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Segunda vez: La confirmación

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El encuentro con él, se había dado, más como un hecho del destino en aquel bar, que por una casualidad; un sitio que yo, frecuentaba muy seguido, me sorprendió encontrarlo en el lugar; era el último sitio en el que podría hallarlo; después de platicar un rato, su propuesta de irnos a su departamento resonó en mi conciencia como una campana repicando; mi curiosidad por aquello, aún estaba latente y alertó la indecisión; aunque habían pasado algunas semanas, el recuerdo del encuentro anterior palpitaba con frescura; unas cuantas cervezas no eran suficiente aliciente para ceder a su pretensión (en realidad, no las necesitaba); la primera vez, fue causa de la curiosidad y, a que el sabor del alcohol (causa y efecto), había hecho su labor; la resaca moral aún hacia estragos (no tanto como en los días siguientes a aquella primera vez), podría lidiar con ella, estaba lo suficientemente sobrio, para tomar la decisión a plenitud.

Por fin accedí, bajo la falsa consigna de que todo dependía de mí, "no pasaría nada que yo no permitiera" y esa era la cuestión, mi curiosidad no estaba del todo satisfecha, mi raciocinio se enaltecía anárquicamente, mi estado de conciencia, era un equilibrista, caminando en la cuerda floja, era una plena invitación a experimentar del acto en mis cinco sentidos; la promesa de una noche impredecible y prometedora emergió, persiguiéndome una turbación, el pulso acelerado más de lo debido, muy en el fondo, quería que sucediera, entregarme a conciencia al deseo de la carne, ya no era una fantasía, sino una confirmación.

Ya estando en el departamento la perspectiva cambio, éramos solo él y yo, y lo que estuviese dispuesto a permitir (que era todo). La intimidad te cambia el panorama, la sensación de estar en una fortaleza en la que nadie mira, te da otro tipo de actitud, me excitaba pensar en ello, la balanza inclinó su peso al deseo y a la lujuria; la indecisión dejo de punzar, la adicción hacia aquello que nos resulta sino prohibido, al menos no correcto en el papel, abundó (un deseo culposo, dirían algunos), como una droga, disparó su irresistible efecto; la adicción no entiende de lo que esta bien o no, al menos no, mientras navegamos en su cause; los besos no estaban en el guión, bajo ninguna circunstancia, por lo que negué su insistencia; me empujo hacia el sofá y antes de que se viniese encima, lo detuve, me senté en la orilla y parado frente a mí, le desabroché el cinturón, prescindí del botón de su pantalón y baje el cierre, deslice mis manos por sus caderas y le baje el pantalón junto con la ropa interior, hasta las rodillas; su verga emergió de un salto, apuntaba hacia a mí, dura, grande, bella; la acaricié con delicadeza, lleve mi boca hacia ella y chupe su glande suavemente unas cuantas veces, me incorporé, lo tome por las nalgas y lo arrojé al sofá; le saque las camiseta y los pantalones, verlo desnudo era un estado de lujuria universal.

Me hinqué entre sus piernas y tome su verga llevándola hacia su abdomen, lamí y chupe su contraído escroto, su cuerpo reaccionó; agitaba sus caderas en un estado de convulsión; deslice mi lengua del pirineo, hasta la punta de su pene, roce el frenillo y circunvalé su glande, su mirada voraz suplicaba; besaba a partes su miembro, lo apresaba con mis labios por los costados, lo dibujaba con mi lengua; "estas listo?" lo mire fijamente y hundí mi boca en su glande y hasta donde pude dar alcance; chupe suavemente, succionando al salir, deslizándome de arriba a abajo; sentía los latidos de su miembro enrojecido, palpitante de vida propia, por toda mi boca, aumente el ritmo, mis manos ascendían de sus piernas a su pecho, acariciándolo, luego descendían; luche por mantener sus manos quietas, esto era asunto de su verga y mi boca, y mi lengua...

Deslizar su pene por mi boca resultó una acción tenaz, mis labios se tornaban en su glande y se abrían a su anchura, introduciendo sigilosa y ágilmente su miembro en mi boca, amoldándose a su forma, con destreza trazaba sus contornos, sus fluidos me invadían, su sabor a sexo; el sabor de su verga, llenó mi lengua y mi boca; chupe con mayor rapidez, succionaba al salir. Me gustaba escucharlo gemir; sentir y ver su cuerpo excitado, agitándose, por cada lamida que le daba, era adicción; Para! Dijo intentando recuperar el aliento; intuí que de seguir, hubiese acabado en mi boca (algo que deseaba), pero le obedecí, lo quería adentro de mí, que me hiciera suyo y lo hiciera mío. Lo mejor estaba al acecho, me quito la ropa y me recosto boca arriba sobre el pasamano del sofá, que era ancho y acolchonado, la altura era ideal para su cometido; se puso frente a mi, me abrió y levanto las piernas, me chupo la verga, lamió mi escroto y del pirineo bajo a mi esfínter.

Mi culo se contraía, lo rodeo con su lengua, lo lamió y mordisqueo, se hundió en él; sentí el goce, su lengua me recorría en todas direcciones, su textura me elevaba a un placer indescriptible con palabras; perdí el control; cógeme papi! Cógeme por favor! Supliqué... Asintió a mi petición; de nuevo le estaba entregando las nalgas! Le entregaba el culo, sin ninguna objeción, sin pretexto o razón, más que sucumbir a su hermoso miembro y al efecto que producía en mí. Dispuso del lubricante en mi esfínter e introdujo un dedo, lo metía y lo sacaba, lubricándome completo; más lubricante y ahora insertó dos dedos, después de un lapso, dio por sentado que aquello era suficiente y justo se preparaba para lo siguiente, tomó un condón. No! Dije, quiero sentirte, natural... Titubeó, luego prescindió del preservativo y derramo lubricante en su verga, lo extendió por lo largo y por todo su miembro, y en la misma posición en la que nos encontrábamos, me tomo de los talones, los alzó y separó, dejándome expuesto a su voluntad; separo un poco sus piernas, hasta que su pene estuvo al nivel de mi esfínter, dirigió su verga hacía mi palpitante culo, intentó encausarla sin mucho éxito, tome su falo con mi mano y lo dirigí hacia el centro de mi dilatado culo; métela! Empujó; despacio por favor! Le supliqué de nuevo.

Poco a poco su verga se fue abriendo paso; entró el glande; gemí... Para! La saco, aplicó mas lubricante y volvió a meterla, está vez mi culo cedió y se trago la mitad de su verga, era alucinante el estímulo de su miembro dentro de mí, el sentirlo entrar y salir, se movía lento, con mis manos limitaba el movimiento de sus caderas; lento! Susurré... Tenía el culo adolorido, a causa del grosor de su hermosa verga. Con cada empujón, entraba un poco más; su cuerpo danzaba...

Me debatía entre el goce y el ardor, ardor de placer, cerré los ojos y lo imaginaba, moviéndose con gracia, con ritmo lento, me rendí a él y él, agradecía mi entrega, entraba suave y salía, se hundía profundo, como la espada al costado, apuntaba y acertaba, como la flecha en el blanco, era un hierro caliente, me quemaba por dentro, con un fuego lascivo, que lejos de lacerar, encendía mi apetito por su sexo... Este culo es tuyo! Haz lo que quieras con él! Para entonces su verga entraba completa dentro de mi, mis jadeos, eran su triunfo; cada vez más intensos, más precisos; Sigue, sigue! Te quiero todo adentro! Apoyo la planta de mis pies en sus pechos, casi al ancho de sus hombros, mis rodillas flexionadas a causa de su peso reclinado sobre de mi, sujeto mis caderas, de un empujón me la metió hasta el fondo, se movía con mayor velocidad, sus caderas ondulaban, su cuerpo hacía figuras en el aire, sus trazos se esparcían por la habitación, el roce de su pene por dentro, eran un sin fin de sensaciones, me transportaban a su dimensión, el volaba, bailaba, yo me deleitaba, lo disfrutaba; nuestros rostros matizaban el deseo, el placer, el sexo.

Era un artista, encumbrando su obra, pintando su lienzo; su piel blanda, su pelvis fuerte; su sexo era mi cumbre; mis nalgas lo acogían, lo devoraban; estaba en un estado de trance, recibiendo su mejor cogida; él, dando lo mejor de sí, yo, correspondiendo a su esfuerzo; nos hacíamos merecedores de lo que cada uno entregaba. Gemí intensamente, Ay que rico! Que rico papi! Que rico coges! Estaba en la plenitud de mi excitación, mi éxtasis encumbrado; él, se movía con una fuerte dulzura, seguía dándome lo que quería y quería su verga adentro, siempre adentro.

Se salió repentinamente y me hizo señas para bajarme del pasamanos del sofá, me incorporé y con un movimiento de su mano me indujo a arrodillarme; abre la boca!

El primer chorro, cruzó de mi ceja izquierda a mi mejilla derecha, el segundo fue de mi nariz a mi labio superior; lo demás encajo en mi boca, su eyaculación fue abundante y tibia, su textura espesa, la esparcí por toda mi boca, antes de tragar su semen, luego lo arrojé de nuevo al sofá y le chupe la verga, hasta limpiarla, disfruté lo que quedaba de su venida, me levante, mi erección era manifiesta y sin decir nada me masturbó, puso mi eyaculación en su pecho y abdomen, nos bañamos. Ese noche me quede a dormir.

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