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Obsesión prohibida: una tentación irresistible (2)

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-¿Pero por qué en el mensaje de Minerva ponía que Rodri estaba durmiendo? ¿Acaso es que puede haber algo más si voy? ¿Y si realmente solo quiere su bolso? - Matthew debatía con sus pensamientos mientras sudaba nerviosamente, la situación le venía un poco grande. Pues se estaba dirigiendo a las 3 am a entregar el bolso a Minerva, la novia de su mejor amigo. Aunque esto en parte a él le encantaba, esa sensación de estar al borde de lo prohibido y no poder resistirse a la tentación.

- ¿Y si pasa algo entre Minerva y yo? ¿Qué pasará con Rodri? ¿Realmente soy capaz de hacerle esto a mi amigo? - Se cuestionaba Matthew en su interior. Nunca antes había considerado traicionar a un amigo, solo el pensamiento le generaba malestar. Sin embargo, algo en él lo impulsaba a seguir adelante.

El solo imaginar a Minerva le provocaba una oleada de sensaciones sexuales intensas. Poder sentir su piel suave entre sus manos y descubrir cada rincón de su cuerpo lo excitaba de sobremanera. Hacía mucho tiempo que una mujer no lograba perturbar su raciocinio de esta manera.

El trayecto en coche parecía interminable, una sucesión de pensamientos que se entrecruzaban en la mente de Matthew: miedos, dudas y deseos se agitaban en su interior. Era un bochorno sentir eso y Matthew tenía un nudo en la garganta que solo podía disipar en cuanto viese a Minerva.

En ese momento se sentía como si el universo conspirara en ese momento crucial. La tensión que había en ese coche se podía cortar con una cuchilla.

Era el momento, Matthew había llegado a la puerta de la casa, pero Minerva no estaba a la vista. Nervioso, sacó el móvil y le envió un mensaje:

- Estoy afuera. - Conciso y directo.

- Salgo. - Escribió Minerva al momento, como si hubiera estado esperando toda la vida ese mensaje.

Los segundos en que tardaba a salir para Matthew eran eternos, normalmente estas situaciones no le provocaban incomodidad, es más, las dirigía con mucha claridad y seguridad. Sin embargo, el carácter prohibido de esta situación lo tenía desorientado. Se sentía incómodo por sus acciones, pero parecía no tener control sobre la situación. Era como si estuviera siendo arrastrado por una fuerza irresistible hacia un territorio desconocido y peligroso.

- Hola. - Una voz dulce apareció tímidamente desde la oscuridad.

- Hola Minerva. - Dijo Matthew. Respondió Matthew. Se sentía un tanto perdido, sin saber si bromear, sugerir la entrega del bolso o incluso huir. Temía el incómodo silencio, así que añadió: - Ha tenido suerte, señorita. Estaba a punto de cerrar mi negocio de transporte de bolsos por hoy, pero no pude resistirme a su solicitud.

Matthew se sintió satisfecho con su respuesta, orgulloso de haber salido con algo ingenioso y de dirigir la conversación. Minerva, por su parte, apreció la picardía en sus palabras. Lo miró con ojos provocativos y una sonrisa traviesa. Era su turno, y estaba decidida a continuar el juego que habían empezado. No le importaba prolongarlo; de hecho, le encantaba. El deseo y la complicidad flotaban en el aire, creando una atmósfera cargada de tensión.

- ¿Está usted seguro de que tiene dicha mercancía? - preguntó ella y justo después de esto, sonrió y alzó su mano derecha en el aire sosteniendo el bolso en cuestión, Matthew se dio cuenta de que ni siquiera había comprobado si Minerva realmente lo había olvidado. Sentía vergüenza pero no le importaba en absoluto, él solo la quería ver una vez más. Entonces, sonrió.

Era evidente que la historia del bolso había sido una artimaña de Minerva para evaluar el interés de Matthew. Si él hubiera buscado y no lo hubiera encontrado, se lo habría comunicado. Pero el simple hecho de presentarse allí, sin decir palabra alguna, sin ni siquiera observar si era real, ya constituía una respuesta concluyente. Era una afirmación silenciosa de su deseo y determinación de estar con ella.

En ese momento ella se adueñó de la conversación con seguridad, consciente de que tenía el control.

- ¿Me llevarías? - preguntó Minerva, fijando su mirada en el coche de Matthew. Era una declaración de intenciones clara y directa.

Matthew comprendió a lo que se refería ella al observar el coche, y un sudor nervioso le recorrió. Esto iba en serio. Sabía que si aceptaba esta solicitud, no habría marcha atrás. El nombre de su amigo Rodri resonaba en su mente. Observó a Minerva; ella parecía estar completamente segura de su decisión. Que sensual estaba.

La situación a Matthew le provocaba una intensa excitación. Solo de pensar en lo que podrían hacer esa noche le generaba un morbo imponente. El silencio ya había transcurrido suficiente tiempo y tenía que tomar una decisión:

- Te llevaré pero con una condición. - Dijo Matthew serio. Quería retomar el liderazgo de la conversación.

Minerva no tardó ni un segundo en contestar.

- ¿Qué condición? - Preguntó con curiosidad. Eso de condiciones, de ser dominada, le excitaba.

- Véndate los ojos. - Matthew dijo de manera decidida, estableciendo sus términos.

Eso a Minerva le encantó y obedeció rápidamente. Utilizó un pañuelo rojo que solía usar para atarse el cabello y se vendó los ojos. En ese momento, cuando ella ya no tenía visibilidad, él fue a buscarla lentamente.

Matthew se acercó con delicadeza, buscándola con su brazo hasta encontrar su cintura. La atrajo hacia él con un gesto sensual. Minerva se abandonó al momento, completamente excitada por la situación. Centrada en sus otros sentidos, sintió cómo Matthew le acariciaba lentamente y se acercaba a su oído cuando le susurró:

"Voy a hacer que recuerdes esta noche para siempre." - Las palabras de Matthew resonaron con un tono provocador e intenso.

Minerva no aguantó más y soltó:

- Quiero que me folles, que me revientes. - Estaba completamente entregada en el fervor de la situación.

- Lo voy hacer y con ganas, pero debes esperar un poco. - Sonrió mordiéndose el labio Matthew.

Los dos se subieron al coche, Minerva con la ayuda de Matthew pudo hacerlo. Él sabía de un sitio tendrian una completa intimidad.

El trayecto transcurría en un silencio tenso pero cargado de intensidad. Para Minerva, la incertidumbre de no saber qué le deparaba, qué planes tenía él para ella y de entregarse completamente a Matthew le encendía el alma. Y cada segundo que pasaba todavía lo hacía más. Tenía ganas de sentirlo ya dentro, de besarle, de entregarse totalmente a un hombre como él.

Por parte de Matthew, ya estaba entregado a la tentación. Sin remordimientos. Había dado el paso y estaba decidido a llegar al final. Tenía ahora él el poder de controlar la situación. Era consciente de que Minerva estaba a su merced y dispuesta a hacer todo lo que él deseara.

Mientras se dirigían hacia su destino, Matthew deslizó su mano lentamente hacia las piernas de Minerva. Las acarició con sensualidad, comenzando desde abajo y ascendiendo gradualmente, acercándose a su cálido centro. Con cada avance, la sensibilidad de ella aumentaba. Minerva respiraba de manera agitada y, casi por instinto, abría sus piernas un poco más, ansiosa por sentirlo aún más cerca.

Él jugaba con ella, no quería entrar en su sexo todavía. Solo provocar más su excitación. Eso le otorgaba más poder y le encantaba.

Justo en el momento que más cerca estaba Matthew y podía casi que palpar la humedad de ella, se detuvo en seco.

- Hemos llegado. - Anunció él, saliendo del coche para luego abrir la puerta de Minerva y ayudarla a descender.

Ella lo siguió, sus manos entrelazadas, mientras escuchaba el sonido de unas llaves provenientes de la otra mano de Matthew. Estaba abriendo una puerta. Una suave y cálida luz iluminó el espacio. Caminaron un poco más hasta detenerse. Minerva no sabía dónde se encontraba, pero en ese momento, eso no tenía importancia. Lo que más deseaba era sentir el calor de Matthew dentro de ella.

En un instante, Matthew salió de la habitación, dejando a Minerva a solas. Fueron unos segundos insoportables para ella. Parecía que estaba buscando algún que otro objeto. Después de un rato, escuchó cómo Matthew regresaba y le susurraba:

- ¿Estás segura de que quieres entregarte completamente a mí? - preguntó con voz serena.

Sin dejar espacio a la duda, Minerva respondió:

- Totalmente.

(Sin valorar)