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Nuestra obra maestra (Primera parte)

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Una vida nueva. (Erothic)

Prácticamente madrugaba alistándome rumbo al aeropuerto. Estaba muy ansiosa, feliz de embarcarme en esta nueva travesía en mi vida. Finalmente había conseguido aquel aclamado papel de teatro por el que había luchado toda mi vida, en una de las firmas más prestigiosas de teatro.

Una vida nueva me esperaba; sol, arena y mar. Recorriendo la costa en mi servicio de taxi rumbo a mi nueva residencia, entre las lujosas calles bordeadas por largas palmeras, llena de alegría e ilusiones.

Al llegar al elegante complejo, mi agente de bienes raíces me esperaba con las llaves de mi nuevo hogar encaminándome amablemente hasta la puerta. Nos despedimos, le agradecí con un fuerte abrazo como si fuésemos grandes amigos pese a habernos visto solo un par de veces.

Al fin en casa

Entré a mi nueva vivienda, ubicada en uno de los lugares más celebres y acaudalados barrios del lugar. Aún había mucho por hacer; esperar mis cosas personales que llegarían en un par de días, la mudanza, instalarme, comprar algunos muebles, algo de ropa y por supuesto, un nuevo auto.

Alegre, recorrí cada habitación de mi nueva casa de arriba a abajo, como si no lo hubiese hecho semanas antes. Estaba encantada, me gustaba todo, la sala, el comedor, el cuarto de baño, los dormitorios, la estancia principal acompañada del cuarto de entretenimiento y sobre todo, la piscina. Sí, aquel traspatio elegante con pequeña vegetación y sillas para tomar el sol frente con una maravillosa vista.

Fascinada me recargué sobre el barandal de vidrio templado admirando el paisaje paradisiaco. Hermosas casas, amplias calles, grandes edificios y a lo lejos el sonido del mar que se hacía presente aún a la distancia acompañado de una tenue y refrescante brisa. Aunque no podía verlo, ahí estaba, lo sentía.

Actriz de primera

Lo confieso, me encanta ser el centro de atención, me gusta que me seduzcan con la mirada, hombres y mujeres por igual. No hay nada que disfrute más que la admiración, la atención y el deseo sobre mí. Ya sea arriba de un escenario o caminado por las calles adoquinadas al ir de compras por la ciudad.

Vestidos cortos, faldas y pantaloncillos diminutos para lucir mis largas y torneadas piernas. Tops, trajes de baño, y delgadas blusas para presumir mi abdomen plano y mis firmes senos sin nada debajo, nunca me ha gustado usar sujetador.

Hermosa, glamurosa y toda una diosa, mi trabajo me lo exige, debo cuidarme, ejercitar mi delgado cuerpo, consentir mi piel tersa blanca, proteger mi sedoso cabello largo ondulado, debo ser perfecta y estarlo en todo momento.

Me gusta, me hace sentir femenina, poderosa, consentida. Me enamoran todas esas miradas sobre mi cuerpo, acosándome a cada paso, al pasearme en la playa vestida en hermosos trajes de baño.

Él

Lo vi por primera vez, llegaba por la noche después de un día muy largo de casting y ensayos; estaba muy cansada, apenas entraba a mi habitación en la planta alta, puse un poco de música y me senté al borde de mi cama y me saqué las molestas medias de seda relajando al fin mis prisioneras piernas.

Me relajé y me consentí un poco con un reconfortante masaje. Estaba a punto de desvestirme cuando me percaté que tenía las cortinas completamente abiertas. Entonces me levanté caminando descalza hacia la ventana. Ahí me dejé enamorar un momento del paisaje nocturno. Las luces destellantes de la calle, los faros de los autos transitando a lo lejos, y los edificios contiguos en el vecindario.

Estaba sola, sola en la privacidad de mi nueva residencia. La calle estaba oculta por la perspectiva de la colina donde me ubicaba. Las casas vecinas estaban perfectamente cubiertas por las altas murallas de concreto y vegetación que no dejaban ver en absoluto, y el resto estaban demasiado lejos para preocuparse por miradas espías. Todas a excepción de un edificio justo al frente a un par de calles, donde se podían mirar algunas oficinas aún en actividad, y a sus empleados merodeando con desaire ansiando terminar su turno.

A la distancia, aquel edificio de seis plantas se asomaba sobre las lujosas casas escondiendo sus primeros cuatro niveles bajo el horizonte urbano. Fue justamente el último piso, donde seguramente se encontraba las oficinas de la directiva, donde lo encontré. Estaba asomado por la ventana, aún a la distancia se le podía observar; moreno, alto y de buen porte. Un bello rostro de barba elegantemente recortada.

Vestía de traje azul profundo, o podría ser negro, no se percibía muy bien bajo la noche. Me gustó mucho el momento, se prestaba para montar otra obra. El escenario estaba puesto, y era hermoso, y el público esperaba.

Comenzaría mi obra privada. Emprendí por desabotonarme la blusa blanca. Lentamente separaba botón a botón los telares de la parte de enfrente mostrando cada vez más la piel de mis pechos hasta abrirla por completo y quitármela, dejando mi torso desnudo al aire libre.

Mis blancos senos naturales se balanceaban delicadamente, firmes y duros por el frío de la noche, que levantaba mis pezones cafés, altos y duros a la intemperie. Enseguida lo volteé a ver, disimulaba, pero bien sabía que si yo lo podía ver, él también podría hacerlo. Me veía, lo sé.

Día de locos (Julio G.)

Hoy había sido un día infernal en el trabajo. Se me juntó todo. El nuevo proyecto del rascacielos con todas las exigencias y cambios que de golpe nos pidió el cliente. Y para rematar la mala suerte los imprevistos que salieron hoy en la reforma del edificio donde tenemos nuestras oficinas.

Cuando estudias en la universidad no te advierten de lo duro que es la profesión de arquitecto. Sí que es verdad que ahora estoy bien posicionado, con interesantes proyectos y buenos clientes. Que mi esfuerzo me ha costado. Pero lidiar a veces con según que clientes, agota la paciencia de uno. Y luego las obras. Hay que vivirlas para saber lo que se sufre, para poder lograr que cada proyecto se transforme en ese edificio que hemos diseñado en el despacho con tanto cariño.

Por hoy ya es suficiente, me digo mirando el reloj sabiendo que ya llegaba tarde para mi clase de yoga, que si bien, siempre me ayuda a superar momentos de estrés como éste, relajándome y manteniendo mi cuerpo en forma, creo que mejor iré pasado mañana.

Convencido, me acerco a la ventana. La abro para coger el aire fresco de la noche a la vez que me aflojo la corbata. Aspiro y me lleno los pulmones de la brisa del mar. Es una delicia. Fue un acierto instalar el despacho aquí. El sol, la brisa marina de la magnífica playa que tenemos tan cerca, hace de este lugar un sitio privilegiado.

Ella

Con todos esos pensamientos mirando el entorno, me quedo observando la luz de una ventana de la casa que acababan de ocupar hace poco. Me llamó la atención la silueta de aquella mujer. Pude verla sentada en su cama.

Tenía una posición privilegiada desde mi oficina sobre toda su vivienda. Hasta podía ver todo el ámbito del jardín y la piscina. Me llamó la atención como se deshizo de sus tacones liberándose enseguida de sus medias. Fue algo natural y cotidiano para ella, pero para mí fue seductor el hecho de contemplarla, así, sin que me viera.

Poco a poco se fue deslizando sus medias dejándome apreciar su blanca piel. Pude apreciar como aparecían ante mí aquellos muslos que se fueron convirtiendo en unas largas y delgadas piernas. Y después, cuando se hizo aquel masaje sobre ellas, imaginándome las traería tan cansadas del largo día, consiguió mi total atención.

No sé cómo lo hizo, pero me entraron ganas de tener mis manos sobre aquellas piernas, subiendo por sus muslos. Cuando se acercó lentamente a su ventana, la abrió y se quedó contemplando las vistas e intuyo que también observó mi edificio, incluso diría que a mí también. Pero lo que nunca habría imaginado es que sería espectador privilegiado de lo que a continuación contemplaría.

Lentamente se fue desabrochando los botones de su blusa enfrente de la ventana. Era como una gran pantalla, como un escenario para mi solo. La contemplaba perfectamente ya que debía tener una lámpara en un lateral de la ventana que la bañaba con la justa luz para no dejar nada a la imaginación.

Al momento pude apreciar esos deliciosos pechos coronados por unos ricos pezones color café. No sabría decir si estaban erectos por el frescor de la noche o por la posible excitación que sintiera al exhibirse.

Pensaba en eso, cuando me di cuenta de que se giró y nuestras miradas se cruzaron. Sí, ahora sabía que lo estaba haciendo a propósito. Se exhibía. Miré alrededor y no vi a nadie más que pudiera verla en ese momento. ¿Realmente lo hacía para mi? ¿Estaba regalándome una actuación privada para mí?

Lo que si era verdad es que ella estaba consiguiendo que fuera mi centro de atención. Contemplaba su hermoso cuerpo y en ese momento sentí como respondía mi pene pulsando dentro de mi pantalón. Sí, me estaba excitando la nueva vecina. Me hacía desearla. Mi cuerpo reaccionaba sintiendo un delicioso calor interno.

Pero no acabó ahí el espectáculo. Siguió con su juego de seducción y protagonismo. Corrió la cremallera de su falda y ésta, cayó al suelo. Pude ver su estilizada figura meciéndose agarrada al borde de la ventana. Imaginaba que podría tener música puesta y seguía su dulce ritmo.

Se dio la vuelta ofreciéndome el espectáculo de su culito enmarcado por un fino tanga negro. Pero es que lo alucinante fue como en ese preciso instante empezó a bajárselo poco a poco mostrándome todo el esplendor de aquellas nalgas tan redondas.

Sabía cómo captar mi atención. Me tenía cautivado. Paró un segundo dejando el tanga justo en la base de su culo poniéndolo en pompa y moviéndolo haciendo círculos. La verdad es que me estaba poniendo a mil.

¡Dios! que regalo me estaba obsequiando mi nueva vecina.

Fin del primer acto (Erothic)

Estaba fascinada, ahora lo sabía, su mirada no se me desprendía un solo instante. No me importaba dejarme ver, me gustaba. Era un show de bakcstage solo para él.

Ya no podía fingirlo, exhausto de un largo día, habría salido a tomar el aire, en ese lindo pasillo que fungía de balcón afuera de su gran despacho, admirando el mismo paisaje del que yo disfrutaba. Pero desde el otro lado, estaría yo, caminado en mi habitación con mis hermosos senos al aire, disfrutando de sus miradas voyeristas.

Modelándole mi cuerpo desde la distancia, me llevé las manos a la cremallera de mi falda y lo deslicé permitiendo que la prenda me abandonara cayendo inevitablemente al suelo. Terminé de deshacerme de ella, olvidándola sobre el suelo, cubierta ahora, tan solo por mi lencería fina de galanes encajes que exhibía alegremente.

Me sentía muy risueña, me había contagiado completamente del ambiente y de aquella música que sonaba a bajo volumen desde mi reproductor que me parecía estar bailando al ritmo de las canciones inconscientemente.

Cuando lentamente deslizaba la única prenda que cubría mi cuerpo parando mi trasero con extremo descaro apuntando a la ventana para que mi solitario espectador pudiese admirar el espectáculo sin censura.

Casting

Aquello me divirtió mucho, reía a cada momento, simplemente era una experiencia muy satisfactoria para mí. Me encantaba ser la protagonista en aquella exhibición de primera. Pero estaba muy cansada, el día había sido muy largo y necesitaba retomar energías para el día siguiente. Así que finalmente, me puse mi ropa de noche, silencié la música y apagué las luces. El espectáculo había terminado.

Los días posteriores serían igual de intensos, la carga de trabajo no me dejaba un solo momento para descansar. Pero con el paso del tiempo las cosas se iban acomodando; por fin terminaba de instalarme o al menos lo más importante. Había comprado todo lo necesario para acondicionar mi nueva estancia a mis necesidades y ya tenía auto.

Semanas pasaron hasta poder privilegiarme con un par de días libres a la semana. La obra se habría estrenado hacía poco y aquellos ensayos eternos, muestras de escenas, prospectos, cambios de guion y todo eso había quedado atrás.

Por fin podía disfrutar el paradisiaco lugar en el que ahora vivía. Así, emprendí camino hacia la playa. Vestía un atrevido bikini blanco que acababa de comprar, recuerdo que me mostraba particularmente preocupada por mi vestimenta ese día. Y es que sucede que aquel conjunto era de una tela muy delgada y seguramente con la luz correcta o al estar mojada se trasparentaría un poco.

De igual forma no pensaba andar mucho tiempo ni mojarme en absoluto. Tan solo planeaba tumbarme sobre la arena hasta perderme por completo. Pensaba en eso caminando hasta la playa, buscando un lugar privado, asombrada por la inadvertencia de mi presencia, segura de estar exagerando por mi descarado exhibicionismo.

Hasta el final del día cuando regresaba a casa entre una extraña mezcla de emociones, satisfecha con mi trabajo, orgullosa por mi cuerpo, pero un poco triste y decepcionada por mi actuación del día. Sentía como si no hubiese logrado atraer al público, pese a mostrar mis mejores dotes con mi mejor vestuario.

En fin, no todos los días pueden ser un éxito rotundo. Me reconfortaba mientras entraba en mi habitación planeando desnudarme para tomar una ducha antes de cambiarme de ropa. Pero entonces observé mi ventana abierta con las cantinas recorridas.

Normalmente no me importaría, pero desde hace algunos días habían comenzado a trabajar en el edificio de enfrente y no me agradaba la idea de desnudarme frente a todos esos trabajadores de la obra.

O quizá sí. Solo ese día. Tan solo lo suficiente para alzarme la autoestima aunque fuese un poco para regresarlo a su nivel normal. En lo alto, orgullosa e inalcanzable. Entonces salí al traspatio paseándome con aires de diva hasta una de las sillas de playa frente a la piscina. Ahí me recosté estirando mis piernas en torno a aquel edificio en remodelación.

Me parece que es un despacho de arquitectos, había pasado un par de ocasiones por allí. Posiblemente lo visite pronto, tengo planes maravillosos para hacerle algunos arreglos a la casa. Por ahora solo quiero relajarme, bajo el sol, la brisa marina y las miradas indiscretas de aquellos trabajadores en la construcción.

Lentamente me perdía en la parsimonia del paradisiaco lugar, mis parpados se derrumbaban sobre mis ojos. Mi piel era abrazada por los ardientes rayos del día relajando cada musculo de mi cuerpo. Poco a poco me embriagaban todas esas sensaciones inequívocas de lo que necesitaba. Un momento para consentirme, para satisfacer mi cuerpo y atender mi estima.

Casi sin saberlo, a ojos cerrados, recorría sensualmente mis manos por todo mi cuerpo, desde mis piernas, abdomen, senos, hasta mi cuello. Entonces abrí mis parpados bruscamente y ahí estaban, todos esos sucios depravados mirándome sin reparo ni disimulo. Me gustaba mucho, me hacía sentir muy bien; hermosa, mujer, anhelada, ama y señora de todas sus fantasías lujuriosas.

El telón se había levantado y el espectáculo daba inicio conmigo como protagonista estelar. Lo que más me gustaba. Me levanté de la silla y me solté el cabello que había amordazado en una coleta, enseguida me posé frente a la piscina y de un salto me clavé hasta el fondo de la refrescante agua cristalina.

Tras bucear un poco salí por el extremo opuesto modelando en una de mis mejores actuaciones al salir en cámara lenta directo al barandal de cristal, mirando justo al frente de aquel edificio exhibiendo mi cuerpo húmedo con aquel bikini blanco que ahora trasparentaba sus telares dejando al descubierto mis redondos pechos y mis pezones cafés a la intemperie.

Acto seguido, les di la espalda, engreída, caminando con profesionalismo sobre el escenario de regreso a mi pedestal bajo el cobijo de una sombrilla playera que me protegiera del sol abrumador. De nuevo tomé postura sensual para que pudiesen admirarme con detalle.

La premier

Entonces apareció aquel hombre galante, imponiendo su autoridad con su sola presencia, regresando al trabajo a todos los obreros que huían despavoridos.

Seguro les habría reprendido, lo pude ver a la distancia, me dio mucha gracia. Comenzaba a enamorarme de aquel hombre simpático y soberbio, quien permanecía supervisando la obra, recargado sobre un pilar haciendo anotaciones en una agenda de cuero negro.

Con disimulo me miraba, ahora con toda claridad a la luz del hermoso día resplandeciente sobre mi piel mojada. Le sonreí, le coqueteaba como adolecente ingenua, quizá era por el momento. Pero lo cierto era que me encantaba, en todos los sentidos. También le veía, intentando no cruzarle la mirada más de lo debido mientras me llevaba las manos a la nuca para desanudar mi traje.

Segura que me estaría mirando, me quité la parte de arriba de mi bikini haciéndole topless a aquel hombre de traje. Enseguida abrí un poco mis piernas mientras me acariciaba con erotismo mis senos duros por el placer de ser aclamada y deseada por sus ojos indiscretos.

Incontrolablemente me dejaba llevar por los sensuales masajes de mis manos en todo mi cuerpo, estaba realmente excitada, me sentía tranquila, relajada y cómoda, igual que si estuviese en alguno de mis personajes recitando alguna de mis líneas, cuando mis manos llegaban hasta mi entrepierna sobándome con extremo placer, intuyendo lo que vendría.

Jugueteaba como muñeca, encogiendo y estirando mis estilizadas piernas blancas, ahora un poco más bronceadas, rozando la tersa piel de mis muslos, acariciándome las pantorrillas con la planta de mis pequeños pies sonrojados por el sol, al tiempo que mis manos comenzaban a hacer travesuras sobre el tanga de mi traje de baño.

Ya no lo observaba, no hacía falta. Ahí estabas, en primera fila, desde tu palco estelar mirando mi mejor actuación en el papel de tierna zorrita mojada, con mis piernas abiertas, recogidas sobre la silla, tocándome con sensualidad y tremenda excitación.

Entones me separé mi bikini para mostrarte todo mi depilado sexo, mojado por el chapuzón del agua de mi piscina y por mis jugos íntimos que me escurrían por todos mis pulcros labios rozados, cuales enseguida recogía con mis dedos medios para restregármelos a lo largo de mi vagina deseosa de ti.

Estaba caliente como nunca, sí, por el caluroso día, pero principalmente era por otra cosa. Era por el momento, por ti y por aquellas miradas de todos esos espectadores mórbidos y depravados que fingían trabajar a marchas forzadas bajo tus órdenes, cuando en realidad se concentraban en mí, en mi cuerpo que se estremecía como nunca, extasiado por mis caricias.

Pude ver a algunos obreros tocarse la tranca bien parada que todos mostraban sin reparo. Me encantaba, aquellos jaloneos a su miembro erecto, eran como aplausos y ovaciones ante mi acto protagónico. Agradecida, gemía de regodeo, haciendo de los mejores alardes de mi cuerpo, exhibiendo mi húmedo vestuario, dándome placer duro y fuerte con mis dedos medios que entraban y salían con rudeza de mi delicado coño estimulado con delicia, haciendo salir mi clítoris de entre mis pliegues vaginales, gozando con las caricias de mis empapados dedos masturbándome mejor que nunca.

Estaba enamorada por el excitante momento. El amor era reciproco, les gustaba tanto mirarme como a mí de mostrarles hasta la más íntima parte de mi cuerpo a mis aclamados espectadores. Y tú, que ahora le dabas la espalda a tu trabajo por verme, ahí, dejando de supervisar a tus obreros sin importar que uno de ellos se estuviese masturbando escondido detrás de la maquinaria. Despreocupado por tu pasión de toda la vida, prefiriendo la mía. Eso era lo que más me gustaba, quitarte tu valioso tiempo para que te perdieras en mí.

No pude más, era demasiado, estaba muy estimulada; relajé mis piernas, haciendo presión en mi pubis pujando un poco, pellizcándome mi clítoris desde dentro con mi par de dedos medios y por fuera con mi pulgar, haciéndome regocijarme de placer. Seguía y seguía hasta sentir como mi vagina explotaba dilatándose por completo, empapando mis manos con mi prominente y escandalosa eyaculación que escurría como dulce miel trasparente para el deleite de mi encantador público que amablemente se había hecho presente para apreciar mi obra estelar.

Delicioso espectáculo (Julio G)

Pasaron los días, incluso semanas hasta que pude ver otra vez a mi nueva vecina. La verdad es que los primeros días la eché en falta. Salía a mi atalaya particular, al amplio balcón de mi despacho en el que sabía que tenía total privacidad, para ver si la descubría de nuevo. Anhelaba poder contemplarla y espiarla haciendo cualquier cosa en su casa. Pero por más que esperaba, no se produjo esa situación hasta bastantes días después.

La remodelación de mi edificio estaba en plena ebullición de actividad. No llevábamos mal ritmo. Estaba contento realmente. Los industriales contratados funcionaban bien. Pero un día, en la visita diaria que siempre hacía por la obra, de repente noto que no hay ruido ni de la maquinaria ni de los obreros. Increíble, la actividad era casi nula.

Cuando llego a la siguiente planta veo a los operarios en el borde de la fachada mirando al exterior. -¿Qué ocurre? –Pregunto.

En eso, uno de ellos se gira y avisa a sus compañeros de mi presencia con un espasmódico gesto.

Casi todos reaccionan y vuelven a sus tareas, excepto un par que no me han visto. Me acerco hasta ellos para ver el motivo que capta su atención. Y cuando miro hacia abajo te veo ahí, junto a tu piscina, exhibiendo tu cuerpo a todas las miradas del edificio.

Por un momento casi también quedo cautivado, pero me rehago y doy instrucciones a todo el mundo para que no pare el trabajo. Una vez que me apunto un par de cosas y lo tengo todo organizado, no me lo pienso y subo las escaleras hasta mi despacho. Cierro por dentro y salgo deprisa hasta el mirador de mi balcón. Y si, aún estas ahí.

Dios, menudo espectáculo empiezo a ver. Solo con poder ver como te quitas el bikini y aparecen tus ricos senos coronados por tus oscuros pezones erectos, mi cuerpo ya reacciona. Contemplo como te acaricias, como tus manos se deslizan por tu piel mojada dándome una gran envidia, queriendo que sean mis manos las que sientan la delicia de la suavidad de tu piel. Siento como mi miembro se hincha dentro de mi ropa. Lo noto palpitar acompañando a cada una de tus caricias.

Junto mis piernas. Me pego a la barandilla de vidrio apretando mi pelvis contra ella buscando un contacto imaginando tu cuerpo aprisionado entre el vidrio y yo. Y ya cuando dejas que vea tu coño mojado y húmedo por tu excitación, contemplo como poco a poco te vas masturbando, ofreciéndome ese maravilloso espectáculo. No puedo más. Mi mano busca mi polla.

Abro mi pantalón buscándola para acariciarla. Me siento seguro de mi privacidad donde estoy. Sé que solo tú puedes verme y nadie más. Así que me dejo llevar por el momento y mis caricias empiezan a acompasarse con las tuyas.

Estamos en un momento de darnos placer a la vez, mirándonos intensamente, contemplando nuestra mutua excitación entrando en un juego de provocación y seducción de alta carga sexual.

Saco mi verga de su prisión y mi mano empieza a subir y bajar buscando mi escroto. Busco un placer inmediato. Solo deseo correrme para descargar todo el estrés y la adrenalina que llevo acumulados, pero sobre todo para que me veas cómo me has provocado. Como me has puesto con tu actuación estelar, y seguro que mis obreros estarán en situaciones similares a la mía.

Es imposible contenerme. Te veo moverte ya casi descontrolada después de la sesión de caricias. Dedos que entran y salen, pellizcos que imagino anticipan que tu deseado goce final esté cerca.

Me es irresistible no acariciarme viéndote gozar de esa manera desde mi balcón, tocándote y disfrutando. Dándome ese sensacional espectáculo de tus senos estrujados en tus manos, lleno de envidia por no poder hacerlo yo mismo, allí, en ese momento.

Quería estar succionando tus pezones, lamiéndolos mientras mis dedos acariciarían tu coño, rozando tu clítoris, y entrando cientos de veces de tu cada vez más y más mojada vagina.

Escuchando tus jadeos y gemidos subiendo de tono. Eso me excita muchísimo, oírte así, gozando con esa intensidad. Me pone a mil. Ha sido imposible resistirme a tocarme. Me estoy acariciado mi polla insoportablemente dura. Arriba y abajo. Deseándote. Imaginando que mi mano es la tuya.

Dios que excitado me tienes. Estoy decidido a ofrecerte mi explosión de placer provocada por tu exhibición, dándote toda mi esencia, derramándome contigo en mi mente, explotando con un largo gemido descontrolado al descargar el néctar blanco acumulada en mis testículos, salpicando el vidrio de la barandilla en ese gozo extraordinario de mi deseado y anhelado orgasmo, imaginando que estas pegada a mí y ambos masturbándonos; jadeando, gozando, frotando nuestros dedos dentro de ti, llevándote al paraíso.

Imagino y deseo fuera tu mano cerrada sobre mi verga subiendo y bajando, apretándola, sintiendo tu tacto, en la lubricada piel de mi glande, recorriendo a lo largo de todo el tallo de mi pene, provocándome suspiros de placer, amasando mis cojones hasta hacerlos explotar; cerrando los ojos por unos segundos mientras me corro, ahogando mi gemido apretando los labios, dándote mi leche en varias sacudidas de mi cuerpo. Me estremezco estampando mi esencia en varios chorros sobre el vidrio, dejando así, constancia de mi placer alcanzado en un abstracto cuadro en la barandilla.

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Relato creado entre dos autores, Erothic una extraordinaria autora y yo, compartiendo y encadenando partes redactadas por ambos.

Si habéis disfrutado con esta lectura, os animo a que continuéis leyendo la segunda parte en el perfil de la coautora Erothic.

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