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Secretos de alcoba (parte I)

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Soy Javier, analista en sistemas. Quisiera decir que tengo un físico atlético, pero nunca he tenido la disciplina de pasar más de una semana en el gimnasio, considero tener un cuerpo promedio, tal vez perder un par de kilos me haría bien.

Tengo un matrimonio de 9 años con mi amada Gabriela. Casi tenemos la misma estatura, 1.68 m. Su cabello es negro y largo a petición mía. Es muy delgada, ha logrado ser más constante en el gimnasio y aunque no es un cuerpo con tendencia voluptuosa lo tiene bien tonificado. Sus pantorrillas están bien marcadas y sus muslos son firmes y fuertes, vaya que son fuertes. Su cadera ligeramente amplia se luce mejor por su cintura. Sus nalgas son pequeñas, bien redonditas y formadas. Sus senos son pequeños, copa B, redondos en su base, un poco separados y con terminación en punta y sus pezones erguidos. Me encanta como son.

Como es común en los matrimonios, de recién casados el sexo no paraba, al paso del tiempo las relaciones a veces eran una a la semana. Por platicas de amigos con algo de tiempo de matrimonio me doy cuenta que a muchas parejas les pasa.

Gabriela tiene una predilección por dormir de cucharita. “Abrázame Javi…”. No necesariamente amanecíamos abrazados solo que así le gustaba conciliar el sueño, esa posición la hacía sentirse segura, protegida. Esa petición es frecuente hasta la fecha.

Nunca hemos tenido algo preestablecido para tener sexo, a veces ella preparaba alguna cena romántica en casa, en la mayoría de las veces terminaba en un encuentro sexual. Algunas veces salíamos a un bar y terminábamos en un hotel cuando la pasión no daba tiempo de regresar a casa. A veces simplemente descansando o viendo televisión alguno de los dos iniciaba el cachondeo.

Con el tiempo, supongo que, por cuestiones rutinarias, la flama no alcanzaba a encenderse.

-Estoy cansada, vamos a dormir y el fin de semana salimos a tomar algo. No te molestes por favor. ¿Me abrazas?

Me acostaba junto a ella tratando de mantener una distancia entre sus nalgas y mi pene erecto. No quería que sintiera que debería ser una obligación además de que no quería recibir algún tipo de estimulación que me pusiera más caliente.

Un verano, en una de esas pocas noches en que no alcanzó a encenderse la pasión, estuve despierto un rato esperando que la erección pasara.

De una manera involuntaria Gabriela se acomodó haciendo su trasero hacia mi cuerpo encontrándose a mi hambriento pene erecto, como un reflejo hice un poco de presión hacia ella, empuje un poco más, un poco más, acomodé mi pene como si la fuera a penetrar, Gabriela emitió un liguero gemido de placer.

Me quedé quieto, sentí algo de culpa, estaba cansada, era mejor dejarla dormir. En lo que pensaba esto, movió nuevamente su trasero, como si buscara nuevamente esa sensación. Puse mi mano en su cadera y empujé nuevamente, ahora con un poco de más firmeza.

Gimió suavemente “parando” sus nalgas, presione con firmeza hacia su cuerpo, esta vez sin soltar.

-Mmm, ¡mmm! Se siente bien Javi… métemela.

Jalé su tanga alrededor de su nalga para dejar su entrada libre, abrí mi bóxer, saqué mi pene y lo deslicé entre sus nalgas, no quería perder tiempo bajándolos y quitándolos.

Yo ya estaba caliente, esos jugueteos sirvieron para que mi glande estuviera totalmente cubierto de mi lubricante natural, se deslizaba fácilmente buscando penetrar una vagina que había estado fría.

Gabriela levantó su pierna para dar fácil acceso, nuestros sexos estaban tan mojados por la posición mi pene se deslizaba sin poder penetrarla.

Pasando su mano entre sus piernas alcanzó mi pene, masajeo un poco mi glande y lo puso en su entrada, entendí que esa era la señal para empujar, metí la punta y me detuve, su vagina estaba calientita, al sentir que me detuve contrajo su vagina y retiré mi pene. Aún no lo había soltado, ahora ella tomaba la iniciativa, empujo sus nalgas mi pene se introdujo casi entero.

Como un caballero sostuve su pierna mientras la penetraba despacio y con firmeza, con determinación incrementando el ritmo.

-¡Mmm! ¡Si! ¡Rico! Que dura está…

Aceleré las embestidas que se sincronizaban con nuestros jadeos que también iban en aumento.

Su mano ahora masajeaba mis bolas como tratando de sujetarlas el movimiento no se lo permitió, empujé con fuerza y me detuve dejando mi pene adentro de su vagina, sentí como su vagina apretaba y soltaba.

-¡Dame más! ¡cógeme más! No te detengas Javi.

-Querías agarrarlas, sujeta mis bolas, juega con ellas.

Arañó suavemente mi escroto, retire un poco mi pene y volví a empujar ligeramente, lentamente para que pudiera seguir dándome ese masaje.

Había dejado fuera del juego a esos senos tan ricos que tanto me gustan, pellizque suavemente uno de sus pezones y lo libere para sujetar su otro seno y acariciarlo recorriendo su forma.

Reinicié lentamente mis movimientos, en uno de ellos jalé lo suficiente para sacársela, como si lo estuviera esperando lo atrapó y acomodó para que volviera a introducirlo.

-Mastúrbame con tu clítoris Gaby…

Pegó mi glande a su clítoris, presionó mi pene para evitar que pudieran separarse, hice pequeños movimientos, solo lo suficiente para que clítoris y glande se acariciaran. Recorrí su cadera, deslicé mi mano hacia su trasero para apretar su nalga.

La penetre nuevamente y empezamos a incrementar el ritmo, entre en ella una y otra vez, nuestros jadeos rompían el silencio nocturno de la habitación.

-Ya, Javi ya, ya, siénteme, aaah… mmmh… es para ti Javi… ¡AAAH!

Su cuerpo vibraba, su espalda se arqueaba pegando con fuerza sus nalgas hacia mi cuerpo. Su respiración se entrecortaba con sus gemidos.

-Vas Javi, vas… vente…

-Un poco más Gaby…

-Cuando quieras venirte amor, que rico…

Seguí bombeando, ahora con más fuerza, con más determinación ya la había llevado al orgasmo, lo que pasara ahora sería ganancia.

Puse mi mano en su hombro para empujarla mejor, bajé mi otra mano a su cadera, jalándola hacia mi desinhibido pene.

Mis gemidos y los sonidos de sus nalgas chocando contra mi cuerpo se incrementaban. Eso me excitaba aún más.

De repente Gabriela de manera impertinente interrumpió.

-Ah Javi, otra vez, sigue, dame duro…

-Espera un poco…

-Ya, ya estoy, no te tardes…

Los movimientos de su mano frotando su clítoris rozaban a ese entrante y saliente pene juguetón.

-Ya casi Gaby apriétalo…

-Si Javi, dime cuando mi amor… Ya no puedo más, me vengo… Lléname Javi…

Como pude contuve un poco mi orgasmo, esperaría a que ella terminara de venirse. Tan solo sentí su cuerpo que se estremecía y escuché unos gemidos ahogados, como silbantes.

Sin dejar de jadear su cuerpo empezaba a relajarse.

-Lléname amor… vente Javi.

Embestí un par de veces con fuerza, quedé inmóvil dejando mi pene adentro de Gaby, movió sus caderas para tomar el control, ahora ella se encargaba de mi placer.

-Ah, así Gaby… que rico… ¡YA… YA!

-Lléname… aah siento tus chorros calientitos… que rico amor…

Mantuve mi cuerpo pegado al suyo, no la solté hasta que inevitablemente mi pene no pudo mantenerse adentro.

-¿Qué me hiciste? Estuvo delicioso.

Contesté intentando ser romántico; El amor Gaby…

Alcanzo mí ya flácido pene para acariciarlo suavemente.

-Esa fue una gran cogida Javi.

Se incorporó para alcanzar la caja de pañuelos de su buró, puso un par entre sus piernas y tomó otro par para limpiar mi pene. Su cabello caía sobre su rostro sonrojado y sonriente.

Desechó los papeles, regresó a la cama, se acostó de lado.

-Abrázame Javi…

Tarde un poco en dormirme, reflexionaba en lo que había pasado, estaba cansada y aun así despertó con total disposición. La diferencia fue pegarme a ella con el miembro erecto.

Al amanecer desperté antes, ella dormía de lado, yo estaba boca arriba. Pensé en mi teoría, ¿fue coincidencia o podría volver a pasar?

Estimulé mi pene, contemplando su espalda y su trasero facilitaron mi erección.

Lo desenvainé de mi bóxer, me acomodé junto a ella cuidando de no despertarla, apunte hacía en medio de sus nalgas, presioné suavemente y solté, repetí un par de veces, un poco más fuerte en cada movimiento.

¡Ocurrió nuevamente! “paró” su trasero, dirigió sus nalgas hacia mi cuerpo haciendo que mi pene resbalara escondiéndose entre sus muslos.

-Qué rico… mmh, ¿quieres más Javi?

Sujeté mi pene para ponerlo a la altura de su entrada y presioné nuevamente.

-Si quieres hacerlo levanta la pierna como ayer Gaby.

Las cosas pasaron nuevamente casi como si fuera una repetición dirigida por un guion.

En la noche ya dispuestos a dormir decidí intentar nuevamente, debía experimentar por la ciencia. Mi pene no estaba tan firme como las dos veces anteriores, aun así, era suficiente para presionar con firmeza la entrada de Gaby.

Gimió, levantó su trasero y me pidió hacerlo. Tanto tiempo de casados y no conocía ese secreto, algo tan simple la encendía una y otra vez. Obtuve un gran poder, y debía ser responsable como decían en una película.

En ocasiones posteriores tuve la oportunidad de constatar que era una acción infalible, presionar mi pene duro contra su entrada en esa posición la ponía caliente. En cuanto levantaba su trasero no había vuelta atrás.

Como casi siempre en la vida, debe haber un punto negativo. Debía evitar abusar de ese secreto, dejar que las cosas también fueran espontáneas y no solo a mis antojos.

El mayor problema ahora era evitar ponerme caliente Cada vez que me dijera: “Abrázame Javi…”.

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