Nuevos relatos publicados: 0

Pesca deportiva

  • 51
  • 6.248
  • 9,50 (2 Val.)
  • 0

Era un día caluroso del mes de agosto, una semana después de que terminara la temporada de vacaciones de verano; cuando mi hermosa novia y yo quisimos aprovechar para disfrutar de un fin de semana en la playa de una conocida isla del sur de Texas. Destino vacacional obligatorio para muchos habitantes del norte de México.

Un viaje de sólo tres horas por carretera desde nuestra ciudad de residencia lo hacen el sitio ideal para disfrutar del sol, la arena y el mar. Y si preferentemente lo visitas en temporada baja puede resultar en unas vacaciones bastante económicas; lo que resulta muy conveniente cuando se cuenta con un presupuesto modesto por no decir limitado.

No era la primera vez que mi novia Leslie y yo visitamos la pequeña isla de forma alargada, de hecho, tenemos varios años visitándola. Primero con nuestras respectivas familias, otras ya formalizados como pareja e incluso en algunas ocasiones cada quién por su cuenta con amigos; por lo que la conocemos bastante bien.

Llegamos al hotel después del mediodía, nos registramos rápidamente para subir a nuestra habitación y descansar un poco antes de bajar a la playa. Tan pronto entramos a nuestro cuarto nos olvidamos del cansancio; nos desnudamos inmediatamente y nos metimos a la cama, ansiosos por hacer el amor después del corto viaje por carretera.

Aunque el sexo siempre ha sido bueno entre nosotros, después de dos años de relación resulta necesario ser algo creativo para no caer en la rutina. Razón por lo que llevábamos por algún tiempo, el divertido hábito de fantasear durante el sexo tratando de excitarnos mutuamente hasta alcanzar el orgasmo. Lo cual siempre resulta muy efectivo.

Claro está, en algunas de nuestras eróticas fantasías empleábamos el juego de rol fingiendo ser otras personas; casi siempre alguien famoso como una estrella de cine o deportista al que debíamos intentar seducir o dejar que nos sedujera como parte de la fantasía.

Pero de vez en cuando preferíamos adoptar una personalidad un poco más mundana. El clásico plomero o mecánico que ayudaba a la bella y sensual damisela en aprietos en la ausencia de su incauta pareja; lo cual además de ser sumamente excitante también resulta ser una fantasía con muchas más posibilidades de realizarse, por la relativa facilidad con que nos podríamos topar con uno de esos personajes.

Esa clase de fantasías resultaban ser una gran herramienta para permitirnos suponer a ambos como deberíamos reaccionar, hipotéticamente hablando, en semejantes circunstancias en caso de que nos apeteciera consumarla. Por ejemplo, si en mi papel de amante yo le preguntaba a mi novia “¿si tenía algún problema con engañar a su pareja?”; entre los dos intentábamos discernir cual podría ser la respuesta más asertiva para que el acto sexual se concretara.

“No te preocupes por mi novio”, o, “a él le gusta verme hacerlo con otro hombre”, eran casi siempre las respuestas que mi novia daba en automático cuando se le planteaba la posibilidad de engañarme; razonando que, con este tipo de respuesta, sería más sencillo persuadir al posible amante de mi novia de ayudarnos a realizar nuestra fantasía.

Aunque resultaba imposible prever todos los distintos escenarios que se podrían presentar, algo en lo que ambos estábamos completamente de acuerdo era que sí realmente deseábamos materializar una de esas fantasías, deberíamos actuar de la forma más natural posible, ¡incluso entre nosotros! Por lo que estaría estrictamente prohibido que en esas circunstancias nos cuestionáramos uno al otro sobre lo sensato y prudente de nuestras acciones.

Cualquier malentendido que pudiera haber surgido se tendría que dejar para después, garantizando de esta forma que al menos uno de los dos disfrutara de la consumación de nuestra fantasía. Algo con lo que mi novia estaba más que contenta, pues la libraba de la responsabilidad de preguntar mi opinión, en caso de que se le llegara a presentar la oportunidad de tener una aventura con otro hombre.

Un par de días antes a propósito de este viaje, habíamos jugado con la idea de que mi novia tuviera un encuentro sexual con un atractivo millonario durante esas cortas vacaciones, preferentemente estando yo presente; situación que estábamos seguros nos provocaría mucho morbo y excitación a ambos. Ese erótico y aparentemente inocente juego de rol me dejaría con una espinita clavada en lo profundo de mi subconsciente; una que no desaparecería fácilmente.

Después de tener una sesión de sexo un poco apresurada, decidimos descansar un par de horas en lo que bajaba un poco el sol antes de salir a la playa. Una vez que nos habíamos recuperado nos pusimos nuestros trajes de baño. ¡Leslie se veía espectacular!

Un diminuto bikini de color rojo resaltaba su escultural figura, exhibiendo generosamente sus hermosos senos bajo su rizada cabellera rubia; al tiempo que sus glúteos eran resaltados sensualmente con el corte a la cadera de su tanga.

Antes de salir de la habitación Leslie tomó una blusa turquesa de botones, para cubrirse con modestia durante el corto trayecto a la playa. Salimos de la habitación caminando abrazados hasta la puerta del ascensor; al entrar en el reducido espacio de éste nos encontramos con una dama mayor, la cual saludamos cortésmente antes de que nos advirtiera acerca del calor que se sentía en el exterior.

—¡Oh guys, the beach is so hot! —comentó amigablemente la dama con su marcado acento texano.

—Thank you for told us —agradecimos sonriendo mi novia y yo, antes de mirarnos a los ojos divertidos por su innecesaria advertencia; pues su observación acerca del clima era algo que resultaba obvio para cualquiera.

El ascensor se detuvo en el vestíbulo, un piso antes del nuestro, y la dama se despidió educadamente de nosotros antes de salir; deseándonos que tuviéramos un buen día quedando nosotros solos en el interior del ascensor.

—Que señora tan observadora —dije a Leslie con un semblante un poco serio, una vez que se cerró la puerta del ascensor.

—¿Por qué dices eso? —preguntó mi novia intrigada por mi espontánea aseveración.

—Apenas te vio unos segundos y eso le bastó para decir: 'this bitch is so hot' —comenté en tono de broma, haciendo alusión a las posibles palabras homófonas del lenguaje, con el que supuestamente la dama indicaría que mi novia era “una perra muy caliente”.

Lejos de molestarse, Leslie tomó mi comentario de muy buen humor, echando la cabeza hacia atrás al soltar una pequeña carcajada aceptando la broma; sólo para que un segundo después soltara un ligero codazo en mi costado en señal de protesta.

—No sé por qué lo diría —dijo Leslie con voz sensual, simulando abrir el escote de su blusa traviesamente, al tirar por las solapas de su blusa con sus manos hacia ambos lados.

—Algo te ha de saber de la última vez que viniste con tus amigas —acusé a mi novia, continuando con la broma, jugando con la posibilidad de que ella me hubiera sido infiel la ocasión anterior en que ella estuvo en la isla.

—Ya tengo fama —presumió mi novia sonriente, con actitud vanidosa y altanera.

Excitado por su pícara respuesta, tomé a Leslie por la cintura y le planté un enorme beso en los labios; beso que no terminó hasta que el ascensor volvió a abrir sus puertas en el nivel de la piscina. Salimos tomados de la mano de muy buen humor, riendo abiertamente y con muchas ganas de seguir divirtiéndonos.

Habíamos seleccionado un hotel en el extremo retirado de la isla, buscando tener la mayor privacidad posible y ahorrar unos cuantos pesos, o para ser más exactos dólares. Por ser temporada baja el hotel estaba casi desocupado; sólo algunas parejas mayores se encontraban hospedadas en ese momento, prácticamente sin ningún niño alrededor a causa del recién iniciado ciclo escolar.

Decidimos ir primero por un par de copas al bar junto a la piscina. Como Leslie parecía ser la mujer más atractiva en el área de inmediato captó la atención del único barista. Un joven y apuesto chico de ascendencia latina al igual que nosotros; quien se aprestó a atendernos amablemente sin perder la oportunidad de echar un rápido vistazo a los encantos de mi novia bajo su blusa, muy disimuladamente en el momento que nos atendía. Algo innecesario desde mi punto de vista, considerando que tarde o temprano mi novia tendría que despojarse de su blusa a escasos metros frente a él.

Agradecimos al barista y tomamos nuestras copas para ir a sentarnos en un par de tumbonas frente a la piscina. Después de realizar un pequeño brindis en honor a nuestras merecidas vacaciones, Leslie se quitó la blusa exhibiendo su hermosa silueta para deleite no sólo del barista, sino de todos los hombres presentes; y quizás de alguna que otra chica, ¿quién puede saberlo?

Un par de sorbos más de nuestras bebidas y decidimos entrar a refrescarnos a la piscina. Con lo cálido del ambiente el agua se sentía deliciosa, y como había pocos huéspedes teníamos la piscina casi exclusivamente para nosotros. Animado por el alcohol, me aventuré echar mano a los encantos de mi novia bajo la tranquilidad del agua.

Sujeté a Leslie por la cintura trayéndola hacia mí para fundirnos en un apasionado beso antes de sumergirnos bajo el agua, hundiéndonos rápidamente como si fuéramos una pesada plomada. Oportunidad que aproveché para masajear con lujuria los glúteos y senos de mi novia fuera de la vista de los posibles curiosos a nuestro alrededor.

De vez en cuando, cargaba a Leslie con mis brazos levantándola por encima del nivel del agua, simulando estar salvándola de morir ahogada; sólo para dejarla caer casi inmediatamente fingiendo un agotamiento repentino y proceder a hundirme nuevamente abrazado a ella, repitiendo el ciclo malicioso de mis caricias submarinas.

Después de pasar un rato jugueteando alegremente en la piscina, Leslie y yo comenzamos a sentirnos un poco incómodos a causa de la atención que involuntariamente habíamos capturado. Por lo que decidimos que era momento de ir al mar, a continuar con nuestra erótica actividad subacuática.

Al salir del agua Leslie se veía espectacular. La humedad en su piel aprovechaba que la luz solar era reflejara por miles de pequeñas gotas que hacían que su curvilínea silueta brillara en todo su esplendor; justo en el momento en que levantó los brazos para recogerse el cabello y exprimirlo detrás de su nuca, echando su pecho al frente para presumir sus bien formados senos.

Muy probablemente esa espontánea acción de mi novia quitó el aliento a más de uno de los caballeros que se encontraban observando. Dimos el último trago a nuestras bebidas y procedimos a realizar la corta caminata sobre la blanca arena.

Al igual que la piscina, la playa estaba casi desocupada; sólo unas cuantas personas diseminadas por la orilla, unas pocas más adentro del mar y a lo lejos un par de aficionados a la pesca con caña, probando suerte en medio del mar. Si lo que buscábamos era tener privacidad definitivamente habíamos venido en la mejor época del año.

El agua en la orilla se encontraba un poco turbia a causa de la arena; por lo que decidimos entrar un poco más adentro para buscar agua más cristalina; específicamente donde se encontraban ubicados el par de pescadores. Ellos se encontraban a una distancia de unos 60 metros de pie sobre lo que debería ser un rompeolas artificial; de tal forma que el agua les llegaba a las rodillas.

La función de un rompeolas es la de garantizar olas moderadas para los huéspedes del hotel durante las agrestes mareas altas. Pero como se creaba una caleta entre el rompeolas y la playa esto ocasionaba que el agua no fluyera libremente; ésta era la razón por la que el agua se encontrara tan turbia en la orilla, pues no permitía que el sedimento se recogiera durante las mareas bajas.

Nadamos hasta el rompeolas y nos ubicamos a la derecha de los pescadores; guardando una distancia prudente entre nosotros y ellos para no interferir con su actividad. Estando más cerca pudimos notar que ambos hombres eran americanos, de cabello rubio y piel bronceada por el sol, como de unos 50 años cada uno. Ataviados con los atuendos propios de unos pescadores profesionales: visera con señuelos, chaleco repleto de bolsos y una mochila térmica en sus hombros. Posiblemente se trataba de residentes de algún poblado cercano.

—¡Good afternoon! —saludaron los gringos al tiempo que levantaban la mano para hacer un ademán.

Nosotros regresamos el saludo para no parecer groseros con ellos; pero, aunque los gringos se mostraron cordiales y amistosos a pesar de nuestra presencia, decidimos mantener nuestra posición retirada para no asustar a sus posibles presas.

Como era de esperarse, el agua del otro lado del rompeolas era mucho más cristalina que en la playa, por lo que Leslie y yo nos aventuramos a nadar unos cuantos metros mar adentro, para disfrutar de las suaves olas que rompían contra la barrera artificial.

Una vez que conseguimos cierta distancia nos abrazábamos para flotar libremente, permitiendo que las olas nos llevaran de nuevo hasta el talud; mientras nos fundíamos en otro apasionado beso que no terminaba hasta que nuestros pies tocaban la base del rompeolas. Sólo para volver a nadar buscando repetir nuestra romántica deriva una y otra vez ante los ojos de dos desconocidos.

¡Todo parecía perfecto! Sol de media tarde, un clima agradable y un mar de agua tibia con la mujer más hermosa y sensual en kilómetros. “¿Qué más podía pedir?”, pensé en mi interior, satisfecho con mi buena suerte; la respuesta no se encontraba muy lejos.

Antes de que el sol se ocultara uno de los pescadores se retiró, posiblemente cansado a causa de su larga jornada, pues ellos llevaban ahí más tiempo que nosotros; se despidió de su amigo y prosiguió a nadar hacia la playa, dejando a el otro hombre continuar completamente solo con su pesca. O eso es lo que pensé que pasaría.

Unos minutos después, Leslie y yo nos sentamos en el rompeolas para descansar un poco, después de haber estado nadando por casi una hora. Cuando el gringo que continuaba pescando se dio cuenta de esto, recogió el sedal de su caña, se ajustó su mochila térmica y caminó hacia nosotros con actitud amistosa.

—¡Hola, amigos! —saludó nuevamente el gringo en nuestro idioma, obviamente al haberse percatado que nosotros hablábamos español.

—¡Hola, buenas tardes! —saludamos Leslie y yo, casi al mismo tiempo.

—¿How are you my friends? —preguntó el gringo con una gran sonrisa blanca en su rostro bronceado por el sol.

—Muy bien gracias —respondí yo— ¿Y usted como le fue de pesca, ya consiguió su cena? —agregué bromeando.

—¡Oh, no, no! —negó el gringo moviendo la cabeza de un lado a otro—. This it is just my hobby, catch one fish and let it go —explicó señalando el anzuelo vacío de su caña de pescar.

Claro que nosotros sabíamos de qué se trataba la 'pesca deportiva', y aunque ésta era una afición que no compartíamos con aquel hombre, en el espíritu de la tolerancia y amistad entre nuestras naciones no objetamos nada; después de todo, nosotros tampoco éramos vegetarianos.

—¿Y entonces que lleva ahí? —preguntó Leslie con curiosidad, señalando a la mochila térmica del gringo; donde nosotros suponíamos inicialmente que guardaba sus presas.

—Oh honey, this is just my magic tonic for the heat of day —respondió sonriendo con actitud divertida, dejándonos completamente intrigados con su extraña respuesta.

El gringo al darse cuenta de que no lo habíamos comprendido del todo, procedió a abrir la mochila para mostrarnos el interior de ésta; la cual entre otras cosas contenía una botella de agua a medio beber y varias latas de cerveza, todas vacías con excepción de una.

—¡Ya entendí, para el calor! —exclamó Leslie, esbozando una pequeña sonrisa.

Ahora sí que lo habíamos comprendido todo. La mochila térmica no era para mantener frescos los peces que hubiera conseguido atrapar, si no para mantener frías las latas de cerveza; y de esa forma combatir las altas temperaturas de ese caluroso día.

—¿Y no tienes una para mí? —preguntó Leslie con actitud divertida.

Como es lógico, está prohibido beber en la playa, con mucha más razón donde nos encontrábamos, sobre el rompeolas adentro del mar. El gringo sonrió por la actitud traviesa de Leslie y, después de verificar que no hubiese nadie observando desde la orilla, se paró detrás de nosotros y procedió a sacar su última lata de cerveza para ofrecérsela a mi novia.

—Enjoy it, dear —dijo el gringo, después de abrir la lata de cerveza y pasársela a mi novia.

Leslie tomó la bebida agradeciendo el gesto de nuestro nuevo amigo, giró la cabeza hacia mí para dedicarme su clásica sonrisa traviesa antes de beber de la lata. Una vez que dio un gran trago a la amarga bebida, no pudo evitar hacer un gesto de desagrado causando la risa del gringo.

Aunque esa no era el tipo de bebida que mi novia toma habitualmente, ella estaba consiente que tenía que beber un poco más para no parecer grosera; después de todo, el gringo le había cedido su última cerveza gentilmente. Por lo que volvió a llevar la lata a sus labios para dar otro gran trago, soportando una vez más el amargo sabor de una bebida casi tibia.

Leslie terminó haciendo más gestos de desagrado que al principio, asqueada por el sabor de la fermentada bebida, volviendo a causar la risa del gringo. Era imposible que mi novia siguiera bebiendo de la lata, por lo que recurrió a mí para que terminara de beberla por ella.

—¿Gustas un poco amor? —preguntó mi novia, pasándome la lata de cerveza sin esperar mi respuesta. Era obvio que no había sido de su agrado.

John, que era como se llamaba el gringo, se retiró un par de pasos para volver a realizar un intento de pesca; mientras trataba de impresionar a mi novia, relatando sus hazañas 'deportivas' de aquel día en particular; y dándonos de paso una rápida explicación de la correcta técnica de pesca con 'mosca', la cual era artificial.

En cada intento que realizaba el gringo él primero recogía todo el sedal girando el tambor del carrete, luego quitaba el seguro para que el sedal pudiera salir libremente antes de levantar el brazo atrás de su cabeza con el propósito de tomar impulso. Con un movimiento de látigo de su brazo, blandía la caña de atrás hacia delante saliendo disparado el anzuelo junto con el señuelo y el flotador. Según la fuerza que le imprimía al movimiento de su brazo, era la cantidad extra de sedal que se liberaba del carrete alcanzando entre 8 y 10 metros hasta que el anzuelo se hundía en el mar; marcando el flotador el punto donde se había hundido.

Lentamente, el gringo comenzaba a recoger el sedal, girando el tambor del carrete una vez más. Con cada vuelta, el flotador avanzaba sobre la superficie del agua y el anzuelo bajo ésta, llamando la atención de los peces que se encontraran en su camino. Una vez que un pez se hubiese enganchado en el anzuelo, éste tiraría del sedal hacia atrás desesperado luchando por su vida; indicando al pescador que había atrapado algo. Sonaba algo cruel, pero ni Leslie, ni yo realizamos ningún comentario; por el contrario, escuchamos al gringo atentamente fingiendo interés.

El viejo hombre tranquilizaba su conciencia explicándonos, que los peces que él capturaba y liberaba tenían mayor oportunidad de tener una vida más larga; ya que como él argumentaba contrario a los humanos “los animales no suelen cometer el mismo error dos veces”, algo en lo que era imposible contradecirlo. Después de varios intentos fallidos, finalmente un pez se enganchó en el anzuelo, desatando el entusiasmo del gringo.

—¡I got one, I got the big one! —exclamó el gringo alegre por no haber quedado en ridículo ante nosotros; después de su tediosa explicación de técnicas de pesca.

—¡Mira amor, atrapó uno! —dijo mi novia contagiada por el entusiasmo de nuestro amigo, mientras yo seguía esforzándome por terminar de beber la amarga y tibia cerveza.

Sin ninguna prisa, el gringo comenzó a recoger el sedal, explicando minuciosamente cada giro del carrete que efectuaba; poniéndole algo de suspenso a la situación. “Esto no podía ser más aburrido”, pensé en mi interior, desesperado por saber que tan grande era el pez que se había enganchado.

El gringo recogía el sedal lentamente, avanzando primero con tres giros al tambor del carrete, sólo para después realizar un giro en sentido opuesto; para como él explicaba, cansar a la presa antes de sacarla del mar y así evitar tener que luchar con ella fuera del agua. ¡Cualquiera pensaría que había atrapado un tiburón blanco!

Mi novia escuchaba con atención la explicación de el hombre; mientras observaba embelesada, la supuesta lucha entre el hombre y la bestia; nunca hubiese podido imaginar que ella pudiera tener algún interés en aquella cruel afición. Todo esto me hizo suponer, que quizás aquel viejo lobo de mar sabía más de pesca de lo que yo creía.

Unos minutos después de tener al pez luchando por su vida, el flotador quedó justo bajo la caña, enfrente de aquel hombre. Poniendo toda la emoción posible al momento, el gringo solicitó un redoble de tambores antes de sacar del agua a su presa con un fuerte tirón.

—¡Here is the monster! —exclamó el gringo orgulloso, echando su cuerpo hacia atrás; simulando estar realizando un gran esfuerzo físico.

Frente a él, un pequeño pez de color gris brillante quedó suspendido enganchado por la garganta al frío y rígido anzuelo; agitando vigorosamente sus escasos 15 cm de longitud, tratando de liberarse de ese gancho de acero inoxidable. Supongo que el gringo, gracias a los tirones en el sedal ya tenía una idea del tamaño del pez que había capturado, y por eso había exagerado su hazaña con actitud casi cómica.

Leslie observaba sorprendida con sus hermosos ojos verde esmeralda abiertos como un par de enormes platos; maravillada por la hazaña del improvisado y valiente 'héroe'; sin detenerse a pensar en el dolor que seguramente le influía a su pequeña e indefensa presa.

—¿Do you want to let it go, honey? —preguntó el gringo a mi novia, cediéndole el honor de perdonar la vida a la presa que 'tanto esfuerzo' le había costado capturar.

Sin pensarlo mucho, Leslie aceptó la oferta; lentamente se sumergió en el agua y se deslizó cautelosamente hasta quedar bajo la caña del gringo; quien la observaba de pie sobre el rompeolas, con una actitud soberbia y orgullosa. Mi novia juntó ambas manos justo por debajo de la diminuta presa, la cual ya daba señales de fatiga deteniendo abruptamente su fútil esfuerzo por liberarse.

El gringo colocó el mango de la caña entre sus muslos debajo de su escroto, para sujetarla firmemente con sus extremidades inferiores; en lo que utilizaba sus manos para liberar al pequeño pez de el infame anzuelo clavado en el interior de su garganta. Fue una bizarra imagen que puso a volar mi imaginación, pues daba la impresión de que aquel perfecto extraño estuviera sacudiendo su erecto pene, ¡sobre el rostro de mi amada novia!

El gringo sujetó la cabeza del pez con sus ásperas y rudas manos; utilizando su mano izquierda para forzarlo a abrir la boca al máximo y de esa manera, extraer el anzuelo por la boca con un brusco movimiento de su mano derecha. Imposible saber que tanto sufrimiento experimentaba aquella pequeña y desvalida criatura.

—It's yours —dijo el gringo colocando con delicadeza el pez en las manos de mi novia, quien sonreía nerviosa.

En lugar de que mi novia liberara inmediatamente al asustado pez en el agua, a escasos centímetros bajo sus manos, decidió fríamente tomarse su tiempo para contemplarlo con detenimiento, sin tomar en cuenta los lastimosos jadeos del pez al intentar respirar. Embriagada por esa extraña sensación que provoca la droga más adictiva que se conoce: el poder.

—¡Mira amor, que lindo es! —exclamó mi novia, abriendo los ojos maravillada por los brillantes colores sobre el dorso del agonizante pez.

El pez se movía débilmente, golpeando su cola contra la palma de la mano que lo mantenía cautivo, implorando a su custodia ser regresado al agua por piedad. Pero Leslie, impávida, se limitaba a seguir observándolo sin que las silenciosas súplicas la hicieran sentir un mínimo de empatía por el sufrimiento de su prisionero.

—It is rainbow fish —explicó el gringo haciendo referencia a esa especie de pez—, they are very common here.

Mi novia volteaba a ver al gringo ocasionalmente fingiendo escucharlo; mientras él detalladamente explicaba como distinguir a este tipo de peces en particular de otros peces de la zona.

—¿Quieres volver al agua amiguito? —preguntó mi novia al pez con una voz tan dulce como cruel.

¡No lo podía creer! ¿Qué clase de pregunte era esa? ¿Acaso ella esperaba que el pez respondiera que no quería ser liberado? ¡Que prefería quedarse en sus manos y morir asfixiado! Yo observaba impotente, o al menos eso quería creer, esperando a que mi novia terminara con la tortura de aquel desafortunado ser vivo; sin entender cuál era el sentido de prolongar su sufrimiento.

Unos segundos después, mi novia se preparó para liberarlo. Bajó su rostro hasta sus manos, simulando darle un tierno beso de despedida antes de dejarlo ir, mientras yo observaba desesperado preguntándome: “¿Por qué demonios no lo libera de una buena vez?”, perturbado por la extensa y cruel tortura del pequeño pez.

—¡Que tengas un buen día amiguito! —exclamó Leslie, bajando sus manos al agua; sonriendo soberbia por haber controlado por unos segundos el destino de aquel desdichado.

Tan pronto el pez sintió la fresca agua del mar alrededor de su pequeño cuerpo providencialmente recobró las energías, que segundos antes lo habían abandonado y se alejó nadando desesperado por huir de su hermosa y perversa captora.

Aliviado recuperé el aliento que hasta ese momento había retenido voluntariamente. Ha decir verdad, creo que contuve tanto tiempo la respiración como aquel desafortunado pez. Como si espiritualmente ambos estuviéramos conectados, permitiéndome compartir no sólo su sufrimiento, sino también su deseo de venganza; mientras veía como mi novia y el gringo reían divertidos, haciendo burla de la justificada huida de su víctima.

—Look how it swing —dijo el gringo, señalando al rastro que el pez dejaba sobre el agua durante su fuga.

Definitivamente yo ya no podía permanecer indiferente ante esa muestra de injusticia y crueldad sobre aquel inocente ser viviente; tenía que hacer algo para dar una lección a ese par de demonios, sin importar que uno de ellos tuviera una sensual y escultural figura entallada en un diminuto bikini rojo.

En ese momento no sabía exactamente qué haría, pero sin lugar a duda tendría que ser algo sumamente perverso y humillante, el principio básico de justicia y equilibro del universo así lo exigía. Y súbitamente, la respuesta llegó a mi mente; si mi novia y el gringo habían osado utilizar la ‘pesca deportiva’ como instrumento de tortura, yo utilizaría esa misma técnica para cobrar venganza. ¡Justicia poética en todo su esplendor!

—¿Por qué no lo intentas tú preciosa? —sugerí a mi novia secamente, llevando la lata de cerveza a mis labios sin esperar una respuesta.

Simulando no dar importancia al acto de crueldad del que acababa de ser testigo, sutilmente había sugerido a mi novia que intentara ella misma capturar una nueva presa; para que, de esa manera, siguiera experimentando esa intoxicante sensación de soberbia y poder que la tenía extasiada.

Hubiese querido ver el rostro de mi novia para observar su reacción al escuchar la inusual sugerencia; pero mi papel en ese preciso momento exigía que me mostrara frío e indiferente, dando la impresión de estar completamente de acuerdo con lo que acababa de presenciar, por lo que procedí nuevamente a pegar mis labios a la lata que tenía en la mano.

—¿Puedo intentarlo? —preguntó Leslie al gringo, con una voz dulce y suave desde su posición a los pies del hombre, casi suplicando que le diera la oportunidad de capturar a otra desafortunada presa.

No pude evitar sonreír al escuchar a mi hermosa novia, pedir una oportunidad a su nuevo ‘mejor amigo’ para practicar su misma afición. Por primera vez en aquel día, inocentemente ella había mordido el anzuelo que yo había lanzado. Ni siquiera el sabor amargo de cerveza tibia podría evitar que mis labios dibujaran una sonrisa mezquina.

—¡Of course honey! —respondió el gringo, extendiendo su mano derecha amablemente para ayudar a mi novia a salir del agua.

Leslie tomó la mano del gringo y salió del agua para ponerse de pie sobre el rompeolas luciendo su escultural figura para beneplácito del hombre; quien no tuvo reparo en mostrar su admiración por el cuerpo semi desnudo de mi novia, abriendo los ojos maravillado por su extraordinaria belleza.

—¡You are really hot! —exclamó el gringo, sin molestarse en ocultar la sonrisa de lujuria en su rostro.

—Gracias —agradeció mi novia, volteando la mirada hacia mí para dedicarme un fugaz guiño de ojo, como si tratase de decirme algo.

El gringo pasó a indicar a mi novia como tenía que sujetar la caña para lanzar el anzuelo. De acuerdo con su explicación el anzuelo, el flotador y la carnada sintética tenían que ser lanzados con fuerza para que éstos tiraran del sedal enrollado en el carrete. Entre más fuerte los lanzara, más sedal sería desenrollado consiguiendo así una distancia mayor, con lo que habría más probabilidades que la carnada fuera vista por alguna presa al ser enrollada, provocando que ésta se enganchara en el anzuelo al intentar devorarla. En ese momento no pude distinguir, si el gringo realmente estaba explicando su técnica de pesca o la mía propia.

El primer intento de mi novia por lanzar el anzuelo fue un auténtico fiasco. Enredándose el sedal en su brazo al momento de blandir la caña hacia el frente débilmente. Afortunadamente, sin que la filosa punta del anzuelo se incrustara en su suave piel. Todos reímos por su patético intento.

—¡No te rías! —amenazó mi novia bromeando—, 'que es mi primera vez' —agregó excusándose en el doble sentido de esa frase.

—Dont worry honey. if 'it's your first time, I will be so kindy with you' —comentó el gringo también en doble sentido habiendo captado la broma; dando a entender que él sería amable con mi novia en caso de que ella accediera a tener sexo con él.

Leslie, sonrió nerviosa doblándose por el vientre, al escuchar la inesperada y pícara oferta del gringo; golpeándolo en la entrepierna con sus firmes glúteos accidental o premeditadamente, era imposible de saber. Mi novia dirigió la mirada hacia mí, buscando leer mi reacción, pero no la encontró; debido a que inteligentemente, yo había decidido soltar algo más de sedal para confundir a mis dos presas.

Con la excusa de bajar mi temperatura corporal, después de unos minutos al sol, me sumergí nuevamente en el agua dándole la espalda a mi novia. “No necesitaste ayuda para torturar un pez, pues no me necesitas para salir de ésta”, razoné en mi interior olvidándome de la lata de cerveza, la cual abandoné sobre el rompeolas.

Obvio, al darse cuenta el gringo que disponía de algo de espacio y privacidad, decidió aprovechar la oportunidad situándose detrás de Leslie con el pretexto de instruirla mejor. Colocó su mano izquierda en la cintura de mi novia, justo sobre el nudo que sostenía la tanga a su cadera; mientras que con su mano derecha sujetó el codo del brazo derecho de ella, que era el que utilizaba para sujetar la caña.

Como si se tratase de un maestro titiritero manejando una simple marioneta, el gringo asumió el control de los movimientos del delicado cuerpo de mi novia. Pretendiendo querer conseguir el perfecto lanzamiento del anzuelo la jalaba por el brazo hacia atrás, haciendo que mi novia recargara su espalda desnuda en el bronceado y velludo pecho de su instructor; mientras mantenía la mano izquierda bien firme en la cintura de ella.

Posición que el gringo mantenía por sólo unos segundos, antes de invertir los vectores de fuerza, provocando que mi novia impulsara su torso hacia el frente, a la vez que arrimaba la cadera a la suya descaradamente. Una lección de pesca que está de más decir, que el gringo efectuó más de una vez, ¡muy lentamente!; disfrutando del casual contacto entre sus ásperas manos y la suave y delicada piel de mi novia, junto con el inevitable choque de caderas.

Yo continué nadando un par de metros lejos del talud, fingiendo no notar esos 'accidentales' roces, dando oportunidad a que estos subieran de tono. “Apuesto a que al viejo ya se le paró”, pensé nuevamente en mi interior, al ver por el rabillo de mi ojo los toqueteos entre mi novia y el gringo.

Esa curiosidad por saber si el gringo estaba teniendo una erección mientras instruía a mi novia en la correcta técnica de pesca, tuvo el mismo excitante efecto en mí. Al sentir en mi entrepierna como mi miembro crecía sin control bajo mi bañador, luchando arduamente por librarse de la presión que la tela ejercía sobre él. Sonreí tontamente, burlándome de mi mismo por la absurda situación.

Después del ‘intensivo’ curso de pesca deportiva que el gringo impartió a mi novia; llego el momento de que ella efectuara su examen final. El gringo quitó las manos del cuerpo de ella dando un paso hacia atrás, dándole espacio para efectuar su lanzamiento.

—¡Mira amor! —gritó mi novia tratando de llamar mi atención a su nuevo intento.

Yo volteé hacia donde Leslie se encontraba, de pie sobre el rompeolas exhibiendo orgullosa su escultural figura. Pero en lugar de enfocar mis ojos en su técnica de lanzamiento, los dirigí hacia su cadera la cual desde mi posición cubría la entrepierna del gringo; pues mi prioridad en ese preciso momento era saber si el gringo había mordido el sensual anzuelo frente a él ocasionándole una erección.

Mi novia inclinó levemente su torso hacia atrás, buscando tomar impulso para su lanzamiento; y con un rápido movimiento de látigo de su brazo proyectó su cuerpo hacia enfrente, permitiéndome un fugaz vistazo a la entrepierna del gringo, la cual él sujetaba sospechosamente con ambas manos tratando de estrangular algo bajo su pantalón. ¡Su rígido y, por lo visto, enorme miembro! Yo sonreí complacido, la primera víctima había mordido en anzuelo faltaba una más.

Leslie estaba eufórica; aparentemente su último lanzamiento había sido mejor que el anterior, o al menos eso fue lo que supuse ya que no lo pude presenciar. Viendo a mi novia saltar de alegría sobre el rompeolas, provocando que sus senos rebotaran animosamente, deduje que era el momento de que yo lanzara mi propio anzuelo para continuar con la pesca.

Pero justo en el instante en que nuestras miradas se cruzaron, Leslie volvió a dedicarme su pícaro guiño de ojo, dándome a entender que estaba de acuerdo con lo que estaba sucediendo; haciéndome recordar nuestro juego de rol de hacía sólo un par de días.

Aquel erótico juego en el que ensayábamos como reaccionaríamos en el hipotético caso de que ella recibiera una propuesta de algún millonario durante nuestros días de vacaciones. Por increíble que parezca, ¡parecía ser que todo estaba saliendo como lo habíamos anticipado! Exceptuando por lo del millonario, claro está.

Y dado que por acuerdo mutuo nos habíamos prohibido en tales circunstancias hablar del asunto en lo que se desarrollaban los eventos; por lo pronto sólo podía observar, sin interferir, para ver qué tan exacta había sido nuestra predicción.

Sin previo aviso una descarga eléctrica corrió por toda mi columna, desde la parte baja de mi nuca hasta la última vértebra de mi coxis dejándome completamente paralizado; al tiempo que una inesperada duda se plantaba en mi mente: “¿Quién de nosotros dos era realmente la presa que había mordido el anzuelo tan ingenuamente?”.

El entusiasmo de Leslie hizo que se apresurada a recoger el anzuelo, girando demasiado rápido el tambor del carrete a tal grado que resultaba imposible que algún pez cayera en la trampa. Pero poco importó, pues mi novia se había vuelto una experta en la mecánica de pescar, por lo que no tuvo inconveniente en intentarlo nuevamente casi de inmediato.

—Now, you are an expert, dear —dijo el gringo alabando la recién aprendida técnica de mi novia.

—Gracias, es que tuve un gran maestro —respondió ella regresando el cumplido coquetamente.

La puesta del sol permitió sólo un par más de infructuosos intentos de mi novia por atrapar algo. Pero eso era lo de menos, ella realmente había disfrutado las lecciones del gringo y el examen práctico.

—Creo que ya sé que regalarte para tu cumpleaños amor —dije con una sonrisa, haciendo referencia a la nueva afición de mi novia.

—Más te vale amor, porque pienso volver exclusivamente para seguir pescando con John —prometió mi novia al momento de regresar la caña al gringo.

—It will great —dijo el gringo, satisfecho por la promesa de mi novia—. I will be glade to show you a little bit —ofreció gentilmente.

—Me parece bien, ¿pero qué les parece si por el momento vamos al bar a beber algo? —pregunté, accediendo a las futuras clases particulares de pesca que mi novia recibiría a las que se referían.

John recogió la lata que flotaba a la deriva, guardando la evidencia de su delito en su mochila, en lo que los tres cruzábamos el rompeolas al ponernos a nadar rumbo a la playa; antes de que la penumbra nos cubriera por completo. Por estar un poco cansados, el trayecto nos tomó más tiempo y energía de lo previsto.

Al llegar a la playa nos dirigimos al bar junto a la piscina; Leslie y el gringo se sentaron en la barra en lo que yo iba a recoger la ropa que habíamos dejado en las tumbonas. Yo no tuve ningún inconveniente en ponerme mi camisa para protegerme de la briza de la noche; pero entregarle la blusa a mi novia para que se cubriera era algo totalmente distinto.

El que Leslie utilizara su blusa para cubrirse parecía ser algo trivial, pero no lo era. Si ella me solicitaba la delicada prenda para usarla, significaba que no se sentía cómoda con seguir mostrando su cuerpo semi desnudo delante del gringo; por lo tanto, el juego de rol que previamente habíamos ensayado no avanzaría más.

Pero si, por el contrario, ella estaba de acuerdo en continuar exhibiendo sus encantos delante de aquel hombre, significaba que mejor debía prepararme para lo que estaba por venir porque esta noche estaba lejos de terminar.

Al momento de unirme a ellos en la barra del bar, noté como Leslie estaba sentada con las piernas cruzadas de frente al gringo, sin ningún reparo en lo poco que su diminuto bikini rojo cubría su cuerpo; regalándole una gran vista de su anatomía. Después de todo estábamos de vacaciones en la playa, ¿qué otra cosa podría vestir mi novia en esa situación?

Ella se encontraba charlando tan amenamente con el gringo, que ni siquiera se percataba de las furtivas miradas con las que nuestro ya conocido barista, aprovechaba para deleitar sus ojos apreciando los atributos de mi novia en primer plano al momento de servir nuestras bebidas.

Coloqué las sandalias de mi novia bajo sus pies, para que estuvieran a su alcance cuando ella nuevamente se pusiera en pie. Pero inteligentemente, decidí colocar su blusa en el respaldo de la silla donde ella estaba sentada, dejando a mi novia toda la responsabilidad de decidir el curso de nuestra futura anécdota.

—Gracias amor —agradeció mi novia, simulando dar un beso al aire sin perder contacto visual con el gringo.

Tomamos nuestras bebidas y nos dispusimos a brindar por la nueva amistad que había surgido en aquel día. Leslie con su elegante copa de cóctel, y el gringo y yo con un par de tarros de cerveza fría.

—¡Cheers! —brindamos los tres antes de beber un gran sorbo de nuestras respectivas bebidas; el caluroso clima así lo ameritaba.

Como el cóctel de Leslie tenía una gran cantidad de hielo molido, este le provocó un sorpresivo escalofrío que hizo titilar todo su hermoso cuerpo sorpresivamente. Ese era el momento de la verdad respecto a la posibilidad de materializar nuestra fantasía. ¡Todo se decidiría con el siguiente movimiento de mi novia!

Si por un lado mi novia tomaba su blusa para cubrirse, las posibilidades de poner en marcha nuestra fantasía disminuirían considerablemente. Pero si por el otro lado, ella prefería seguir tolerando la fresca brisa de la noche y su helada bebida, vistiendo un diminuto bikini rojo que dejaba poco a la imaginación; eso significaba que esa noche íbamos por todo.

¿Qué escogería ella? La respuesta llegó sin demora.

Leslie encogió su cabeza entre los hombros como un auto reflejo, provocado por el repentino descenso en su temperatura corporal al haber ingerido algo del hielo de su bebida. Sonriendo nerviosa dirigió su mirada hacia mí, como si conociendo de antemano lo que yo estaba pensando intentara responderme sólo con su mirada: “tranquilo cariño, que vamos hasta el final”.

Quizás teníamos prohibido hablar explícitamente de nuestra fantasía, pero el lenguaje corporal de mi novia no pudo haber sido más claro.

—¿It's frozen, honey? —preguntó el gringo sonriente al ver la reacción de mi novia, después de haber bebido de su cóctel.

—Of course not. It's perfect —respondió mi novia sonriendo traviesamente; sin dejar lugar a dudas que no tenía ningún inconveniente en tolerar el frío corporal, con tal de seguir haciéndola de carnada para atrapar una presa mucho más grande.

Por su parte el gringo tampoco perdía detalle del hermoso cuerpo en frente suyo; por lo que supuse que Leslie debería no sólo haberlo notado, sino también haberlo tomado en cuenta al escoger seguir exhibiéndose ante él.

Yo sonreí satisfecho al escuchar la respuesta de mi novia; pues en ese momento me quedó claro, que ella tenía tantas ganas como yo de realizar la fantasía que tan diligentemente habíamos ensayado un par de días atrás. Espontáneamente abracé a Leslie para aminorar, aunque fuera por un segundo, el frío que su semi desnudo cuerpo pudiese estar experimentando.

—¡Por una buena pesca! —exclamé, levantando mi tarro en alto para brindar nuevamente, sin estar completamente seguro si mi novia o el gringo entendían el eufemismo.

—¡Cheers! —brindamos todos antes de dar un nuevo sorbo a nuestras bebidas.

—¡For the most beatiful fisher! —exclamó ahora el gringo, levantando su tarro para proponer un nuevo brindis en honor a mi hermosa novia.

Ese último brindis fue demasiado predecible desde mi punto de vista, considerando que además no había otra mujer presente en el bar. ¿A quién más podría haberle dedicado el brindis si no era a ella? Por fortuna para el gringo no nos encontrábamos ahí por su originalidad, sino más bien por 'deporte'.

Sin darme cuenta comencé a sentir como un bulto crecía bajo mi bañador. Gracias al cielo se trataba de mi pene y no de otra cosa. Que como si se tratase de un infame delator daba a conocer abiertamente mi sentir respecto a la actual situación en la que me encontraba, auto flagelándose dolorosamente debajo de mi ropa.

Utilizando como excusa la cerveza que acababa de ingerir aproveché para retirarme al sanitario, el cual estaba ubicado del otro lado de la piscina, y en total privacidad liberar un poco la presión que crecía sin control bajo la tela de mi bañador.

Tan pronto entre al sanitario, el cual se encontraba completamente vacío y casi a oscuras, me dirigí a unos de los mingitorios y desesperado me bajé el bañador; saliendo proyectado mi completamente erecto miembro. ¡No podía creer el grado de erección que había alcanzado mi pene, estaba irreconocible! ¡Lucía bestial!

Ni un millón de juegos de rol que Leslie y yo hubiésemos podido practicar en nuestra alcoba, o fuera de ella, me hubieran podido preparar para el grado de excitación del que gozaba en ese inmundo y mal iluminado cuarto de servicio. Yo estaba totalmente fascinado por el tamaño que mi miembro había alcanzado, lo único que lamentaba es que mi novia no estuviera presente para verlo en todo su esplendor.

“Debí traer mi teléfono”, pensé para mí, lamentándome no poder tomar una foto de mi pene que poder compartir con mi novia; lucía tan extraño y tan familiar a la vez, estaba seguro de que Leslie jamás lo creería. Me dispuse a orinar tratando de reducir la inflamación del enorme miembro que yo estaba empezando a desconocer; pero la hinchazón de éste era tal, que mi orina solamente podía ser expelida gota a gota.

Después de casi cinco minutos de estar de pie frente al mingitorio, esforzándome inútilmente por orinar, comencé a aceptar que sólo había una forma de disminuir la hinchazón que invadía mi pene en ese momento, ¡tendría que estimular la eyaculación yo mismo!

No es que la masturbación fuera algo ajeno a mí en aquel tiempo; de hecho, está comprobado que aún los hombres con una pareja sexual estable se siguen masturbando en el transcurso de la relación. Lo que sucedía era que desde que Leslie era mi novia normalmente ella era la que se hacía cargo de esta íntima tarea, y al no poder ella 'echarme una mano' en ese momento, tendría que arreglármelas yo solo.

Aprovechando que nadie más estaba presente en el cuarto sanitario, me dirigí hacia uno de los cubículos con el bañador en las rodillas, pues no deseaba volver a oprimir con la ropa mi erecto miembro; prácticamente caminé como un ridículo pingüino, ¡debí haberme visto patético!

Buscando la mayor privacidad para lo que estaba a punto de realizar entré a uno de los cubículos, específicamente el que estaba al fondo. Cerré la puerta tras de mí, me puse de pie frente al excusado y con más calma comencé a frotar mi miembro lentamente, disfrutando sin ningún pudor de toda su extensión; estando bien consciente de que no había garantía de que volviera a verlo en ese estado, ¡tenía que aprovechar esa oportunidad!

“¿Qué haría Leslie?”, me pregunté tratando de adivinar la manera en que mi novia me masturbaría; mientras que, con mi mano derecha, seguía acariciando minuciosamente cada centímetro de mi propio miembro. Desde la base del tallo donde colgaban mis, por en esa ocasión, también enormes bolas hasta la punta de mi glande la cual remataba en una gran cabeza rojinegra; seguramente producto de la saturación de la sangre que lo invadía.

“¡Oh cielos!”, murmuraba absorto poseído por una excitación que jamás antes había experimentado; al tiempo que mi mano comenzaba a sentir el presemen que utilicé para lubricar toda la zona de contacto entre ella y mi miembro, disminuyendo la fricción que el roce de la auto estimulación me provocaba.

Mis lúdicas caricias eran acompañadas con imágenes mentales del cuerpo desnudo de mi novia; el cual como es obvio yo conocía perfectamente. Sus voluptuosos y hermosos senos, y sus bien redondos y firmes glúteos, eran los atributos físicos de Leslie a los que dedicaba la mayoría de mis pensamientos; al menos al principio.

Muy sutilmente, como bandidos en la noche, se fueron introduciendo en mi mente las últimas imágenes que tenía de mi novia; sentada cómodamente en la barra del bar exhibiendo sin ningún tipo de pudor su escasamente cubierta anatomía, frente a un desconocido que le podía doblar la edad.

Pero esa imagen no llegó sola, también estaba la remembranza de aquel erótico juego de rol que habíamos realizado días antes; en el que Leslie y yo fantaseábamos con la posibilidad de que ella me fuera infiel con un hombre mayor, preferentemente un millonario. Pero dado las circunstancias actuales no podíamos darnos el lujo de ponernos muy exigentes.

“¡Oh cielos santo!”, exclamé una vez más implorando que aquella excitación que experimentaba no terminara, sino por el contrario, hubiese alguna forma de poder aumentarla y así poder seguir gozando crapulosamente de mi desvarío. Y para mi sorpresa, mis súplicas fueron contestadas de la forma más inverosímil posible.

Repentinamente, la puerta del cuarto sanitario fue abierta dejando pasar al interior al menos dos personas interrumpiendo mi placentera actividad. Se trataba de dos hombres, posiblemente uno de los huéspedes del hotel y algún miembro del personal; que se disponían a orinar en los mingitorios frente a mi cubículo.

—¿Qué tal la noche? —preguntó el huésped en español, tratando de hacer conversación con el empleado del hotel en lo que orinaban uno a lado del otro.

—Muy tranquilo señor, hay pocas personas por ser temporada baja —respondió el empleado educadamente.

—Sí, ya vi que sólo hay una chica en el bar —dijo el huésped refiriéndose a Leslie.

—Así es, ella es la única chica hoy —confirmó el empleado lo dicho por su compañero de mingitorio.

—Al menos tú la puedes ver de cerca, yo no me puedo ni acercar con ese viejo rabo verde que está con ella —dijo el huésped, en tono de queja refiriéndose al gringo que en ese momento acompañaba a mi novia—. Dime, ¿esa puta está tan buena de cerca como se ve de lejos?

Por el curso que llevaba la conversación, supuse que el empleado debería ser uno de los meseros del bar, o posiblemente el barista que nos estaba atendiendo. ¿Quién sino uno de ellos, podía acercarse a mi novia como para apreciar su escultural cuerpo?

—Pues la verdad... —respondió el empleado, dudando por un segundo si estaba bien traspasar la frontera de formalidad entre un empleado y un huésped— ¡está buenísima la puta esa! —remató obscenamente mandando al carajo la formalidad.

—¡Seguro que has pasado toda la noche echándole el ojo a esa gran puta cabrón! —acusó el huésped al empleado, con una sonora carcajada.

—¡Me he pasado toda la noche limpiando la barra frente a ella para poder ver las tetas de esa puta! —confesó el barista riendo desvergonzadamente.

—¿Y le vistes las tetas cabrón? —preguntó ahora el huésped morbosamente.

—¡Claro que se las he visto! —exclamó orgulloso el barista, presumiendo su indiscreción—. ¡Si esa gran puta enseña todo cada que se acomoda el bikini!

No podía creer la forma tan soez en que el barista se estaba expresando de mi novia. “¡Definitivamente no habría propina para él!”, pensé en mi interior molesto por sus palabras. Pero, por otra parte, el gran pedazo de carne entre mis manos aprobaba lo dicho por el chico; haciéndome saber con un intermitente pulso en mi entre pierna que deseaba escuchar un poco más.

—Pero ese viejo con quien está es el que se va a dar gusto toda la noche con esa puta —dijo el barista suspirando resignado—. ¡Seguro que hoy sí se la va a coger!

—¿Cómo, no viene con el viejo? —preguntó el huésped extrañado, seguramente suponiendo que mi novia era una especie de acompañante, por no decir prostituta.

—¡Qué va! —exclamó el barista, burlándose de la pregunta del huésped—. ¡Esa puta llegó con un pendejo que ni se ha de imaginar que ésta noche le van a poner los cuernos!

En otras circunstancias, yo podría haberme sentido un poco ofendido por lo dicho por el barista. Pero la realidad es que él no podía estar más errado; ya que no era el gringo el que iba a ‘pescar’ a mi novia, éramos Leslie y yo quienes ‘pescaríamos’ al gringo, lo descamaríamos y lo exhibiríamos como trofeo esa misma noche. ¡Pobre ingenuo!

Yo sonreí en la privacidad de mi cubículo, burlándome en mi interior de la ingenuidad del empleado del hotel. “¡¿Quién realmente era el pendejo?!”, deseaba gritarle para dejarlo en ridículo frente al huésped que orinaba a su lado. Y lo hubiese hecho, si no fuera porque mi miembro seguía pulsando frente a mí; rítmica y angustiosamente a punto de reventar. Muy probablemente, la morbosa charla en el exterior lo había excitado aún más. Comencé a sudar frío.

Incapaz de reducir la inflamación de mi miembro, me puse a pensar en métodos alternativos para controlarlo. ¡Como deseaba tener un poco del hielo de la bebida de mi novia, para ponerlo en mi pene! “Eso seguro bajaría mi excitación”, pensé tontamente.

Pero no era momento para entrar en pánico, necesitaba que Leslie me ayudara a regresar a la normalidad, después de todo mi miembro era su responsabilidad. Casi alucinando por la falta de sangre en mi cerebro, decidí que tan pronto esos dos hombres salieran del cuarto de servicio regresaría con mi novia y el gringo; aún con el miembro de fuera.

Unos segundos después, mientras el huésped y el barista seguían haciendo bromas obscenas acerca de mi novia, escuché como abrían el grifo del lavabo para lavarse las manos antes de salir del cuarto.

—Pues sí ese viejo no puede darle batalla a esa puta, ¡le voy a ofrecer mi ayuda para a cogérsela! —dijo el huésped groseramente con una falsa carcajada; haciendo alusión a que el gringo, debido a su edad, podría tener algún tipo de disfunción eréctil que le impidiera satisfacer a mi novia en la cama o en cualquier otro lugar donde ella quisiera fornicar.

—¡Para cogerse a esa puta, yo también me ofrezco de voluntario! —dijo el barista, fingiendo también una carcajada.

Después de que ambos hombres se hubieron secado las manos, salieron del cuarto sanitario entre risas fingidas y chistes malos en doble sentido; dejándome con una terrible excitación, mucho más grande que con la que había entrado minutos antes. ¡Irónico!

Lentamente, volví a subirme el bañador, teniendo sumo cuidado de no lastimar el enorme y pulsante apéndice que colgaba de mi entrepierna. Quizás sólo era mi imaginación, pero juro que me faltaba el aire.

Como pude, caminé hasta el bar, cruzando toda el área de la piscina preocupado de que alguno de los otros huéspedes notara mi vergonzoso predicamento. En retrospectiva, creo que debí haber cortado camino cruzando la piscina a nado para que la fría agua me ayudara a controlar mi excitación. Pero entiendan que en eso momento la sangre no llegaba a mi cabeza, al menos no a la que utilizo para pensar.

Al llegar al bar noté como mi novia y el gringo reían eufóricos, bromeando amenamente de cosas sin importancia. Él había movido su silla para estar más cerca de mi novia, prácticamente la pierna de Leslie estaba bajo el escroto de aquel hombre; quién disimuladamente, apoyaba su mano izquierda en la rodilla de mi novia con la excusa de estar ligeramente ebrio.

Y como si esa imagen no fuera lo suficientemente morbosa, para aumentar mí ya de por sí exagerada excitación, detrás de ellos se encontraba el atrevido barista; que, de acuerdo con sus propias palabras, por enésima vez limpiaba con una servilleta la barra a lado de mi novia con el propósito de apreciar sus encantos de cerca.

Leslie y el gringo estaban tan absortos en su íntima conversación, que ni siquiera notaron mi tortuoso caminar mientras fingía tener una pierna acalambrada. Al estar yo incapacitado para sentarme, decidí quedarme de pie detrás de mi novia, en lo que alcanzaba un nuevo tarro de cerveza que gentilmente habían ordenado para mí. Después de todo, una cerveza fría podía tener el mismo efecto que una ducha fría en las condiciones en que me encontraba.

—Amor, John nos invita a continuar la fiesta en su habitación —dijo mi novia animosamente, girando su bello rostro al darse cuenta de que yo había regresado.

Al parecer durante mi ausencia mi novia y el gringo ya habían hecho planes para continuar divirtiéndose; la única duda que tenía es que tanto me habían considerado en esos planes. Sin embargo, “¡cómo decirle que no a esa gran puta!”, pensé en mi interior, contagiado por la obscena conversación que había escuchado entre el barista y el incógnito huésped.

—Me parece una gran idea —asentí sonriente al desprender mis labios de mi bebida—, pero creo que primero necesitamos beber algo más fuerte —sentencié sin preguntar la opinión de mis compañeros de juerga.

Con mirada retadora volteé a ver al barista, quién no paraba de limpiar la superficie de la barra a lado de Leslie; con los ojos bien abiertos como un par de enormes platos, ávido por no perder detalle de la escurridiza anatomía de mi novia.

—¡Amigo, sírvenos una ronda de tequila! —ordené con autoridad sin quitar la sonrisa de mi rostro.

Como es bien sabido, el tequila no sólo es la bebida tradicional por excelencia de México, sino también una de las que cuentan con un grado más alto de alcohol. Y es igualmente bien conocido que el alcohol tiene la mala reputación de provocar flacidez en los hombres; lo cual podía recibir con agrado en ese momento.

¡Nadie que no haya pasado, por una erección tan descomunal como la que yo estaba experimentando, pueden culparme por haber pensado en eso! Tenía que intentar lo que fuera, con tal de terminar con esos calambres que carcomían mi entrepierna.

—¡Bravo amigo! —dijo el gringo, contento con la idea de que todos nos embriagáramos un poco más, sobre todo la hermosa chica frente a él.

—¡Ahora sí vas a tomar como un verdadero macho mexicano! —desafió Leslie al gringo, con su clásica sonrisa pícara.

—¡Yeah, I want to be a mexican macho! —respondió el gringo sin amedrentarse por el reto de mi novia.

Amablemente el barista colocó tres pequeños vasos junto con unas rodajas de limas y un pequeño salero enfrente de nosotros; y se dispuso a llenar los vasos hasta el borde con el tequila de mayor grado de alcohol que tenía disponible. Era obvio que él también estaba conforme con que a mi novia se le subieran las copas, después de todo entre más ebria ella estuviera más desinhibida debería tornarse.

—Tú me enseñaste a pescar, yo te voy a enseñar a beber tequila como un macho mexicano —ofreció mi novia, sin saber si realmente era necesario explicar al gringo la forma correcta de beber tequila.

Leslie tomó una rodaja de lima con su mano izquierda, y esperó a que el gringo hiciera lo mismo; lentamente sacó su lengua para lamer el dorso de su mano, tan sugestivamente que causó que el gringo se despabilara moviendo la cabeza de un lado a otro tratando de recuperar la compostura.

—¡Wow, It was so hottest! —exclamó el gringo sorprendido por la forma tan sugestiva, en que mi novia había lamido el dorso de su mano; posiblemente imaginando que ella podía estar lamiendo alguna parte del cuerpo de él.

—¡Por favor, ponte serio! —exigió mi novia golpeando al gringo en la rodilla con su mano derecha.

—I try, but it is impossible with a hot girl like you —excusó el gringo riendo descaradamente; causando que mi novia lo volviera a golpear.

Pero el gringo no era el único que había sido sorprendido por la actitud sensual y traviesa de mi novia. Del otro lado de la barra el barista había contenido la respiración por completo; incrédulo por la erótica escena que acababa de presenciar a menos de un metro frente a él.

Sus manos, que hace unos segundos se apoyaban sobre la superficie de la barra, desaparecieron sigilosamente. El espejo detrás de él, me permitió confirmar lo que yo ya intuía; que el barista frotaba su miembro obscenamente a menos de un metro de mi novia.

“¡No que eras muy hombre, pendejo!”, pensé mientras sonreía victorioso, recordando como hacía unos minutos en el cuarto sanitario de manera afrentosa, el barista se había ofrecido para fornicar con mi novia. “¡Ni si quiera puedes controlar tu verga, cabrón!”, acusé en mi mente, olvidando por completo que yo estaba en la misma situación o quizás peor.

“¡Confórmate con jalarte la verga imaginando que estas con mi novia, porque eres un pendejo si crees que te podrás coger a Leslie esta noche!”, sentencié en mi interior molesto.

Sin esperar a que mi novia terminara de dar su tutorial, tome mi vaso de tequila para, valientemente, beberlo de un sólo trago sin siquiera pestañear; conteniendo fácilmente cualquier reflejo facial que me pudiera provocar. Esto fue fácil, considerando todo lo que había sufrido a causa de mi voluntarioso miembro.

Continuando con su lección de cómo beber tequila, Leslie esparció un poco de sal sobre la zona de la mano que había humedecido con su lengua; de tal forma, que la sal se pegó a su mano. Sujetó su vaso de tequila con la mano derecha para prepararse a beberlo. El gringo hizo lo propio, imitando la acción de mi novia.

Rápidamente, Leslie lamió primero la sal de su mano izquierda y procedió a dar un gran trago al vaso de tequila, bebiéndolo casi hasta al final para después chupar el cítrico que sostenía en su otra mano; desencadenando en su rostro una serie de gestos faciales, debido al ardor que la fuerte bebida provocaba en su garganta y el agrio sabor de la lima en su paladar.

Para no quedarse atrás, el gringo hizo lo mismo, bebiendo el vaso de tequila hasta el fondo. Ansioso por comportarse como un verdadero ‘macho’ mexicano frente a mi novia. Las muecas en su rostro no se hicieron esperar, causando toda clase de graciosos gestos, que por lo rosado que se había tornado su tez capturó la atención de todos los presentes.

El atuendo del gringo y lo fuerte de la bebida, hizo que su temperatura corporal se elevara rápidamente; viéndose obligado a despojarse de su chaleco y desabotonar su camisa, exhibiendo ante mi novia sin ningún tipo de vergüenza, su abultada barriga y flácidos senos de un hombre mayor. Ciertamente su anatomía distaba mucho de ser perfecta.

Leslie lo observó divertida haciendo burla, de los diferentes tonos en el color de su piel debido al bronceado provocado por la exposición a los rayos del sol. Mientras el gringo aceptaba las bromas sin ofenderse de muy buen humor, simulando jugar con su abultada barriga y sus caídos senos.

—My boobs are bigger than yours, honey —presumió el gringo en tono de broma, sujetando sus propios senos con ambas manos, animado por el alcohol.

—Sí, son más grandes que los míos —concedió mi novia continuando con la broma; al pretender abrir el sostén de su bikini para comprobar el tamaño de sus senos, riendo alegremente.

Una vez que mi novia paró de reír colocó su vaso nuevamente sobre la barra cruzando miradas con el barista, quien al parecer seguía excitado, dado la posición de sus inquietas manos.

—¡Vuelve a llenarlo! —exigió mi novia olvidando sus modales.

El barista no tuvo otra opción, más que dejar de masturbarse para llenar nuevamente los vasos con tequila. Sin embargo, tan pronto los llenó, volvió a bajar sus manos para continuar masajeando su miembro en total clandestinidad. En el fondo lo envidiaba, pues aunque los dos estábamos en la misma situación con nuestros miembros tiesos como palos, él mínimo podía acariciarlo para apaciguar sus ansias.

Una vez más volví a vaciar mi vaso de tequila directamente en mi garganta, buscando que el alcohol me ayudara a ignorar la parálisis fálica que me acongojaba. Fue inútil, mi pene seguía duro como una roca. Angustiado, por un momento llegue a pensar que sería mejor que me fuera yo solo a masturbarme a la habitación; dejando a mi novia la total responsabilidad de realizar nuestra fantasía con el gringo. “Después ella me compartirá los detalles”, pensé.

—¡Cheers! —dijo mi novia sonriente, antes de volver a beber su tequila en el modo tradicional.

—¡Cheers! — repitió el gringo, siguiéndole el paso.

Ese último trago los golpeó a los dos con más fuerza. Ya no sólo eran los gestos faciales de mi novia y el gringo de los que se apoderaba, sino también de su sentido del equilibrio. Leslie se recargó hacia el frente hasta apoyar su mano izquierda en el muslo del afortunado juerguista, quién también se agachó sobre ella abrazándola con su mano libre; y aprovechando esa cercanía para murmurarle directamente en el oído.

De pie detrás de la silla de mi novia no alcanzaba a escuchar lo que el hombre le decía; sin embargo, tenía mi propio espectáculo, pues aún con la vista borrosa podía ver como el barista no soltaba el bulto bajo sus ropas, manoseándose a sí mismos con mayor intensidad. Una vez que el gringo hubo hablado, Leslie asintió con su cabeza accediendo sumisamente a cualquiera que hubiese sido la petición del hombre; sin parar de reír en lo que recobraba su compostura.

—Amor... quiere que... vayamos a su habitación de una vez —dijo mi novia girando su rostro hacia mí; con voz entre cortada debido al alcohol.

—Como ustedes quieran —respondí a mi hermosa novia, siendo condescendiente a su petición—. ¿Quieres... que los acompañe... o prefieres ir tu sola? —pregunté ahora yo, tratando de escaparme cobardemente para ir a masturbarme a nuestra propia habitación.

Por el alcohol, no recuerdo el nivel de volumen en que yo estaba hablando en ese preciso momento. Pero dada la expresión en los rostros del gringo y el barista, supongo que debió haber sido lo suficientemente alto como para que ambos escucharan lo que yo acababa de insinuar a Leslie.

El barista abrió los ojos como dos enormes platos, incrédulo por lo que yo estaba dispuesto a conceder. Después de todo, ¿qué hombre en su 'sano juicio' estaría dispuesto permitir que su novia, bajo los influjos del alcohol, acompañara a un desconocido a su habitación del hotel?

El gringo, por el contrario, sonrió visiblemente entusiasmado por mi actitud relajada y complaciente para con ellos. Obviamente no se esperaba esa respuesta de mi parte, ¡ni en un millón de años! Entusiasmado, se apresuró pedir otra ronda de tequila, sin esperar a que mi novia respondiera o, mejor dicho, anticipando su respuesta.

—Anothers drinks, please —solicitó el gringo al barista alegremente, golpeando la barra.

Francamente hablando, aunque el gringo podría estar muy agradecido conmigo, en realidad yo había hecho esa extraña sugerencia pensando solamente en mí; pues yo no sabía cuánto tiempo tendría que pasar para eyacular en caso de acompañarlos, lo que sentía me urgía realizar. Mi condición era tal que, aunque deseaba con todo mi ser presenciar la culminación de nuestro erótico juego de rol en tercera dimensión, estaba dispuesto a esperar a una próxima ocasión.

—¿Estas... seguro? —preguntó mi novia cabeceando a punto de romper nuestro mutuo acuerdo de no preguntar la opinión del otro respecto a consumar una fantasía; formulado específicamente para este tipo de circunstancias.

—Si amor, muy seguro, tengo un pequeño asunto que arreglar —respondí bromeando, en doble sentido refiriéndome a mi erecto pene—. Bueno ni tan pequeño —agregué riendo.

Sin entender mi broma, Leslie tomó el vaso de tequila que acababa de llenar el atónito barista, y sin tener nada más que objetar lo levantó en alto para acompañar un nuevo brindis propuesto por el más que feliz gringo.

—¡Cheers! —brindó ella sonriente.

Sin el protocolo de la sal y la lima, los tres bebimos el último vaso de tequila hasta la última gota, soltando una fuerte carcajada al final. Una vez que nos repusimos de los efectos inmediatos que la ardiente bebida nos había provocado, el gringo dio instrucciones al barista para que cargaran la cuenta a su nombre y llevaran la botella a su habitación donde continuaría la fiesta con mi novia.

Resulta que John, o el gringo, era residente de un pueblo del centro de Texas. Y como muchos otros residentes del interior del estado, gustaba de tener una propiedad en la isla para vacacionar los fines de semana. En el caso de John, él tenía un tiempo compartido en el hotel, el cual le permitía disponer de una habitación varias semanas al año. Y aunque normalmente se hacía acompañar por su esposa, en esa ocasión había decidido viajar sólo para practicar la dichosa pesca deportiva.

—¿Seguro... no quieres acompañarnos? —preguntó una vez más mi novia, con un grado más alto de ebriedad; en lo que bajaba los pies para buscar sus sandalias tanteando el suelo a ciegas.

—Seguro amor —respondí, sujetando su rostro con ambas manos para darle un tierno beso en la frente—. Diviértete preciosa —agregué aceptando tácitamente que esa noche tenía mi permiso 'no solicitado' para hacer y deshacer lo que se le antojara.

—De acuerdo... —asintió mi novia satisfecha con mi condescendencia—. No me esperes... despierto —sentenció con una pícara sonrisa, dando a entender que no pensaba regresar hasta el amanecer.

¡Esa última frase de mi novia disparó los latidos de mi corazón a mil! No podría creer el grado de excitación que la idea de que mi novia me fuera infiel con un desconocido me podía provocar. En un segundo, el efecto disuasorio que los litros de alcohol pudieron haber tenido en la rigidez de mi pene, habían desaparecido con esa corta frase pronunciada por Leslie. Mi miembro estaba a punto de explotar.

¡Cómo deseaba bajarme el bañador para dejar a mi pene al aire libre y así terminar con mi tortura! ¡Pero todavía no era el momento! Primero tenía que esperar a que mi novia y el gringo se marcharan a la habitación de él; pues no quería parecer grosero o mal educado.

—Nos vemos... amor… —dijo Leslie al despedirse, abrazándose al gringo para no caer al caminar.

—Adiós amigo —dijo el gringo secamente, asiendo a mi novia fuertemente por la cintura sin poder quitar la sonrisa de felicidad que se había apoderado de su rostro.

Entre tumbos, la alegre pareja salió caminando rumbo al ascensor, sin que ninguno de los dos recordara tomar la blusa de mi novia del respaldo de la silla. “No tiene ningún sentido”, pensé recapacitando en lo fútil que sería la acción de postergar su partida para entregarles la prenda color turquesa; suponiendo, sin temor a equivocarme que tan pronto llegaran a la habitación el gringo se encargaría de desnudar a Leslie.

Incapaz de caminar en ese momento a causa del enorme tronco entre mis ropas, decidí sentarme a beber otra cerveza antes de retirarme a mi habitación; bajo la mirada curiosa del desconcertado barista.

—Su novia es muy hermosa —dijo el chico, con una pícara sonrisa, tratando de romper el hielo al momento de servirme un nuevo tarro de cerveza.

—Gracias, pero esa puta no es mi novia —mentí ingeniosamente, para evitar tener que dar explicaciones de lo que acababa de suceder—, sólo es una amiga.

—Oh, disculpé señor, me quedé con la impresión de que ustedes eran pareja, cuando los observé esta tarde jugando en la piscina —dijo el barista, confesando que nos había estado espiando horas antes, mientras Leslie y yo jugueteábamos cariñosamente en el agua.

—No te disculpes amigo, para mí es un honor que me vean con una mujer tan hermosa como ella; además antes de bajar a la piscina me la estuve cogiendo en la habitación —dije con un tono de presunción antes de dar un nuevo trago a mi cerveza.

—Qué suerte tiene señor, como me gustaría cogerme a una mujer así de buena como su amiga —dijo el barista suspirando con envidia.

“¡Qué clase de pendejo es este tipo, si piensa que puede cogerse a Leslie, no que era muy hombre!”, pensé burlándome en mi interior de aquel humilde chico; el mismo que momentos antes, muy seguro de sí mismo, había estado fanfarroneando en el cuarto sanitario con la absurda posibilidad de fornicar con mi novia.

—¡Llegaste tarde amigo, ese pinche gringo rosado te la ganó! —sentencié riendo en tono de broma, dando otro gran trago a mi cerveza.

Apenas coloqué nuevamente mi tarro en la barra, cuando otro de los empleados, un mozo, se acercó al barista a preguntar por un pedido para una de las habitaciones. Supuse que se trataba de la habitación del gringo, pues hacía tiempo que no había escuchado sonar el teléfono para solicitar alguna bebida.

—Claro, ésta es la botella —dijo el barista, entregando a su colega la botella de tequila de la que habíamos estado bebiendo junto con otro par de vasos limpios, unos gajos de limas y un pequeño salero, necesarios para beber el tequila de la manera tradicional.

El empleado paso a colocar las cosas en la bandeja de servicio, la que utilizaban para llevar los pedidos a las habitaciones de los huéspedes, cubriéndolas con una brillante tapa de acero inoxidable en forma de domo. Pero antes de que el empleado partiera rumbo a la habitación del gringo, el barista se dirigió hacia mí con una curiosa pregunta.

—¿Algún recado para su amiga? —preguntó el barista con una sonrisa burlona, antes de despachar a su compañero.

Por lo visto, el barista trataba de hacer burla de mi condición de cornudo frente a su compañero sólo por diversión, aprovechando que yo estaba un poco ebrio. Él estaba jugando sucio, obvio yo no pensaba concedérselo tan fácilmente.

—¡Sí! —respondí maliciosamente, en lo que tomaba la blusa de mi novia del respaldo de la silla para colocarla en la bandeja de servicio—, ¡dile que se le olvidó esto y exige que te den una buena propina! —agregué riendo burlón, sin amedrentarme por la broma que el barista intentaba hacer a mis costillas.

Ambos empleados rieron abiertamente aceptando la broma con que les acababa de responder; con toda la naturalidad del mundo el mozo introdujo la blusa de mi novia bajo la cubierta de la bandeja; y se apresuró a retirarse para realizar la entrega, en lo que el barista seguía riendo frente a mí, incrédulo por la inverosímil situación. Mientras yo, sin inmutarme, continuaba bebiendo mi cerveza.

—Disculpe la pregunta señor —interrumpió el barista desenfadadamente—, ¿cree usted, que un muchacho como yo, tuviera alguna oportunidad de coger con su amiga? —preguntó descaradamente tomándome por sorpresa.

¡Como era posible que me hubiese hecho semejante pregunta! Quizás confiado en que yo no me encontraba en mis cinco sentidos, se había envalentonado para derribar todas las barreras de la formalidad huésped-empleado.

—Existen dos formas de cogerse a una puta como mi novia —respondí bajo los efectos del alcohol, olvidando que minutos antes había negado que Leslie era mi novia—: ¡con una gran cartera o una gran verga! —sentencié burlón, suponiendo que él no contaba con ninguna de las dos.

El chico rio echando la cabeza hacia atrás complacido por mi indecente respuesta; y arrojó bruscamente el trapo con el que, una vez más, estaba limpiando la barra frente a mí.

—Pues entonces, ¡creo que sí tengo oportunidad de cogerme a su novia! —presumió el chico dando un paso hacia atrás, para que yo pudiera apreciar como sujetaba con ambas manos el bulto en su entrepierna con actitud altanera; dando a entender que él estaba muy bien dotado, anatómicamente hablando—. Sólo necesito que me ayude para estar a solas con ella —agregó desvergonzadamente, tomando ventaja de mis propias palabras.

Yo solté una fuerte carcajada al presenciar la bipolaridad de aquel chico. Por un lado, fanfarroneaba ser todo un semental y un segundo después solicitaba mi ayuda para conseguir fornicar con una mujer. ¡Era tan patético!

Yo no pensaba desaprovechar la oportunidad para divertirme a costa del barista; después de todo, él también había intentado hacer burla de mí persona momentos antes. Y si para eso podía utilizar a Leslie como carnada mucho mejor; al fin y al cabo, ¡era un fin de semana de pesca deportiva!

—¿Y qué tal si en lugar de ayudarte para que te encuentres a solas con mi novia, prefiero quedarme para presenciar cómo te la coges? —pregunté con un tono de voz pícaro y pervertido, que hasta ese momento solía utilizar exclusivamente en la intimidad con mi novia durante nuestros eróticos juegos de rol.

—Pues yo no tendría ningún problema con eso, señor. Estoy muy seguro de que usted disfrutaría ver cómo me cojo bien duro a la puta de su novia —dijo el barista muy confiado en su virilidad, provocando que ambos soltáramos una muy fuerte carcajada.

Me agradaba la actitud fanfarrona y obscena con que este chico se expresaba para solicitar mi ayuda. La manera en que bromeaba con la posibilidad de fornicar con Leslie, a quien no tenía reparo de calificar de puta a la menor oportunidad, era muy simpática y morbosa.

—Me parece perfecto —asentí, dando a entender que estaba completamente de acuerdo en cerrar el trato; en el cual yo me comprometía a ayudarlo para que pudiera tener sexo con mi novia, siempre y cuando yo consiguiera un ‘asiento en primera fila’ para tal evento.

Toda esta erótica platica había puesto nuevamente mi miembro a punto de explotar; tal pareciera que esa noche ninguna cantidad de alcohol en la sangre, lograría disminuir la imponente erección que se había apoderado de mis 'partes nobles'. ¡Estaba súper excitado!

Sin que lo pudiera yo prevenir, una nueva fantasía se plantó en mi mente: ¡la oportunidad de presenciar como este animoso chico fornicaba con mi novia en frente de mí! Algo que sin lugar a duda me permitiría disfrutar de una gran dosis de morbo; después de todo, mi novia no tenía por qué ser la única que se estuviera divirtiendo en ese momento.

Antes de que el barista y yo pudiéramos continuar con nuestra excitante conversación, el mozo que hace un momento se había llevado la botella de tequila junto con la blusa de mi novia a la habitación del gringo regresó con una sonrisa mordaz en su rostro. Colocó la bandeja de servicio con la tapa sobre la barra frente al barista para después susurrarle algo directamente en el oído.

El barista forzó una sonrisa, acompañándola con un gesto de incredulidad, al escuchar lo que su compañero le había dicho en secreto. Se inclinó hacia la bandeja, levantando la tapa levemente hacia él con el objetivo de echar un vistazo a lo que se ocultaba bajo ella.

Una vez que el chico hubo satisfecho su curiosidad, de forma brusca dejó caer la tapa de metal mientras reía abiertamente, doblándose de risa por la mitad al contraer su vientre; mientras yo lo observaba desconcertado por su inusitada reacción.

Después que el barista recobró la compostura limpió las lágrimas de sus ojos para chocar los puños con su compañero en actitud de complicidad, e indicarle que se podía retirar. Inmediatamente después clavó sus ojos en los míos empujando la bandeja hacía mí con actitud burlona.

—Aquí hay una entrega para usted señor —dijo el barista en tono de broma, dibujando una perversa sonrisa en sus labios.

Ansioso por averiguar cuanto antes a que se debía la abrupta reacción del chico, levanté la tapa de acero inoxidable sin más preámbulo, dejando al descubierto lo que se ocultaba bajo ella. Una vez que pude distinguir lo que se escondía en su interior, solté una fuerte carcajada echando la cabeza hacia atrás bruscamente perdiendo el equilibrio casi hasta el punto de caer de espalda.

Se trataba de la misma prenda que yo había enviado a Leslie, su blusa turquesa; ¡junto con su diminuto bikini rojo! ¡No daba crédito a lo que mis ojos veían, la ropa de mi novia servida en una fina bandeja plateada, como si se tratase de algún delicioso postre! Si en algún momento yo había tenido alguna duda de que tan lejos había llegado mi novia con el gringo eso había quedado atrás. Ahora no había ninguna duda de que mi novia se encontraba completamente desnuda en la habitación de aquel hombre; y como es de suponerse, no hay muchas opciones a la hora de imaginar como pudieran estar divirtiéndose.

Pero eso no era todo lo que la bandeja de servicio revelaba. En la charola, junto a la ropa de mi novia, también se encontraba la tarjeta de seguridad que abría la puerta de habitación del gringo, donde me imaginaba ella estaba gozando con el hombre. Esto sólo podía significar una cosa. ¡Una invitación al portador para unirse a ellos en la diversión!

Quizás mi novia al momento de recibir su blusa supo inmediatamente que yo debí habérsela enviado. Y jugándome una broma decidió retornarla junto con su traje de baño y la tarjeta de seguridad; para hacerme saber que en ese preciso momento no necesitaba estar vestida, pero que si quería unirme a ellos era bienvenido. O quizás el gringo, por ser un hombre mayor, no era capaz de darle suficiente batalla en la cama; y ésta era la forma en que ella estaba solicitando refuerzos para que alguien la satisficiera.

Desafortunadamente para mí en ese momento no podía aceptar tal invitación. Pero si ella quería otro compañero de fiesta para continuar divirtiéndose en la habitación del gringo, era mi deber conseguírselo. Afortunadamente sabía dónde encontrarlo.

—Querías una oportunidad para coger con mi novia, pues aquí está —dije con actitud generosa tomando la tarjeta del gringo y arrojándola en dirección del barista, quien la atrapó en el aire sin dificultad.

—¿Es en serio? —preguntó el barista sin dar crédito a mi oferta.

—¿Te la quieres coger o no? —pregunté molesto por esa repentina actitud de duda.

—Sí, claro que sí —respondió al reconsiderarlo.

¡No podía creer lo que yo acababa de realizar! Había otorgado a este humilde chico la oportunidad de fornicar con una mujer, que en otras circunstancias estaría totalmente fuera de su alcance: mi hermosa novia Leslie. Si hubiera un premio Nobel a la generosidad seguro yo sería el ganador.

Una vez más el nivel de morbo en el ambiente se incrementó, provocando que mi miembro volviera pulsar, desesperado por liberarse de mis opresoras ropas. Ya no lo podía soportar, tenía que ir a mi habitación para masturbarme inmediatamente; ya no tenía tiempo para seguir divirtiéndome a costa del barista.

—Perfecto, sólo quiero pedirte que primero me hagas un pequeño favor —condicioné mi oferta.

—Lo que usted quiera señor —respondió el barista sin pensar.

“Pobre imbécil”, pensé, seguro estaba tan desesperado por ir a fornicar con mi novia que yo pudiera haberle pedido cualquier cosa y él hubiera aceptado sin dudar. Para su fortuna yo sólo tenía una cosa en mente.

—Que me lleves primero a mi habitación, estoy tan ebrio que no creo que pueda caminar —mentí hábilmente, para no confesar que el tronco en mi entrepierna me impedía caminar con normalidad.

—Por supuesto —aceptó el chico.

El barista hizo una llamada telefónica para pedir a un compañero que lo cubriera. Abandonó la barra, y colocando mi brazo izquierdo por encima de sus hombros me ayudó a caminar hacia mi habitación, ante la vista de los escasos juerguistas que presenciaban extrañados la escena; quizás no tanto, pues debe ser normal que uno que otro trasnochador se pasé de copas durante sus vacaciones.

El camino a mi habitación fue bastante tortuoso, incapaz de flexionar correctamente los muslos arrastraba la pierna derecha, donde mi miembro se encontraba pegado como una inerte viga que no daba señales de ceder; crujiendo dolorosamente a medida que ambos avanzábamos. Afortunadamente había un ascensor para subir hasta la habitación.

Con la baja ocupación y el procedimiento de rotación de habitaciones del hotel; era de esperarse que la habitación del gringo y la mía se encontraran en el mismo piso, a un par de puertas de distancia de hecho.

—¡Suerte que ambas habitaciones están en el mismo piso! —dijo el barista imprudentemente en tono de una sosa broma.

“Sí, que suerte”, pensé sin responder con una mueca de angustia, esforzándome por ocultar mi erección.

Ignorando el comentario del chico, pasamos junto a la habitación donde se suponía que Leslie y el gringo se encontraba fornicando. Quizás fue sólo mi inquieta imaginación; pero casi puedo jurar que alcancé a escuchar el inconfundible jadeo que mi novia acostumbraba emitir durante el sexo.

¡Como me hubiese gustado detenerme para echar un vistazo!, después de todo teníamos la llave de seguridad. Pero no, en ese momento me urgía llegar a mi propia habitación.

Entregué mi tarjeta al barista para que abriera la puerta de la habitación; ya ha dentro, él prácticamente me arrojó sobre la cama sin detenerse a encender las luces; desesperado por salir corriendo para unirse a mi novia y el gringo. Tampoco era como que yo planeara demorarlo más; tan pronto cerró la puerta tras de sí, baje mi bañador hasta las rodillas bruscamente.

—¡Mierda, carajo! —maldecí al sentir el áspero roce de la tela de mi bañador sobre la sensible piel de mi miembro.

Un sudor frío cubrió mi frente en lo que mordía mis labios y cerraba los ojos tratando de conseguir que la habitación dejara de girar a mi alrededor. Mientras esperaba, a que ese sorpresivo dolor, producto de mi imprudencia, pasara.

—¡Oh, gracias al cielo, gracias al cielo! —agradecí repetidamente, una vez que el dolor se fue atenuando hasta casi extinguirse.

Abrí los ojos y dirigí la mirada hacia mi pulsante miembro. A pesar de estar en total oscuridad, alcanzaba a apreciar fácilmente el grueso morro en que se había transformado; tal pareciera que yo había tomado alguna droga para potenciar la erección, lo cual no era el caso. ¡Estaba impresionante!

Con pequeñas patadas removí el bañador de mis piernas; mientras desabotonaba torpemente mi camisa, para terminar desnudo sobre la cama en la más íntima privacidad; dispuesto a gozar con una auto estimulación que me provocara el más sublimé de los orgasmos. Mi caprichoso miembro así lo exigía.

Como es bien sabido, la masturbación más que un acto físico es un acto mental. Por lo que, para un mejor resultado, hay que valerse de las imágenes eróticas más excitante que uno tenga a su disposición para ésta tarea. Afortunadamente yo tenía material bastante fresco para ésta morbosa labor: ¡la imagen mental de mi novia fornicando con dos desconocidos a un par de habitaciones de distancia! Eso debería bastar.

Hacía rato que la punta de mi glande había estado escupiendo líquido preseminal, el cual no tuve ningún reparo en usar como lubricante para reducir la fricción entre mi pene y mis manos. Lentamente comencé a frotar mi miembro con mi mano derecha, mientras que con la izquierda acariciaba mis también enormes bolas jadeando de placer.

La sensación sobre la piel expuesta de mi enorme pene a medida que mi mano subía y bajaba impregnándolo todo de esa viscosa sustancia era excepcional. El olor de mi propio semen hizo simbiosis con las imágenes más inverosímiles que mi cerebro era capaz de concebir: mi hermosa novia siendo fornicada por dos hombres a la vez, uno joven y otro mayor. ¡El placer era descomunal!

Todo este erotismo ocasionó que mi miembro creciera a su punto máximo. “¡Como me gustaría que Leslie viera mi miembro en este momento!”, suspire resignado. Y de improviso una idea llegó a mi mente, “¿por qué no tomar una fotografía?”. ¡Eureka!, la solución a mi predicamento estaba justo al lado de mi cama, sobre la mesa de noche para ser más exacto: mi teléfono inteligente.

Detuve por un momento mis caricias en lo que alcanzaba mi teléfono. Abrí la aplicación de la cámara fotográfica y me dispuse a capturar la mejor imagen posible de mi miembro para después compartirla con mi novia. Como me encontraba totalmente a oscuras, encendí la linterna de mi dispositivo electrónico para iluminar mi miembro, en lo que utilizaba mi mano izquierda para mantenerlo erguido sujetándolo por las bolas.

A la luz de mi teléfono yo mismo no daba crédito de la apariencia de mi pene; es decir, sabía que tenía que tratarse de mi propio miembro, mi compañero de mil batallas, pero es que simplemente no lo podía reconocer. Como si se tratase de la versión fálica del Dr. Jekyll and Mr. Hyde.

Pero justo antes de que pudiera accionar la cámara para capturar la imagen del ‘monstruo’, fui interrumpido por un mensaje que llegó a mi teléfono de un remitente desconocido. “¿Quién demonios podría ser tan inoportuno?”, pensé en lo que abría, más por inercia que por curiosidad, el mensaje que carecía de cualquier tipo de texto pero que venía con una imagen adjunta.

—¡Oh mierda! —exclamé al ver la imagen que acompañaba al inexistente texto

¡No podía creer lo que veían mis ojos! ¡Se trataba de la imagen más erótica y morbosa que había visto en mi vida! ¡Tomada hacía un par de segundos, a escasos metros de donde yo me encontraba!

Una fotografía de alta resolución que mostraba a una hermosa y joven mujer acompañada por dos hombres mayores, ¡completamente desnudos fornicando sobre la cama! Se trataba de mi hermosa novia Leslie y los dos pescadores que habíamos conocido ese día sobre el rompeolas.

En la imagen se podía ver a John, tendido sobre su cama, sujetando la cintura de mi novia quien se encontraba montando su cadera cual jinete que monta un semental. Mientras que el otro pescador abrazaba a mi novia por la espalda aparentando estar penetrándola analmente.

Al parecer, John había olvidado mencionar que su compañero de pesca, el otro gringo, compartía la habitación con él ese fin de semana. Probablemente, la excitación que le habíamos provocado con nuestro erótico juego lo había hecho obviar las necesidades de su viejo amigo. O más probablemente quizás habíamos sido nosotros los que habíamos mordido, cual ingenuos peces, su experimentado ‘anzuelo’.

No importaba cuál hubiese sido la causa real de la omisión del gringo, el resultado había hecho que valiera la pena; la sonrisa en el rostro de la chica en la imagen que había recibido permitía saber lo mucho que ella estaba gozando en ese momento. Lucía tan hermosa y perversa a la vez. ¡Me fascinaba!

La escultural y sensual anatomía de Leslie, contrastaba con las enormes barrigas de aquellos dos hombres mayores. Pero este sustancial contraste era lo que daba a la imagen ese toque extra de morbo y perversión. Mucho mejor que si en ella hubiera aparecido el joven barista sustituyendo a cualquiera de los dos hombres; quien, al juzgar por el enfoque, ángulo y perspectiva de la imagen, debió haber sido el encargado de tomarla.

¡Pobre chico!, pensé compadeciéndome del barista, quién por lo visto, tendría que esperar su turno para fornicar con mi novia, hasta que ese par de viejos 'rabos verdes' quedaran satisfechos. “En fin, ese no es mi problema”, pensé.

Como si mi miembro hubiese estado esperando el recién recibido mensaje, rompiendo la gravedad un potente chorro de esperma fue disparado directamente hacia el techo salpicando toda el área a su alrededor al no contar con la energía para poder alcanzar su objetivo. Sólo para terminar desinflamándose después de casi dos horas de excitación, al momento que una descarga de placer orgásmico era desencadenada por todo mi inerte cuerpo.

—¡Oh, mierda! —exclamé confundido entre el placer y la agonía que experimentaba.

Por un lado, había alcanzado el más sublime y elevado orgasmo del que tenía memoria. Y por el otro lado, había perdido la oportunidad de capturar la perfecta imagen del más escurridizo de los monstruos; oportunidad que no estaba seguro de que volviera a presentarse a corto plazo.

Frustrado solté el teléfono para poder limpiar el semen que había caído sobre mi torso. Recogiendo con las yemas de mis dedos unas pocas gotas que colocaría en la punta de mi lengua, ansioso para deducir si el sabor de mi leche había sufrido también de algún tipo de metamorfosis similar a la que mi miembro había experimentado segundos antes. ¡Juró que su sabor era celestial!

Resignado y sin nada más que pudiera hacer al respecto, me dispuse a responder cortésmente al mensaje enviado por mi novia y sus dos nuevos mejores amigos a escasas dos puertas de distancia, con la única frase que se me ocurrió en ese momento: “Buena pesca”.

(9,50)