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Mi mujer me tortura y me prepara para que me coja un tipo

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Esto sucedió antes del relato anterior y se traspapeló, pido las disculpas correspondientes.

Como les conté en mi relato anterior, la noche en que vi a Carlos hacerle el culo a mi mujer, no pude contener mi excitación al verla gozando como una perra, y a pesar de llevar mi cinturón de castidad y no poder ni tocarme siquiera y mucho menos masturbarme, no pude evitar eyacular, cosa que tenía terminantemente prohibido por ella, para ese fin era que tenía colocado el cinturón, Alicia me castigaba de esa forma tan cruel, yo no era dueño ni de mi propio orgasmo, esa era una manera inequívoca de enseñarme que soy un ser inferior, que no tengo derecho a sentir placer y que solo estoy a su lado para servirle.

Haber acabado sin autorización, aunque haya sido involuntariamente, era una falta gravísima y debía ser castigado, a la mañana siguiente comenzó el calvario.

Como era sábado no debía ir a trabajar, así que tenía todo el fin de semana y encima el lunes era feriado, así que tendría tres días completos para torturarme.

Comenzó quitándome la tanga que me obligaba a usar, y volvió a ponerme la correa de perro en el cuello para tenerme de aquí para allá tirando de ella, luego ato mis manos juntas a mi espalda, por lo que supe que no me iba a hacer caminar en cuatro patas, pero me hizo arrodillar en el piso, se acercó a mi y vendó mis ojos para que no vea cada paso que iba a dar, cada cosa que iba a tomar en sus manos y cada cosa que iba a hacerme hasta que yo lo sintiera en mi piel, esa incertidumbre y el miedo que tenía a lo desconocido, provocaba más mi excitación, mi porquería como ella llamaba a mi pequeño pene, estaba durita dentro de la jaulita que la contenía encerrada.

Obviamente eso me provocaba dolor y mucha incomodidad, pero bueno, eso era parte de su diversión.

Así en cuclillas sentado sobre mis talones, me hizo poner el torso bien erguido, por lo que mi ano quedó bien abierto, colocó en él borde un consolador que apoyando su base en el piso, se clavó en mi agujerito, luego me hizo aflojar el cuerpo y el dildo entró solo hasta por lo menos la mitad, luego sentí que primero acarició suavemente mis pezones, ya dije otras veces que tengo muchísima sensibilidad en ellos y cualquier cosa que me hagan, me calienta, incluso hacerme doler, sabía que esas caricias no iban a durar mucho tiempo, después de comprobar que se me habían puesto duritos, los agarró entre dos dedos y me clavó una uña en cada uno, el dolor fue terrible y empecé a llorar y gritar.

De inmediato me puso una mordaza en forma de pelota casi de la medida de una de tenis, adosada a un cinto que ajustó a mi nuca.

Entonces, mis ojos vendados, mis manos atadas por detrás mío, sentado sobre mis talones con una pija artificial clavada en el orto, con una pelota en la boca y clavándome las uñas en los pezones, mi pija parada dentro de su jaulita, completaban un escenario horrible para mi, para cerrar la escena Alicia se paseaba alrededor mío, humillándome verbalmente, insultándome y burlándose de mi.

Después de unos minutos teniéndome así, dijo...

-voy a tener que moldearte las tetitas, quiero que tengas los pezones aplastados, así que voy a ponerte unas pezoneras para darles forma.

Tragué saliva imaginando lo que iba a hacerme, los agarró y sentí que algo me los apretaba fuertemente, me puso unos broches que los presionaban mucho, traté de quejarme, pero no se me entendía nada por la mordaza, los sonidos guturales que soltaba eran ininteligibles y ella se reía en mi cara, mientras el dolor crecía y mis lágrimas caían por mis mejillas. Luego de varios minutos me fui acostumbrando al dolor, pero seguía siendo muy intenso, al verme llorar me insultó más...

-que marica sos, me das asco, lloras como una nena, no tenés vergüenza, sos una mariquita patética.

Esas palabras solo lograban angustiarme y avergonzarme más, entonces decidió que necesitaba castigarme aún más por no soportar lo que me hacía y quejarme como una nena, me pegó varios cachetazos en la cara y luego azotó mis nalgas con la mano abierta hasta que dijo que tenía mis cachetes bien colorados y yo sentía que me ardían.

Me hizo agradecer cada azote y contarlos uno por uno hasta que me aplicó 30 de cada lado.

El agradecimiento dijo que era porque el castigo era por mi bien, para que aprenda a comportarme y a obedecer, por otra parte debía hacerlo porque le estaba dando mucho trabajo, y su esfuerzo merecía una recompensa.

Me quitó la mordaza porque dijo que quería escucharme chillar como una cerda y suplicar por lo que venía, agarró el consolador que tenía en el culo y me empezó a coger con él, sacándolo casi por completo y volviendo a meterlo hasta el fondo violentamente.

-Por favor no sigas, basta por Dios, me estas rompiendo el culo, basta, ay, sacame eso, ahhh me duele, hija de puta, soltame te lo suplico, no puedo más.

Se enojó aún más por tutearla y faltarle el respeto, me arrancó los broches de golpe, que me quedaron ardiendo, las piernas me temblaban, los brazos se me acalambraron de tanto tenerlos atados hacia atrás y sentía mi cola reabierta.

Me pegó varios cachetazos en mi porquería durita, haciéndola bambolear como un badajo, me apretó nuevamente los pezones haciéndome gritar, porque ya estaban muy doloridos.

Me torturó gran parte del día, a la noche estaba muy cansado, dolorido y hambriento, me puso un balde con agua para que pueda beber algo como un perro, se sentó a la mesa a cenar y me tiró unas sobras de pollo al piso, me sentía desfallecer, y las comí del piso. Nunca me sentí peor en mi vida, luego mientras ella cenaba me hizo chuparle sus hermosos pies, eso era un gran premio para mi, y una muestra de conmiseración hacia mí.

Igualmente mis ojos seguían llenos de lágrimas.

Después de cenar ella, me hizo poner de pie y caminar de un lado al otro del comedor, moviendo mi cuerpo como una mujer y teniendo una actitud femenina y sensual.

-vamos putita, quiero verte muy femenina, practicá para el lunes cuando te coja Carlos, te vas a comer bien esa verga divina, putón.

Moría de vergüenza pero caminé contorneándome tironeando de mis pezones para ponerme bien cachonda, como una mariquita, y ella siguió...

-dale marica, mostrame lo puta que sos, vamos no te guardes nada, ya le pedí a Carlos que te garche como a una nena, quiero ver como se besan en la boca, te chupa las tetas y te tragas toda la pija con la boca y el culito, quiero escucharte gemir maricona.

No podía ruborizarme más, pero por lo menos eso no me dolía, luego dijo que me iba a dejar dormir, pero con el dildo colocado fijo toda la noche y el domingo, porque el lunes iban a venir Carlos y Sofi a cogerme y humillarme y necesitaba que tenga la cola bien dilatada.

Nunca había tenido un dildo metido durante toda una noche, no era muy grande pero fue algo incómodo, me desperté dolorido y muy dilatado, al no darme comida sólida, evitaba que tuviera necesidad de ir de cuerpo.

Ya estaba tan compenetrado en mi papel de mujer que pensaba, sentía y me movía como una más de ellas.

La calentura que tenía al no poder eyacular me mantenía en ese estado constante.

Y siguió diciendo...

-empeza a hablarme en femenino, no quiero que me hables como un tipo, quiero que te sientas bien mujer para el lunes y de acá en más, cada vez que te haga coger con un tipo.

La verdad es que no lo podía creer, pero ella estaba logrando lo que quería, claro que yo estaba perdidamente enamorado de ella, la veía como una Diosa y me había arrepentido de haberle mentido sobre mi sexualidad, había conseguido hacerme sentir tan inferior a ella que no podía hacer otra cosa que obedecerle.

Estaba totalmente entregado y dispuesto a hacer lo que ella quería, y siguió instruyéndome...

-El lunes vas a ser toda una mujer para Carlos y acordate que Sofi está muy entusiasmada por ver como un macho se coge a una mariquita, nosotras no queremos ver dos hombres, queremos ver un macho y un maricón afeminado, no te olvides.

Y lo que dijo un rato antes de irme a dormir, me quitó completamente el sueño, y me dejó muy ansioso y preocupado...

-y ya que el lunes vas a demostrarnos a los tres que sos bien mariquita, te vas a vestir con toda la ropita interior que te compré y te voy a bautizar con tu nuevo nombre artístico, desde ahora en casa, te llamas Conchita.

Desde el momento que Alicia descubrió mi gusto por los hombres y decidió cambiar sustancialmente nuestro estilo de vida, yo vivo las 24 horas caliente con mi pija parada casi todo el tiempo y mis pezones duritos como dos botones.

Continuará...

El desenlace de esta aventura lo voy a contar en el próximo relato.

Espero que les haya gustado y pueden dejar un comentario aquí o en mi correo electrónico

[email protected].

Besos.

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