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Mi nueva vecina Milf (Parte 5): La perfecta medicina (III)

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Nos bañamos juntos con Ana. El espectáculo de verla totalmente desnuda bajo la lluvia caliente de la ducha era indescriptible. Mis manos recorrieron cada centímetro de su cuerpo, en cuestión de unos instantes ya me estaba subiendo aún más la temperatura, mi pene se ponía tieso y ella lo notaba. No podría cansarme nunca de penetrarla una y otra vez. La calentura entre los dos era cada vez más incontenible. Pero... a pesar de ello, no sucedió nada allí, esta vez. ¡já! ¡já! Ella jugaba conmigo y con mis ganas.

Bajamos hacia mi habitación para vestirnos. Ya eran las 23 h pasadas. El cansancio sumado con el estado gripal que tenía, estaban jugándome una mala pasada. Quería cenar algo antes de tocar la cama nuevamente y morir de sueño. Mientras Ana se vestía, le propuse comer algo, que yo cocinaría, a lo cual se opuso rotundamente, estaba decidida a que no hiciera nada. Fui hacia la heladera para ver que podía inventar, por suerte, en el congelador tenía varias bolsas de nuggets de pollo, de esos que los metes en el horno y listo.

Mientas estaba en el comedor, ya con la comida en el horno, Ana salió de mi habitación, completamente arreglada, como si nada hubiera pasado antes. Se había puesto más cómoda de ropa, una remerita corta gris que apenas tapaban sus senos y por debajo un short-calza, muy corto de color violeta. Su cabello suelto recién secado se veía estupendo. Yo sentado en la mesa solo podía mirarla y desnudarla mil veces con la mirada. Si bien afuera estaba algo fresco por la lluvia que no cesaba, dentro de casa estaba agradable.

-¿No te molesta que ande así paseando por acá? -Me dijo Ana. Riendo.

-¡Para nada! -Le dije.

-¡Te ves bien puta! -Agregué. Riendo.

Se acercó a mí y sentó sobre mis piernas. Mientras ella miraba la tele, yo le escribía a mi novia por whatsapp y también a mi madre, que se había quedado preocupada por mí. Si supiera lo que estaba pasando en casa en ese momento. ¡Madre mía!

Cuando podía, tocaba cada parte de su cuerpo que estaba a mi alcance. Besaba como un animal su cuello y parte de su espalda apenas tapada. Ella se fregaba contra mí sin oponer resistencia a nada. Abrí sus piernas y acaricié su vagina mientras que con la otra mano hacia lo mismo con sus senos desnudos debajo de su remerita, estaban calientes y los pezones se pusieron duros. Mi pene, para acompañar estaba tieso, con ese dolor de querer liberarse de las ropas y penetrar la vagina caliente de Ana.

Sus gemidos eran suaves y sensuales. No había prisa. Todo era lento y caliente. Metí la mano por debajo de su short. La tela suave de su tanga me puso aún más loco de lo que estaba. Ahora mi mano de dirigió directamente a tocar la piel de su pelvis. Ella estaba recostada contra mí, puso su mano sobre la mía y la llevo rápidamente hacia su vagina, por debajo de la tanga. Estaba mojadita, mis dedos recorrían sin problemas sus labios vaginales mientras ella apretaba mi mano fuertemente.

-¡Voy a apagar el horno! -Me dijo entre gemidos.

La solté por un momento. Se paró y fue hacia la cocina. Apagó el horno y volvió rápidamente hacía mi. Me quité la bermuda y el bóxer. Aliviado, mi pene como una roca quedó liberado. Me corrí con la silla un poco hacía atrás, alejándome de la mesa, mientras ella se ponía frente a mí, de espaldas. Yo, sentado, tenía su cola justo frente a mi cara. Sin perder tiempo le quite el short y la tanga. Tomo mi pene y recostándose nuevamente sobre mí se lo metió lentamente en su apretada y mojada vagina.

Fregando su cuerpo por el mío, hacia arriba y hacia abajo, ella intentaba que todo mi pene entrara en ella. Sus movimientos no se aceleraban, pero sentía que podía perder el control en cualquier momento. Ambos estábamos excitados a más no poder. Mientras, mis manos arremetían sus senos, los apretaba con fuerza. Cada vez que tocaba sus pezones, Ana gemía aún más fuerte, se sentían suaves y calientes. Ella se aferró a mi cuello con sus brazos hacia atrás, la velocidad de sus movimientos aumento.

Mi pene ardía con cada subida y bajada. Ella ya estaba completamente mojada. Podía sentirlo hasta en mis piernas. Puso una mano en su vagina y comenzó a tocarse, cuando lo hacía, rozaba el tronco de mi pene con sus dedos. Su cara se tensaba cada vez más, podíamos sentir que el final se estaba acercando para ambos, queríamos explotar de placer al mismo tiempo. Sus dedos empezaron a describir un circulo acariciando su clítoris, yo, ya no podía aguantar más. Quería llenarle la vagina con mi semen.

-¡No aguanto más amor! -Le dije. Casi sin aliento. Estaba al límite de la eyaculación.

-¡Voy a llenarte la conchita de mi leche! -Continué.

-¡Dame ya tu leche bebé! -Me respondió.

Sus palabras terminaron por hacerme perder toda noción. La apreté con los dos brazos de su cintura para aquietar sus movimientos. Ella comenzó a retorcerse arqueando su espalda. Los espasmos dominaron mi cuerpo, sentía como los borbotones de semen salían disparados dentro de su caliente vagina. Ana apretaba sus labios, sus mejillas estaban rojas, sus espasmos no paraban al igual que los míos. Empujé mi pene aún más dentro de ella, mientras empezábamos a relajarnos.

-Levántate poco a poco -Le dije.

Cuando por fin mi pene salió por completo de su vagina, mi semen cayó un poco sobre mi pelvis. La tomé de la cintura y la coloqué sobre la mesa. Ella abrió sus piernas, mientras seguía acariciándose la vagina, me quedé mirando como mi semen salía poco a poco de allí. Acerqué mi boca y lamí desesperadamente esa hermosa vagina. Para luego subir por su abdomen sus senos hasta fundirnos en un fogoso beso. Cuando nuestros labios se separaron reímos, siendo cómplices de lo que acababa de suceder.

Cuando por fin todo se calmó, Ana subió al baño, mientras yo me dispuse a limpiar todo lo que había caído. No podía creer todo el semen que había largado. En el otro baño pude terminar de lavarme bien el pene. Cuando ella bajó, nos pusimos a cenar, finalmente, parecíamos muertos de hambre. Aproveche para seguir intercambiando whatsapp con mi novia hasta despedirnos. Ni se imaginaba lo que estaba sucediendo en mi casa. ¡Vaya locura!

Después de un rato de charla el cansancio era inaguantable. Yo más que ella por mi estado gripal. Ya eran como las 2 de la madrugada. Tomé la dosis del antibiótico mientras ella acomodaba mi cama para acostarnos. Prendió un rato la tele mientras miraba su celular, yo me metí a la cama, me tape y la abracé como si fuera una almohada. Prendido de sus senos desnudos bajo esa preciosa remerita y con mi bulto apoyando sus nalgas. No podía contener más el sueño y caí profundamente dormido.

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Queridos lectores:

Quiero disculparme por estar ausente en todo este tiempo. Mi vida ha dado un giro completamente. Logré graduarme de la universidad y con más responsabilidades en el trabajo. Pero, no abandoné una de mis pasiones que es escribir. Ahora estoy con más tiempo y con todo esto que está ocurriendo, a lo cual Argentina no es la excepción, aprovecharé e intentaré ponerme al día con los relatos para así hacer más amena la situación.

Sin más los saludo a todos y les mando fuerzas en el lugar donde se encuentren.

-Alexander0022-

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