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¿Qué será amor y qué lujuria? (2/3)

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Continuación de mi fantasía. Perdón a los lectores, hace dos años se me había traspapelado.

—Mis hijos suponen que estoy en casa de una amiga y que estudiaremos toda la noche para entregar un trabajo en la maestría, ya ha sido así otras veces —explicó ella acariciando la cabellera del amante mientras éste se extasiaba chupándole el pecho—, mi marido sí sabe que vine contigo, pero me pidió que le envíe videos o fotos, así que no te vayas a poner remilgoso… —dijo tomando su celular y tomó una foto del avorazado amante ocupado con las tetas de ella.

Hubo más fotos de acercamiento donde estaba clavada media verga en la panocha y el tronco brillaba por los líquidos del amor. Además, una llamada donde sólo se escucharon gemidos y gritos de satisfacción. El marido se vació jalándosela escuchando gozar a su mujer empalada por su socio. Del otro lado se escuchó un alarido: “Te amo, mi puta” cuando el marido se estaba descargando. Por último, en ambos lados de la línea, los apurados gemidos que generaban la toma apresurada de aire previos al descanso de los tres.

La noche siguió sin más comunicación. El cornudo durmió como angelito y la pareja también, aunque de vez en cuando, con chupadas o mamadas, reclamaban otro poco de amor y dormían una vez que lo satisfacían.

En la mañana, desayunan desnudos dándose los últimas caricias. Al terminar, se visten y ella llama a su marido para avisarle que llegará pronto.

No ha pasado ni media hora de que ella se despidió de su amante y regresa al hogar. Sus hijos no están, andan en de paseo con sus respectivos novios. Su esposo la ve entrar y se levanta para saludarla. La besa y aspira el olor de su rostro.

—Mmmh, hueles a amor... ¿Te atendieron bien? —le pregunta acariciándole las tetas sobre la blusa.

—Sí, pero espero mejor atención ahorita, aprovechando que estamos solos y ando con muchas ganas... —Responde con un dulce beso que, efectivamente, tiene cierto sabor salado y aún conserva algo de la viscosidad del beso que le había dado el amante después de chuparle la vagina.

—Te amo, putita... —le dice mientras la lleva a la recámara—. ¿No te dejó satisfecha mi socio?, malo, malo... —dice fingiendo voz triste y se apresura a desnudarla—. Vamos a ver qué tal sabes, si no te usó lo suficiente, no has de estar muy cogida.

—Sí, me hizo lo que le pedí y como se lo pedí, me cumplió todo, pero tengo ganas de ti, de mi gran amor... —aclara ella, dejándose desnudar y, entre beso y beso, hace lo mismo con él.

La escena no es distinta a la de la noche anterior, cuando la recibió su amante en la casa de éste: Se besan con ternura y su esposo la acaricia por todas partes, especialmente en las copas del pecho. En cuanto sus chiches quedan libres del brasier, las besa y por último se prende a los dos pezones cuyas masas se prestan para ese grato manipuleo. Suelta las tetas y el peso de éstas, aunado a la profunda chupada que les da, hacen que se estiren los pezones haciendo gozar a su esposa, pero cuando ella se retira levemente, se sueltan dando en un fuerte chasquido que se repite como ahogado eco cuando estas se golpean en el torso. Se ríen, vuelven a besarse y continúan quitándose las últimas prendas. Al bajarle el calzón a su mujer, él observa asombrado el hilo del tampón.

—¡Cómo!, ¿Estás reglando? ¡Hace años que esto no pasaba! Has de estar mal, vamos al médico, ¡pronto, vamos a vestirnos! —la exhorta, dándole su ropa e iniciando él lo propio con su vestimenta. No era para menos, ya hacía tiempo que la habían operado de la matriz para erradicar unos miomas, benignos, pero quedó cancelado el aparato reproductor y las periódicas molestias menstruales.

—¡Ja, ja, ja, ja! No tonto, es el platillo que te preparamos al despertarnos... —le dice quitándole de las manos la ropa y dejándola junto con la de ella sobre la silla—.

Él no entiende, su asombro es grande y no responde a los mimos de su esposa quien lo abraza y se dejan caer en la cama.

—Si no tienes hemorragia, ¿por qué traes el tampón?

—Al ratito verás. ¿Te acuerdas que la vez anterior que fui con mi amante, apenas regresé me desnudaste y te pusiste a chuparme la vagina?

—Sí, estabas riquísima, muy bien “regada”, y te lo dije: “Me gustas así de cogida, porque sabes a puta y mi verga resbala muy bien en la cueva calientita y dilatada por el uso.”

—Te dije que la próxima vez te traería la leche para ti y eso hice, por eso me puse el tampón con un “hulito”.

Saca el tampón y le ofrece la vagina a su marido. Mientras el cornudo se deleita chupando la raja de su mujer, extrayendo el atole que ella hizo con la leche del amante obsequioso, ella chupa, como si de un caramelo se tratara el condón que sirvió de obturador evitando que escurriera la mezcla de amor.

—¡Puta! —dice el cornudo antes de comenzar a deleitarse lamiendo y sorbiendo la panocha usada de su esposa bien regada por el amante.

Al terminar de paladear el desayuno se acuesta sobre ella y la besa al copular. Ella prueba el sabor del amante en la boca del marido y el abrazo se vuelve trepidante. Siente la verga de su esposo más grande que otras veces y su orgasmo es simultáneo.

—¡Te amo, putita! —dice antes de darle otro beso, tomando una teta en cada mano.

Por la pasión con la que su mujer le responde le vuelve a crecer el miembro que aún no le sacaba. “¿Aún podrás?”, le pregunta a su esposa. “Sigue, me gusta sentirte deseoso”, le responde ella.

El amor continúa hasta que quedan agotados.

—¡Qué filoso estabas! —le dice ella acariciando el pene desde los huevos hasta el capullo—, pensé que con la venida que te escuchamos anoche por el teléfono, te encontraría deslechado.

—No me vine sólo simultáneamente a ustedes, pero esa fue la última mía. También con las fotos donde el puto ese te mama las chiches, y la otra donde te está metiendo la verga —le confiesa—. Pero desde que me avisaste que ya venías, se me volvió a parar. ¿Te dejaron bien servida?

—Sí, pero me fascino sentirte caliente por las fotos y la llamada. ¡Imagina si hubieras estado ahí!

—Pronto habrá oportunidad de invitarlo para que te pongas cachonda entre dos vergas, mi esposa hermosa —dijo antes de mamarle y magrearle las tetas…

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