Nuevos relatos publicados: 8

Ángel y demonio (siguiente día)

  • 7
  • 7.347
  • 9,50 (2 Val.)
  • 0

Martha estaba completamente segura haber tenido sexo con su vecino, no encontraba como abordar el asunto, había quedado complacida y con ganas de más, pero no encontraba como abordar el tema con el vecino de abajo, con quien al parecer no se animaba a tocar ese tema.

Se fue a su trabajo pensando cómo hacer para tener de nuevo un encuentro sexual con aquel hombre que apenas y se había atrevido a hablarle en tantos años de vivir en el mismo edificio.

Al volver por la noche, de nuevo el ascensor no funcionaba, subió pesadamente las escaleras de nuevo, al llegar al segundo piso encontró de nuevo a su vecino Jorge, quien realizaba mantenimiento a su cámara fotográfica, -buenas noches vecino- comenzó marta, -buenas noches vecina- respondió el sin alzar la vista. Esa muestra de timidez encendió a Martha, quien se sintió dominante de ese hombre, pensó: -quieres fingir, pues vamos a fingir-, ¿qué tal tu día vecino, como has estado?, a lo que el respondió: muy bien vecina, aunque algo preocupado, se dice que han aumentado los robos en esta zona.

-que horrible, respondió Martha, no sabía de esto, espero no ser víctima de estos ladrones.

-espero no haberla inquietado mucho vecina, ojala no pierda el sueño.

-no se preocupe vecino, yo duermo plácidamente, tomo medicamentos para dormir y jamás me doy cuenta de lo que pasa alrededor (mintió)

-entonces no debe preocuparse de nada vecina. No escuchara si alguien entra a su apartamento.

-es lo que me preocupa vecino, si alguien entrara yo no escucharía nada, que miedo.

-pues yo estaré atento vecina, si llego a escuchar algo extraño me asomare por su apartamento para vigilar que no haya nada raro.

-de verdad haría eso por mi vecino, respondió Martha mientras hurgaba en su bolso, mira: aquí tengo una copia de la llave del apartamento, tenla contigo por si llegas a escuchar algo.

-pero vecina, como voy a entrar a su apartamento, que pena.

-pues si no entras como revisaras que no pase nada, por favor no me pierdas de vista, le guiño un ojo y siguió su camino meneando las caderas más de lo normal, mientras pensaba; has caído vecino.

Antes de dar vuelta por la escalera, volteo atrás y le recalco, acuérdate vecino: yo duermo como tronco, no despierto con nada.

Llego a su apartamento a tomar la ducha de todas las noches, la disfruto más que otros días, se sentía excitada, sabía que el vecino llegaría en la madrugada a tratar de tener sexo con ella, tomo su cena, y se acostó a dormir con una tanguita roja que solo tapaba levemente su vagina y su culito, ya que por los lados era solamente unas delgadas tiras de tela, arriba su acostumbrado top transparente.

Bueno, pensaba, ojala que el vecino no vaya a venir muy tarde, si no en verdad voy a estar dormida, apago todas las luces, por si estaba espiando para que se animara más pronto.

Martha pensaba: ¿se animara a venir?, ya me estoy durmiendo, ha pasado una hora desde que apague todo, creo que mejor me acomodo para dormir.

En eso escucho que la puerta de su apartamento se abría, ¡es el! – pensó – se acomodó en su cama de lado, con las nalgas hacia la orilla de la cama, se destapo de las sabanas que la cubrían, para dar todas las facilidades al intruso de la noche y fingió estar dormida.

En unos segundos escucho se abría la puerta de su recamara, seguido de la voz del vecino susurrar: ¿estas despierta vecina?, sin obtener respuesta.

De nuevo repitió la pregunta pero con un tono de voz más alto: ¿vecina estas despierta?, al no obtener respuesta se sintió más seguro, se acercó a la cama de Martha, hasta estar junto a ella, su mano se extendió para acariciar una de sus piernas, con sus dedos recorría toda la longitud de su firme muslo, su rodilla, su pantorrilla hasta su tobillo y su pie.

Martha sentía un cosquilleo combinado con excitación, pero hizo lo que pudo para no dar una respuesta a esa caricia.

El vecino empezó a tomar más confianza, Martha escucho que algo hacia su vecino pero no podía ver, solo pensaba: ¿que está haciendo?

Pronto encontró su respuesta: Jorge se sacó el pene del pantalón y lo coloco sobre la pierna de Martha, ella de inmediato lo sintió, ya que aunque estaba a medio parar, sentía el calor que emanaba ese pedazo de carne que ya había conocido, mientras tanto el vecino recorría de nuevo la pierna de Martha pero ahora con el tronco de su pene, empezando ahora desde el pie, subiendo poco a poco.

Mientras el vecino subía con su pene por la pierna de Martha, ella sentía como aumentaba de tamaño y de dureza, cada centímetro de pierna que recorría, lo sentía más caliente y más pesado, mientas con los ojos cerrados pensaba: ya siento que me estoy mojando.

El pene del vecino llego hasta las nalgas de Martha, el trato de meterlo por debajo de la tela de sus bragas, su cabeza recorría todo lo largo de la rajita húmeda de Martha, ella podía sentir como esa glande brillosa hacia lo posible por meterse dentro de su vagina sin poder lograrlo.

Martha trato de ayudar moviéndose un poco para abrir más las piernas, pero esto asusto al vecino que se retiró de inmediato, Martha se dio cuenta y de inmediato fingió estar roncando, entreabriendo la boca, ahora acomodada hacia arriba y con las piernas abiertas, el vecino al escuchar los “ronquidos” retomo la ofensiva, ahora se subió a la cama por el lado contrario a donde se colocó Martha, se acercó a ella hincado y le coloco el pene en la boca, la cabeza de la glande se ajustó a la boca entreabierta de Martha y de inmediato comenzó a empujarlo dentro de la boca de ella.

Martha comenzó a moldear su boca para que ese miembro ya duro en su máximo esplendor pudiera caber dentro de su boca, ya con la boca completamente abierta empezó a sentir el recorrer del tronco venudo dentro de ella, como entraba hasta el fondo y volvía a salir, mientras sentía un gran incendio en su vagina, ya totalmente mojada, no aguanto más y se atrevió a abrir los ojos para poder ver a su atacante, vio de inmediato la cara de su vecino, con los ojos cerrados y volteando hacia arriba, emitiendo gemidos de placer.

De inmediato Martha aprovecho para bajar una mano hacia sus bragas, las hizo hacia un lado y comenzó a masajearse el clítoris, de manera inmediata este le correspondió poniéndose duro, recibiendo con gusto las caricias de su dedo, Martha ya estaba entregada de nuevo, solo pensaba en recibir un buen orgasmo, en eso, el movió la cabeza hacia abajo y Martha volvió a cerrar los ojos, no supo si el la vio, esperaba que no.

El al abrir sus ojos miro hacia la entrepierna de Martha, al ver que se estaba tocando, dejo de preocuparse en despertarla, sabía perfectamente que ella estaba consiente, así que ya se dispuso a actuar descaradamente, se acomodó entre las piernas de ella, se las abrió lo más que pudo, le hizo las bragas hacia un lado y le acomodo la cabeza del pene en la entrada de la vagina, unas gotas salieron de dentro de la inundada vulva de Martha. Jorge hundió su miembro hasta el fondo de la humanidad de Martha, ella emitió un gemido de placer ya totalmente desinhibido, llevo sus manos hacia la espalda de su vecino y doblo las piernas para dejarlo que maniobrara a placer.

El vecino embistió con fuerza dentro de la vagina de Martha, con la humedad el miembro duro entraba con gran facilidad dentro de la vagina de ella, cada embate se acompañaba de gemidos de ambos, en cada embate se escuchaba el choque de los cuerpos, los gemidos y la humedad.

El vecino tomo los senos de Martha con sus manos y comenzó a morderlos, Martha recibía con gusto los mordiscos y los embates de él.

Finalmente Martha sintió que inevitablemente llegaría el orgasmo, su cuerpo se puso rígido y de su garganta se ahogó un grito de placer, hundió sus uñas en la espalda del vecino en tanto que él se preparó para explotar dentro de ella, puso los brazos tensos al lado de ella, hundió finalmente su miembro hasta el fondo, lo mantuvo dentro y comenzó a descargar el esperma hirviendo que tenía depositado en sus testículos.

Cayeron desfallecidos los dos, hasta quedar dormidos, por la mañana se despertó Martha, viendo su cama revuelta, con las señas de la batalla, ya no cabía duda, había sido poseída por su vecino, solo faltaba saber cuántas veces más…

(9,50)