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Paola (partes 1 y 2)

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Es un día como cualquier otro de verano, con una tormenta casi a punto de caer, salgo del gym con una de mis amigas, me llamo Paola y después de saber que mi marido es gay y que me perdió en una apuesta trato de rehacer mi vida de la mejor manera posible, es miércoles y para colmo de males el auto de mi amiga tiene una falla, como tengo un compromiso precisamente con mi marido mi amiga me aconseja que tome el metro o un taxi ya que el me va a esperar en una estación, pero como el tráfico esta espantoso decido tomar el metro, es la primera vez que subo a este transporte asi que desconozco que hacer, preguntando llego a la estación, bajo las escaleras, compro el boleto y por fin llego al andén y espero.

Mientras espero, veo como poco a poco va llegado más y más gente y al notarlo me pongo hasta el enfrente para entrar primero o al menos ganar un lugar, pero mi intento fue en vano ya que cuando llegó el tren y se detuvo fue solo cuestión de segundos para que se desatara el caos, personas entrando y saliendo por todas partes y como no sé que hacer la gente me empuja casi cargándome quedando de espadas en el cristal de la puerta, la gente sigue empujando tratando de entrar y un señor azota las palmas de sus manos en el cristal de la puerta haciendo muchos esfuerzos por no aplastar su cuerpo contra el mío quedando casi cara a cara con él.

Me encuentro completamente apanicada sin saber que hacer, no me puedo mover hacia ningún lado las manos del señor me lo impiden y aunque quisiera hacia donde me muevo?, al fin la gente se acomoda como puede y el metro empieza a avanzar lentamente, el tipo es un viejo, un poco mas bajito que yo, calvo, canoso y regordete su aroma a perfume barato me llena la nariz entonces es cuando noto que no quita la vista de mi escote y no es el único, varios machos miran de reojo de vez en vez hacia mi joven y firme busto, hasta este momento recuerdo que voy solo con mis leggins deportivos que marcan perfectamente cada curva de mi cuerpo por delante y por detrás, mis tenis y un top deportivo que hace conjunto con los leggins.

Mi cuerpo es menudito pero con medidas casi perfectas, además mis pezones son unos traidores, al primer contacto con algo se erectan por completo y hoy no seria la excepción, imposibilitada para ocultarlos decido intentar hacerme a un lado en la siguiente estación ya que bajó un poco de gente, sin embargo una nueva vorágine de personas entra y el señor ahora ya no resiste, sus manos se doblan y coloca sus codos para impedir aplastarme pero no impide que su cuerpo se embarre en el mío, su panza se restriega en mi estómago quiero aventarlo o reclamarle pero con el movimiento del vagón comienzo a sentirme estimulada.

Después de casi tres meses sin tener sexo mi cuerpo y mi lívido comienza a ceder ante lo inusual de la situación, no me muevo quiero saber hasta donde llega el anciano, me mira como disculpándose por lo que sucede y yo lo tranquilizo brindándole una sonrisita, pasa una estación mas y en la tercera noto que con mas confianza empieza a relajar su cuerpo en el mío y algo duro empieza a rozar mi entrepierna, y cada vez crece mas hasta el punto que parece que quiere romper la tela del pantalón y de mis leggins y llegar a su objetivo.

El movimiento del vagón hace que empecemos a friccionarnos hasta tal punto que casi lo tengo atrapado en mi entrepierna, ha de estar bien dotado el viejito, me digo a mi misma, deduciéndolo por el tamaño de su barriga y aun así lo tengo llegando casi a la mitad de mi cuerpo por entre mis muslos, pero no todo lo bueno dura, en la siguiente estación el vagón casi se vació y el se apartó de forma brusca como asustado, saliendo del tren perdiéndose entre la gente.

Tomándolo de la mejor forma posible dejo pasar el hecho y me dispongo a salir para ver a mi marido, un torrencial aguacero está a la salida, mi marido me sugiere que regresemos a su oficina por su auto, temblorosa y con frio no me queda mas que aceptar, como es la terminal de nuevo subir es un triunfo, quedo atrapada en el último rincón del vagón, no hay asiento por lo que me sujeto del único pasamanos que hay una señora esta frente a mi con varias cajas de cartón largas donde me apoyo para ir un poco más cómoda.

Empiezo a frotarme los brazos como puedo para darme calor cuando noto que a unos metros esta el señor con el que venia anteriormente, con su impermeable de plástico, igual y por la tormenta decidió regresarse me imagino, dejo de temblar ya que su mirada se cruza con la mía, como puede y por su edad logra abrirse paso hasta donde estoy, no digo nada instintivamente y llena de morbo y con mi lívido a tope me volteo de espaldas haciendo un hueco entre las cajas y yo donde el logra acomodarse.

En realidad quería sentirlo detrás de mi, rodeados por la multitud el solo atina a estar detrás de mi sin ir más allá, el tren esta detenido, levanto un poco la cadera para incentivarlo y nada, de repente las luces se apagan por un momento lo que el aprovecha para restregarse en mi, el se disculpa yo volteo el cuello para verlo levantando un poco mas mi cadera aceptando el rose, el hace el amago de retirarse pero yo saco otro poco mi colita de manera que no se pierda el contacto.

El se dio cuenta de que había complicidad, y se quedo quieto manteniendo el contacto. Aún así no iba a mas, la gente volteaba de vez en vez a mirarnos, como que algo andaba mal para ellos y con el tren detenido se prestaba para que nos estuvieran morboseando igual, sin embargo estaba sucediendo algo inesperado, mi marido empezó a acercarse, el viejo se quiso apartar pero yo lo detuve apretándolo con mi cuerpo hacia las cajas, en realidad no esperaba que mi esposo reaccionara como lo estaba haciendo, el es alto y fornido y colocándose de frente a nosotros extendió los brazos tomándose de los tubos superiores del vagón y tapándonos con su gabardina como protegiéndose de la gente que empezaba a empujarse porque el tren estaba poniéndose en marcha.

El anciano confundido me miró a lo que yo volteando el cuello tomé su mano y la coloqué en mi cintura, quitando el hule del impermeable me atrajo hacia el dejando su pene en medio de mi colita, sintiendo como va creciendo y haciéndose duro poco a poco, baja su arrugada mano y la posa en mi cadera, dejándola ahí un momento, al ver que no digo nada la desliza hacia abajo recorriendo con su palma mi nalga, quiere bajarme el leggin, lo sujeto con una mano y deja de insistir, mi marido no nos quitaba el ojo me mira y me sonríe, me volteo de frente al viejo levanto los dos brazos sujetándome a la barra superior, el hombre no quita los ojos de mis pechos, con el apretón de cuerpos mis tetas están aplastadas y amenazan con asomarse por el escote, de hecho la aureola de mis pezones asoman un poco.

EL reacciona, toma mi mano derecha y la coloca directamente encima de su paquete.

Yo lo aprieto noto como crece en mi mano a través del pantalón, tembloroso abre su cremallera toma mi mano de nuevo y la encamina a su interior. Agarro el tronco de su pene, siento la excitación del viejo en su respiración, empiezo a darle apretones masturbándolo con disimulo... Se acerca abrazándome jadeando en mi oreja calentándome muchísimo! Con ese deseo de agacharme y metérmela en la boca, no puedo mas, cobijada de los mirones a la sombra de mi esposo y con un vendedor ambulante con su sonido a todo volumen aprieto su enorme verga y lo empiezo a besar de la forma como una mujer besa a su hombre, masturbándolo con frenesí, sintiendo como sus deliciosos chorros de semen salen disparados a mis leggins uno tras otro palpitando en mi manita.

Ya vamos a llegar amor, me dice mi esposo, así que nos separamos amorosamente, acomodo mis leggins y el sus pantalones y su impermeable.

Parte 2:

¿A donde va? Le pregunta mi marido al anciano.

Él le contesta un lugar.

-venga lo llevamos le dice.

El viejo no sabe que decir, lo tomo de la mano para calmarlo, él se quita el impermeable y se quita su chamarra para cedérmela, yo le sonrío, lo tomo de la mano de nuevo y de vez en vez me recuesto en su hombro, mi marido saca la camioneta del edificio donde está su oficina, el señor se acomoda atrás y yo abro la portezuela delantera queriéndole darle lugar a mi esposo pero Raúl, mi esposo, me dice que me vaya atrás con nuestro invitado, sin chistar me coloco a lado de el, tratando de calentarme un poco sintiendo aun la humedad de su semen en la parte superior del leggin, platicamos de cualquier cosa, me dice que se llama Alberto, que trabaja de vigilante en un supermercado, que es casado y que tiene 76 años de edad!!

Mi marido nos observa por el retrovisor sin decir nada, sigue manejando, poniendo atención en el camino, mientras yo cierro los ojos tratando de dormitar en el hombro de Alberto, el se recuesta en mi cabeza y toma mi mano yo observo a mi esposo, él ni cuenta se da, sigue manejado como si nada.

La mano cálida de Alberto ahora se posa en mi muslo y yo empiezo a calentarme. Empiezo a desear con todas mis fuerzas volver a sentir en mi mano su tranca. ¡No puedo seguir así!... Vuelvo a mirar a mi marido y armándome de valor, estiro mi mano, atrapando descaradamente el pene de Alberto que ya luce majestuoso bajo el pantalón.

Hábilmente desabrocho el pantalón, sin prisa, bajo la cremallera, meto la mano y siento la tibieza de sus testículos. Su fierro empieza a tomar forma. Siento cómo se va endureciendo. Me siento emocionada al estar haciendo esto en los bigotes de mi esposo. Alberto cierra los ojos y se relaja mientras yo le aprieto la macana como puta desesperada.

De pronto, mi marido me ve por el espejo retrovisor, instintivamente suelto a Alberto quien también se queda a la expectativa, Raúl no dice nada, sube el retrovisor, prende la calefacción y continua atento al camino, entiendo el mensaje, lentamente me quito la chamarra y el top, me inclino, separando con cuidado las piernas de Alberto me acomodo en medio de ellas y coloco su enorme verga en medio de mis tetas y comienzo a frotarla, el empieza a gemir, la tomo y me la meto en la boca, le doy unas ricas lamidas, se las merece, a su edad y con tremenda verga!!... Él se dejaba llevar, casi sin poder respirar, me doy cuenta que Raúl guía el auto hacia la autopista y maneja lento.

-Mhh… glmph… ¡¡¡mmhhh!!! –son mis gemidos chupando la verga de Alberto

-¡Oooh diosss! Mi Rey!! ¡Argghh! ¡Dios mío que delicia!

Dejo de chupársela, me quito los tenis y los leggins quedando desnuda completamente, igual ayudo a Alberto a desnudarse, Raúl disminuye la velocidad mientras me acomodo colocando mis piernas alrededor de su cintura Alberto me toma de la cabeza me atrae a su boca, mi boca pega con una masa de pelos, su barba, y sus labios chupan los míos… mi boca se abre, permitiendo la entrada de su lengua gorda y caliente… le chupo la lengua y nos besamos como un par de actores porno, de manera asquerosa… los dos estamos enfermos de lujuria y de morbo.

Sus manos se mueven por mi espalda, luego buscan mi busto, abrazo su cabeza con mis brazos, devorando su boca, mamándole la lengua, rodeando su panza con mis piernas… me coloco su verga con mi manita a la entrada de mi vagina y empujo mis caderas sintiendo como su rica macana entra lentamente deslizándose rico mientras mi marido sigue manejando, mi inusual amante hace que me apoye en medio de los asientos delanteros del auto arqueando mi espalda, quedando mis senos apuntando a su cara. De inmediato entierra su cara peluda en mis pechos, lamiendo, mordisqueando, besando y chupándome los pezones…

-¡Qué rico, siempre te había querido mamar unos melones así... Jóvenes… firmes… suavecitos

-¡Mmmmh, Albertooo… aahh! -le digo, como puedo, ya en sus manos, no hay marcha atrás...

Raúl detiene la camioneta y nos dice que nos hagamos hacia un lado por un momento, no me mira ni a Alberto, los dos nos abrazamos y nos besamos mientras Raúl repliega los asientos traseros de la lujosa camioneta haciendo un espacio considerable, después se vuelve a poner en marcha, como una chiquilla me paso hacia atrás mientras Alberto me sigue mas despacio, suavemente me tiende, me besa de nuevo, su panza pegada a mi fino estómago, empieza a bajar, deteniéndose un rato más en mis "melones", luego, prosigue su exquisito descenso hasta llegar a mi vagina restregando su cara contra mi sexo…

-¡Aaay, Albertooo, así, así! -grito. Me lame y me mordisquea -Oooh, hazme tuya, qué ricooo…

Ahora sus dedos invaden mi intimidad y de manera instintiva abro más mis piernas, para que juegue como quiera con mis genitales. Yo me mantengo con los ojos cerrados, sólo sintiendo oleada tras oleada de placer.

Ahora siento a Alberto encima de mí, abro los ojos y hallo su mirada fija en la mía, las luces de la autopista son mudas testigos de nuestras miradas… su mirada destila deseo, entiendo el mensaje cierro los ojos y abro mi boca sin emitir ningún sonido… Alberto empieza a penetrarme .lentamente, poco a poco, avanzando un poco mas encada empellón, lenta y deliciosamente, abriéndose paso entre mis frágiles paredes, ensanchándolas… nunca había tenido adentro algo tan grande…

-¿Te gusta, amor?, te gusta??

-¡Sí, Albert… ooo... Oh, sí, humnn... Muerdo mi labio inferior mientras lo siento avanzar dentro de mi

Rodeo su grueso cuello con mis brazos y me entrego a ese desenfrenado placer mórbido. Alberto hace que suba mas mis piernas y empieza a castigarme con más furia…

-¡Ah, sí, ahhh te... Amo!

- soy toda tuyahhh!

Alberto transpira a chorros, le cuesta bombearme en esa posición, por lo que hago que se desprenda y lo acuesto amorosamente, me acomodo como puedo montando sus caderas

-¡Oooh, qué bien se siente, qué delicia! -digo, cuando me la encajo completa, sintiendo algo inmenso trabado en mi pelvis, y como puedo empiezo a montarlo.

-¡Aaah, ufff, muévete, así, rico mamacita! Chiquita hermosaaaaa...

-¡ohh... Unggg me llamo Paolaaa... Le digo en mi paroxismo tendida sobre el sujetando con fuerza su cuello

Ya acostumbrada a su verga en mi interior, mi cabalgata es frenética... Efectiva, nuestros quejidos jadeos y mis gritos llenan la camioneta, nos decimos de todo… me hace venir deliciosamente, poco después el explota dentro de mi sujetándome fuertemente casi aferrándose a mi cuerpo, como queriéndome fundir con el...

El tiempo avanza, me desprendo lentamente, me acuesto, desnuda y cubierta de sudor al lado de el, y me adormezco, reposando mi cabecita contra su pecho, nos abrazamos jala su chamarra para cubrirnos, Paola dice suspirando... Raul retoma la ruta para llevarlo a su casa... No quiero llegar, me digo mientras suspiro acurrucándome en sus brazos.

Continuará.

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