Nuevos relatos publicados: 0

Mi nuevo vecino (parte I)

  • 4
  • 17.213
  • 9,38 (16 Val.)
  • 1

Comenzar una nueva vida siempre es difícil, tengo 25 años, y hace poco me mudé de ciudad por cuestiones de trabajo. Hoy día no es fácil encontrar un buen puesto de trabajo, entonces no me encontraba en posición de rechazar esta oportunidad, la ciudad que solía llamar casa se encuentra a 18 horas en auto de donde empezaré a vivir desde ahora. Mi nombre es Tatiana soy de pelo claro, de tez blanca y cuerpo delgado.

Por fin llegaba a mi nueva casa y tenía que acomodar algunas cosas que me había traído, además de acomodar unos muebles que me prestaba mi tía. Fue fácil meter las cosas pequeñas al nuevo departamento, sin embargo, los muebles y cajas más pesadas ciertamente era más complicado, además que no conocía a nadie de la ciudad entonces no podía pedir ayuda.

Consideré en llamar a algún servicio de mudanzas, sin embargo, no tenía mucho dinero en efectivo como para pagarles, mis opciones se iban reduciendo. Por suerte un señor que vivía en el mismo edificio apareció y se ofreció a ayudarme. Un señor mayor de unos 50 años, con pelo ya canoso y una barriga notable por la edad.

Ya habíamos podido acomodar la gran mayoría de muebles y él me hizo saber su cansancio, además de su dolor de espaldas. Se disculpó por no poder seguir a lo que yo obviamente agradecí, empecé a mover algunos muebles que faltaban, cuando un joven de unos 30 años tocó mi puerta. Yo lo vi y se presentó muy amablemente

-Hola como estas, mi nombre es Franco soy hijo de Ernesto el señor que te estaba ayudando.

Me quería morir de vergüenza porque me había ayudado tanto el señor y no sabía ni su nombre. Salude a franco muy cordialmente. Cuando él me ofreció su ayuda, comentándome que su padre le conto de mi situación. Franco era un hombre relativamente alto, de aproximadamente 1’80 pelo oscuro y se notaba que se mantenía en estado atlético, si bien no era un cuerpo de deportista se notaba que tenía cierto cuidado con su cuerpo.

Franco me termino de ayudar acomodamos lo que quedaba y le dije si gustaba quedarse a tomar un refresco o algo en modo de agradecimiento. Propuesta la cual rechazo, me comento que debía volver a su casa a poder seguir trabajando. Soy una chica atractiva por lo cual no es muy común que me rechacen, obviamente no quería hacer nada con él, solo quería platicar un poco y hacer un amigo, por lo cual imaginaran mi sorpresa. Fue raro, un poco inusual, y eso me dio cierto calor en mi cuerpo, un cierto morbo por aquello que era difícil de conseguir.

Llegaba la noche, para cenar compre una pizza y un vino para celebrar yo solita mi nuevo apartamento. Tome unas dos copas y al llegar a mi cama intente descansar para limpiar y acomodar un poco más mi nuevo departamento. Intente dormir, pero el vino reavivo el calor que genero franco en mis horas anteriores.

No podía evitarlo, bajé mi mano lentamente y empecé a acariciar suavemente mi entrepierna, el calor empezó a subir por todo mi cuerpo enfocándose en mi puchita. Imaginaba a aquel hombre, y me hacía preguntas, ¿cómo se vería con su pecho al aire?, ¿cómo besaría?, ¿se depilará ahí abajo? ¿Cuál será el tamaño de ahí abajo? Muchas dudas que solo me calentaban más y más. Empecé a acariciar suavemente mi clítoris, lo movía en círculos con dos dedos mientras con mi otra mano acariciaba uno de mis pechos. Poco a poco aumentaba la intensidad de mis movimientos, apretaba más fuerte mi pecho, movía mas rápido mis dedos en mis caricias. Acerque mis dedos a mis labios y los ensalive totalmente, a lo que proseguí a introducirlos en mi puchita. Sentía el calor que emanaba dentro mío, pocas veces me había sentido así, la humedad ahí abajo era impresionante, algo que pocas veces viví. Al sacar mis dedos observaba como estos estaban totalmente mojados producto de mi excitación. Intercalaba constantemente entre masajear mi clítoris, e introducir mis dedos, mientras la otra seguía jugueteando con mis pechos.

Cada vez era más difícil poder contener mis gemidos, intentaba ahogarlos, sin embargo, el recuerdo no lo dejaba fácil. Cada vez aumentaba más la velocidad de mis dedos, y sentía como lentamente mi cuerpo empezaba a desobedecerme, sentía que se acercaba aquella sensación que de explosión de placer. Me sentí en los cielos unos segundos, mientras sentía como explotaba en un orgasmo y no podía evitarlo, di un gemido, que si mi vecino estaba despierto estoy segura que lo habrá oído, ojalá lo haya oído. Al quitar mis dedos de mi entrepierna vi que estaban exageradamente húmedos, el morbo me invadió, nunca antes estuve tan caliente. No tarde mucho en dormirme y en tomar una decisión, me iba a follar a mi vecino.

(9,38)