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Mi querida alumna Dulce

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A lo largo de mi vida laboral he tenido una gran diversidad de empleos, y uno de ellos fue de maestro en una preparatoria privada.

Fueron tres años los que estuve en esa institución y la verdad me hubiera gustado estar más tiempo, ahí es un agasajo para la vista al tener acceso a las jóvenes más hermosas y bien formadas de la comunidad, verdaderos monumentos vivientes, y lo mejor de todo de mentes muy abiertas, sin todas las inhibiciones ni tabúes que cargamos los mayores, ellas viven su libertad, y lo transforman en libertinaje, que a fin de cuentas me beneficio y me trajo muchas buenas tardes y noches, acompañado por alguna jovencita que no quería reprobar mí materia, y que estaban dispuestas a dar lo que fuera por sacar adelante su certificado.

Una de ellas fue Dulce, una joven que aunque no era la más bella, si llamaba mucho la atención, y es que era una curvi en todo su esplendor, para nada la típica niña delgada y súper cuidada que no sube un gramo, al contrario Dulce era rellenita, con un trasero espectacular y unas tetas impresionantes, su cintura aunque no era la de una avispa marcaba ese lindo trasero y sus piernas tan bien torneadas, su cara no era la más bonita, pero sabía sacarle provecho con el maquillaje y su peinado, y esos ojos color miel que me hipnotizaban cada que me veían.

Navegaba con bandera de inocente, pero cuando la descubrí en la cama era una verdadera zorra, una perra en celo, hicimos hasta lo inimaginable.

Todo empezó cuando por faltar a clases y no presentar tareas, se fue a examen extraordinario, pero tampoco presentó el trabajo que debería, aunque lo pagó y se presentó en la fecha de aplicación del examen, como era de esperar no quería reprobar la materia y como ya sabía que yo era buena onda, me pidió apoyo.

DL: ándele profe échele la mano diga que si le traje el proyecto y páseme una buena calificación, yo lo sabré recompensar, siii?

Yo: y de qué manera me recompensarías? Que gano yo? qué tal que paso tu calificación y ya no me das nada?

DL: como cree profe, yo soy materia dispuesta, si quiere nos vamos juntos y pues ya le doy su recompensa, donde usted me diga, en su departamento, en mi casa, o en un hotel, usted disponga.

Se me acercó tanto que pude sentir sus pechos duros y sus pezones erectos en mi pecho, la tome por los hombros y la aleje un poco, por precaución, para que no fuera a vernos alguno de los otros maestros o alumnos.

Yo: ok estas segura que puedes irte conmigo en este momento? Yo ya salí, ya termine mis exámenes y tengo libre la tarde, vamos a mi departamento y vemos que se puede hacer que te parece?

Obviamente ella aceptó y le puse su calificación y salimos, cada quien por su lado para no levantar sospechas y nos vimos en una plaza que está a unas calles delante escuela.

Cuando subió al carro procuró subir su falda lo más posible, para llamar mi atención, y vaya que lo logró, no podía dejar de ver esas hermosas piernas, y ella me tomó la mano y la puso ahí, en su entrepierna, yo arranque el carro y en el camino no deje de acariciar sus piernas, y disfrutar su rica conchita, que estaba súper húmeda por la fricción de mis dedos en su interior, ella jadeaba y se retorcía del placer que le provocaba, yo me apresure a llegar a mi departamento para poder disfrutar de ese cuerpecito mágico que tanto deseaba, ella me tomaba y me frotaba mi verga que ya pedía a gritos salir para poder ensartar esa colita y esa panochita tan rica, tan joven, tan bien depilada.

Cuando llegamos al estacionamiento de mi edificio, ya no me pude contener y al estacionarme me abalancé sobre ella la besé y acaricié sus tetas sin ningún reparo, no me importaba si alguien nos veía, quería disfrutar de ese manjar llamado Dulce.

Le arranqué la tanga e introduje mis dedos lo más profundo posible mientras nos besábamos, la verdad no sé cómo lo hice, pero de un solo movimiento recline su aliento y el mío, la atraje hacia mí y la ensarte con mi verga que ya estaba a punto de explotar pero aun así la hice mía en el coche hasta que se corrió y yo explote en un torrente de semen que inundó su vagina, ella disfrutaba y gemía mientras se dejaba caer sobre mi cansada y satisfecha, yo la acariciaba.

Era imposible dejar de disfrutar ese lindo trasero, apretaba sus nalgas y chupaba sus tetas, y no quería que acabara ese momento, quería hacerla mía hasta que quedara agotada, exhausta, hasta que me dijera que ya no podía más, y así lo hice, nos arreglamos la ropa y subimos a mi departamento, y ahí la volví a hacer mía, una y otra vez.

Ella era una joven de 18 años, yo un adulto de 35, pero los complementamos tan bien que disfrutamos cada minuto, cada momento, hasta que llegó la hora de ir a dejarla cerca de su casa, para que sus papás no se dieran cuenta que estuvo conmigo, pero aunque ella se graduó ese año, no fue la última vez que estuvimos juntos, hubo más y mucho más, ese culito no se podía salvar por supuesto y se lo reventó, pero esa es otra historia.

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