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Primeriza se traga puño

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Estefany y yo llevábamos unos meses de conocernos. Fue en la universidad en donde nos conocimos y la primera charla que tuvimos duró horas. Ella y yo nos llevamos muy bien desde un principio y la confianza entre nosotros, sin razón aparente, emergió al instante.

Tras meses de salir ocasionalmente juntos, comenzamos a bromear con temas cada vez más íntimos como la diversión y el sexo. En una oportunidad hubo una fiesta y le propuse a ella que fuéramos juntos.

-Es que es muy tarde, a esa hora no hay bus que pueda llevarme. – replicaba ella.

-Tranquila, si quieres puedes quedarte en mi apartamento, al lado del perro jaja

-Cállate tonto, en serio, si fuera más temprano me quedaría.

-Oye hablo en serio, puedes quedarte en mi apartamento, digo si no te da desconfianza.

-Está bien, lo pensaré y te aviso.

Estefany era una chica que sabía divertirse y aunque era una muchacha de mente abierta y atrevida, solía demostrar cierta inexperiencia o hasta inocencia en los temas sexuales, y eso ya era suficiente para ponerme muy caliente. Ella mide alrededor de 1.55 m. Piel morena clara, cabello negro, con pechos medianos pero firmes y respingados y un culo que amerita apretujarlos.

Pasados un par de días aceptó mi propuesta. Esa noche fuimos de fiesta y nos divertimos, cuando volvimos a mi apartamento, comimos un bocadillo de media noche y nos dirigimos a la recamara.

-Bueno, creo que ambos somos lo suficiente maduros para compartir la cama ¿no crees?

-Por mí no hay problema –dijo mientras se sentaba para quitarse los zapatos.

Le ofrecí una de mis pijamas y aceptó. Para sorpresa mía, no mostró vergüenza alguna y ante mi mirada, se sacó la ropa con tal naturalidad. Se puso la pijama, le quedaba un poco floja haciendo que sus pechos y culo se vieran más prominentes entre aquella sobra de ropa.

Procedí a quitarme la ropa también, ella me observó de manera tímida, como sintiendo un poco de pena, pero sin poder evitar verme. Me puso caliente ver la manera en la que su expresión cambió cuando me saqué la ropa interior, ya traía la verga morcillona y al bajar mi bóxer, saltó libremente quedando frente a ella.

Sus ojos se clavaron fijamente en mi verga afeitada que se tambaleaba de un lado a otro mientras me colocaba el pijama. Su carita inocente y asustadiza era excitante, se mordía suavemente los labios mientras yo guardaba mi verga dentro del pans.

Acomodé las cobijas y ella se acurrucó entre las almohadas, apagué las luces y me recosté a su lado. Era excitante, la manera en la que no hablábamos palabra alguna sobre el tema, aunque ambos sabíamos perfectamente cómo iba a terminar aquella situación.

Coloqué mi brazo bajo su cabeza y ella se recostó en él, llevó su mano libre a mi pecho y yo bajé la mirada para besarla. Nos fundimos en un beso apasionado y excitante.

Su respiración se agitaba gradualmente mientras mi verga se endurecía levantando las sábanas. Me coloqué sobre ella y comencé a quitarle la pijama, ella llevaba ropa interior de encaje, con un tanga que se introducía sensualmente entre su culo. Fue una lástima escuchar como la tela se rompía entre mis manos que la arrancaban de ella salvajemente.

Su inocente timidez y asombro ante lo desconocido me excitaba haciéndome perder la cordura.

Tomé su mano y la llevé hasta mi verga, ella se dejaba llevar, comenzó a acariciármela y a masturbarme lentamente, podía sentir sus pequeñas manos apretando mi verga inflamada y dura.

Succioné sus pechos como una cría hambrienta, sus pezones eran tan suaves y deliciosos, su piel aterciopelada se erizaba mientras con mis manos masajeaba su vulva y el clítoris, derramando gran cantidad de flujos sobre la rajita de su culo. Introduje un dedo y masajeaba su punto G desde dentro mientras me comía el resto de su cuerpo centímetro a centímetro. Luego introduje dos, luego tres… y con 3 dedos masajeaba dando pequeños círculos y presionando suavemente mis dedos, como llamándola hacia mí.

Uf, me quedo corto al tratar de describir los gemidos de Estefany, eran de esos gemidos excitantes que casi se apagan en sollozos. Sus uñas se enterraban en mi espalda mientras ella se estremecía de placer perdiendo el control de su propio cuerpo.

Luego de un buen rato, al sentir su mayor excitación, abrí sus piernas, masajeaba mi glande enorme sobre su clítoris y por toda la periferia de su vulva, y poco a poco fui introduciéndola toda en ella.

Ella ardía por dentro, y a pesar de una inocente estrechez, la cantidad de flujo permitía que mi verga entrara sin mayor dificultad. Ella gemía intensamente mientras la penetraba una y otra vez. Alternaba mis movimientos lentos y rápidos, suaves y fuertes, según notara la excitación en su rostro, era como un lenguaje no verbal en el que nuestros cuerpos se comunicaban.

Sus tetas brincaban bruscamente tras cada embestida, ocasionalmente le preguntaba si se encontraba bien, si estaba cómoda o si lo estaba disfrutando. Ella ni siquiera podía escucharme, estaba extasiada, como en otra dimensión, jadeos, gemidos y contracciones eran las únicas respuestas que podía darme. Y para mi eran más que claras.

Logré darle dos orgasmos, uno pequeño y el segundo más intenso y prolongado. Lo supe al sentir como su vagina se contraía fuertemente exprimiendo mi verga y ella se convulsionaba de manera sensual, toda su piel se erizaba, su abdomen se endurecía y sus piernas temblaban de manera sutil.

Estuve a punto de eyacular pero me contuve. Quería darle todo ese semen de bocadillo.

-¿Alguna vez te han hecho un oral? –le pregunté

-No –respondió jadeante y temblorosa

-Pues hoy es cuando –dije, mientras acomodaba sus piernas y sus caderas a la orilla de la cama.

Alcé sus piernas y me arrodillé en el suelo frente a su vulva, podía comerme esa panocha cómodamente de esa manera.

Comencé a recorrer toda su raja con mi lengua, desde su culo hasta la punta de su clítoris, lamía babeantemente introduciendo mi lengua cuanto podía en su vagina. Me encantaba el sabor de su concha, pude haber comido y bebido de su vagina toda la noche, pero quería continuar.

Comencé a masturbarla con mis dedos, como anteriormente había descrito, tres dedos masajeando dentro de ella mientras mi lengua era un torbellino sobre su clítoris. La pobre chica se estremecía, gimiendo, con pequeños gritos apagados, me tomaba del cabello con su mano y guiaba mi cabeza cuando quería que presionara o me moviera de alguna manera en especial, y yo obedecía.

El morbo solo iba aumentando en mi cabeza y lograría mi cometido. Sutilmente aprovechándome de su excitación, comencé a introducir el cuarto dedo en su vagina. Sentí como iba expandiendo poco a poco su cavidad.

-Aaahhu!! –exclamaba excitada

-¿Qué pasa?

-Despacito, por favor, despacio... aaah! Aah!

Podía sentir la viscosidad de sus paredes vaginales en la yema de mis dedos, la acariciaba toda por dentro y masajeaba su punto G mientras continuaba. Su concha se estiraba cada vez más con el ensanchamiento de mi mano al entrar cada vez más.

La masturbé con 4 dedos hasta sentir que se acostumbraba al tamaño, luego introduje con más fuerza hasta llegar a los nudillos.

-Aaaah, aaaah, aah, ayayay! Aaahy

-Qué pasa?

-Aaay duele, duele, suave dale suave

Trataba de sujetar mi mano para detenerme, pero en realidad no ponía resistencia alguna, sus manos y piernas temblaban como mezcla de placer, dolor y nerviosismo por aquella hazaña que ni ella misma creía estar haciendo.

Su vagina fue adaptándose al tamaño, yo la sacaba lentamente y la volvía a introducir, lubricándola cada vez más. Decidí dar el paso final y asomé el pulgar a su vagina. Introduje la punta expandiendo su vagina hasta su máximo límite.

-AAHY AAHY! Espera, espera, ya no... no puedo... aah, ah! No puedo más, aah! Puedo sentir tu mano dentro, aahy!

-Tranquila, respira, relájate…

Sacaba e introducía sin parar. Comencé a empujar más fuerte dentro de ella, pero lentamente. El nudillo del dedo pulgar logró deslizarse dentro de su vagina, la parte más ancha de mi mano ya estaba dentro, con la punta de mis dedos podía sentir el fondo de su vagina, y comencé a masajearle el útero suavemente.

Esto hizo que ella se estremeciera mientras continuaba gimiendo y temblando en una mezcla de dolor pero excitación.

-AAAH! Doni! Carajoo! Siento tu mano entera adentro… AH!

-¿Quieres que pare?

-Aah aah!, uuf... uuuff… aah!! Esque duele, pero se siente ricooo aah! Aah!

-Dale, disfrútalo, si quieres que me detenga solo dime…

-No! Aah! Sigue sigue! Aah! Ah!

Mi excitación estaba a mil, escucharla decir eso solo me hacía perder más el control, me masturbaba con la otra mano mientras la penetraba, finalmente sentí una enorme eyaculación correr por mi verga y la eché en la mano que le estaba introduciendo a mi chica, lubriqué toda mi mano con mi semen. Comencé a empujar cada vez más rápido y más fuerte dentro de ella, hasta que súbitamente, mi mano se deslizó entera dentro de ella.

Podía sentir la apertura de su vagina apretando en mi muñeca. Mi mano estaba sumergida en una caliente y viscosa cavidad de flujos y paredes vaginales.

-Aaaaahhh!! Mierdaa!! Me vas a romper! Aaah!

-Tranquila, ya la saco.

-Ahh! Noo! No! Espera, aaah! Solo… no te muevas, espera… Aaauuh!

Podía sentir su vagina contraerse apretujando mi mano, su cuerpo se contraía en un intenso orgasmo, quizás el más fuerte que jamás hubiese tenido. Sus manos casi rompen las sabanas, mientras ella miraba atónita cómo su panocha albergaba mi mano entera dentro de ella.

Su vagina escurría flujos viscosos y transparentes en abundancia, mismos que se deslizaban en su culo hasta su ano, cayendo sobre mi cama.

-Aah! Ah! Ok ok, sácala, pero despacio, con cuidado, Aaah! Aauch Asi asi... aaah! Ooh mierdaa!!

Yo deslizaba lentamente mi mano extrayéndola de dentro de ella. Finalmente salió… ella calló rendida y exhausta sin moverse, estaba empapada de sudor y flujos vaginales, su vulva enrojecida y un poco irritada se ventilaba palpitante al mantener sus piernas abiertas.

Habíamos cumplido una de nuestras fantasías, la satisfacción era enorme. Sequé mi mano con una toalla y me arrodillé nuevamente frente su vulva, hermosa, pobrecita, reventada por la excitación y el deseo.

Me limité a besar su vulva suave y delicadamente, mientras con una toalla húmeda refrescaba y consolaba mi delicioso paraíso.

Estefany no dijo más, estaba tan exhausta que quedó dormida al instante, yo la acomodé en la cama, la arropé y me recosté abrazándola plácidamente.

Dormimos hasta la tarde del día siguiente. Sentía dolor en su parte luego de tan salvaje noche, me encargué de que no se levantara de la cama en todo el día, mimándola, consintiéndola y sobre todo llenándola de besos.

Esa noche experimentamos con un par de cosas nuevas, pero ya me he extendido demasiado en este relato, espero poder contarles más en el próximo.

Espero que te haya gustado, si es así, déjame tu valoración y tu opinión en los comentarios.

Gracias

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