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Profesora particular

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Yo he terminado la carrera i aún no he encontrado trabajo. En realidad, tampoco lo busco. Nunca he tenido problemas de dinero, al contrario, podría decirse que soy rica. Mi familia siempre ha nadado en la abundancia. Debo reconocer que fui una niña muy consentida, mimada como la que más. Como todos mis hermanos. Bueno, quizá yo un poco más, al ser la única hija i la menor entre siete hermanos.

Hace unos días, para hacer un favor a unos de sus mejores amigos, mis padres me pidieron que diera clases particulares a Fernando, que estaba cursando segundo de un grado de tipo técnico y le costaban las matemáticas. Yo me quejé algo, pero mis padres insistieron e insistieron, que mientras no encontraba trabajo, que sólo serían unas horas a la semana, que los padres del chico eran tan buena gente, sus mejores amigos… Lo cierto es que mis notas habían sido perfectas, las más altas de la clase y no me supondría ninguna dificultad ayudar al chico. Así que acepté, más que nada para contentar a mis padres. Y sí, se pusieron muy contentos. Al igual que los de Fernando, que me querían como a una hija desde siempre.

Hacía bastantes años que no veía a Fernando, desde antes de que yo empezara en la universidad, cuando había cumplido los dieciocho y él tendría unos trece o catorce. Le recordaba como muy tímido y que estaba algo gordo, a diferencia de su hermano mayor, Leo, que era muy extravertido y atlético. Hablé con sus padres y se les notaba muy alegres cuando supieron que ayudaría a su hijo. Insistieron en pagarme las clases y aunque yo me negué y me negué, al final tuve que claudicar y aceptar cobrar, mucho más dinero del que me hubiera imaginado, pero me dijeron que la confianza que me tenían y mis notas extraordinarias bien lo merecían. Quedamos que iría a su casa los martes y los jueves al atardecer, que son las horas que él tenía libres. Y a mí me daba igual, porque no tenía nada concreto que hacer ningún día, aparte de ir al gimnasio y perder el tiempo con cualquier tontería.

Mi primera sorpresa es cuando me abre la puerta Fernando y casi no lo reconozco. Me saca al menos un palmo, y yo no soy bajita, más bien al contrario. Se le ve un cuerpo fuerte y grácil. Que se ha puesto muy guapo, vaya! Nos saludamos encajando la mano, muy formales.

- Fernando, casi no te conozco! Estás hecho todo un hombrecito!

- Eh, ya, claro, Esther, hace tiempo que no nos veíamos.

- Cuantos años tienes?

- Yo? Veinte. Pronto veintiuno!

- Ah, ya te digo, todo un hombrecito!

- Pues… sí. – se sonroja y veo que sigue siendo tímido.

- Y muy guapo!

- Yo… gracias, Esther! Eres muy amable!

- Es la verdad. Y a mí, no me dices nada, cómo me ves? – pongo las manos en mi cintura e hincho algo el pecho, sonriendo.

- Ah, bueno… estás muy… muy bien! – parece que sus mejillas van a incendiarse de un momento al otro.

En esa clase vi que a Fernando le costaba bastante entender la materia. Aparte de que le sorprendí en un par de ocasiones mirándome el pecho y en otro momento, admirando mis muslos.

- Oye, Fernando, debes mirar hacia el esquema que te estoy explicando, no…

- No, si no… si estoy... mirando el libro.

- Ya!

Su cara estaba a punto de arder.

Bueno, este primer día me sirvió para tener una primera ilusión en meses, un primer objetivo: tirarme a Fernando!

Con lo tímido y cortado que es, creo que tendré que poner mucho de mi parte. Así que, para la clase siguiente, decido vestir lo más provocativa posible: escojo una faldita plisada de cuadros rosas y negros, muy corta para que me pueda ver bien los muslos, y una camiseta blanca sin mangas y muy escotada, para que pueda admirarme el pecho. Y sin sostén, para que pueda adivinar mis pezones sin dificultad. Por si en algún momento la falda es demasiado corta y enseña más de lo debido, me pongo el tanga más pequeño que tengo para que disfruten sus ojos. Los zapatos de tacón y mi perfume preferido completan el conjunto y creo que me hacen irresistible.

Es jueves y algo nerviosa y ya excitada, llego pronto a casa de Fernando.

- Oh, hola, Leo! Cuánto tiempo sin verte! Vengo a dar la clase de repaso a tu hermano.

- Ya, sí, entra, entra, Esther. – nos saludamos con un par de besos – Fernando todavía no llegó de entrenar. Habrá encontrado tráfico.

- Bueno, en realidad todavía es pronto. Vine un poco antes.

- Oye, estás hecha un pibón!

- Ya, vale, ya ves. Gracias!

- Ven, ven, vamos a esperar a Fernando en el salón. -me acompaña y noto que me devora con los ojos. Mi excitación crece. Cuando me siento en el sofá y él me sirve una copa, él mira mi pecho y mis piernas sin disimulo.

- Así que vienes a enseñar…

- Sí, sí, a enseñar… a tu hermano.

- Ya, veo que enseñas bien.

- Eh… bueno… - me sonrojo y más al darme cuenta que al estar sentada la falda me sube tanto que incluso enseño las bragas – eso… matemáticas.

- Sí, ya, y algo más.

- Oye… no, no… matemáticas y ya está. – estiro la falda para taparme algo, pero solo consigo alargarla unos milímetros.

- Ya, vale, tú no querrías también enseñarme a mí?

- Cómo, a ti? Es que también estás estudiando?

- No, realmente, no. Pero nunca me han ido muy bien las matemáticas. Y seguro que tu enseñas muy bien. – guiña un ojo.

- Ah… bueno, ya… - se oye la puerta- Uy, mira, aquí está tu hermano.

- Vaya, qué inoportuno! Bueno, os dejo con las matemáticas.

- Hola, Leo. Y Esther!

Fernando abre los ojos como platos cuando me ve tan sexy, pero enseguida los baja, tímido, y me acompaña al salón para la clase de repaso. Aunque estoy muy amable y cariñosa con él, apenas consigo que me mire, con disimulo. Casi no aparta la vista del libro y de la hoja. Me insinúo, pero él hace como si no se diera cuenta. Y la clase termina sin que haya conseguido dar ni un paso hacia mi objetivo. Al salir del salón me encontré con Manuel, el padre de Leo y de Fernando.

- Hola, tito! – le llamo así desde pequeña.

- Hola, Esther. Ven, ven que te dé dos besos. Oye, estás muy guapa! - me ruborizo y me avergüenzo que me vea vestida así – Qué, cómo van las clases?

- Bien, bien, Fernando está muy atento y aplicado.

- Ja, ja, no me extraña, no me extraña, con una profesora particular así… así cualquiera – diría que mira mi escote descaradamente.

- Bueno, adiós, tito! – voy a darle dos besos en la mejilla y él me acerca con la mano en la cintura, que baja sin reparo hasta la minifaldita, y alarga unos segundos los besos, y me voy enseguida. – Oh, tito, adiós!

Parecería que he gustado a todos los hombres de esa casa, menos a Fernando. Me pregunto si es solo por la timidez o es que no le agrado. En ese momento no sabía que apenas crucé la puerta, Fernando corrió a masturbarse pensando en mí. Y que lo volvió a hacer esa noche ya en la cama. Y los días siguientes. Bueno, debo confesar que yo también me he masturbado mucho pensando en él.

Las siguientes clases han ido bien, en el sentido de las matemáticas, pero sin avances en lo que me interesa a mí. He probado distintos tipos de ropa y complementos, pero nada. El jueves pensé que se había fijado especialmente en los pantalones apretados, que me lo marcan todo, pero nada. Y tampoco tuve éxito con el vestidito verde que enseña más que esconde. Ni con el traje chaqueta, con la falda muy corta. Por suerte, no me he encontrado más ni con Manuel ni con Leo, porque habrían pensado que iba a la casa a hacer un desfile de modelitos.

Ayer recibí un mensaje de Fernando preguntando si esta semana podía ir a darle la clase también el lunes, que tenía un examen pronto y estaba preocupado. Como no tengo nada que hacer, le dije que claro que sí. Quedamos pronto, a las cuatro de la tarde.

Yo me presento con un vestidito negro de poco más de dos palmos, decidida a ganarme al chico. Voy sin sostén y sin braguitas. Enseño casi todas las tetas, los muslos y el culo. Y me he puesto más perfume que nunca. U hoy o nunca! A ver qué.

- Eh, ah, hola, Leo!

- Hola, guapa!

- Y Fernando?

- Pasa, pasa, ven, siéntate, aquí, en el sofá.

- Eh? No, no. – sé si me siento, el microvestido me subirá y enseñaré los muslos y quien sabe si algo más.

- Sí, mujer, sí, siéntate, que Fernando va a tardar.

- Cómo? Si me dijo que a las cuatro!

- Ya, ya. Pero… siéntate! – me acompaña al sofá y me sienta cariñosamente.

- Oh! – mira mi escote – Que bien hueles!

- Gracias!

- Mira, te sirvo una copa.

- Bueno, cuando vendrá Fernando?

- Va a tardar mucho en venir.

- Pues quizá es mejor que me vaya y vuelva más tarde.

- No, no, Esther, le esperas aquí, conmigo, y así me haces compañía.

- Bueno, tú tendrás cosas que hacer. Y yo…

- No tengo nada mejor que estar aquí contigo, guapa!

Me sirve la copa y me doy cuenta de que desde su posición, al estar de pie, me ve casi todas las tetas; noto que me excito y que mis pezones parece que van a atravesar el vestido. Me lo subo un poco para cubrirme el pecho, pero sólo consigo acortar más la falda y casi enseñarlo todo. Leo pone música de fondo, se sienta a mi lado y empieza una charla intrascendente. Se va acercando cada vez más. Me dice algo al oído, que no acabo de entender, pero sé que es solo para acariciar mi oreja con sus labios y olerme a fondo.

- Hueles de maravilla, Esther. Y seguro que sabes muy bien también. – vuelve a acercarse a mi oído y susurra algo como si puede comprobarlo, si le dejo saborearme, que se muere de ganas.

- Leo! A ver… Fernando debes estar a punto de llegar!

- No, en realidad, hoy es lunes y no llega hasta las nueve o más tarde – me susurra.

- Qué? – me besa la oreja, noto que me huele el cuello, también me lo besa y me lo lame.

- Que hoy Fernando no vendrá hasta muy tarde. – me baja la tira del vestido y pone una mano en mi muslo.

- Pero…? Ay, Leo! Qué haces?

- Ya ves qué hago. – me susurra al oído- Y sé que te gusta, estás ardiendo.

- Leo! Por favor! – su mano ya está bajo la faldita y enseguida descubre que no llevo bragas.

- Vienes muy fresquita, Esther!- me acaricia la vulva muy cariñosamente. Encuentra mi clítoris ya muy respingón. - Me encantas!

- Leo, yo…

- Sé que te mueres de ganas. – me susurra, mientras acaricia directamente mi sexo - Si no, no vendrías así vestida a dar las clases, a enseñar, a exhibirte casi desnuda. Y haces muy bien. Estás chorreando, Esther.

- No, yo me visto así porque… ay, hmm! – me introduce un dedo en mi vagina y enseguida otro en el culo.

- Te vistes así porque estás muy buena y quieres que los hombres te admiremos! Y ya ves que sí!

- No, no es eso, Leo, hmmm! – me acaricia hábilmente el clítoris y pasa de besarme la oreja y el cuello, a besarme la boca. Yo le devuelvo el beso y enseguida permito que su lengua me atraviese hasta el paladar. – Ay, estoy muy caliente.

- Sí, sí, a ver? - huele sus dedos, los lame – tu coño y tu culo huelen muy bien.

- Ay, Leo, hmmm! Ay… pero, y Fernando?

- No te preocupes, no va a venir. El mensaje te lo envié yo, con su móvil, je, je, je!

- Serás cabrón?! He picado como una tonta! Y tus padres?

- Tampoco, de verdad, estate tranquila. No vendrán hasta la noche.

- Ay. No sé, bueno, si es así… Eres un cabrón, pero… hmmm!

Le beso apasionadamente, nuestras lenguas se entrelazan, vuelve a acercar su mano bajo mi vestido, me toca el clítoris, el perineo, el culo. Me penetra con dos dedos el coño y con dos el ano y me encanta. Me abro de piernas, el vestido me sube hasta la cintura y me muevo para que juegue dentro de mí sin dificultad. Con la otra mano me baja el escote e inmediatamente me acaricia el pecho.

- Qué tetas tan sexis, Esther, hmmm! – me las lame, me las chupa, les da mordisquitos y yo las tomo y se las ofrezco para que me las mame como un bebé y tengo tanto placer que me corro con una sinfonía de gemidos y suspiros y me doy cuenta que se abre la cremallera de la bragueta y se saca su miembro completamente parado. Yo se lo agarro con las dos manos y empiezo a masturbarlo.

- Quieres que te la chupe, Fernando?

- Sí, sí, por favor!

- Sólo si tu me comes el coño antes!

- Pero si ya te has corrido, guapa!

- Soy multiorgásmica… guapo! Verás que sabros que tengo el chocho – me tumbo boca arriba en el sofá, abro y doblo las piernas, el vestido ahora es poco más que un cinturón, pongo un cojín debajo de mi culo para que me vea bien expuesta para él, me toco y masajeo y Leo no resiste la tentación y me empieza a oler, a lamer, a chupar, me introduce la lengua en la vagina, que abre con sus dedos para dejarla un momento y jugar con mi clítoris y después con mi ano, me introduce varios dedos en el coño y varios en el culo, empieza un metisaca frenético, yo gimo, suspiro, me corro varias veces en su cara y él sorbe toda mi abundante ambrosía y se relame.

- No dejes de darme placer, Leo, pero ven, así, ponte así, vale, bien, va, que te la chupo mientras me comes el coño y el culo, hmmm, qué rica! – está encima de mí y ya le chupo la verga mientras él sigue jugando con sus labios y su lengua en mi sexo, en un sesenta nueve fantástico, y me sigo corriendo como una loca y él estalla en mi boca que me llena de su leche caliente y sabrosa – Oh, Leo, qué buena que está tu lechecita! Dámela toda, hmmm, así, hmmm! Agárrame fuerte las tetas, sí, así! Oh, que sabrosa tu lefa!

- Oh, la puerta, Esther!

- Eh? Cómo?

- Hola, papá!

- Oh, tito! – nos sorprende Manuel con el pene de su hijo mayor en mi boca y la suya en mi sexo. -No, no es lo que parece. Yo… no…

- Esther! No, no, tranquila, no es cosa mía. Os dejo hacer, ja, ja, ja! Vaya con la maestrita! Seguid seguid! – mira sorprendido y enseguida, sin disimulo, mis tetas y mi culo, y se va del salón.

- Oh, qué vergüenza, Leo! – me pongo el vestido enseguida.

- No busques las bragas que no las vas a encontrar, ja, ja, ja!

- Ay, Leo, no hagas bromas. Qué va a pensar tu padre?!

- Pues qué va a pensar? Lo que es. No pasa nada.

- Ay, no sé. Yo no quería.

- Has venido sin bragas! Vienes a casa como una…

- Eso no es cosa tuya!

- Y te has corrido como una loca!

- Eso, sí! Me ha gustado, Leo.

- Sólo que me he quedado con las ganas de follarte, Esther!

- No te quejes!

- Bueno, otro día.

- No, no, yo no soy así.

- Ya, ya. Una cosa, por favor, si acaso, no le cuentes a nadie lo que ha pasado. Es que tengo novia y no quisiera que se enterara. Iba a tener un disgusto.

- Tienes novia? Y aun así…

- No tiene nada que ver. Tú estás muy buena. Y desde que te vi el otro día que…

- Eres un cabrón! Pero no le diré a nadie lo que hemos hecho. Pero tú no se lo digas a tu hermano, vale?

- Por qué? Es que hay algo entre vosotros?

- No, qué dices? Es solo que prefiero que Fernando me vea únicamente como una profesora.

- Ya, por eso vienes vestida así, no? Casi desnuda!

- Vale ya, tú no lo cuentas a tu hermano y yo no se lo digo a nadie, sí?

- Sí, sí, tengo mucho que perder. Firmamos el pacto con un besito, venga! – me besa en la boca y me atraviesa con su lengua mientras me agarra las tetas.

- Ay, Leo, hmmm! – me separo de él aún con ganas de más. Noto que mi coño chorrea. Seguro que habríamos follado, si no hubiera sido porque llegó Manuel! Me lo encuentro, como por casualidad, al salir del salón, pero intuyo que me estaba esperando.

- Ya te vas, Esther? - me mira el escote sin disimular - Te lo has pasado bien con Leo? Por mí no hace falta que…

- Tito, de verdad que no pasó nada, te ha dado una falsa impresión.

- Ya, ya, tranquila! Seguramente me confundí! Pensé que…

- Sí, sí, estaba esperando a Fernando y…

- Fernando? Los lunes no viene hasta muy tarde.

- Ya, no sé, habré entendido mal su mensaje. Adiós! – al darle los besos de despedida, me acaricia las nalgas el muy descarado. – Tito!

- Esther, ay, perdona, je, je, je! Qué bien hueles! – me dice muy sarcástico.

- Me puse mi perfume favorito.

- Ya, ya! – me guiña un ojo pícaramente y veo que se debe referir a que huelo a sexo. Me marcho apresurada y avergonzada y con la seguridad que me mira el culo cuando me doy la vuelta. Vaya con el tito Manuel! Si lo supieran mis padres!

Ya en casa, me quito el vestido y me masturbo pensando en Leo y después con Fernando, cuando alcanzo el clímax. Aparece también Manuel en mis pensamientos y también me excita. Ya estoy pensando en mañana martes y cómo me presentaré a la clase de repaso. Espero que no le digan nada a Fernando!

Si te gustó este relato y quieres saber cómo sigue la historia, no dudes en contármelo en comentarios.

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