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Rita, vecina infiel

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Voy a comenzar este relato presentándoles a Rita, una mujer amiga de mi madre, alta, rellenita, de buen ver, una mujer madura. Casada con un americano llamado Barry, al que nunca conocí porque trabajaba en un taladro petrolero con guardias de 15 días libre y 15 trabajando en sitio. Rita es una mujer alegre, jocosa, de esas que siempre le dan un sentido sexual a todo y siempre bromea con chiste de doble sentido; yo era un joven por el contrario callado, no serio, entiéndase bien, callado, reservado. Podían conversar muchos temas pero la vida de los demás no me importaba mucho, y era discreto si algo me confiaban.

Un buen día del año que no me acuerdo, mi madre cumplió años y mi padre organizó una fiesta; nosotros vivimos en una zona bien, como se dice por estos lados, y Rita vivía en la parte de atrás de nosotros, o sea, era nuestra vecina del patio trasero y lógicamente fue invitada. La velada transcurría con normalidad, los tragos iban y venían, Rita bailaba, reía y se gozaba la fiesta como propia, en un momento sonó un merenguito de esos buenos de La Billo´s y todos salieron a bailar, pero Rita quedó por fuera porque había más mujeres que hombres por ser el cumple de mi madre; yo iba a recargar un trago y Rita, quien carecía de pena, me hala por un brazo y me dice... “vente moreno, vamos a bailar”.

Comenzamos bailando merengue, pasamos por salsa, pasodobles y terminamos con una medio lenta; la Rita estaba pegada a mi y no sé si distraída o no, acariciaba mi cuello con una de sus manos, y yo, todo cortado porque había mucha gente conocida, no podía hacer mucho más que seguir bailando. Al terminar de bailar Rita se fue donde las otras señoras y yo me fui a seguir bebiendo y comiendo. Transcurrida la noche cantamos el cumpleaños feliz, cortamos el pastel y calabaza, calabaza... todo el mundo a su casa.

Mi madre me pidió acompañar a Rita, quien por vivir en la calle trasera había venido a pie, durante el trayecto hubo un apagón (en Venezuela son parte del día a día), nosotros seguimos caminando y Rita rodeó mi brazo con el de ella y dijo... “ahora sí, así sin luz era que yo quería bailar contigo Luisito, algo tarde llegó el apagón” y soltó la risotada que la caracterizaba.

Yo me detuve y la traje hacia mi y comencé a bailar sin música ya que casualmente quedamos en una esquina donde habían unos arbustos de una jardinera; nos abrazamos y ella se dejó llevar, acariciaba mi cuello y yo vuelto el diablo acariciaba sus nalgas por encima del pantalón y sobaba sus tetas por encima de la blusa, yo estaba clarito que la vieja era salida, le gustaba beber y estaba tomada, pero no borracha... así que ella quería.

Después del morreo caminamos hasta su casa y me dijo... “por aquí por el frente no puedes entrar, porque la gente habla y aunque no hay luz, siempre hay chismosos; vete a tú casa y pásate por encima de la pared del patio que yo amarro al perro y te dejo la puerta abierta” (guarden esta secuencia en su mente porque es importante).

Bueno, volvemos a lo que nos interesa. Yo salí como un rayo! llegué a mi casa, busqué condones, me cepillé los dientes, salí al patio de mi casa, subí por las ramas de un árbol que tenemos allí y revisé bien antes de colarme a su patio porque el pastor alemán era grande, grandísimo. Vi bien, perrote amarrado, puerta abierta allí voy... bajé por un terraplén de piedras que estaba pegado al paredón y entré a la casa. Busqué orientarme, todavía no había luz y estaba en una casa desconocida y el malayo perro no paraba de ladrar amarrado en el patio.

No tardé en verla, parada sugestivamente al lado de las escaleras, me le acerqué y puff!! llegó la electricidad... todos los bombillos de la casa encendidos y pude verla en todo su esplendor... una franela corta y unos pantaloncillos más cortos todavía me anunciaban que lo que venía prometía; me dijo “sígueme” y la acompañé a apagar los bombillos de aquella casa gigante, cuando apagó los de la sala que iba en dirección a la escalera la sujeté del brazo y la besé en los labios; fue algo tierno que fue incrementándose poco a poco hasta que caímos al sofá de aquella sala que fue siendo testigo de cómo ella soltaba mis pantalones, arrancaba mi camisa y sacaba mi miembro por un costado del interior para llevarlo a su boca para hacerlo desaparecer y aparecer como golosina, yo estaba en el éxtasis y ella en un frenesí imparable, tuve que detenerla y tomar yo las riendas del asunto porque me iba hacer acabar allí mismo; la puse en cuatro patas en el sofá aparté el pantaloncillo a un lado y le ensarté mi lengua hasta donde pude... allí no valía más que la lujuria, lengua iba y venía, pasaba por culo y vagina, Rita gemía, se agitaba hasta más no poder, en un momento me dijo: “por favor Luis... métemela ya de una vez, no seas malo”; Me quité el interior, le quité solo el pantaloncillo y la pantaleta, la tomé de la cintura, la acomodé hacía un lado que quedara entre el espaldar y el cogin casi sentada y se la fui metiendo lentamente hasta el fondo.

Fue allí donde me sorprendió, porque me tomo por la cintura y comenzó a moverme frenéticamente la cintura hacia su pelvis, enseguida supe que le gustaba la rudeza, le agarre los tobillos con mis manos y comencé a darle como loco, rápido y duro como a muchas no le gusta por ser medio brutal, comenzó a gemir y a decir obscenidades hasta que se arqueó como si estuviera exorcizada y cayó desparramada en el mueble.

Yo solo la miraba extrañado, casi que asustado, ni en película porno había visto yo esa vaina. Subimos y nos duchamos en la ducha fue diferente, estaba más tranquila, nos enjabonamos mutuamente, besamos, tocamos a más no poder, allí me agaché y volví a hacerle sexo oral; mientras lo hacía y por ociosidad de muchacho, y aprovechando la enjabonada le meto el dedo en el ano, que pasó sin problemas gracias al jabón; yo esperé la queja pero no... no dijo nada, seguí chupando su clítoris, pasando mi lengua por su raja y mi dedo en lo suyo todavía jugando en su ano hasta que presionó mi cabeza hasta su sexo dejándome casi sin respiración por su piel i el agua que corría por su cuerpo y explotó en un orgasmo intenso. Inmediatamente y sin pedir permiso de nada la saqué de la ducha la paré frente a lavamanos, la enculé y le metí mi pene jabonoso por el ano, lentamente hasta llegar a tope... tampoco dijo nada, yo le dije... “así es que me gustan a mi las mujeres, grandes y aguantadoras, te duele?” pregunté y solo me dijo “dale que yo te aviso...”. Estuve bombeándola como por un minuto y algo hasta que pasó una mano por debajo de ella y empezó a acariciar mis huevos haciéndome llegar en un segundo... fue exquisito, lo mejor. Nos vestimos y yo me fui por donde vine furtivamente, bajé por el árbol y me fui a dormir feliz.

Seguimos viéndonos al día de hoy, no! Un día estando yo saliendo de clases nocturnas pasó por la Uni, me vio y dio el aventón a mi casa, bueno... ese era mi plan, como íbamos en su carro con vidrios polarizados me pasó a su casa directamente por el frente, abrió el portón eléctrico y pasamos en el carro, una vez dentro no había problemas porque el garaje es bastante encerrado, comimos y bebimos como ya lo habíamos hecho muchas veces antes, claro, durante las guardias de quince días de su marido.

Tuvimos sexo salvaje y luego tierno como era su costumbre, yo la volteo en la cama, le unto vaselina en el ano y en mi pene y la culeo por detrás como era también mi costumbre y volteo a la mesa de noche que está en su cuarto y veo por primera vez una foto del marido... resulta que el tal Barry estaba en una foto posando con ella, y ella que es alta le llega algo más abajo de los hombros... Rayos pensé... cuánto medirá el carajo este, mire a la zapatera y vi un zapato que de lejos se veía grande... una vaina como 45.

No había terminado de eyacular cuando comenzó a sonar el portón eléctrico, ella levantó la cabeza y me dijo… "sácalo, sácalo, que llegó mi marido"; me vestí como rayo, salí y bajé hasta la cocina... era tarde, el Barry ya estaba metiendo las llaves para abrir la puerta principal... me metí en el depósito donde guardan las escobas y trapeadores de limpiar, por la hendija veía como Rita lo abrazaba y besaba festejando porque había llegado antes... "pero que haces aquí" preguntó Rita, "me he venido porque la perforación se detuvo por una falla de equipo y va a tardar algo en darle solución... me he venido para darte la sorpresa amor" todo esto en un español algo accidentado.

Me sentí miserable, yo cogiéndole la mujer al gringo y el pobre trabajando, cuando subieron yo salí de mi madriguera, sí... madriguera... porque me sentía así como una rata, una sabandija coge mujeres casadas, busqué las llaves abrí la puerta del patio, me aseguré de cerrarla y ponerle seguro para no levantar sospechas... pero... oh, oh, recordé que entré esta vez por el frente con ella en su carro (recuerdan la secuencia que les pedí no olvidar), era la secuencia de mi entrada normal a hurtadillas... no lo pensé más... largué a correr lo más rápido que pude, trepé el terraplén de tierra, me impulsé pero el Nerón con toda la rabia acumulada de las cientos de amarradas nocturnas por causa mía, me agarraba el tobillo con la mandíbula no dejándome ir, como pude hale la pierna, me zafé y caí desde el paredón al suelo casi tres metros sobre los arbustos favoritos de mi madre.

Mi papá que estaba justo en esos momentos regando el jardín me ayudó y llevó al hospital para que revisaran y curaran mi mordida de perro. De camino a casa, sabiamente me dijo... "hijito mío, en este país hay miles de mujeres bellas y sin compromiso... qué haces tú cogiéndole la mujer a ese señor, fíjate que hasta la vida puedes perder andando en eso, no hagas lo que no quieres que te hagan" y hasta el sol de hoy he sabido resistirme a los encantos y trampas de Rita.

Espero les guste mi relato, un pedazo de mis vivencias para ustedes, y a la memoria de mi padre.

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