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Tiempo de lectura: 6 minutos

Esta historia está contada en primera persona por mi amigo Cornelio, aunque yo participé como observador en varios momentos (y como fotógrafo en la graduación).

Cornelio conoció a Tere en un bar de la colonia Guerrero donde había una pequeña orquesta que tocaba muy bien y variado. Obviamente también había mujeres que servían de compañía de baile y de mesa, Tere era una de éstas. Es una tetona muy buena para el faje y sabe atender a los clientes del tugurio para beneficio del dueño del bar. “Ahorita hay que bailar y tomar”, me decía cuando quería meterle mano a su cuca. El “estira y afloja” lo administraba muy bien, provocándome para tomar mucho.

Sabido es que a ellas les sirven sólo refresco y agua mineral con poco o nada de alcohol, pero al cliente se la cobran como una cuba fuerte. Por mi parte, una vez que nos servían, le cambiaba mi vaso a la puta que lo tomaba con gusto y a cada trago se ponía más arrecha todavía, dejándome meterle los dedos en la vagina y jugar con su clítoris.

La elegí como compañía de copas pues me recordó a la puta de mi exesposa, sobre todo cuando me abrazaba acunando mi cara entre sus chiches. Ya calientes, ella se sacó una teta invitándome a mamar, ¡y claro que la mamé! Sus pezones guindas me invitaban al mezclarse los recuerdos de mi ex con las tetas abundantes y algo flácidas, de piernas flacas, pero bien torneadas.

Tomamos, fajamos y bailamos hasta que nos avisaron que ya cerrarían el establecimiento.

–¿Me vas a invitar a pasar la noche contigo, papito? –me preguntó la puta, antes de vaciar mi vaso de licor. Yo tomé muy poco, pero Tere se emborrachó al tomar las bebidas que a mí me dieron.

–Vamos, si me dices tu nombre real –le dije dándole un beso tronado en los labios.

–Me llamo Gloria, pero aquí me conocen por Tere –contestó dándome un apretón de verga en cada palabra que pronunciaba.

–No se diga más, ¡vámonos! –le dije dándole una nalgada– “Cuídate, a veces te drogan para robarte”, me advirtió un compañero de farra en tanto que Tere fue por su abrigo, su bolsa y a cobrar lo de su “ficha”. “No parece ser de ésas, además de que está muy tomada”, le contesté a mi amigo cuando vi que Tere se aproximaba.

–¿Algún lugar especial donde te gustaría estar conmigo? –le pregunté a la puta para sondear sus intenciones.

–Yo atiendo a los clientes en el hotel que está a la vuelta, pero vamos a donde tú digas papito… –contestó con su voz ya pastosa.

Cuando llegamos a mi automóvil, le abrí la puerta para que subiera. Una vez que se sentó, antes de que yo cerrara la puerta, se bajó pudorosamente la falda y me lanzó una sonrisa y un beso al aire. “¡Cómo se parece a mi ex!”, me dije al parárseme la verga.

Ya en mi departamento, al quitarle el abrigo para colgarlo en el perchero, vi que Tere se quedó de pie viendo maravillada el panorama: libreros y libros por todas partes. Sin cerrar la boca por el asombro se acercó a leer los títulos de los lomos, deteniéndose en un librero donde estaban los de literatura. Extrajo uno de ellos que le llamó la atención, se puso de cuclillas y lo empezó a hojear. No puedo negar que sentí ternura porque el libro de marras también era uno de los favoritos de Stella, mi ex. “¡Cómo se parece a mi ex!”, volví a repetirme viendo el escote que mostraba buena parte de sus chiches recargadas sobre las rodillas filosas que continuaban en sinuosas, pero delgadas pantorrillas.

–¿Qué quieres tomar? –le pregunté, interrumpiéndola de su asombro.

–Discúlpame por haberme embobado al ver tantos libros –dijo dejando en su lugar el que le había llamado la atención y me extendió la mano para ayudar a levantarse–. Creo que sí tomé mucho, pues estoy mareada, pero se me bajó bastante al ver todo esto– dijo abarcando con un movimiento de brazo la zona de los libreros de literatura y diccionarios.

–Por lo visto te gusta leer, me parece raro en…–le estaba empezando a decir extendiéndole la copa cuando me interrumpió abruptamente.

–…en las putas. No, no lo es, hay de todo tipo. En el bar a donde fuiste, casi todas tenemos al menos algunos años de bachillerato. Yo hice dos años de licenciatura en lengua y literaturas hispánicas, pero me embaracé y tuve que dejarla ya que tuve que casarme, perdí al producto por una complicación que me dejó sin la posibilidad de concebir otro –me dijo poniéndose seria, y continuó sin detenerse–. Al poco tiempo me divorcié y quise vivir sola, pues me gustaba mucho coger con quien yo quisiera, eso fue la causa del divorcio, que yo era muy puta y mi marido no toleraba que lo relegara.

Volví a repetirme “¡Hasta en esto se parece a Stella!” y le di un beso tierno recordándola en ese rostro y me aguanté de gritarle “¡Perdóname, Nena puta!”. Después del beso que ella correspondió con un “Qué rico, y no me refiero al coñac, que también lo está”, continuó su discurso, seguramente remembrando esa parte de su vida que quería conversar con alguien. Me enteré que se enamoraba fácilmente, pero eso no impedía que se tirara a otros, sólo por gusto y más cosas que la transformaban en mi ex ante mis ojos. También me contó que una amiga de la facultad, que es prostituta, la convenció de serlo y le dio buenos consejos para ello, además de relaciones en el oficio.

–No me va mal y voy a retomar mis estudios. ¡Me entraron unas ganas enormes cuando vi tus libros! Dijo y me abrazó con mucha alegría.

Pasamos una hermosa noche. Al día siguiente, después del tardío mañanero, nos bañamos y al salir de la ducha me cogí cargada a Tere. Nos vestimos y fuimos a la vivienda de Tere, para que se cambiara de ropa, paseamos el resto del sábado y en la noche la dejé en el bar para que trabajara, pues ella dijo ser “muy responsable de sus compromisos de trabajo”. Me dio el número de su teléfono pidiéndome que la llamara cuando quisiera cogérmela, o pasear como amigos, “A ti no te cobraré nada, al contrario, será una dicha atenderte”, me dijo dándome un beso en la mejilla, antes de entrar por la puerta posterior del bar.

Tere me movió el piso muy fuerte, yo también a ella, pero me advirtió que no dejará de ser puta. Con frecuencia la llamo para pasear juntos y platicar. Para coger, la llamo sólo cuando Stella no puede y me quedo con ganas de ella, ¡se parecen tanto…!

Dos años después concluyó su licenciatura en Lengua y literaturas hispánicas (mexicana, española e iberoamericana).

Aunque su campo laboral es muy amplio –incluye centros educativos y de investigación, bibliotecas, editoriales, agencias de publicidad, o medios de difusión como radio, televisión, revistas y periódicos–, ella quiere también seguir ejerciendo de puta. Calcula que fácilmente puede continuar en los bares hasta cumplir los cincuenta años.

Para titularse, Tere elaboró un informe académico sobre su actividad realizada en el “Servicio Social” y sostuvo una réplica oral de éste. Trabajó en la Casa de la Cultura de la delegación donde vive, creando una sala de lectura la cual atendió instaurando diferentes grupos, por edades e intereses, los cuales atendió de manera regular. Su trabajo fue muy estimado por los parroquianos y también retribuido por la encargada del lugar, pues le dieron una plaza de promotora de la lectura. Su ingreso por esta actividad es relativamente poco, comparado con lo que recibe en la profesión que abrazó, primero como un salvavidas y después administró para su placer.

A mí me ha dado más que lo que da a sus amigos o a sus clientes. Tere está bonita y chichona, y me gusta su putez, casi igual a la de Stella, aunque su plática es más amena y variada que la de Stella. Eventualmente pasamos juntos el fin de semana y nos hemos ido de paseo juntos por una semana, como si fuésemos marido y mujer, pero ella ha definido claramente que así estamos bien, que no quiere lazos ni dejar de gozar el sexo con otros, a quienes ella escoge en el tugurio donde trabaja y la buscan por sus grandes chiches y cara hermosa, pero más por su plática, la cual sabe adaptar a las expectativas de los clientes, subiendo o disminuyendo el nivel de erudición, además de hacerles preguntas a quienes quieren hablar de sí mismos pues así aprende más sobre las diversas actividades a las que se dedican los clientes y a las motivaciones psicológicas que subyacen en el ser humano.

El día de su titulación, le pedí a Mary, la señora que hace el aseo en mi departamento, que atendiera una reunión que haría yo en casa para festejar a Tere. Asistieron algunas amigas de Tere (tanto de la facultad como de sus dos empleos), los sinodales de la réplica y un par de amigos míos. ¡Éramos como veinte en mi departamento! Aunque la reunión fue animada y Tere estuvo feliz por concluir ese sueño que renació una noche en ese lugar, mejor estuvo su agradecimiento.

Cercano a la media noche ya se habían retirado casi todos porque el día siguiente era hábil, pero le pedí a mi amigo Ber que se quedara ya que él había estado al pendiente de las fotografías en el sitio del examen profesional y durante el festejo. Ber se extrañó, pero ya había quedado yo con Tere que quería que nos tomáramos unas fotos en la noche, cuando hiciéramos el amor, pero que Ber nos las tomaría.

–¿Y si se le antoja a tu amigo? Pocas veces he hecho tríos, pero eres tú con quien quiero festejar este momento… –precisó Tere.

–No, él sólo nos tomará fotos. Además, cerraremos las cortinas para no tener otros mirones –dije en alusión a mi vecina del 104 a quien frecuentemente le damos “cinito”.

–Como tú digas, mi amor –dijo Tere antes de darme un beso. ¡Me fascina escucharla las pocas veces que me trata con palabras de amor! Sé que también está enamorada, pero desea mantener las condiciones que planteó desde el inicio.

Cuando se marchó el último invitado, Mary recogió el lugar, acomodando con Ber el lugar. Él llevó a Mary a tomar el taxi que habíamos pedido para ella y cuando regresó le di la cámara frente a Tere pidiéndole que tomara las fotos que él quisiera, pero que “no se valía tocar”. Ber sólo sonrió y movió afirmativamente la cabeza.

Las fotos y los videos quedaron como un buen recuerdo. Tere y yo posamos mientras nos desnudábamos mutuamente en la sala. Brindamos con champaña. Tere, muy emotiva, y al punto de las lágrimas agradecida brindó por mi apoyo durante sus estudios, concluyendo con un “Te amo” y, desnudos, entrelazando los brazos con las copas tomamos la champaña.

A partir de allí, todo fueron besos, caricias, mamadas y posiciones de cogidas. Ber, seguía vestido y tomando fotos, mostrando una creciente mancha de humedad en el pantalón que le aprisionaba la gran erección.

Las últimas fotos de esa noche fueron cuando estábamos dormidos, abrazados, y en la mejilla de Tere había un lamparón de semen seco que aún quedaba de la última mamada que me dio.

Ber me confesó al día siguiente que después de tomar esa foto, se desvistió y oliendo la pucha de Tere se masturbó derramando sobre la cama tres grandes chorros de semen y se retiró. “¡Cómo se parece a Stella!”, me dijo para concluir, “y, al parecer, coge tan rico como ella”. “Sí, cogen igual, son putas expertas”, le contesté.

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