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Paula (Capítulo 2)

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Tras despedirse de su novio, Paula, se encaminó con paso rápido hacia su casa dispuesta a realizar un poco de deporte antes de pasarse por el bar de sus padres para echarles una mano con el negocio.

Durante la caminata no dejaba de pensar en que debería librarse de unos kilos que afeaban su figura. Unos kilos que en realidad solo ella veía ya que nadie en su sano juicio sería capaz de poner una sola pega a su aspecto.

Con un metro sesenta y tres de estatura y un cuerpo perfecto, provocaba más de un dolor de cuello a todo aquél que se cruzaba con ella. Si tenías la suerte de que sus preciosos ojos verdes te mirasen terminabas atrapados en ellos irremediablemente. Mención aparte merecen sus labios, unos labios carnosos, jugosos, perfectos, listos para apoderarse del alma del afortunado receptor de sus besos.

Ya en casa, se despojó de su ropa y sin perder un solo segundo, en ropa interior, comenzó con su rutina de ejercicios. Durante cuarenta minutos machacó su cuerpo haciendo sentadillas, flexiones y abdominales hasta que el sudor impregnó su cuerpo y quedó satisfecha con la cantidad de calorías consumidas.

Contenta por haber llevado a cabo la rutina, se regaló un buen baño relajante y metiéndose en la bañera, una vez más, dejó volar su imaginación.

Mientras el agua llenaba la bañera y cubría su cuerpo, Paula, no dejaba de pensar en Jon. Le fascinaba, le atraía y sentía más, mucho más por él de lo que era capaz de admitir y sabía que esos sentimientos eran recíprocos.

Le había conocido hace un par de años, pero hasta hace unos meses no le había conocido realmente. Ahora todo era distinto, se había abierto a ella sin esconder nada y esa confianza había arraigado en ambos logrando que todo cambiase.

Se imaginó a Jon delante, viéndola, lo que él le diría, lo que él le pediría hacer y tomando el teléfono de la ducha, dirigió el chorro de agua tibia sobre su cuello. Sintió como el agua acariciaba su piel y lentamente dirigió el chorro sobre sus pechos. Mientras el agua impactaba sobre el piercing que adornaba su pezón izquierdo arrancándola múltiples sensaciones, su mano derecha aprisionó el pezón derecho y lo apretó imaginando que era Jon quién lo hacía tomándolo entre sus dientes. Jugó con la presión, buscando el punto donde el placer se alía con el dolor y tirando un poco de él, se le escapó un suspiro.

Sin soltar el pezón derecho, continuó acariciando su cuerpo con el chorro de la ducha. Descendió sobre su abdomen y éste topó con el piercing de su ombligo. Descendió lentamente buscando alcanzar su clítoris, pero en ese momento, imaginó a Jon acercándose a ella pidiéndole paciencia por lo que se obligó a pasar de largo y continuó el recorrido por sus piernas.

Sin ser consciente de ello, su mano había abandonado su pecho y, mientras el agua recorría sus muslos, ésta se había adentrado entre sus piernas para comenzar a acariciar los labios de su coño, apenas rozándolos con las yemas de los dedos. Separó estos con los dedos y con el pulgar comenzó a acariciarse el clítoris.

Se imaginó los dedos de Jon jugando con él, acariciándolo, presionándolo. Sin perder un segundo, dirigió el chorro de agua hacia su clítoris. El impacto de miles de gotas de agua sobre su clítoris le arrancaron mil y un gemidos de placer. Su cuerpo se tensaba, se arqueaba y su mirada le buscaba en el baño vacío. Le deseaba, le amaba, le necesitaba y más de una vez sus labios pronunciaron su nombre llamándolo.

En el momento en el que se iba a correr, se obligó a detenerse. No quería parar, quería dejarse llevar, pero le conocía y sabía que de estar él presente, de ser sus manos, su lengua, se detendría para mantenerla en ese estado de eterna excitación y así, más tarde, hacerla llegar al cielo cuando por fin le permitiese alcanzar el orgasmo.

A duras penas abandonó la bañera, quería continuar, su cuerpo se lo pedía, pero, aunque él nunca lo supiese, aunque ella nunca se lo haría saber, era suya.

Ya en su cuarto, abrió el armario buscando que ponerse y nuevamente se sorprendió pensando en que conjunto le gustaría más a Jon. Tras varias elecciones fallidas, al final quedó satisfecha con su elección.

Era un día caluroso, por lo que optó por un conjunto rosa. Un body a juego de una minifalda rosa y lanzando una mirada al espejo, sin ser capaz de apreciar la belleza que éste le devolvía abandonó su casa para encaminarse al bar de sus padres.

Por el camino comprobó cómo Jon le había escrito y sin perder un segundo, le puso al día de cómo había pasado la mañana haciéndole saber sus planes para la tarde que, lamentablemente, se avecinaba tranquila. Iba a guardar el móvil y continuar su camino, pero en un arrebato, le escribió de nuevo haciéndole saber que le quería. Era cierto, no se lo decía tanto como él a ella, pero realmente era así, le quería. No sabía ni como, ni porqué había sucedido, pero para cuando fue consciente de ello, se había enamorado perdidamente de él.

Malditas circunstancias que lo dificultaban todo. Si, le quería sin importar la diferencia de edad. Le quería sin importarle que estuviese casado. Le quería sin importarle su propio novio. Le quería, le amaba y eso era lo que realmente importaba. Eso y que él sentía lo mismo por ella.

No tardó en llegar al bar y obviando las lascivas miradas de la clientela, se adentró en la barra para saludar a su padre con dos besos.

-¡Y yo que pensaba marcharme! -exclamó uno de los clientes habituales del bar al ver como Paula saludaba a su padre.- Paco, ponme otra cerveza, anda, que me ha entrado una sed de repente… -dijo comiéndose a la hija del aludido con los ojos.

-¡Córtate Luis! -le contestó Paco lanzándole una mirada de advertencia.- Si sólo tiene 23 años. Podría ser tu hija!

-Sí -contestó éste riendo.- pero es la tuya, no la mía. -dijo depositando el dinero de la consumición en la barra frente a Paula guiñándola un ojo.

-Precisamente por eso, Luis, porqué es MI HIJA. -zanjó Paco dando por terminada la broma, haciendo un gesto a Paula para que entrase en la cocina a saludar a su madre.

Viendo que su padre se estaba enfadando, le hizo caso y no perdió tiempo en acercarse a saludar a su madre. Al ver que esta estaba atareada preparando la comida, se enfundó un delantal y se puso mano con mano a ayudarla en todo lo posible.

Durante una hora no salió de la cocina, cocinó, fregó, limpió sin descanso para que su madre no terminase tan agotada como cada día. No siempre podía echar una mano, pero cuando así era, no perdía el tiempo y se esforzaba en ello.

Estaba sirviendo el plato de comida que degustaría su padre cuando el sonido de una voz conocida pidiendo un café con hielo hizo que su corazón se acelerase y su mano se detuviese dejando a medio servir la comida.

Con cautela, se acercó a la puerta que separaba la cocina de la barra del bar y la abrió lo justo para poder observar el origen de aquella voz y confirmar que su cerebro no le había gastado una jugarreta.

No, no había sido así. Apenas a dos metros de ella, encima de la barra, descansaban dos cascos de moto apoyados sobre una cazadora de cuero. El dueño de ambos cascos no era otro que Jon. Había querido sorprenderla, o quizás ponerla un poco nerviosa y, sin avisar, se había presentado en el bar de sus padres para hacerla ver que no dejaba de pensar en ella. Paula bien sabía esto, él se encargaba de repetírselo siempre que tenía ocasión.

-Papá, -le dijo a su padre pasando delante de Jon lanzándole una mirada de reojo.- ya tienes la comida lista. Por cierto -esta vez miró directamente a Jon.- en un rato tengo que marchar a hacer un recado. ¿Vale?

-Tranquila -respondió Paco.- haz lo que tengas que hacer que entre tu madre y yo nos apañamos bien.

Jon había permanecido con la vista fija en el café con hielo y, para desesperación de Paula, solo la desvió cuando ésta le dio la espalda y volvió de nuevo a la cocina, para así deleitarse con las formas de la joven. Al entrar en la cocina, Paula giró la cabeza y percibió como Jon la miraba fijamente a los ojos esbozando una "sonrisa torcida", como las llamaba ella, que le hizo saber que la mente de Jon se había puesto en marcha. Su coño empezó a llamarlo al momento, y cerró la puerta tras de si deseando que éste le pusiese al corriente de sus pensamientos.

Habían transcurrido apenas diez minutos, cuando Paula, se despidió de su padre que estaba disfrutando en la cocina de la maravillosa comida preparada por su hija, prometiéndole volver mas tarde y seguir ayudándoles, esta vez, atendiendo la barra.

Con un beso, le hizo saber a su madre, que volvería pronto y salió de la barra deseando que Jon se pusiese en marcha tras ella. Su madre la adelantó camino de la terraza y no se percató cuando Jon se interpuso en el camino de Paula y tomándola de la mano, tiró de ella, sin que ofreciese resistencia, hacia el baño de mujeres.

Cuando entraron al baño, cerró la puerta con el cerrojo tras de si y tomando a Paula por los hombros la enfrentó al gran espejo del baño, colocándose a su espalda apretando su cuerpo contra el de ella.

-Que sea la última vez que dices que no eres guapa ni atractiva. -susurró Jon a escasos milímetros de su oreja.- Ahora verás lo que veo yo cada vez que te miro.

Paula era incapaz de hablar aunque tampoco quería hacerlo. Solo quería escucharle, saber todo lo que pasaba por su cabeza y centrando la mirada en el reflejo de sus ojos verdes que le devolvía el espejo, esperó a que este continuase hablando.

-Contempla tus ojos, Preciosa. -continuó susurrando Jon tomando su rostro entre las manos.- Siente la profundidad de tu mirada. -Esperó un par de segundos para continuar susurrando.- Ahora, dirige tu mirada a tus labios. -al tiempo que hablaba, comenzó a acariciar el rostro de Paula con el dorso de la mano rozando levemente sus labios con los dedos.

Paula separó los labios y sintiendo las caricias, comenzó a morderse el labio inferior.

-Contempla este cuello. -esta vez acompañó sus palabras con suaves besos a lo largo del cuello.- Un cuello que pide ser besado una y otra vez.

Paula cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia un lado para facilitarle el acceso de sus labios.

-Abre los ojos, Preciosa, y mira tu cuerpo -las manos de Jon se deslizaron por la espalda de Paula y rodeando su cintura, comenzó a acariciar su vientre, subiendo hacia sus pechos.- Esta preciosa cadera, este vientre donde perder mis labios, estos pechos perfectos. -las manos de Jon tomaron los pechos y apretándolos ligeramente, tiro hacia arriba de ellos juntándolos.

La presión de los dientes de Paula sobre sus labios aumentaron peligrosamente y por un momento temió que terminaría haciéndose sangrar.

-¿Qué decir de éstas piernas? -se agachó tras ella y comenzó a acariciarlas suavemente desde los tobillos hasta terminar con las manos bajo su minifalda.- Ufff, éste culo que me vuelve loco. -tomando cada nalga con una mano, comenzó a besarlo.

Paula se echó hacia atrás. Se apoyó en el lavabo y poniéndose de puntillas, alzó las caderas ofreciéndole su culo.

En ese momento, las manos de Jon abandonaron el culo de Paula y tomándola por la cintura, la obligó a girarse. Alzándola, la sentó en la encimera del lavabo. Tiro suavemente de su cabello haciendo que alzase el rostro y sin dilación comenzó a besarla, a emborracharse de sus labios.

Paula separó sus piernas y Jon no dudo en acercarse aún más a ella.

-Y como no mencionar este coño… éste dulce coño. -se arrodilló de nuevo ante ella y separando a un lado la tira del body, comenzó a lamer tal preciado tesoro.

Su lengua jugaba con su clítoris, lo lamía, lo besaba, lo adoraba, y Paula comenzó a morderse la mano para acallar los gemidos que pugnaban por salir de su boca.

Cuando los movimientos de las caderas de Paula le indicaron que estaba a punto de alcanzar el orgasmo, se obligó a separarse de ella y poniéndose de pie, tomó su rostro entre las manos y se quedó mirándola en silencio.

-Fóllame. -las palabras salieron de la boca de esta sabiendo que era lo que él estaba deseando oír.

Sin poder esperar más, Jon se soltó los pantalones, y sacando su polla, la colocó justo en la entrada de su coño. Lentamente, comenzó a penetrarla disfrutando del calor y la humedad del mismo, sintiendo como milímetro a milímetro se iba perdiendo dentro de ella.

Fundieron sus bocas y lo que en principio fueron suaves movimientos, se convirtió en una lucha sin cuartel por dominar al otro. Movían sus caderas al unísono disfrutándose mutuamente y se dejaron llevar hasta los confines del placer.

Ahogaron sus gemidos a base de besos y cuando Paula empezó a correrse, rodeó con sus piernas las caderas de Jon haciéndole ver que quería que acabase dentro de ella, que la llenase con su esencia.

Jon aumentó el ritmo de las embestidas. Tomándola por las caderas y atrayéndola más aún, tratando de fundirse en un solo ser, comenzó a correrse en su interior.

Permanecieron inmóviles, recuperando el aliento. No querían separarse, querían permanecer así por horas, pero recordando donde se encontraban, se obligaron a separarse.

-¡Joder! -dijo Paula acomodándose la ropa.- ¿Cuánto tiempo llevamos aquí?

-No lo suficiente. -respondió Jon, haciendo lo propio con la suya.

Abriendo ligeramente la puerta del lavabo, Jon comprobó que no había nadie pendiente del baño y lo abandonó regresando a la barra. Unos segundos después, Paula, cabizbaja, se apresuró hacía la cocina.

-¿Ya has terminado con el recado? -preguntó Paco saliendo de la cocina.- No hace falta que te quedes. No hay mucha gente y entre tu madre y yo nos apañamos.

-¿Seguro? -contestó la aludida mirando de reojo a Jon.- Entonces… creo que saldré a dar una vuelta a ver si me despejo.

-Te vendrá bien. Seguro que has venido caminando a toda velocidad, como siempre. -le apuntó su padre.- Estás toda sudada y acalorada.

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Nota:

Este será el tercer y último relato sobre Paula. No porque no haya más que contar, sino porque a veces las cosas terminan cuando uno menos se lo espera, sin un adiós, con demasiadas cosas en el aire, sin una sola palabra de por medio, en completo silencio. Simplemente acaban sin que podamos hacer nada para evitarlo.

No. No me he equivocado al decir que este es el "tercer" relato sobre Paula por mucho que aparezca un 2 en el título del mismo. Si accedéis a mi ficha de autor y retrocedéis un par de relatos entenderéis el porqué de mis palabras.

Un saludo.

(9,60)