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Mi primera vez en un club de intercambio

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Mis amigos me llaman Javichu y este es mi primer relato. ¡Espero que os guste!

Os puedo asegurar que es una historia real, en la que he cambiado el nombre de terceras personas. Me imagino que al leerlo estas personas recordarán esos momentos de pasión vividos y disfrutarán de la lectura.

Tras una primera visita a un club de intercambio con una chica que conocí a través de una página web y que me introdujo en el ambiente, decidí proponerle a una amiga ir juntos a un spa nudista muy conocido que hay en Madrid.

En verano nos habíamos bañado desnudos en alguna playa nudista (Maspalomas) y nos gustó la experiencia de disfrutar de nuestros cuerpos desnudos al sol. Esta situación nos provocaba un cierto morbo, pero el anonimato nos relajaba.

Pese a mis cincuenta tacos, me conservo bastante bien, practico deporte, soy alto, 80 kilos de peso. Mi amiga Cristina a la que conocí en el trabajo, es más joven que yo. Tiene 35 años y nos consideramos “follamigos”. Nos vemos de vez en cuando, viajamos juntos cuando podemos y nos gusta experimentar, conocer nuevos restaurantes, nuevas ciudades y nuevas formas de practicar el sexo.

Nunca nos habíamos planteado un intercambio, pero yo soñaba con ello y me ponía a 100, pero no sabía cómo planteárselo.

Un día quedamos a comer y le propuse cogernos la tarde libre y sorprenderla con un nuevo plan (ir juntos a un spa para relajarnos por la tarde). No le dije toda la verdad sobre el sitio, solamente que era un spa nudista con jacuzzi, sauna y podíamos tomarnos tranquilamente un café y pasar una tarde tranquila.

A Cristina, le extrañó la propuesta, pero contestó que podía ser divertido y así nos quitábamos encima el stress de toda la semana.

Al momento me puse cachondo pensando en lo que nos íbamos a encontrar. Pero a medida que nos acercábamos me preocupaba su reacción y me puse un poco nervioso.

Al llegar, ella se extrañó que no hubiese ningún cartel en la puerta, y que todo estuviese muy cerrado.

—¿Estás seguro que es aquí? —Me preguntó Cristina.

—Si, seguro —respondí.

Mi corazón latía a mil y me decidí a explicarla antes de entrar que este local además de spa, permitía interactuar entre las parejas.

Cristina puso unos ojos como platos y me dijo que ni de coña entraba en un sitio como este.

La abracé e intenté tranquilizarla, “no tienes que hacer nada, simplemente nos relajamos y observamos el ambiente”.

Ella seguía reticente, pero finalmente la convencí diciéndola que nos iríamos en cuanto ella me lo pidiera.

La tenía abrazada y sentía su corazón latir muy rápido. Finalmente llevándola abrazada, nos acercamos a la puerta.

Llamamos al timbre y nos abrió una chica que nos dio una llave para guardar la ropa, unas zapatillas desechables y nos preguntó si preferíamos toalla o albornoz. Nos decantamos por el albornoz.

Pasamos dentro, estábamos excitados y nerviosos, menos mal que no había nadie en el vestuario porque posiblemente Cristina hubiese salido corriendo.

Nos desnudamos con una risita nerviosa y nos fuimos directamente a la zona de bar tapados únicamente con los albornoces.

Yo ya tenía mi polla empalmada, además no me podía cerrar el albornoz. En el bar había otras parejas que charlaban animadamente y algún chico solo que deambulaba por el local en busca de alguna aventura.

Para rebajar la tensión, pregunté a la camarera que nos explicase un poco la organización del spa.

Nos explicó que la parte de arriba era únicamente para parejas y en la de abajo estaba la piscina/jacuzzi, la sauna, y unos cuartos donde podíamos buscar más intimidad solos o con otras parejas.

Cristina me apretaba la mano fuerte y se la notaba nerviosa, pero excitada.

Nos decimos por entrar en la parte de las parejas y nos quedamos de piedra en la puerta. Varias parejas follaban en una gran colchoneta tipo futón o tatami, la habitación tenía mucha luz y se oían pequeños gritos de placer. Empujé a Cristina hacia el centro de la sala. La invité a tumbarnos, me deshice de mi albornoz y utilizándolo como sábana improvisada me tumbé en el tatami.

La cogí de la mano atrayéndola hacia mí. Me besó profundamente mordiéndome el labio. A la vez que miraba hacia la pareja de al lado viendo como la chica le estaba haciendo una mamada de escándalo. Cuando se fue relajando empecé a besarla el cuello, los hombros y con las manos le acariciaba las tetas. Notaba sus pezones erectos y a cada caricia ella respondía con un respingo. Poco a poco mis manos se deslizaron entre sus piernas. Estaba totalmente mojada y empezó a jadear, a la vez que me cogió mi polla con una mano y la movía rítmicamente. Sus jadeos provocaron que la pareja de al lado se volviese y nos sonriese. Me entraron unas ganas locas de probar los flujos que salían de Cristina y de lamer ese clítoris que se había endurecido a respuesta de mis caricias.

A Cristina le temblaba todo el cuerpo y jadeaba ante el trabajo aplicado de mi lengua. Tenía los ojos cerrados y no se percató que la pareja de al lado se nos había acercado y el chico le estaba acariciando el brazo. Yo sin dudarlo empecé a acariciar la pierna de la otra chica y esta me respondió acariciándome la espalda mientras yo seguía chupando como un poseso. Mi mano fue pasando de la pierna al coñito de mi vecina y su pareja empezó a chupar los pezones de Cristina que seguía en trance, con los ojos entrecerrados gimiendo como una perra en celo.

Poco a poco los cuerpos de los cuatro se fueron entremezclando y mi nueva amiga con mi rabo en una mano me “pidió permiso” para llevárselo a la boca. Yo no cabía en mi gozo y la respondí afirmativamente con una sonrisa. Estaba comiendo el coño a Cristina mientras me chupaban mi polla con avidez. Estaba a punto de correrme, pero intentaba pensar en otra cosa. Mi cuerpo tenía espasmos y no podía aguantar más. Al levantar la cabeza para avisar a mi nueva amiga que me iba a correr, vi a Cristina agarrada a la polla de la otra pareja lamiéndolo el capullo con avidez. Ante esta visión empecé a eyacular, llenándole a mi nueva amiga de lefa por toda cara. Cristina al verme se echó a reír y me besó apasionadamente.

—¡Me ha encantado tu sorpresa! —Me dijo.

¡En otro relato os contaré como continuó la fiesta!

¡Si alguna os ha gustado mi relato y queréis probar la experiencia, escribirme y me encantará acompañaros o recomendaros algún sitio!

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