Nuevos relatos publicados: 6

¿Quién cuidó a quién?

  • 6
  • 16.861
  • 9,50 (2 Val.)
  • 0

Desde hace ya algún tiempo cuido por las tardes a un viejo amigo de mi papá, es un señor de edad adulta que no puede quedarse solo debido a su enfermedad que lo mantiene en casa, y dado que estudié enfermería, a mí me pagan por realizar esa actividad. Lo cuido algunas horas, hasta que regresa su familia del trabajo, probablemente entre 8 y 9 de la noche, todos los días.

Ellos tienen a un chico, nieto de él, tiene 18 años y está desarrollado ya. Es alto, probablemente mida 1.80 m, su voz es varonil, es de piernas gruesas y no es tan delgado, pero eso me pone aún más.

Una de las tantas tardes que llego a cuidar a su abuelo, hubo algo que especialmente me llamó la atención. Ese día permaneció callado, no me hablaba y no se encerró en su cuarto como de costumbre, se quedó en la sala jugando en el celular y entre ratos me miraba. Hasta comencé a pensar que lo hacía para vigilarme o algo así. Añado que ya en ocasiones varias me ha tocado escucharlo en su cuarto haciéndose unas buenas "puñetas", lo hace cuando sube el volumen de la música, la tv o el celular, pero me he mantenido alejado de la situación como debe ser.

Ese día después de asear al abuelo, bajé nuevamente a la sala a ver la tv, pues el señor tiene un timbre que utiliza cada que necesita algo. Entonces me senté con él y platicamos de la universidad, pues tiene ya una semana de haber empezado el curso y todo es nuevo para él. Me platicaba que ya habían dos que tres chicas que le llamaban la atención pero que no se acerca a ellas aún. Igualmente le platiqué mi experiencia en la universidad, mis amigos, y que ahí fue donde descubrí que me gustaban los hombres por un maestro que me llamaba muchísimo la atención.

Me dijo que también se había fijado en una maestra joven que llamó su atención pero que tiene un genio del carajo, aunque ya lo aceptó en Facebook (como me hubiese gustado ser maestro). A medida que la plática iba avanzando él se agarraba la verga, aunque no la tenía parada, o eso parecía. Cuando se paró por agua fue que pude notar que él ya se estaba excitando con la plática.

Seguimos platicando y me dijo que si "a los cuantos y con quién había perdido la virginidad", a lo que pregunté si aún era virgen y dijo que no (aunque creo que sí). Le dije que había sido con uno de noveno semestre cuando entré apenas a la universidad. Le dije que me había gustado mucho aunque el muchacho después descubrió que su pasión eran las mujeres. -¿Y por qué la pregunta? dije, y me contestó, que era mera curiosidad (al tiempo que nuevamente se agarró los huevos). Le dije que de todas maneras en esta vida había que probar de todo para ver que podría gustarnos.

Entre muchas risas y plática le dije que si él necesitaba un día una mamada, que con confianza me dijera, jajaja no es verdad, estoy jugando - le dije.

Me dijo que si la oferta seguía en pie él sí le entraba porque quería probar aunque sabía que le gustaban mucho las mujeres, pero que una chupadita no se le niega a nadie -Pero yo no te voy a chupar nada, me dijo. Yo no tengo problema, yo con gusto te la chupo pero arriba está tu abuelo y me da mucho pesar que se vaya a enterar - le dije. Yo no le voy a decir, pero como quieras, ya mejor me voy a mi cuarto -me contestó.

Después de un rato, porque claro que me hice del rogar, subí y toqué la puerta y sin esperar que me permitiera pasar, abrí despacio. No te vaya a encontrar haciéndote una chaqueta, chamaco -le dije. Me invitó a pasar y me dijo que se iría a jugar futbol en un momento más. Se comenzó a cambiar de ropa, se quitó la playera, y me dejó ver su cuerpo sin un vello, el pecho redondeado, levemente una pancita que me invitaba a besarla, con apenas 2 o 3 vellitos abajo del ombligo, y luego se quitó el short. Definitivamente era todo lo que necesitaba ese día para olvidarme de un día malo.

Me dijo -De verdad no dices nada? --No, respondí.

Se bajó el boxer y se acercó a mí, yo estaba sentado al borde de la cama, con mi mano comencé a tocarle desde la rodilla, lento, suave, arriba y abajo, subía hasta llegar al borde de su pene, pero siempre en la pierna, y notaba como se le iba poniendo dura. -No la hagas de emoción porque no tengo tiempo, me dijo. Subí la mirada, y así la mantuve hasta que tomé su verga semidura y me la acerqué lentamente a la boca, sin dejar de mirarlo. Su verga era gruesa, no la más gruesa que haya visto, debo admitir, pero es de esas vergas que no se sienten tan ligeras en la mano. Tenía prepucio, uno bastante pronunciado, era morena clara y un olor que invitaba a probarla. Sé perfecto que la lavó antes y eso me dio más morbo porque él sabía que pasaría.

Comencé a chuparla, suave, despacio, como aquel que disfruta de una paleta de caramelo que no quiere que se acabe pronto. El suspiraba y llevaba sus manos a mi cabeza, eso me daba la impresión de que tenía ya nociones de películas porno. Saqué su verga de la boca y me la pasé por la cara, por toda la cara, pasando por mi mentón, mis mejillas, subiendo a los párpados y dando ligeros golpes en la frente y la nariz. No podía dejar de chupar el prepucio, me excitaba sólo de pensar lo que me estaba comiendo.

-Vamos a la cama, me dijo. Accedí y se recostó. -Ya me tengo que ir, apúrate; exclamó. No podía dejar de pensar que hacía ya tiempo que soñaba con ese momento. Él de iniciativa propia comenzó a jalársela y con su mano me bajó a sus testículos peludos, con mucho pelo, negro y largo, pegados al tronco de su verga provocado por la excitación. Le quité la mano y tomé el control, lo agarré por la cintura y chupé su verga lo más rápido que pude, arriba, abajo, por un tiempo. -Me voy a venir, dijo. La dejé de mamar y me pidió no parar, pero ahí nuevamente tomé el control. -Dónde me la quieres echar? pregunté. -En la boca, me dijo.

Tomé su verga con mis manos y la jalé tan duro que luego de unos segundos soltó la leche, adentro de mi boca. Yo no daba crédito a lo que estaba pasando. Algo que deseé meses atrás al fin se había hecho realidad. Mientras se venía, sentía esa sensación dentro de la boca, los chorros, era mucho y no sabía que hacer. Pensé rápido lo que pensaría si me la comía. Así que la mantuve en la boca y la enseñé, me dijo que sería un regalo que me la comiera porque sería el primero en hacerlo, y lo complací. La disfruté tanto que después de tragármela, le enseñé que había quedado limpio. Su pene lucía cansado, sobre su vientre, complacido, servido, saciado.

Se metió al baño y desde adentro me dijo que gracias por todo, entendí que debía salir, se bañó, se vistió, bajó como si nada y semanas después ya tenía novia. Nunca volvimos a hablar de lo ocurrido, yo ya no trabajo en su casa, pero estoy por agregarle al Facebook. ¿Debo hacerlo?

Hasta luego.

(9,50)