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Mi mujer se folla a un negrazo delante de mis narices

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En un viaje que hicimos Sonia y yo a La Habana;

mi esposa se encaprichó de un botones negrazo al que veía cada mañana.

El chico era joven y tímido pero calzaba un buen paquete;

a mi mujer se le hacía la boca agua y comenzó a darle carrete.

 

Sonia estaba empeñada en follarse a un buen mozalbete cubano;

colgarme unos hermosos cuernos en mi presencia, algo muy mundano.

El chico era un poco reacio a las frivolidades europeas;

Sonia lo convenció de que prestar a tu pareja disminuye las cefaleas.

 

En una noche estrellada salimos a dar un paseo por El Malecón;

y para nuestra sorpresa nos topamos con el botones, se llama Aarón.

Sonia coquetea y flirtea con él a lo bestia palpándole el trasero;

yo lo tranquilizo y le digo que es un ofrecimiento sincero.

 

Aarón se decide a acompañarnos a nuestros aposentos del Hotel Cienfuegos;

mi esposa había triunfado e iba rebosante de egos palaciegos.

Ya en la alcoba nos metemos en un jacuzzi y nos asombra el tamaño de su verga;

de 23 cm no baja, ¡que los descreídos se dejen de monsergas!

 

Sonia no pudo esperar más y sumergió la cabeza en aquella agua burbujeante;

y se manducó casi entero aquel falo, Dios mediante.

Aprovechando que Sonia no nos oía, el mancebo me preguntó si era de verdad mi esposa o una puta de ocasión;

yo, muy amablemente le comenté que no son incompatibles las dos opciones, incluso con menstruación.

 

Por fin decidieron ir al catre y Sonia montó sobre su amante dándole la espalda;

cabalgaba duro, y yo sentado enfrente, observo con mi polla inhiesta como la Giralda.

El rabo del chaval parecía hecho de ébano, de lo duro y consistente que se veía;

le brillaba como si estuviera barnizado, por los efluvios que Sonia cernía.

 

¡Qué magnífico contraste el ver una polla negra penetrando un chumino blanco!

Sonia se recreó hacia atrás y Aarón tomó la iniciativa del ritmo, ¡menudo potranco!

Mi esposa ponía caras de vicio para calentarme y provocar mi orgasmo;

el folleteo era tan salvaje, que Aarón no tardó en correrse y experimentar espasmos.

 

Al los pocos segundos le sigue mi mujer, esta berrea como una zorra, clavándosela bien;

ante aquella visión de chocho rosado y polla negra bañados en leche, me pongo a cien.

Me acerco y descargo mi esperma sobre pubis, vulva, polla y huevos de los “Amantes de Teruel”;

menudo emplasto quedó en sus respectivas entrepiernas, daba el pego de salsa bechamel.

(10,00)