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Paula

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Para ser sinceros, no me importó nada ser el tercero en discordia. En realidad, que por casualidad apareciese Ana en el restaurante, fue de lo mejor que me podía haber pasado esa noche. Y tras despedirme con un beso de mi mujer, le pedí a Ana que me la cuidase. Me marché del restaurante con la certeza de que terminarían la noche en el piso de Ana poniéndose al día de la nueva vida de ésta tras su divorcio.

Apenas había salido del restaurante cuando ya tenía las llaves del coche en las manos y apresuraba el paso para llegar cuanto antes a casa.

Unos días antes, mi mujer me había comentado que María, la chica que habitualmente cuida de nuestros hijos, había caído enferma y que no podría hacerse cargo de ellos el viernes por la noche. Tal día había sido el elegido para salir a cenar los dos solos después de un mes a tope de trabajo. Cualquiera que tenga hijos pequeños, sabrá de la importancia de encontrar un momento para estar en pareja sin tener que estar pendiente en todo momento de la descendencia y más cuando son pequeños, cinco y tres años, como es en nuestro caso.

Durante el día siguiente, no dejamos de buscar a alguien de confianza para que cuidase de ellos, pero la suerte nos estaba siendo esquiva y nos estaba resultando imposible.

En el trabajo pregunté a mis compañeros si conocían a alguien y finalmente, la solución se plantó frente a mí, en el momento en el que decidí resignarme a anular la cena con mi esposa.

-Veo que no encuentras a nadie. -me dijo Paula sentándose a mi lado.- Si quieres, estaría encantada de cuidar a tus hijos. Así los conozco personalmente después de todo lo que me has hablado de ellos.

-¿Harías eso por mi? -pregunté sintiendo aún más admiración por ella de la que ya sentía, sobre todo teniendo en cuenta el motivo de mi necesidad.

-Por supuesto, Jon. Sabes que haría cualquier cosa por ti.

-Gracias, Paula. -le dije levantándome y dándole un abrazo seguido de un beso en la mejilla. Un beso que, inconscientemente, no sé si por mi culpa o por la de ella, terminó rozando la comisura de sus labios.

-No tienes, porque darlas. -contestó esbozando una sonrisa y mirándome fijamente a los ojos.- Haría cualquier cosa por ti.

Vi como volvía a su puesto de trabajo incapaz de separar la vista de su culo, deleitándome del dulce movimiento de sus caderas. Tomando el móvil, le mandé un mensaje a mi mujer haciéndola saber que se mantenía la cena ya que había encontrado quién cuidase de nuestros hijos.

Paula, qué decir de Paula… ¿Habéis tenido la suerte de conocer a alguien con quién podéis ser vosotros mismos al 100%? ¿Con quién no necesitáis usar ningún tipo de máscara y te puedes mostrar ante ella, o él, tal y como sois en realidad? ¿Sin temor a ser juzgado? ¿Sin temor a nada?

Esa persona, para mí, era Paula.

Nos conocimos hace apenas dos años cuando vino a hacer las prácticas de la universidad a la empresa donde trabajo. Aun siendo tan joven, por aquel entonces ella contaba con apenas 21 años, sentí que era una persona especial que merecía la pena conocer realmente. Por su forma de ser, me sentía muy cómodo con ella a pesar de la diferencia de edad, casi el doble, y poco a poco forjamos una gran amistad.

Una vez terminadas las prácticas, apenas supimos el uno del otro hasta un año y medio después, momento en el que quedó una vacante en la empresa. Estando su nombre el primero de la lista de futuros candidatos, no tardaron en llamarla ofreciéndole el puesto de trabajo.

El azar se alió conmigo y para que se pusiese al día con el trabajo y cogiese experiencia, nos pusieron a trabajar codo con codo durante dos meses.

Dos meses que nos supieron a poco. Lo digo en plural, porque creamos tanta complicidad entre nosotros, que no era raro el día que no terminábamos tomando algo después de trabajar poniéndonos al día sobre nuestras respectivas vidas fuera del mundo laboral y nos inundábamos a mensajes sin importarnos el momento del día.

Como os he dicho, entre nosotros éramos sinceros al 100% y un día, en un arrebato de sinceridad, o queriendo gritar al mundo lo que tanto tiempo había permanecido en silencio, le hablé de mi "otro yo". Paula, lejos de asustarse, juzgarme o mirarme con otros ojos, como tanto me temía, simplemente se quedó mirándome y me pidió que le contase más sobre mi "otro yo".

Mi otro yo, mi pasado, lo que siempre había escondido de mi, incluso a mi mujer, era que fui, soy y seré DOM, es decir, que pertenecía al mundo del BDSM. Le expliqué que el BDSM es un "mundo" muy extenso, donde caben un sinfín de variantes, y que personalmente disfrutaba encontrando los límites de mis Sumisas, disfrutando ambos del camino hacia el conocimiento personal.

Le conté que desde que empecé a salir con mi mujer, decidí cambiar, un poco al menos, y que desde entonces, únicamente ejercía como Amo virtual y de cómo libero mi mente escribiendo relatos eróticos.

Viendo su cara de sorpresa ante esta última afirmación, le explique un poco más sobre mí y le hablé de CHROM, antes CORN, mucho antes… da igual cómo me hiciese llamar mucho antes. Finalmente, para que se hiciese una mejor idea de lo que le estaba hablando, le mostré todos los relatos que había publicado anteriormente en esta misma página.

Para cuando quise darme cuenta, esa complicidad, esa libertad de ser yo mismo, el no necesitar "esconderme" provocó que mis sentimientos hacia ella cambiasen y terminé enamorándome perdidamente de ella.

Nos habíamos prometido que nunca, jamás, nos mentiríamos y que siempre nos diríamos todo sin miedo a ser juzgados por el otro, así que un día, mientras tomábamos un café después del trabajo, me sinceré y le conté lo que sentía por ella. Paula, comenzó a sonreír al oír mi confesión y acercándose a mi oído me susurró que ella sentía lo mismo por mi.

Desde ese día, se puede decir que todo cambió, aunque seguíamos con nuestras respectivas parejas, sabíamos lo que sentíamos el uno por el otro y sin hablar, nos decíamos todo con mil miradas, con mil gestos. Buscábamos cualquier excusa para estar cerca del otro, para rozarnos, cualquier oportunidad a solas para besarnos, pero… nada más. Hablábamos de los "Quien sabe…", soñábamos con los "Quizás...", terminábamos las frases con un "…aún" pero no nos atrevíamos, por decirlo de alguna manera, a dar el siguiente paso.

Pero… para todo hay una primera vez.

Nada más aparcar el coche en el garaje, subí las escaleras de dos en dos, deseando vislumbrar por fin la puerta de casa. Tratando de tranquilizarme, respiré profundamente un par de veces y con el máximo sigilo posible, pues no quería despertar a mis hijos, abrí la puerta de casa y entré en ella buscando a Paula.

La casa estaba en silencio, lo que significaba que mis hijos estaban dormidos y la luz que salía desde la cocina me indicó cual sería el rumbo que tomarían mis pasos.

Cuando llegué a la puerta de la cocina vi a Paula de espaldas, metiendo la loza en el lavavajillas. Llevaba puestas únicamente unas braguitas negras y un top blanco sin sujetador que marcaba sus formas. Sin duda, no esperaba que llegásemos pronto y al estar los niños dormidos, había decidido ponerse cómoda. Nada más verla, tanto mi corazón como mi polla, reaccionaron al momento.

Cuando se agachó a colocar uno de los platos en el lavavajillas, me acerqué a ella y me pegué a su culo agarrándola por la cintura.

-Ahora CORN te hubiese arrancado las bragas. -susurré en su oído cuando se incorporó asustada.- CHROM te hubiese pedido que te las quitases y se las dieses. -dije haciendo que se girase para mirarla a los ojos.- pero para ti… soy simplemente Yo. -terminé diciendo tomándola con una mano del cuello y con la otra aún en su cintura para empotrarla fuertemente contra la pared de la cocina y devorar con ansia sus labios.

Mientras continuábamos besándonos, la alcé y sus piernas rodearon mi cintura. Nuestras lenguas luchaban por vencer en la batalla del deseo. Mordía mi labio mientras sus manos se enredaban en mi cabello. Mis manos acariciaban su culo. Tras forzarme a separar una de mis manos de tal maravilloso trasero, esta ascendió hasta uno de sus pechos, buscando su pezón para tomarlo entre mis dedos y pellizcarlo levemente.

-Vamos a la cama. -me dijo mirándome a los ojos una vez que nuestros labios se separaron.

Cuando la dejé en el suelo, me tomó de la mano y me hizo seguirla hasta el dormitorio principal.

-Si para mí, eres simplemente TÚ... -me dijo con un susurro una vez terminó de desnudarme.- para ti... lo seré TODO. -me empujó sobre la cama haciendo que terminase sentado en ella.

Nunca en mi vida hacía disfrutado tanto de un striptease de tan poca ropa. Su forma de mirarme, de moverse, de morderse el labio inferior mientras se despojaba de las dos únicas prendas que cubrían su cuerpo, hicieron que estuviese a punto de saltar sobre ella.

Se acercó sin prisa alguna buscando que el deseo me poseyese y cuando traté de asirla por las caderas para acercarla a mí, retrocedió lo justo para que mis manos no lograsen su objetivo.

-No sé cómo será la próxima vez, -dijo una vez retiré mis manos.- pero hoy, mando yo. -concluyó dándome un pequeño empujón en el pecho para que me tumbase en la cama.

Lentamente, haciéndose desear, ascendió por mi cuerpo hasta llegar a mi boca y nuevamente, me besó. Sentía mi polla rozando la entrada de su coño y mis caderas me pedían alzarse para introducirme en ella. Mi polla gritaba por penetrarla y el suave movimiento de sus caderas con el que acariciaba la punta de mi polla con la entrada de su coño, pusieron a prueba mi autocontrol.

Cuando dejó de besarme, comenzó a descender besando mi cuello al tiempo que sentía como mi polla ascendía por su cuerpo acariciando su monte de Venus. Continuó besando mi pecho mientras mi polla rozaba el piercing que adornaba su ombligo. Jugó con su lengua en mi ombligo y mi polla se perdió en el valle de sus pechos. Finalmente, terminó arrodillada entre mis piernas, y tomando mi polla entre sus manos, hizo que conociese la calidez de su boca.

Comenzó lamiéndome el glande con su lengua, para después, poco a poco, comenzar a introducírsela en la boca. Sentía como iba absorbiéndola milímetro a milímetro, haciéndome disfrutar como nunca. Cuando ya no pudo alojar más carne dentro de su cavidad bucal, comenzó una perfecta mamada. Su boca recorría mi polla una y otra vez. Sus manos, apoyadas en mis muslos, le servían de apoyo para evitar que tratase de profundizar más de la cuenta dentro de ella.

Sacándose mi falo de la boca, comenzó a lamerlo, recorriéndolo desde la base hasta la punta con su lengua, para después, clavársela de nuevo hasta el fondo de su garganta.

Paula me conocía bien, demasiado bien y cuando sintió que mis músculos se tensaban, se sacó la polla de la boca, dejándome a las puertas del orgasmo, como tantas veces le había comentado que me gustaba hacer a mis sumisas para que luego gozasen de un orgasmo aún mayor.

Reptó sobre mí y poniendo sus piernas a ambos lados de mi cabeza, dejó su lampiño coño al alcance de mi boca.

No perdí el tiempo, pues anhelaba conocer su sabor y mi lengua se lanzó sobre los húmedos pliegues de su coño. Los recorrí varias veces, introduciendo a veces la punta de mi lengua en su coño, para finalmente, centrarme en su clítoris.

Abracé sus muslos para acercarla más a mí y evitar que se separase y comencé a jugar con él. Lo lamía, lo acariciaba con la punta de mi lengua al tiempo que ejercía presión sobre él. Mi apéndice comenzó a moverse a gran velocidad haciendo que sus caderas se moviesen al ritmo de las sensaciones que se irradiaban a lo largo de todo su cuerpo partiendo desde su clítoris.

Ambos fuimos conscientes de que su orgasmo estaba a punto de estallar y cuando trató de separarse, valiéndome de mi superioridad física, impedí que alejase su coño de mi boca, aferrándome más fuerte aún a sus muslos, aumentando el movimiento de mi lengua sobre su clítoris.

Aflojé la presión de mi abrazo sobre sus muslos buscando que tratase de apartarse y cuando logró separarse de mí, tiré de sus caderas hacía abajo para terminar clavándole toda mi polla en su coño.

Apoyó las manos a ambos lados de mi cabeza y comenzó a mover las caderas cabalgando mi mástil. Movía su cuerpo arriba y abajo sintiendo como mi instrumento la llenaba. Mis manos tiraban de sus caderas buscando llegar más dentro de ella aún si cabe. Imprimía movimientos circulares a sus caderas mientras sus manos aferraban sus pechos y los apretaba.

Los jadeos escapaban de su boca, nuestros gemidos llenaban la habitación cuando comenzó de nuevo a correrse. En ese momento, aprovechando que estaba en pleno clímax, me revolví bajo ella y saliendo de entre sus piernas, la tumbé en la cama, y de un solo movimiento, clavé mi polla en ella y comencé a follarla salvajemente.

Mis caderas se movían como locas. Mi polla escarbaba en su interior arrancándola gritos de placer que sin duda, darían que hablar a mis vecinos al día siguiente. Paula encadenaba un orgasmo tras otros mientras su uñas marcaban mi espalda. Tomándola por la caderas y alzándola, dejé que la pasión se apoderase de mi y dejé que mi orgasmo se liberase dentro de ella.

Me dejé caer a un lado y durante unos minutos permanecimos en silencio. En ese momento fui consciente de que mis hijos estaban durmiendo a unos cuantos metros de nosotros pero en el momento que Paula clavó nuevamente su mirada en mi, sus ojos verdes me hicieron olvidar todo y nuevamente, deseé perderme en ellos por siempre.

Sus labios se pegaron a los míos y volvimos a besarnos con pasión. Durante unos minutos, el mundo dejó de girar y solo existíamos ella y yo.

Mis labios comenzaron a echarla de menos justo en el momento en el que se separaron de los suyos pero la sonrisa que apareció en su cara me indicó que tal sacrificio merecería la pena.

Gateando sobre la cama, se colocó a cuatro patas dejando las rodillas en el borde del colchón.

-¿No piensas marcarme como a una de tus Zorritas? -me preguntó apoyando la mejilla en la cama.- No sé a qué esperas. -dijo separándose las nalgas con las manos ofreciéndome su culo.

Mi polla reaccionó al momento y ésta vez fui yo quien se hizo de rogar.

Abriendo el cajón de la mesita tomé un bote de lubricante y rodeé la cama colocándome detrás de ella. Fui incapaz de contenerme ante la visión de su culo, presto a ser mío, y antes de arrodillarme entre sus piernas, le propiné un pequeño azote en su nalga izquierda. Un azote prometido que pensaba que nunca sería dado.

Dejé caer un poco de lubricante unos centímetros más arriba de su orificio y esperé a que resbalase lentamente cubriendo su ano. Lo esparcí con mi lengua, masajeando con ella los pliegues de su culo. De vez en cuando introducía levemente la punta de mi lengua en él. Mi lengua fue sustituida por uno de mis dedos mientras con la otra mano comenzaba a estimularla suavemente el botón que coronaba su coño.

Sin prisa, comencé a dilatarle el culo, preparándolo para acoger mi polla. Cada vez que introducía un poco más el dedo dentro de su culo, aumentaba levemente tanto la presión como la velocidad con la que acariciaba su clítoris. Poco a poco fueron dos los dedos que se alojaban dentro de ella y, cuando llevaba un rato con el tercero dentro de ella, me retiré para embadurnar mi polla con el lubricante.

-Despacio, por favor. -la oí decir cuando apoyé el glande en la entrada de su culo.

Deseando que lo gozase tanto como yo, comencé a penetrarla despacio, sin prisa, ejerciendo la fuerza justa para que poco a poco su culo terminase abrazando la totalidad de mi polla.

Finalmente, mi polla no logró avanzar indicándome que se hallaba en su totalidad dentro de ella. Sus esfínteres se contrajeron abrazándola y disfruté de la deliciosa presión que ejercían sobre ella.

Me retiré lentamente, aprovechando para dejar caer nuevamente un poco de lubricante encima de su culo, que resbalaba sobre el tronco de mi polla para facilitarme el movimiento.

Comencé a moverme despacio, y cuando ella misma empezó a mover las caderas para clavarse la polla hasta el fondo de sus entrañas, la tomé de la cintura y aumenté la velocidad gradualmente. Me mantuve pendiente de sus gestos para no hacerla daño y terminé poseyendo su culo como tantas veces había imaginado en mis sueños.

Ella comenzó a masturbarse con una mano en su coño y cuando le indiqué que iba a correrme, empujó con fuerza hacia atrás para que derramase mi semen en lo más profundo de sus entrañas. Mi corrida salió disparada dentro de ella. Sintió como sus entrañas se llenaban de mí y presionó aún más buscando que hasta la última gota de mi simiente terminase dentro de ella.

Exhausto, me dejé caer sobre ella y, sin sacar mi polla de su interior, comencé a besar su cuello. Cuando giró la cabeza, de nuevo nuestros labios se fundieron en uno.

Descansamos unos minutos abrazados el uno al otro. Sin pensar en nada, únicamente disfrutando de nosotros ni tener en cuenta al mundo.

Al día siguiente, cuando mi mujer volvió a casa después de pasar la noche en vela hablando con Ana, los críos no dejaron de hablar de Paula. De lo mucho que habían jugado con ella y de lo buena que era con ellos. Viendo que estaban tan contentos me preguntó a ver que me parecía si contábamos con ella para futuras ocasiones. Por dentro deseaba que así fuera y tratando de parecer indiferente, le comenté que por mí no había problema alguno con ello pero que tendríamos que tener en cuenta que Paula no se dedicaba a cuidar niños y probablemente no estaría disponible siempre que la necesitaremos porque ésta vez lo había hecho para hacerme el favor.

Tras hablar con Paula, mi mujer, sin ser consciente de ello, le abrió las puertas de nuestra casa y a partir de entonces se convirtió, por decirlo de alguna manera en nuestra "niñera oficial" y más de una vez se hizo cargo de nuestros hijos… y no sólo de ellos.

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