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Por Dios ¡Qué verga tienes!

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Ese día la había visto en horas tempranas por la tarde, pues Mónica trabaja como recepcionista en un taller mecánico que presta servicios a concesionarios de la zona. Había ido a darle servicio a mi coche y habíamos cruzado algunas palabras. La verdad que no era o soy un gran amigo cercano de Moni, solo la había visto unas tres veces en meses anteriores y se me hacía una chica simpática de sonrisa agradable, carita bonita y un cuerpo muy simétrico en una estructura petite. Este día me la vuelvo a encontrar por mera casualidad en un bar restaurante local, donde ella comparte con dos amigas más.

Como no tenia confianza con ella y dado que también ella ronda sus 23 a 25 años, solo me abstuve en saludarla con un ademán de reconocimiento cuando hicimos contacto visual. Vestía un vestido blanco con un cinto que le realzaba su bonita figura compacta y unos aretes y collar color topacio, brillantes como el color azul de sus llamativos ojos. Ella me hizo también un ademán de saludo y ella siguió compartiendo con sus amigas y yo disfrutaba de mi Martini viendo la final de fútbol americano en pleno calor de la zona de Cancún.

Me concentré en el juego y de esa manera perdí la noción del tiempo cuando de repente siento la mano sobre mi hombro y volteo a un lado y es Mónica. Está sola, pues sus amigas han partido y ella me comenta que ha pedido un taxi o Uber para partir a casa. Es cuando le ofrezco llevarla y ella se niega con la excusa que no quiere interrumpir que siga viendo el juego, pero ella misma ajusta la solución y me dice que, acepta mi oferta si lo hago después de que termine el juego. Le dije que los juegos de fútbol americano se pueden extender mucho pues juegan precisos a un reloj y en este caso hasta se extendió a extra tiempos. Ella me acompañó con una piña colada y unos bocadillos y de esta manera hablábamos y la conocía mejor.

Al principio intuía que aceptaba mi oferta pues ya nos conocíamos por lo menos los nombres y que yo tengo 56 años de edad y que debo parecerle un señor respetuoso, pero conforme pasaban los minutos la vi con más acercamiento hacia mí, que me ponía sus manos por sobre mi pierna y sentía quizá por el espíritu del alcohol que Mónica me estaba provocando. Cuando se fue al baño, se me acercó y me lo decía al oído y prácticamente sentía sus labios en mi lóbulo. Ella me dijo en ese momento que le gustaba el aroma de mi loción y hasta respiró profundo cuando sentía su nariz por mi cuello, pues yo yacía sentado y ella se había parado para ir al baño.

Se miraba juvenil y es que, para un hombre mayor como yo una chica a esa edad es como ver a una chiquilla y como que la lógica te indica que ella no se va a fijar en un hombre que le dobla más que su edad y siendo una chica tan linda y muy llamativa, cómo sería posible que no tuviera algún novio o muchos chicos de su edad como pretendientes. Aquí estaba yo sintiendo esa sensación quizá provocada por el matiz engañoso del alcohol o por ese ego de macho que todos los hombres tenemos o, una combinación de las dos.

En toda la noche me había tomado tres tragos y Mónica se miraba también en sus cinco sentidos cuando salimos del bar. Me tomaba del brazo como si fuese mi pareja y cuando yo pensaba en las palabras o en la estrategia para llevármela hacia mi cama, Mónica me lo abrevió todo con unas cuantas preguntas:

-¿Don Antonio, es usted casado, lo espera alguien en su casa?

-No… no soy casado y nadie me espera en casa.

-¿Por qué no me lleva a algún lugar para que me pase el efecto de las piñas coladas?

-¿La verdad te sientes embriagada? Me sorprendes y lo ocultas muy bien… no lo pareces. ¿A dónde te gustaría ir… algún lugar en específico que quieras ir?

-A donde a usted quiera llevarme. – me dijo.

-La verdad si lo dices así de esa manera, a mí me gustaría llevarte a algún motel. – Le dije de una forma de broma.

-¡Lléveme entonces!

-¿Estás segura?

-¡Si! – Me contestó esquivando la mirada.

Aquí lo que abunda son los hoteles y moteles que no fue difícil encontrar alguno. Subimos a una segunda planta no sin antes haber comprado en la recepción una cajita de tres condones. Moni vio los que había comprado y me dio una sonrisa y no sé si se debía a mi elección, pues eran de esos que tienen textura en todo el contorno del profiláctico. Para hacer el momento más ansioso y con el afán de entrar a la habitación, tuvimos problemas con la tarjeta magnética que la tuve que ir a cambiar. Finalmente entramos y la comencé a besar y rápidamente caímos en la cama. Le besaba el cuello y los lóbulos mientras mis manos se hacían camino debajo de su vestido acariciando sus piernas y trasero. Me gustaba su perfume y ver esos ojos azules como los cerraba cuando le besaba y se le escapaban algunos gemidos.

Mónica me asistió en quitarme la camisa y yo le bajé el cierre de su vestido blanco y de una sola vez desabroché su brasier también blanco. Eran unas tetitas redonditas que caben en una copa C, con unos pezones bien parados y en cada uno llevaba un piercing. Sus pechos se sentían duros, sólidos y comencé a chuparlos mientras Moni dejaba escapar más gemidos. Tenía varios lunares en su espalda y abdomen que se le miraban muy sensuales contrastando con su piel clara, pero cuando bajé más su vestido descubría un tatuaje de color negro que parecía una especie de cinto que define muy bien esa bonita y pronunciada cintura. Mónica tiene unas nalgas preciosas, de una simetría exquisita y una vez bajé todo el vestido se quedaba solo con una tanga blanca que ya estaba muy húmeda y sus aretes y collar topacio.

Quería seguir acariciando ese perfecto cuerpo petite, pero Moni me interrumpió y ella me desabrochaba el pantalón y de una sola vez me bajaba el bóxer. Vi como ella me miraba la verga con mucho morbo y con un sentido de admiración solo me dijo: -¡La tienes enorme… ¡Dios mío, esto no me lo esperaba! – No me dio tiempo para responderle o decirle algo, pues ella se abalanzó y comenzó con un oral como si lo había esperado toda la vida. Fue de lo delicado a una felación del sexo duro. Al principio parecía que saboreaba cada centímetro de mi verga comenzando por la cabeza y llegando al tronco donde me chupaba los huevos halándome con cierta delicadez el escroto. Le subió velocidad y se tragaba lo que podía mientras su saliva se deslizaba de su boca de una manera bestial mientras a la vez me pajeaba la verga. Se pegaba ella misma con mi verga en su rostro y hacía lo mismo con sus pechos. Sentía esa sensación de que en cualquier momento me haría correr y para evitarlo la interrumpí para ahora yo hacer mi faena.

Ya su tanga blanca parecía transparente en esa zona de su vulva. Antes de quitársela podía observar que se dejaba un arbusto de pelos pélvicos por sobre ese orificio y descubría unos labios exteriores gruesos y muy bien depilados. Le quité la tanguita blanca y podía ver lo rosado de su panochita con un clítoris que sobresalía de lo inflamado. Me metí entre sus piernas y comencé a besarlas a sus lados interiores y me fui acercando lentamente hasta saborear los jugos de esa panochita que se derretía del deseo. Sentí un olor a cítricos, y tenía un sabor dulzón y saladito, que luego se torno solo saladito cuando el efecto de lo que usaba Mónica termino.

Acariciaba mi cabello mientras mi lengua se daba gusto saboreando cada centímetro de su panocha. Mónica gemía y parecía que estaba ida en el placer y decía: -Si, así… si así… uf, que rico. Llegué al punto que sé que a muchas chicas les encanta y es de una manera frenética pero delicada golpetear el clítoris con la punta de mi lengua y a la vez tomar con mis dedos sus pezones y estos tenían un piercing en cada uno. Solo dijo: -Oh Dios mío… usted si sabe lo que una mujer quiere… me va a hacer acabar si continua así. – Y dejaba escapar un prolongado gemido.

Continué chupándole el clítoris de esa manera y al minuto me dijo: -Pónganse el condón y me la da… me tiene que ya me corro. Hice la pausa para ponerme el profiláctico y veo como Mónica me ve cuando lo hago y siento que ella disfruta viéndome y ve como mi verga gotea y como se mira con el condón puesto y todas esas puntas del condón que van a acariciar el interior de su vagina. Es un gusto y un rico paisaje ver como Mónica me recibía con sus piernas abiertas y ver esa panochita cerradita que mi verga va a abrir.

Nos acomodamos, con mi mano acomodo mi verga apuntada a su abertura, siento a través del condón el calor de su vagina y meto cuidadosamente mi glande y siento su panochita bien apretada, típica de una chica petite, pero poco a poco mi verga se desliza por ese canal y Mónica me dice al son de un jadeo: -¡Dios mio… que verga! – Al principio fue un vaivén delicado, pero conforme pasaron los segundos el choque de la pelvis de Mónica llevaba más inercia la cual tenía que empatar para terminar en un embate frenético donde ese sonido de chaqueteo hacía eco en las paredes y la cama crujía por la batalla sexual que vivíamos.

Mónica se siente muy estrecha y dudaba que aguantara mi verga, pero hay chicas pequeñas que me sorprenden, pues realmente era un vaivén de sexo duro en posición del misionero y con estocadas donde sentía que mis huevos chocaban en su perineo. No pasaron ni cinco minutos cuando sentí las manos de Mónica apretando mi espalda y su pelvis lo movía en un mete y saca que la llevaba ya sin retroceso a ese punto del placer y me lo dijo así cuando se corrió: ¡Por Dios… que verga… deme así que me está haciendo acabar! – Aquello de “deme, deme” Mónica lo repetía y era lindo ver esos gestos de placer de esta preciosa chica. Le di, le di y le di hasta sentir que aquello eran orgasmos múltiples pues pasé así por unos cinco minutos oyendo corrida tras corrida. Se calmó y se puso a reír y me dijo: -Usted si sabe coger… nunca me habían hecho acabar así.

Luego ella me decía que era la primera vez que se corría tres veces seguidas y la verdad sus jadeos eran épicos que todavía los escucho y recuerdo su bonito rostro. Como para hacerme acabar a mi se pone de perrito y comienzo a penetrarla de esa manera y mi verga vibra de ver ese culo tan precioso con dos lunares como si fueran unas manchas como parte de su tatuaje, el cual define esa sensual cintura que tiene. Estoy penetrándola así y me chupo el dedo pulgar derecho y lo dejo con saliva y se lo pongo en el culo. Un culito rosadito y ese ojete se le mira de antojo y se lo sobo con mi dedo. Ella no me dice nada y solo escucho que gime y le doy por otros tres minutos y mi dedo pulgar se ha ya hundido en su culito. Luego ella me dice:

-¿Quiere comerse mi culito?

-Me gustaría comerte ese culito… ¿me lo darías?

-Cómaselo… es todo suyo. -me dijo.

Yo lo tomé de una manera literal y dejé de pompearle la panochita y me hinqué a chuparle el culo. Ella se sorprendió y había reaccionado, pero luego accedió y le abrí bien las nalgas y comencé a deslizar toda mi lengua por las paredes de sus nalgas, succionar su culo y continuar chupando su conchita de labios gruesos que se miraba como aparecía jugo vaginal de lo caliente que estaba Mónica. Aquello lo repetía una y otra vez y esta chica se le erizaba la piel y sus gemidos se volvieron más elevados y me dijo: -Métame la verga, que me voy a correr. – Se la metí en la conchita y volví a sentir el placer de que tan cerrada es Mónica y con mi dedo pulgar se lo volví a enterrar en el culo y le daba una chaqueteada a ese culo mientras mi verga se hundía lentamente en su panocha. Explotó y literalmente se le movían los músculos de las nalgas y solo me dijo: -Uh… que rico… usted me vuelve loca… que cogida más rica me está dando.

Mónica gozó mucho más este orgasmo, pues a diferencia de los otros que fueron cortos, este me decía que le había durado mucho tiempo y movía sus caderas intentado tragarse con su panochita hasta mis huevos. Se había corrido ya varias veces y fue en esa posición de perrito que le cogí el culo no sin antes advertirle. Ella me dijo que por el culo se lo podía hacer sin condón y solo me dijo que fuera con cuidado. Ese culo lo tenía dilatado con mi dedo pulgar y mi verga producía mucho liquido preseminal. Le puse mi glande a la entrada y comencé a empujar. Su anillo atrapó mi glande y lo sostuve así por varios segundos. Mónica pujó del dolor y me lo dijo:

-No se mueva que me duele mucho.

-¿Quieres que te la saque?

-No… déjala ahí, pero no se mueva.

Pasó quizá más de un minuto y fue Mónica quien comenzó a mover sus caderas. Que rico se miraba ese panorama de ver la punta de mi verga en el culo de Mónica. La verdad que esta chica tiene un culo redondo, solido y muy precioso… cualquiera sin lugar a la duda se lo comería. Poco a poco mi verga se hizo paso y sorprendentemente mis 21 centímetros están en el culo de esta petite y bonita mujer. Tomo cierto tiempo para hacerle un vaivén, pero solo el hecho de ver como estaba enterrada mi verga en su culo me dio la sensación de correrme y se lo dije: -Mónica, me corro, que culo más rico tienes. – Eso fue lo que le dije y aceleré un poco más el vaivén hasta vaciarme en su culo. Fue una corrida abundante que pronto lo estaba expulsando del culo. Nos fuimos a bañar juntos y ahí se dio la siguiente plática:

-¿Qué te pareció como te comí el culo… te gustó?

-¡Usted literalmente se lo comió… no esperaba eso! Pensé que solo era de penetrarlo, pero nunca pensé que me hiciera lo que me hizo.

-¿No te gustó entonces?

-¡Me encanto! Nunca me habían hecho eso. Me hizo correr así… una corrida muy intensa.

-¿Ya te habían cogido el culo?

-¿Por qué lo pregunta?

-Curiosidad.

-Si… pero nada que ver como usted me lo hizo y si comparamos verga, ni parecida. Pensé que no la aguantaría…

-¿Te dolió mucho? ¿Me lo volverías a dar?

-Si duele, pero es un dolor raro. Duele, pero con un gusto rico.

-¿Algo así como cuando te hiciste el piercing en tus pezones?

-Sabe, buen ejemplo. Dolor diferente, pero que causa cierto morbo y placer.

-¿Entonces me lo volverías a dar?

-Se lo daría las veces que usted quiera… ya casi me hacía acabar.

-¿Quieres volverlo a intentar? Me gustaría hacerte acabar así.

-Tenemos toda la noche y quiero que me de esa verga como usted quiera. Don Antonio, ¿le puedo pedir un favor?

-Dime.

-Todo esto, que no lo sepa nadie… por favor.

-Por supuesto, pero dime: ¿te daría pena el que sepan que estas cogiendo con un hombre mayor? Dime honestamente… ¿Por qué decidiste coger conmigo esta noche?

-Usted me parece un hombre muy elegante, sexi, muy caballeroso y esta tarde que llegó al taller se me vino ese deseo, pero me pareció algo imposible, pues no sabía si era casado o si yo le gustaría, pero cuando lo veo por segunda vez en el bar me dije a mi misma: Esto está destinado a ocurrir y no me aguantaba porque mis amigas se fueran.

-¿Te he hecho sentir, como tú lo imaginabas? ¿Es esto lo que buscabas?

-¡Más de lo que imagina! Nadie me había hecho correr tantas veces de esas maneras y por Dios, esa verga que tiene la voy a recordar por toda la vida. Y si quiere más de este culito, aquí estoy. Créame que yo quiero mas de su verga.

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