Febrero del dos mil trece fue muy estresante, el jefe de logística de la fábrica falleció de repente y tras el consabido periodo de luto, la empresa publicó las especificaciones para ocupar la plaza y a pesar de que llevaba poco más de un mes como encargado me presenté, el puesto me elevaba al nivel de mi jefe en expedición, eso suponía un salario muy elevado aparte de un plan de pensiones muy completo y un seguro médico que prácticamente lo cubría todo, incluso seguro dental. Soy diplomado en empresariales, había hecho un máster en logística y gestión de la cadena de suministros en la universidad y había obtenido el título de Técnico Superior en Transporte y Logística de la Junta de Andalucía, además tengo el B2 en inglés, estaba de sobra capacitado. Tuve que realizar varios viajes a Madrid a la sede central de la compañía donde me hicieron varias entrevistas, pase un mes muy duro pero al final, cuando me comunicaron que el puesto era mío todo mereció la pena, pasaba a la “planta noble” de la fábrica, aunque lo de noble es un decir nunca he visto tantas puñaladas traseras, un edificio de oficinas rodeado de jardines donde ocupé un enorme despacho, pasaba a depender directamente del director comercial y tenía a mis órdenes al jefe de tráfico.
Santiago me invitó a acompañarle a un duatlón ese fin de semana y como mi mujer tenía guardia acepté, así me despejaría un poco antes de hacerme cargo de mi nuevo puesto, me esperaba una tarea complicada hasta que me pusiera al día.
Quedamos en su casa muy temprano, como era en un pueblo cercano de la provincia de Huelva iba el mismo día, en la puerta había aparcada una Mercedes sprinter negra de cuatro puertas, era una preciosidad con los cristales oscurecidos y las llantas de aleación.
– Holaaa – Santiago estaba dentro de la furgoneta.
– Hola.
– Te lo montas bien ¿es tuya?
– Sí, era una ambulancia, la compré en una subasta de una empresa que dio en quiebra.
Estaba muy bien acondicionada, era de techo alto así que cabíamos de pie, tenía un soporte para llevar hasta tres bicicletas, en ese momento estaba sujetando la de montaña ya que el duatlón era de cros, tiene otras dos, una de ruta con adaptaciones al triatlón y otra específica para triatlón, las tres son Orbea, por lo visto un dineral en bicicletas. En la furgoneta llevaba repuestos y herramientas para solucionar cualquier imprevisto que le surgiera aparte del equipo personal, incluso me comentó que algunas veces había dormido en ella poniendo un colchón hinchable.
La competición fue bien, Santiago estaba contento, había quedado cuarto en su categoría pero el nivel según me contó era muy alto, almorzamos en el pueblo y volvimos para casa.
La furgoneta tiene tres asientos delante, a la ida yo me había sentado en el mas próximo a la puerta pero a la vuelta me senté junto a Santiago, se había cambiado para almorzar pero no se había duchado, se había secado con toallas y se había colocado un chándal, yo lo había presenciado, su piel negra brillando húmeda me había excitado mucho y ahora iba sentado a mi lado oliendo a sudor y eso me ponía muy cachondo, además, no cataba una polla desde enero, cuando estuve con Juana y Chema.
Me incliné hacia él y metí mi mano por el chándal, agarré su polla y la saqué.
– ¿Qué haces?
– Shhh, calla y conduce.
– ¿Cómo voy a conducir…?
Aquello comenzó a responder a mis caricias, empezó a crecer y a adquirir dureza.
– Joder, ¿no puedes esperar?
– No, estoy caliente como una perra.
– Nos vamos a matar.
– Pues para
– ¿Y dónde paro? Vamos por la autovía.
– Ahí delante hay un área de servicio.
Yo seguía manoseado aquella polla que estaba ya en todo su esplendor, notaba la excitación de Santiago y los esfuerzos que hacía por concentrarse.
– ¡Joder!
Entró en el área de servicio, rebasó la gasolinera y estacionó cerca de la salida, nos bajamos y entramos en la caja de la furgoneta, en cuanto cerró la puerta me quité las zapatillas, el pantalón y el slip quedando desnudo de cintura para abajo, el se despojó también de la parte inferior del chándal, su polla saltó hacia adelante.
– Vamos, fóllame.
Le di la espalda, apoyé las manos en la pared de la furgoneta y me incliné ofreciéndole mi culo, él se escupió en la mano y aplicó la saliva al ojete, lo acarició con un dedo y lo introdujo con facilidad.
– Déjate de dedos, quiero tu polla.
Volvió a aplicarme saliva, me agarró por las caderas, colocó el glande en mi esfínter y tiró de mía la vez que apretaba, mi culo se fue abriendo para dar paso a su pene, las piernas me temblaron al superar la resistencia de mi agujero.
– Ooohhh, diosss.
– Siii, métela toda, toda a aahh.
– Uffff, que culo.
– Dame, dámela.
Muy despacio, como siempre hacía Santiago las cosas, fue metiéndome la polla hasta que noté su pubis pegado a mi culo.
– Siii, así ooohhh, siii.
– Ay amor, que culo tienes.
Me levantó el jersey y la camiseta que tenía puestas hasta pasármelos por encima de la cabeza dejando mi espalda al descubierto, se pegó a mi y comenzó a besármela, me daba bocados y me la recorría con su lengua.
– Muévete, dame fuerte, rómpeme el culo.
Comenzó a meter y sacar su polla, lentamente al principio para ir incrementando el ritmo, sus manos se aferraban a mis caderas, resoplaba y gruñía mientras mi esfínter se abría y oleadas de placer recorrían mi cuerpo haciendo que mis piernas temblasen.
– Plaf plaf plaf.
– Ay, ay amor, ay que polla.
– Plafplafplaf.
– Ay, ay que rico ay mi culo ay
– Shhh, que nos van a oír.
– Me importa una puta mierda a aahh, que me oigan, ay mi culo, ayyy
– Plafplafplaf.
– Ay que rico, ayyy.
– Me corro Einar, me corro, ooohhh.
Metió su polla hasta los huevos, cuando noté su rigidez apreté el esfínter para notar las contracciones al correrse, comenzó a besar mi nuca y mi espalda, pasó su mano adelante agarró mi pene y comenzó a pajearme.
– Ay amor, ay sí, si.
No tardé mucho, mis piernas temblaron cuando comencé a soltar mi leche cayendo sobre el suelo de la furgoneta.
– Ooohhh.
Quedamos así, unidos, hasta que su polla comenzó a menguar y se salió de mi culo, un chorro de semen cayó por mis muslos.
– Vamos a tu casa, no creas que has terminado, esto sólo me ha puesto más cachondo.
Cuando salimos de la furgoneta había varios coches estacionados cerca, la gente nos miraba, el jaleo y el vaivén debían de haber llamado su atención, nos montamos y nos fuimos de allí rápidamente.
Camino a su casa sentía como mi pantalón se iba mojando con la lefa que salía de mi culo, también notaba ese escozor que te queda en el esfínter cuando te lo abren y te sientas, me encanta esa sensación, apenas hablamos, ambos queríamos llegar lo antes posible.
Estacionó la furgoneta y ni siquiera la descargamos, Malabo, su Golden Retriever nos recibió en el jardín, nos detuvimos el tiempo justo y entramos en casa, en cuanto la puerta se cerró, nos besamos con pasión, nuestras lenguas se encontraron.
– Ven – Santiago me agarró de la mano y me hizo seguirle.
– ¿Dónde vamos?
– Calla.
Subimos y entramos a su dormitorio, llegamos hasta el baño, tenía una cabina de ducha enorme, abrió el agua, la reguló, se desnudó y entró, me indicó que le siguiera, el agua caía desde arriba como la lluvia, me empujó contra la pared haciendo que apoyará mi espalda, me besó, mordió mis labios y yo hice lo mismo con los suyos, bajó por mi cuello con su lengua hasta llegar a mis pezones, los lamió mordió y chupó, continuó bajando, jugueteó en mi ombligo con su lengua y llegó a mi polla.
– Ooohhh Santiago.
La cogió y deslizó la piel hasta dejar al descubierto el glande, lo lamió y se lo metió a la boca, agarró mis huevos y comenzó a hacerme una felación, empecé a mover las caderas follándome su boca.
– Sí, siiii.
Chupaba mi polla con ganas, se la tragaba entera hasta que sus labios tocaban mi pubis.
– Ven
Le tomé por los brazos y le hice alzarse, volvimos a besarnos, poco a poco le fui girando hasta que me dio la espalda, tomé la esponja y el gel de baño y comencé a enjabonarlo, el contraste de la espuma blanca con su piel negra me excitaba mucho, le di entre sus piernas hasta llegar al año, solté la esponja y continué con la mano, ayudado por la espuma le introduje un dedo dilatando su esfínter.
– Oh dios mío.
– Sí, corazón. – soy muy vulgar cuando follo peo con Santiago no me sale.
– Quiero que me folles ya.
Continué dilatándolo, volvió la cara y nuestras bocas se volvieron a encontrar, nuestras lenguas jugaron, colocó las manos en la pared de azulejos, inclinó la espalda y me ofreció el culo, le tomé por las caderas, mi polla apuntaba a su esfínter, muy despacio apreté hasta que supere la resistencia y mi glande entró.
– Oohh Einar…
– ¿Te duele? – besé su espalda.
– Sigue, por favor.
Continué metiendo mi pene en su culo muy despacio hasta que mi pubis tocó sus nalgas, esperé a que se adaptará al tamaño de mi miembro.
– Oohh amor.
– Santiago…
– Fóllame, hazme tuyo.
Comencé a moverme lentamente al principio metiendo y sacando mi polla para ir aumentando el ritmo.
– Sí, oh sí mi amor sí.
– Ah, ah, ah. – a cada embestida mía se me escapaba un suspiro.
– Sí, siiii.
– Plaf plaf plaf.
– Ay que rico, ay, ayyy.
Continué enchulándolo, el agua nos caía por encima, Santiago suspiraba, incrementé la velocidad.
– Sí, si siii.
– Plafplafplaf.
– Ay que me corro, me corro Einar, me corrooo.
Noté las contracciones de su esfínter cuando se corría.
– Plafplafplaf – continuaba moviéndome.
– Ay mis piernas, ay Einar, mis piernas, no me sostienen, ay como me tienes.
– Uffff, me corro Santiago, me corro.
– Sí, lléname de leche, si, siii.
Agarraba sus caderas con fuerza, clavé mi polla hasta lo más hondo y vacié mis huevos en sus entrañas, largué tres o cuatro trallazos de leche en su culo,
– Oh dios Einar…
Mi polla salió, se dio la vuelta y nos abrazamos besándonos con pasión.
– ¿Santiago, entiendes que estoy casado y que lo último que quiero es una relación?
– Sí Einar, lo sé…
Volvimos a besarnos, nuestras lenguas volvieron a encontrarse mientras el agua nos caía por encima.