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Mi primera vez en una playa nudista

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Era un día soleado, de esos que no te puedes quedar en casa y me imaginé estando en una playa en el norte.

Preparé las cosas y me dirigí a la playa, estaba vacía, era un lunes cualquiera, así que no me extrañó ser el único que se podía permitir pasar la mañana en la playa.

Además, siempre había tenido ganas de ir a una playa nudista, pero me avergonzaba tener que desnudarme delante de la gente.

Me desnudé y me tumbé en la toalla, me esparcí crema por todo el cuerpo y disfruté del sol. Al poco rato sentí ruido de pisadas en la arena, abrí los ojos y vi a una chica pasar por mi lado.

Parecía que no era el único que ese día no trabajaba y podía permitirse el lujo de disfrutar de la playa.

Se paró a unos metros y dejó sus cosas, me dio mucha vergüenza que me viera desnudo, pero pensé que ya estaría acostumbrada si era habitual de las playas nudistas.

Así que me relajé y la observé. Llevaba un vestido largo, que con la brisa del mar no dejaba de moverse, el sol por detrás de ella hacía que se le transparentaban sus largas piernas.

Un pañuelo en la cabeza y unas gafas de sol impedían que pudiera ver bien su rostro. Pero eso duró muy poco, porque se quitó las gafas y el pañuelo dejándome ver sus preciosos ojos y su larga melena negra que ondeaba con el viento. Pasó sus dedos por los cabellos para desenredarlos, la imagen me pareció ir a cámara lenta, como en los anuncios de champú.

Después se quitó el vestido y descubrí que no llevaba nada debajo, sus pechos y su sexo quedaron expuestos a los rayos de sol.

Era algo más baja que yo, con curvas, con pechos firmes que apuntaban a las pocas nubes que había en el cielo.

Dejó el vestido junto a su bolsa y se sentó en la toalla, sacó una botella de crema solar y se esparció un poco en las manos.

De las manos se lo esparció por los pechos, veía como se movían con el roce de sus manos, untándolos de crema sin dejarse un centímetro de piel.

Después se puso por el vientre, por los hombros y los brazos. Volvió a coger la botella y se esparció un poco más en las manos. Ahora se untaba los muslos, recorriéndose las piernas desde los pies a las caderas. Por último, pasó sus manos entre sus muslos, abriéndolos para abarcar todos los rincones hasta llegar cerca de su sexo, el cual no podía ver desde mi perspectiva, pero podía imaginármelo abrasado por el calor y refrescado momentáneamente por la sensación de la crema.

Con un poco de crema en la cara terminó la acción y guardó la botella en la bolsa. Se tumbó boca arriba dejando sus pechos y su vello púbico enmarcados en mis retinas para la eternidad.

Mi excitación era tan evidente que tuve que darme la vuelta para que la chica no la notara. Seguí observándola disimuladamente.

A los pocos minutos se incorporó y fue hacia el agua, la seguí con la mirada observando el roce de sus muslos al caminar, sus pechos moviéndose a cada paso.

Cuando me dio la espalda vi sus glúteos, sus caderas contoneándose, quise poseerla en ese preciso instante. Llegó hasta el agua, mojándose los pies hasta los tobillos entonces se inclinaron para mojarse las manos, al inclinarse me mostró aún más su culo, cogía un poco de agua con las manos y se lo echaba por sus pechos.

El agua resbalaba por su cuerpo refrescándola, por su vientre y por su sexo, hasta terminar en el agua recurriendo sus largas piernas.

Una vez que su cuerpo disminuía de calor se incorporó despacio en el agua. Paso a paso veía como su cuerpo desaparecía en el agua.

Nadaba como una sirena, moviendo sus piernas para no hundirse, se sumergía mojando sus cabellos, los cuales quedaban pegados a su cuerpo cuando volvía a subir.

Nadaba de espaldas dejando salir sus pechos a la superficie, sus pezones erizados por el frescor del agua sobresalían endurecidos.

Así durante unos minutos apasionantes.

Después salió del agua, el pelo mojado brillaba con los rayos del sol, caían gotas de todo su cuerpo, deseé ser agua y meterme entre su piel.

Aquel lunes disfruté de mi día de fiesta, de la playa, del sol, y de una visión que, aunque ha pasado mucho tiempo sigo guardando en mi memoria.

Así que ya sabéis, si tenéis un día soleado y podéis imaginaros ir a una playa nudista no os lo penséis, quizás tengáis tanta suerte como yo.

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