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Se la chupé a un cartonero

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Para los que no estén familiarizados con el término, un cartonero es una persona que se dedica a juntar cartones, cosas de metal, y artículos de cierto valor que la gente tira a la basura. Estos trabajadores, también llamados con el eufemismo de "recicladores urbanos", básicamente andan por la calle revolviendo la basura y buscando cosas para revender y de esa manera se ganan la vida. Al no haber un servicio de parte del Gobierno para reciclar, son las personas con esta iniciativa que en cierta forma, sirven a esa función, hacen una labor que beneficia a todos y a la vez a sí mismos, aunque no es la más limpia de las tareas, ya que como dije, estas personas que son casi siempre hombres, andan revolviendo la basura para ver qué pueden hallar.

Sin embargo, mi deseo sexual está más allá de cualquier discriminación y no tiene efecto el desprecio que otros y otras pudieran sentir por esas personas que son personas como cualquier otra.

De esta manera, se sucedieron varios cálidos días de verano, no menos de cuatro, y casi completaron una semana de árido calor agobiante, sin lluvias y con temperaturas más parecidas a un desierto que a la Pampa Húmeda bonaerense.

Me tocaba una hora de descanso en el trabajo y aproveché para salir con el auto a comprar un sándwich para el almuerzo. Estaba en el auto al costado del kiosco en una calle ancha y transitada comiendo mi sándwich, refrescándome con el aire acondicionado del auto y con un agua saborizada bien helada. Por el costado de mi auto pasó un carro tirado por caballos. En él iban dos cartoneros a los que no les di mucha importancia. Llevaban una amontonada carga de cartones, chapas y otras chucherías. Pararon justo en frente de mí. Uno de ellos bajó, el que conducía, estaba vestido con una remera negra un poco sucia. Tenía una gorra negra de béisbol de New York Nicks como las que usa Daddy Yankee y usaba solamente unos pantalones cortos de fútbol con ojotas. Se bajó y le dijo a su compañero: "¡Voy a comprar una Coca!", en referencia a una Coca-Cola, por supuesto.

Cuando lo vi acercarse por el costado de mi auto instintivamente miré su bulto. Y para mi grata sorpresa y entusiasmo, se le notaba perfectamente a través del pantalón liviano de fútbol una hermosa verga larga y gruesa bamboleándose de acá para allá. ¡¡Claramente este muchacho no tenía calzoncillos!! Y a través del pantalón se notaba absolutamente TODO. ¡Papito! ¡¡Era una boa constrictor eso que le colgaba entre las piernas!!

La pija larga, gruesa, pero blanda porque estaba dormida, se hamacaba de acá para allá con cada paso. Se balanceaba y rebotaba junto con sus grandes y redondos huevos. El liviano pantalón de nylon no dejaba nada a la imaginación.

No pude aguantar el impulso y tuve que hablar con él. Bajé el vidrio del auto y cuando estuvo casi en frente de mi puerta le dije: ¡Eh, joven! ¿No sabe dónde queda la calle España?

Por supuesto que yo sabía dónde quedaba esa calle, pero me hice el que no sabía para entablar conversación.

Se frenó en seco justo en frente de mí. Su pija se hamacó hacia adelante con la inercia del frenado y cayó pesadamente entre sus piernas. Yo estaba sentado en el auto y tuve esa estupenda visión justo enfrente de mi cara. Mientras él me hablaba yo no podía dejar de ver su bulto sobresalir de esa tela delgada.

Claramente estaba sin ropa interior debido al intenso calor.

Cartonero: -Debés pasar por el bajonivel, seguir por la calle Lavalle, etc., etc. y etc...

Comencé a mirarlo de arriba a abajo. Este muchacho no es el estereotipo de un cartonero, harapiento, desgarbado, derruido por los años de trabajo insalubre. Por el contrario, su aspecto era muy saludable: tenía como 1,80 m de altura, unos 30 años de edad, cabello negro ensortijado, su cara era muy bonita como de hombre pero un hombre varonil y buen mozo. Sus brazos quedaban al descubierto porque usaba remera de mangas cortas, y se podía ver que esos brazos son musculosos y bien formados. Prácticamente no tenía panza y sus piernas están muy bien musculadas, como si jugara seguido al fútbol.

Este muchacho era muy deseable, y a pesar de estar un poco sucio por el trabajo que estaba haciendo, no podía dejar pasar esta oportunidad.

En un momento se dio cuenta que lo miraba de arriba abajo, especialmente su enorme boa que se adivinaba perfectamente. Instintivamente se llevó la mano a la pija y se la estiró un poco.

Nada de su explicación sobre la calle oí. Solamente estaban en mi mente las cosas que podía hacer con ese muchacho desnudo en un día tan caliente como ese.

Cuando se tocó la pija, en un movimiento instintivo se la acaricié suavemente ya que estaba justo enfrente de mis ojos.

Cartonero: -¿Te gusta?

Yo: -Más de lo que podrías imaginar.

-¿Querés que hagamos algo? A mí me encantaría

Cartonero: Hay un lugar al fondo de esta calle, un baldío donde de noche no anda nadie. Pasá a eso de las ocho y media si querés.

Yo: Ahí estaré sin falta.

A eso de las ocho de la noche fui al baldío. No me importó nada, vencí todos mis miedos y prejuicios y me presenté a la hora señalada en ese lúgubre descampado a pesar de saber de la inseguridad que es conocida en ese barrio.

Para mi gratísima sorpresa el cartonero con mezcla de gladiador estaba ahí esperando ya bañado y de nuevo con unas ropas mínimas.

Me indicó unos árboles que había al fondo del terreno descampado y lo seguí hasta allá. La calle estaba oscura, el baldío aún más.

Detrás de los árboles comenzó a bajarse el pantalón corto que llevaba puesto y de nuevo no tenía ropa interior. Mi alegría y desesperación no conocían límites. Empecé a chupársela agachado frente a él, le terminé de quitar el pantalón y lo dejé a un costado. Se quedó parado frente a mí con las piernas abiertas y las manos cruzadas detrás de su espalda. Sólo estaba vestido con una remera y en bolas de la cintura para abajo. Su gran pija sobresalía como un metro para afuera. (Obviamente no tenía un metro pero posiblemente llegaba a los 25 cm)

En mi entusiasmo se la estaba chupando con mucha fuerza, casi con desesperación.

Cartonero: -¡Cómo la chupás, mamita! ¡Parece que me la quisieras arrancar!

Yo: -Perdón, no me di cuenta. ¡Es que tu verga es espectacular!

Cartonero: -¿Te puedo decir mamita?

Yo: -Sí, dale. No hay problema.

Cartonero: -Chupala bien rico y bien suavecito, mami. Tragátela toda, mamita. ¡Así, mami, así…! ¡Ahh!

Comencé a chupársela lentamente. Le pasaba la lengua por toda la parte de abajo, desde los huevos hasta la punta de la cabeza. Le pasaba la lengua y los dientitos por la parte donde está el frenillo. Es una parte muy sensible en el hombre y eso siempre los vuelve locos.

Le agarraba los huevos y los estiraba hacia abajo mientras le pajeaba rápidamente la verga pero sin apretar demasiado. Ese roce suave y delicioso le producía intenso placer.

Al poco tiempo su verga venosa, gruesa y viril estaba enorme y muy dura. Enorme, muy enorme. Era como el tronco del árbol en el que estábamos apoyados.

Saboreé y disfruté cada instante. Se la chupé por no menos de 10 minutos.

Tuve ganas de sentir ese fabuloso pedazo de carne latiendo dentro de mí, no sabía si podría soportarlo pero aun así me arriesgué.

Me di vuelta, me agaché frente a él y me bajé la bermuda. Debajo yo ya estaba depilado y lubricado, salí así preparado de mi casa. Me agaché y empezó a penetrarme lentamente. Me daba empujones y de a poco esa enorme verga se iba introduciendo en mi dilatado ojete. Aguanté el dolor y traté de no gritar (Recordando que estábamos en la calle y no quería que nadie nos oyera). De pronto el dolor se hizo insoportable y se me durmieron las piernas.

Pero el alivio llegó y el momento cúlmine del orgasmo masculino se hizo presente con grandes chorros de semen que llenaron todo mi ojete y rebalsaron de líquido blanco hasta chorrear por mis pernas. El cartonero me había acabado y si yo fuera una chica ya estaría más que preñada con sus maravillosos hijos.

Fue fabuloso, lo disfruté mucho y lo volvería a repetir. Le pedí su número y no me lo quiso dar porque dijo que estaba casado y no quería tener problemas. Su mujer era muy celosa y a pesar de eso él siempre se buscaba algún momento para escaparse.

Cartonero: -Le dije a mi señora que me iba a comprar al supermercado chino. Yo siempre ando en la calle así que en algún momento nos volveremos a cruzar.

Yo: Ok, papito. Está bien. Quisiera que eso sea pronto y estaré ansioso de que así sea...

Me puse en puntas de pie, le di un beso en la mejilla y nos despedimos hasta otro momento.

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