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Mi primer trío bisexual (parte I)

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Sucedió hace unos 25 años, aún no llegábamos a los 40 años. Éramos un matrimonio singular por nuestro porte físico. Jugué básquetbol profesionalmente y ella practicó fisiculturismo. Ambos teníamos arriba del 1.90 m de estatura y una complexión física gruesa, fuerte y envidiable. Ella es un par de años mayor, fue mi jefa de trabajo, y lo nuestro comenzó durante aquellos días.

Viajábamos mucho, conocimos muchos lugares y culturas. Durante unas vacaciones, fuimos nos invitaron a conocer una playa para practicar nudismo. A ella le pareció fantástico, pues teníamos cuerpos hermosos y nos gustaba exhibirnos un poco. La idea me puso nervioso. En realidad, yo estaba claro que mi cuerpo no era del todo formidable. Había un detalle pequeño, mi miembro viril no corresponde a la envergadura del resto de mi cuerpo.

Por esas suertes de la vida, durante mi desarrollo hubo alguna afectación hormonal y la glándula de crecimiento. Mi cuerpo crecía mucho en estatura y corpulencia mientras que no me crecían vellos como a mis amigos de la misma edad. Mis miembros íntimos tampoco crecieron, quedaron pequeños. Mi pene flácido mide como 5 cm y erecto solo 11 cm. Mi mujer nunca hizo algún comentario negativo, siempre lo tomó como parte de nuestra relación íntima y usamos mucho juego previo y no necesariamente llegar a la penetración estrictamente.

Ella insistió para ir a dicha playa y acordamos ir, pero alejarnos lo más posible de las otras personas y bañarnos en el mar para que el agua cubriera mi pequeña parte. La verdad es que la pasé mal, no fue cómodo y solo estuvimos en la playa unas 3 horas. En nuestra relación, no sucedió nada, pero en ella sucedió algo después de la experiencia. Me confesó, que al ver otros hombres desnudos, había causado en ella cierta excitación. Lo encontré normal y se sorprendió al ver ni naturalidad en el tema, pues pensó que me enojaría. Entramos en detalles, y por algún tiempo, utilizábamos esos recuerdos para comenzar nuestros encuentros sexuales. Comenzó a fantasear con imaginar un hombre desnudo con su pene erecto y muy cerca de ella, y que yo solo notaba cómo le excitaba verlo. Debo comentar, que de vez en cuando practicábamos sexo anal y lo disfrutábamos mucho, pero para aquellos días, sucedió una fijación en el tema y ella comenzó también a disfrutar hacerme masajes prostáticos. Los disfrutábamos mucho.

Más o menos un año después de la visita a la playa, conocí a un joven jugador de básquetbol que ya rozaba los 2 metros de estatura, que llegó a jugar en el mismo equipo dónde yo aún jugaba y estaba por retirarme. Este joven tenía unos 22 años y jugaba como centro en el equipo. Yo no jugaba esa posición, pero lo sé hacer, y como era el más experimentado del equipo, él ponía mucha atención a mis movimientos. Durante los partidos, nos lográbamos entender muy bien, ganábamos muchos rebotes y el equipo se beneficiaba de nuestra conexión deportiva. Todos comenzaban a bromear que era mi aprendiz, y nos sentíamos cómodos con las bromas. Debo confesar, que mientras nos duchábamos, mi ojos se escapaban de vez en cuando a dar un vistazo mientras él estaba desnudo. Contrario a mí, él sí tenía un miembro de titán. Con algo de vergüenza, se lo comenté a mi mujer, y se convirtió parte de nuestras fantasías. Mi mujer imaginaba que él llegaba a la casa y le invitábamos a nuestra habitación, le desnudábamos y participaba pasivamente mientras nosotros teníamos relaciones sexuales. Llegué a confesarle a mi mujer, que si ella quería probar de verdad tener relaciones sexuales con otro hombre para probar un pene diferente y más grande que el mío, que estaba abierto a esa posibilidad. Ella abrió los ojos, lo negó unos segundos, pero después me dijo que sí, que sí quería hacerlo para probar al menos una vez.

Con el tiempo, noté más afinidad con mi joven compañero de equipo. Noté que nunca se negaba a mis invitaciones a salir con otros compañeros hasta que me atreví a preguntarle, si íbamos a un bar. Aceptó muy animado.

Hicimos plan con mi mujer. Ella llegaría al bar con ropa sugerente, cuando él y yo ya estuviéramos cómodos para hacerle la propuesta de hacer un trío.

Resumiré el tiempo en el bar. Antes que llegara mi mujer, con varios cócteles bebidos entramos a pláticas morbosas. Le conté que me había agradado verlo desnudo y mostré fotos de mi mujer. Sabía que era fácil que mi mujer llamara su atención, pues ella es realmente bella. Como escribí al principio, ella pasa el 1.90 m de altura, piel blanca, cabello negro y ondulado, labios rosados y carnosos, pechos talla 38, una mujer de gimnasio y fuerte (no fitness), piernas gruesas y musculosas y unas nalgas abultadas y duras. Sabía que con las fotos de ella que le mostré, su interés era grande.

Antes que llegara mi esposa, me dijo algo que me sacudió. Nunca imaginé una propuesta tan clara ni su contenido. Me dijo que yo sí le atraía físicamente, y que quería ir a la cama conmigo, y eso me gustó, pero me asustó cuando detalló que él quería tener el rol de penetrarme y que sí podíamos jugar completamente nuestros cuerpos. Dudé, acepté, pero le expliqué que mi idea era de un trío que incluyera a mi mujer, y él también aceptó.

A la hora que mi señora llegó, no sabía que nosotros dos ya habíamos arreglado el encuentro, así que no necesitó explicar ni proponer nada. Mi mujer también aceptó la propuesta de él, me tomó de la mano y me pidió que sí aceptara. Ella no sabía que yo ya había dado mi aceptación. Pagamos la cuenta y nos fuimos a casa...

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