante feliz y se había pasado de copas, por lo que finalmente la llevé a la cama en tanto que mi hijastra había salido a dejar a la puerta a su amigo que había llegado.

Para relajarme decidí darme un baño en la tina y cuando más absorto estaba en mis pensamientos, abrí los ojos al sentir que alguien se había metido. Al principio no pude distinguir quién era porque tenía apagadas las luces, pero me dejé llevar cuando sentí que dos manos femeninas acariciaban mi falo y por los tragos consumidos y la excitación me dispuse a disfrutar.

Cuando estiré mis manos para acariciarla, me di cuenta que no era mi mujer, porque eran dos senos duros y un cuerpo bastante esbelto y traté de incorporarme, pero me dijo al oído:

—Soy yo, desde hace tiempo te deseo, me he masturbado pensando en ti, además, hoy soy tu regalo.

La verdad es que me olvidé que era mi hijastra, que a sus 22 años es toda una mujer, con unos senos hermosos, unas nalgas de ensueño, es toda una reina, con curvas muy pronunciadas. Nos tuvimos que salir de la tina para no ahogarnos y cogimos como locos, porque era algo que también yo deseaba. Me mamó la verga como nadie, ni su propia madre, me lo había hecho. Desde luego que no desaproveché esa oportunidad para recorrer todo su cuerpo, desde los dedos de sus pies hasta su cabello, sin olvidarme de su rasurada vagina y de su rico ano, donde también metí mi lengua y que además le provocó un orgasmo, porque me diría más tarde, que le mamen el ano la enloquece.

No me puedo quejar ni estar arrepentido de lo que sucedió, porque ya era inevitable, no sé cómo le hice, pero me vine en su boca, en la vagina y en su ano que fue penetrado por primera vez por mí, el cual es mi adoración por ser un agujerito que abriga a mi pene cada vez que tiene frío.

Estuvimos acariciándonos y recorriendo nuestros cuerpos con boca y mano casi al amanecer. Después de ese encuentro, ha habido muchos más, sobre todo cuando mi mujer, por cuestiones de trabajo, tiene que irse de la ciudad hasta una semana, pero Lu ya empieza a sospechar de que tengo algo por ahí, ya que nuestros encuentros sexuales han disminuido considerablemente y hasta me ha enviado mensajes muy eróticos para convencerme para que le revele la identidad de la que “se está tomando mi lechita, no me enojaré, amor, tu sabes que somos abiertos al sexo, sólo dime papi, ya no me hagas sufrir, al contrario, necesitamos gozar”, decía el correo que me envió ayer desde la ciudad donde se encuentra en capacitación desde hace una semana.

Mientras, sigo gozando de ese cuerpo hermoso solo para mí a cualquier hora del día, además de que hemos hecho locuras cuando muchas veces aún está la muchacha del servicio o hemos tenido sexo en la alberca, en mi carro, en el elevador y hasta en el baño de un hospital.

La verdad es que estamos bastante locos, pero ella me arrastra hacia el placer y para disfrutar el sexo en lugares inimaginables. Cuando la llevo a la universidad en el camino me hace el sexo oral o le meto el dedo en la vagina y me encuentro con que no lleva tanga.

Trataré de convencer a mi hijastra para que se lo digamos a su mamá. Sé que no habrá lío, que Lu sabrá entender y disfrutaremos los tres, lo sé, porque conozco a mi adorable mujer que nació para disfrutar de una verga, porque durante sus salidas de trabajo a otras ciudades, también ha tenido alguna a su disposición.

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