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Reencuentros calientes

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Suena el teléfono, es el quien me dice que va a llegar un poco más tarde a buscarme por casa porque está un poco perdido, lo espero pacientemente, mientras, mi estómago me dice que tengo hambre, pero son tantas mis ganas de verlo que mi estómago pasa a un segundo plano, no le doy mayor importancia; confieso que estoy muy nerviosa y estos nervios no cambian con el tiempo cuando pienso en él y sé que voy a verlo.

Llega a la puerta y me dice que está esperando, empiezo a bajar las escaleras y le veo ahí, de frente, esperándome, me subo al auto y nos dirigimos a un restaurante a desayunar algo, me viene genial, llenar el estómago mientras lleno la vista es un plan que a la par no viene nada mal.

Nos toca esperar un poco, las mesas están llenas y, mientras tanto nos entretenemos mirando lo primero que tenemos al alcance, yo procuro no perderlo de vista, me gusta observar todo lo que hace, ya paso mucho tiempo desde la última vez que estuvimos juntos, y no quiero perderme nada. Ayer estuvimos charlando, pero fue distinto, porque solo estuvimos unas horas juntos y a todo lo que nos dio tiempo fue a saludarnos y a conversar de algunas cosas de nuestras vidas en estos años que pasaron, en cambio hoy siento que todo va a ser distinto, más interesante, me doy cuenta de que me sigue gustando tanto como hace años, que lo vi por última vez.

—Muchos recuerdos me invadieron en ese momento, me traslade en un segundo al día en que lo conocí en el gimnasio que tenía cerca de casa, y poco a poco iba avanzando en el tiempo hasta llegar al día en que compartí la sensación más excitante que se puede vivir en esta vida, conocimos un mundo lleno de placer experimentamos lo que es tener un orgasmo, pero no cualquier orgasmo, no, sino uno de verdad, de esos que te hacen rozar la locura cuando lo estas teniendo; esos momento tan ricos son los que ocuparon mi mente y los que me impulsaron a darle un abrazo cuando le tuve cerca, me sentí muy contenta por tenerlo entre mis brazos ese día, él hizo un intento por corresponder de la misma manera, pero me dio la impresión de que al hacerlo había dudas por su parte, y esa incertidumbre de no saber si le gustaba.

—No sé abrazar a nadie sin sentir algo… —me respondió a modo de justificación. Así que le solté muy a mi pesar, no quería que se sintiera incomodo, y yo tampoco estaba muy segura de si quería que él sintiera algo más por mí, pero por otro lado me moría de ganas de quedarme ahí en su cuello y no soltarlo en todo el día, para que sintiera por mi todo lo que quisiera. Lejos de apartarnos, en ese momento surgió entre los dos un cruce de miradas y un coqueteo con las manos que nos acercó mas, y seguramente en ese instante se nos pasaron por la mente muchas cosas que poco tenían que ver con un plato de comida.

Por fin nos llaman para pasar a la mesa, desayunamos tranquilamente y compartimos los platos que pedimos, no recuerdo exactamente qué fue lo que desayunamos, lo que, si recuerdo y muy bien es su imagen frente a mí, y eso era lo único importante, no quería olvidar esa escena durante mucho tiempo, por lo que me concentraba a ratos en mirarlo fijamente. Hablamos de varios temas, entre ellos de música, a mí me agrada escuchar como habla de ella, de "su novia incondicional". No sé cuánto se prolongó el desayuno, pero a mí me parecía interminable, a veces él pensaba que estaba aburrida, pero es que yo solo deseaba estar con él, y no perder ni un solo segundo sin poder sentirlo, pero por otro lado tenía en mi mente colocado un freno que me impedía imaginar el momento con tranquilidad, me agobiaban los remordimientos de saber que no debía estar ahí por dos razones, y todo aquello, lo que quiero y lo que debo hacer luchaban incansablemente fastidiándome y provocándome un gran enojo conmigo misma por no tener las cosas claras.

Terminó el desayuno y nos marchamos, me preguntó a dónde quería ir, y yo deseaba decirle a dónde quería ir de verdad con él, pero no me anime más que a responderle: —Dónde vos quieras…— Así que el, terminó eligiendo el lugar, me conoce y sabe que moría de ganas de estar con él a solas al igual que él conmigo. Entramos a un hotel con jacuzzi con el motivo de que tenía que bañarse para volver al trabajo, a lo que accedí con dudas y nervios por aquellas cosas que taladraban mi cabeza.

Cuando estuvimos adentro de la habitación no sabía que hacer, el tiempo de no vernos y los recuerdos de aquellos momentos juntos se apoderó de mi y me convirtieron en un manojo de nervios que me recorrían de pies a cabeza, no sé si se si se dio cuenta de eso, pero hasta mi temperatura corporal cambió, sobre todo en las yemas de los dedos, en las que además sentía un cosquilleo recorrer cada dedo. Trataba de despejar la mente observando mi imagen frente al espejo, como si esa que veía ahí reflejada no fuese yo, de repente me quede mirando los labios de aquella imagen y los vi partidos por el frío, le pedí un labial para seguir distraída haciendo algo, pero optó no solo por darme el dichoso labial, sino por ponérmelo personalmente y repartirlo después muy bien con sus labios, una y otra vez, el alma en ese momento se me escapaba mientras lo hacía, y sentía como un calor recorría todo mi cuerpo alterándome los sentidos, podía haberle dicho que parara, pero es que no deseaba que lo hiciera, no tenía claro hasta donde quería llegar con él, pero tampoco quería cortar esa magia que empezaba a resurgir después de los años.

Pedimos un par de helados que nos llevaron a la habitación y me pidió que lo acompañara a la zona del jacuzzi, lo lleno con agua caliente… —aunque creo que ahí había algo más caliente que solo el agua—, le echó un frasco de jabón para que hiciera espuma, y al entrar en el desnudo me tapo la vista con una toalla que yo misma sujeté con las manos sin saber por qué lo hice, en ese momento no solo deseaba verlo, también deseaba tocarlo, besarlo, acariciarlo. Tomé el helado para que se me enfriaran las ideas, tenía la sangre hirviendo como el agua de ese jacuzzi, y desde fuera lo ayude a comer el suyo, pero me pidió que lo acompañara adentro y yo me resistí, sabía que una vez dentro esto que sentía me traicionaría, insistió no una, sino varias veces más, y yo poco a poco fui doblegando mi negativa, empezó a besarme la rodilla la cual estaba descubierta, pues llevaba unos pantalones cortos y unas botas con los cordones hasta arriba con cremalleras a los lados, él no se percató de este detalle y empezó a desanudar los cordones, le señale el camino más fácil y con un sonrisa me volvió atar lo que había deshecho, me quito la bota y me puso un pie sobre su pecho, el cual estaba duro, caliente y húmedo por el agua, yo sentía entrar un calor por ese pie colocado en su pecho que estaba a punto de estallar, no contento con eso, me quitó la otra bota y ahora eran mis dos pies los que tenía sobre el, se quedó ahí observando mis piernas al mismo tiempo que movía su pecho de una forma muy curiosa que me ponía muy cachonda sintiendo ese movimiento y el latir de su corazón.

Besó suavemente mis dedos y después los dirigió hasta el agua para que sintiera los chorros de jacuzzi sobre ellos, aquella sensación y un pequeño roce que tuve con su pene el cual estaba ya duro me pusieron más caliente, por lo que ya no me pude resistir y me atreví a acompañarlo, fui a la habitación para desnudarme, me coloqué una toalla alrededor del cuerpo y me dirigí nuevamente al jacuzzi, le pedí por favor que cuando me quitara la toalla no mirara, sin saber exactamente el porqué, me invadió la vergüenza, supongo que fue resultado del tiempo de no vernos, no tuvo objeción alguna y así lo hizo, giró la cabeza y no me vio cuando me quite la toalla. El agua me quemaba cada parte del cuerpo que se iba introduciendo, pero la sangre me hervía aún más de saber que estábamos los dos solos compartiendo un momento muy íntimo que a saber en qué terminaría, él me dijo que no ocurriría nada que yo no quisiera, el problema era que yo sí que quería que ocurriese algo y muy intenso.

Una vez dentro me miró, y sus ojos, esos ojos que no voy a olvidar por que se tatuaron en mi mente, estaban puestos en mi, y supongo que imaginando lo que había debajo de aquella montaña de burbujas, mis pechos asomaban un poco y él al darse cuenta los cubrió con espuma en medio de una sonrisa muy picara que invitaba a darle un beso apasionado, estábamos los dos ahí dentro mas calientes que el agua y al mismo tiempo no se terminaba de romper esa barrera que me separaba de él, yo deseaba abalanzarme sobre su cuerpo, pero estaba todavía confusa, no estaba segura de si debía estar ahí o no, sin embargo nunca me plantee el salir corriendo de esa situación tan caliente que me alteraba los sentidos, hablamos un poco como para ir soltándonos, me relajó un poco con sus palabras y al final decidí hacer todos aquellos temores a un lado y dejarme llevar por el momento.

Me acerqué a él y lo abracé suavemente, deseaba sentirlo, quería escuchar el latido de su corazón con mi pecho, y poco a poco me fui dando la vuelta para recargar mi espalda sobre el, en ese ligero movimiento volví a tener un roce con su sexo erguido y mi temperatura se iba disparando cada vez mas, empezó a acariciar mis pechos poco a poco, y al sentir sus manos sobre ellos, mis pezones reaccionaron poniéndose de punta, dirigió poco a poco sus manos hacia mi vientre y es entonces cuando me volví hacia él lentamente y lo bese, siguió acariciándome lentamente hasta llegar a mis piernas, con sus dedos empezó a jugar con mi vagina.

Salimos y nos dirigimos hacia la cama, colocó una almohada bajo mi espalda y me recostó, se inclino a la altura de mi entrepierna, y ahí combinó el sabor del helado de limón con el mío, esa sensación de frío-calor, estaba experimentando acompañado de su deliciosa lengua me volvían loca, se quedó ahí un rato haciendo maravillas, me pidió que aguantara aunque no me gustara, pero cómo no iba a gustarme esa sensación que me provocaba tanto placer y felicidad al mismo tiempo, además a él todos estos sabores parecían gustarle, ¿por qué interrumpirlo?

En algún momento se metió en la boca una pastilla de menta y volvió a comerme la entrepierna, era raro lo que sentía entonces, era como si mi vagina también estuviera comiendo una pastilla de menta y al sentir su aliento recibiera una bocanada de frescor, como el que se tiene en la garganta al tragar aire, era algo desconcertante, no sabía si me gustaba o no, permití que hiciera conmigo lo que deseara ese día.

Después de darnos un gustazo con aquellos juegos previos se incorporó frente a mi y tiró de mis piernas hacia él de un modo que nadie más ha hecho, es como si en ese gesto me dejara claro quien dirigía a quien y me encantaba que fuera él; me penetró con suavidad al principio, tanteando el terreno y reconociéndolo, una vez que recordó subió poco a poco la intensidad de sus embestidas, como si deseara comerme en una de ellas, el placer se apoderó de los dos y dejamos que nuestros sentidos fueran los únicos que rigieran nuestros cuerpos. Él disfrutaba tanto como yo de aquél juego erótico y se movía de formas distintas para darme cada vez más placer, yo intentaba acrecentar aquella deliciosa sensación acariciando mi clítoris, la cual se volvió más placentera cuando me acercó una crema.

—Me excita verte hacer eso —me dijo.

Y a mi me excitaba ver su cuerpo moviéndose con maestría regalándome aquellos momentos tan intensos.

Nos entregamos con fuerza e intensidad, pero él empezó a sudar de una manera muy rica, me gustaba ver el brillo que éste dejaba en su cuerpo en movimiento, esa escena me excitaba mucho, verlo sudar, sentirlo concentrado en sus movimientos, sentirlo dentro de mi, se disculpo diciendo que la temperatura que había dejado el agua en su cuerpo le hacía que sudara así, pero yo sabía que no era eso, sino el momento que ambos estábamos viviendo y en el que tanta energía nos derretía el cuerpo.

Paramos un rato para cambiar de postura frente al espejo de la habitación, en la que estando de pie él me penetraba por detrás, nuestros movimientos eran buenos y tanta adrenalina recorriéndonos lo hizo darme una nalgada intensa que me fascino, un pequeño azote de pasión le daba el toque de pimienta a la situación. Nuevamente cambiamos de posición a una de nuestras ya posturas conocidas y favoritas, que es la del perrito, ¡uuufff!

Yo veía como el cielo se abría cada vez que me provocaba un orgasmo, qué mejor recuerdo que el que te despiertan nuevamente en el presente. Continuamos dándonos todo lo que éramos capaces de dar, él era suave, muy suave y a ratos fuerte, muy fuerte, —¡oooh, siii! —el placer que me daba a pequeños sorbos me estaban embriagando lentamente y seguramente terminaría emborrachándome de él hasta caer al suelo. Cambiamos otra vez de postura a la inicial y el calor que seguía recorriendo nuestros cuerpos no nos daba descanso, él seguía provocándome mas sensaciones y otro inmenso orgasmo llego que me hizo estremecer, esos movimientos circulares me pierden y me conducen al éxtasis, me vuelven loca, traté de contenerme un poco más y seguir disfrutando de aquel vaivén, pero ya no pude retenerlo mas y quedé tendida en la cama hecha polvo.

Posteriormente nos dirigimos a la zona del jacuzzi para calmar y relajar nuestro cuerpo y nuestra mente, nos sentamos uno frente al otro y conversamos un rato mientras acariciaba mis rodillas, yo estaba un poco mas tranquila, lo que tanto trataba de evitar en un principio ya había ocurrido y arrepentida o no ya lo había hecho, aunque el arrepentimiento fue lo último que se me paso por la cabeza y no reparé mucho en ello, me dio el masaje que me prometió mientras desayunábamos, le dije que tenía tensos los hombros y él cumplió su promesa masajeando mi espalda con una crema especial que emitía un olor intenso a menta que de primeras me pareció desagradable, pero después se tornó muuuy agradable, no sé si era la crema, o las manos que me masajeaban, pero en ese momento experimenté una sensación de bienestar, tranquilidad y relajación indescriptibles, me enjuagó los hombros, los brazos y la espalda con un poco de agua; me di la vuelta para mirarlo, y no pude evitar el impulso de volver a abrazarlo intensa y apasionadamente; clave suavemente mis uñas en su espalda, como si tratase de abrir un hueco en su cuerpo para meterme y quedarme ahí algún tiempo.

No sé exactamente la razón por la que me gusta abrazarlo tanto, solo sé que cuando lo hago me hace sentir bien, muy, pero que muy bien, hace que la temperatura de mi cuerpo suba, que los nervios se me disparen a tope y la adrenalina recorra mi cuerpo en un segundo, es mucho lo que me hace sentir cuando lo abrazo y me corresponde. Si pudiera elegir quedarme con tres momentos suyos serían: el momento en que me besa; el momento en que me abraza; y desde luego el momento en que me provoca un orgasmo.

De repente el deseo empezó a surgir nuevamente entre los dos, en ese jacuzzi no solo se quedaron las células de mi espalda sino también un mundo de sensaciones que no se irían jamás por las tuberías del olvido. Le besé la cara, el cuello y él respondió, nos volvió a invadir la pasión, esos dedos que no puede dejarlos quietos, empezaron a jugar conmigo otra vez y me dispararon las ganas de volver hacer el amor de 0 a 100 en cuestión de un respiro, jugó un rato con ellos acariciando mi clítoris e introduciéndolos dentro de mi, —¡¡¡mmmm!!! —eso hizo que me rindiera nuevamente a sus encantos,

—¿Queres volver a hacerlo? —me preguntó, y le dije que sí, —¿qué te gustó más de lo que hicimos hace rato? —me preguntó y yo como buena chica le respondí con lo que había disfrutado más, la postura en la que él me tira de los pies hacia el y los coloca sobre sus hombros me vuelven loca, además de sentirlo mas mío, aunque el hecho de comerme la vagina no me disgustaba, no, al contrario. Me recostó sobre la cama y tiró de mis piernas nuevamente —me fascina que haga eso— pensé, y empezamos un nuevo capítulo de sensaciones, de movimientos, beso mis piernas, mis pies, sentir su lengua húmeda en mis dedos me pone loca, me dio a probar nuevamente esa bebida que se llama placer y de la cual nos embriagamos hasta más no poder, era fantástico todo aquello que ocurría dentro de esa habitación que no quería pensar en su fin.

Todo transcurrió con la misma intensidad de hace un momento, y con la sensación de estar vivos y de que aquello era algo que las palabras nunca podrían describir tal cual el lenguaje de nuestros cuerpos. Estuvimos un rato más dándonos el uno al otro sin reservas, recuperando el tiempo poco a poco, ese tiempo que nos impidió vernos y que ahora nos reúne nuevamente para recordar viejos momentos… —¡¡¡Aahh!!! ¡¡¡siii!!! —Solo pensaba…, ¿…? No sé que pensaba yo solo quería tenerlo dentro de mi —¡¡¡siii, así!!! ¡¡¡sigueee, no pares!!! —le dije y él tampoco tenía intención de parar hasta que yo llegara otra vez. Es un hombre especialmente hábil, que se toma su tiempo y que esta siempre decidido a rendirme de placer antes de irse él mismo.

Esa sensación en la que crees rozar los límites de tus fuerzas y sientes que te invade una energía inmensa que dentro de poco te destrozará es la más fantástica que puede experimentar cualquier persona y es lo que yo viví ese día.

— ¡Mmmm! —Ese tiempo con él lo disfruté, tanto como el pasado que compartimos varias veces juntos; me gustó ese día, tanto como la última vez que lo vi; pude sentirme libre de culpas, tanto como entonces y viví ese "hoy" sin pensar en el mañana.

(10,00)