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Siempre estaré para ti, Marian (10 – final)
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Una semana después regresé al trabajo y a la rutina. Pero también había vuelto a estar con Miriam. Ella se dio cuenta que algo muy serio me pasaba, porque no había regresado con alegría, sino muy triste. Pero no podía explicarle con la verdad, no podía, así que le dije que solo era la tristeza de separarme de mi madre adorada, quien, después de enviudar, nuevamente se quedaba sola en casa. Ella, que no era tonta, me “aceptó” la explicación, pero no se la tragó.

De esa manera comencé a convivir con Miriam, quien cada día me gustaba más, no solo físicamente, sino también su forma de ser, de pensar y especialmente su discreción. La única mujer verdaderamente discreta que había conocido antes, era precisamente Marian. De resto, nadie. Al poco tiempo, Miriam y yo teníamos un romance de verdad, en serio. No solo convivíamos como pareja, éramos muy unidos y nos entendíamos muy bien, tanto que llegué a pensar en ella seriamente, para establecernos como pareja formal. Dormíamos juntos, comíamos juntos, trabajábamos juntos, hacíamos el amor. Solo nos faltaba casarnos y tener un hijo. Nunca me lo había planteado antes, eso no había existido para mí hasta ese momento. Pero me di cuenta que estaba enamorado de ella, de toda ella, porque no había algo en su persona que no me gustara. Llevábamos 8 meses juntos, desde que regresé al apartamento, cuando:

-Miriam, mi amor, llevo días pensando en algo que… es muy serio. Tú y yo vivimos juntos y nos amamos, me parece que somos felices y quizás deberíamos formalizar nuestra unión. Tú eres una mujer decente desde todo punto de vista, te respeto y por ello creo que lo razonable sería casarnos, formar un hogar, una familia. ¿Qué piensas?

-Caramba, señor, me agarraste fuera de base, no me esperaba eso… yo creí que a ti eso no te interesaba, pero… si, realmente me gustaría casarme y tener hijos, eso es el sueño de muchas mujeres, boda, hogar, hijos. Si tú quieres, yo también, pero debemos hablar mucho sobre eso antes de dar un paso como ese. Necesito saber algo que siempre me ronda por la cabeza…

-¿Qué será?

-Bueno, es un tema difícil de abordar, pero necesario… para mí es imprescindible que no existan secretos entre nosotros… es que… necesito que entiendas que me gusta la transparencia, que hablemos sin tapujos. Para mí es necesario que cada uno pueda confiar en el otro, sabiendo que no se guarda nada. Todo se puede hablar, se puede discutir, sin que eso signifique problemas… yo estoy enamorada de ti y siento que tu lo estas de mí, tal como me dices, pero me da la impresión que existe un secreto, muy grande, que no quieres compartir. El asunto es que tu relación con tu… mamá, siempre me ha preocupado. Me parece algo de amor y dolor y más amor y más dolor. Quisiera entenderlos, pero nunca me he atrevido a preguntarte…

-¿Qué tiene que ver mi relación con ella? Es mi madre, la adoro, es la persona más importante de mi vida, de siempre y nunca voy a abandonarla. Pero ahora me siento enamorado de ti y quiero hacer las cosas bien, tener mi propio hogar, una relación definitiva contigo. Miriam, eres la mejor mujer que he conocido, no te encuentro fallos, creo que eres perfecta para mí. Pero no voy a alejarme de mi madre, soy lo único que tiene en la vida. La amo por encima de todo, necesitamos el contacto cercano. Pasar ciertos momentos juntos, como Navidad y año nuevo, cumpleaños, celebrar algo. Una vez a la semana, voy a cenar con ella. Cada quien vive en su casa, ella allá y yo aquí, pero no nos permitimos la distancia. Eso es todo… Creo que ella y tú podrían ser buenas amigas, además de suegra y nuera. Podrías acompañarme a las cenas en su casa, para que se traten y se conozcan. Eso me haría muy feliz. No te pido que te cases con ella, solo conmigo, pero ella existe para mí y así seguirá siendo, siempre. No la puedo hacer a un lado.

-Entiendo que Marian no es tu madre verdadera, sino tu madrastra y ya que tu papá y ella se divorciaron, entonces ella dejó de serlo, ya no tienen un vínculo filiatorio. Sin embargo, sé que la consideras tu madre, porque te crio y también sé que la amas, con locura. Pero… eso es lo que me preocupa. Ese amor… esa entrega, ese vínculo tan fuerte entre ustedes.

-No entiendo, ¿Te preocupa que la ame? Es mi madre, de hecho, aunque ya no de derecho. Nunca dejará de serlo, porque me quiere y yo a ella. No hay divorcio que nos separe. Yo mandé al carajo a mi padre, pero a ella nunca la alejaré de mí, la amo demasiado para hacer algo así. Si eso te preocupa, entonces no comprendes lo que hay entre nosotros. Te lo dije hace un rato, ella es la persona más importante de mi vida, por ella mataría. Ahora quiero que seas tú la más importante, pero no la voy a hacer a un lado. No puedo.

-Te entiendo. Es algo muy intenso, pero comprendo el amor que se tienen. Sé que tu papá te avergonzó con su comportamiento y que tú te erigiste en defensor de ella, para que él no los dejara en la calle. Todo eso tal vez fortaleció más ese vínculo entre ustedes… pero… mírame a los ojos y dime… ¿La amas como mujer, la deseas?

-La amo, de todas las maneras habidas y por haber. Si ella sufre, yo sufro, si ella es feliz, yo soy feliz. Ese es nuestro vínculo. ¿Tú quieres saber si la deseo como mujer? Es posible, no sabría responder a esa pregunta. Pero es posible.

-Bien… mientras no encuentres una respuesta a esa duda, no me podré casar contigo. Seguiremos viviendo juntos, como amantes, a menos que ya tu no lo desees, pero no puedo casarme contigo y menos darte un hijo si no sabemos la respuesta a esa duda. Lo siento, mi amor, te amo, pero esa es mi posición. No quiero dudas ni secretos entre nosotros. Todo o nada.

-No sé qué decirte, necesito pensar…

-Tomate tu tiempo, no hay prisa. Pero piénsalo, por favor. Y no olvides que te amo… pase lo que pase, lo podremos resolver. El amor todo lo puede…

Pasaron dos meses y yo no encontraba una respuesta que darle a Miriam. Ni siquiera lo conversé con Marian, porque no quería que ella hiciera algo de lo que yo luego me arrepentiría. Durante todos estos meses, Marian y yo habíamos reincido, como siempre. Una noche, después de cenar, sin darnos cuenta, hicimos el amor. Luego, ella volvió a pedir cordura. Y ocurrió más de 10 veces, nos enredábamos y ella volvía a poner orden. Pero seguiría pasando, eso lo tenía claro.

Una noche, después de hacer el amor con Marian y sin haberme duchado porque se fue el agua en el PentHouse, me regresé al apartamento donde Miriam me esperaba, pensaba yo que estaría durmiendo. Al entrar, me fui directo al baño, para ducharme antes de acostarme con ella, pero cual sería mi sorpresa que ella estaba despierta y me abrazó y me besó apenas entré. Luego se separó de mí y me dijo:

-Hueles a Marian, a su perfume…

-Claro, mi amor, nos dimos un abrazo y un beso cuando llegué y luego cuando me vine. Siempre pasa, yo huelo a ti todo el tiempo y a ella una noche a la semana…

-Si, entiendo, pero esta noche también hueles a sexo… muy fuerte.

-¿Cómo? ¿Qué dices?

-¡Que hueles a sexo! ¿Con quién estabas, mi amor?

-Con mamá, te dejé aquí en el apartamento, me fui a casa de ella, cenamos y salí de allá harán unos 15 minutos. No entiendo como dices que huelo a sexo.

-Está bien, Juan, dúchate y te vienes a dormir.

Me quedé impresionado, temblaba por temor de que me descubriera. Me bañé de prisa, pero completo y me acosté a su lado. Empecé a acariciarla por detrás, porque me daba la espalda y me pidió que la dejara, que tenía mucho sueño. Sin embargo, yo creí notar un cierto enojo en ella. Me volteé y traté de dormirme, pero no dejaba de pensar en lo que me dijo: “Hueles a sexo”. Que mujer tan arrecha, tenía un sentido del olfato como el de un sabueso.

Al día siguiente, mientras íbamos en mi carro para la oficina, me propuso:

-Papi, ¿Qué te parece si mañana sábado invitamos a Marian a almorzar en el restaurante ese de El Hatillo, donde me llevaste la última vez? Seguro que le encantará. Y así hago un poco de relaciones públicas con mi suegra…

-De acuerdo, pero entonces, como es tu idea, la llamas tú y se lo dices. Si la llamo yo, va a creer que es idea mía.

-Entendido.

El sábado como a las 12 del mediodía, pasamos recogiendo a Marian y nos fuimos a almorzar a El Hatillo. Fue un estupendo almuerzo, muy condimentado con la picaresca conversación que entre los tres manteníamos. Para mí, en un momento dado, aquel almuerzo se convirtió en un torneo de seducción, a ver cuál de las dos lograba obtener mayor cuota de atención de mi parte, pero divertido y sano. Cuando de regreso llegamos a casa de Marian, para dejarla, Miriam le preguntó si podía subir para ir al baño. Marian se bajó con ella y me dijo que estacionara en el puesto de adentro y subiera luego, que ellas no me esperarían.

Al llegar arriba, al apartamento, ya Miriam había salido del baño y se encontraba sentada en la mesita de la terraza, con Marian. Al verme, me pidió que les diera unos minutos que tenían pendiente una conversación muy importante y que no quería que yo la escuchara. Yo me puse nervioso, no era para menos… pero, ni modo, me fui al otro lado de la terraza a fumarme un cigarrillo. Mientras, esto sucedía:

-Marian, lo del baño era verdad, me estaba orinando, pero en realidad quería hablar contigo, tener una conversación de mujer a mujer. No pretendo ofenderte ni faltarte el respeto, pero para mí es muy importante lo que te voy a decir. El jueves en la noche Juan vino a cenar contigo, salió de aquí como a las 11:30 y llegó allá a las 11:50 aproximadamente. Iba directo al baño, a ducharse, antes de acostarse conmigo, pero yo lo intercepté y me pude dar cuenta de dos cosas: Una, que olía a ti, tu perfume, algo muy normal, porque sé que ustedes se abrazan y se le pega tu olor. Hasta ahí todo muy normal… pero también… olía a sexo, muy fuerte… yo tengo un olfato muy desarrollado, reconozco los olores a la legua. Y no creo que Juan haya echado un polvo en el ascensor, porque él es de los que se toman todo su tiempo. Jamás está dispuesto para un “rapidito”… Al menos conmigo… – se detuvo para ver la reacción que causó en Marian y notó mucho temor en su mirada.

-Entonces, me pregunto yo: ¿Con quien tuvo sexo? No tengo una respuesta lógica para esa pregunta. Esto ha ocurrido ya en 4 o 5 oportunidades, de forma similar. De resto, cuando él regresa de cenar contigo, solo huele a tu perfume. Juan me ha empezado a proponer lo del matrimonio, quiere casarse conmigo y… yo con él, porque lo amo, de verdad. Quiero casarme, darle hijos, tener una familia, un hogar. Toda mujer desea algo similar y con un hombre como él, imagínate… pero si hay algo con lo que yo no puedo es con los secretos, las mentiras, la falta de confianza. ¿Con quién tiene sexo Juan, cuando viene a cenar contigo? Yo se lo pregunté, de frente y no me ha dado una respuesta. Si él no puede confiar en mí y decirme la verdad, yo no puedo casarme con él… Y creo que tú tienes la respuesta a mi pregunta.

-Pero… ¿Por qué piensas eso, Miriam, que voy a saber yo con quien tiene sexo o no? A lo mejor, al salir de aquí se encontró con alguien, que se yo, no te puedo explicar algo que no sé… -Marian estaba temblando por la acorralada que le había dado Miriam.

-Marian, yo solo quiero saber la verdad, que no me excluya, porque si hay secretos, no juego… Necesito saber la verdad. Juan, por favor, ¿Puedes venir?

-Si, aquí estoy…

-Bien, ya le pregunté a Marian y la noto muy nerviosa, a ti ya ni te pregunto porque llevo dos meses esperando una respuesta y nada. Si no me dicen la verdad, tendré que irme de tu vida, porque si tú no puedes confiar en mí, yo no te valgo.

-Espera, mi amor, las cosas no pueden ser así, tómatelo con más calma, por favor. – le dije, ya en estado de desesperación.

-No puedo, Juan, no puedo. Lo que aquí pasa es que es muy fuerte y ustedes dos no se atreven a decírmelo. Pero estamos en esta encrucijada. Si no hay confianza, no hay más nada. Ustedes dos son madre e hijo, que se adoran, que se quieren mucho, pero… ¡También son… amantes! ¿No es cierto? – Miriam zumbó esa bomba y se quedó a la expectativa. Marian me miraba a mí, luego a Miriam, otra vez a mí y se derrumbó:

-Miriam, por favor, sí, es cier…to lo que… dices, pero no es culpa de él, soy yo, que soy una enferma, que necesito sexo a cada rato y lo obligo a hacerlo conmigo, pero él te ama, te adora, me lo ha dicho muchas veces y yo sé que es así. No lo culpes, no nos atrevíamos a decírtelo, porque es algo terrible, pero lo dejaré para que no te falte, te lo prometo, Miriam… snfff.

-¿Terrible? Tal vez, pero yo lo puedo entender. Solo necesitaba confirmar lo que intuía. No debes preocuparte, Marian, no te juzgo y no te eches la culpa, si hay culpables, lo serán ambos, pero el amor no tiene culpabilidades. Se que ustedes se aman, eso salta a la vista y a veces es difícil ocultarlo a personas que como yo, somos observadoras y estamos muy interesadas. Si ustedes son amantes, por mí no habrá problema, porque sé que ese amor que se tienen es muy especial. Tendremos que ver que hacemos… eso es todo… como manejarlo…

-Me has dejado asombrado, Miriam, eres muy… observadora y directa… Marian no tiene la culpa de nada, no es ninguna enferma como dice ella, solo lo dice para protegerme, no le creas. Si… somos amantes, aunque es algo que siempre hemos decidido evitar pero somos como los alcohólicos, reincidimos. Sabemos que socialmente es algo mal visto, pero nos amamos y no lo podemos evitar. Miriam… yo te amo, de verdad, deseo casarme contigo y tener hijos, formar una familia, pero sabes que a mamá, a Marian, no la puedo dejar aparte. La amo y ella a mí. Si no puedes soportarlo, te perderé sin remedio, pero a Marian no la puedo apartar de mi vida… no puedo…

-No espero que la apartes, Juan. Sé que me amas y sabes que yo a ti y creo que Marian y yo tendremos que aceptarlo, tendremos que… no sé, buscar una salida a esto, una solución. Todas estas noches le he estado dando vueltas al asunto. Mi intuición me decía que era con ella que tú estabas teniendo sexo, siempre que te olí así, fuertemente, venías de cenar con ella. Nunca más lo había sentido y sé que tú no sales con nadie más desde que estamos juntos. Una mujer sabe de esas cosas, detalles, momentos. Se me ocurre que… tendremos que compartirte… si no tienen inconveniente ustedes con eso. Pero solo con Marian, nadie más. Eso debes tenerlo claro, prometérmelo… No soy mujer de aceptar cuernos.

Marian y yo nos mirábamos, asombrados de la oferta que Miriam nos planteaba. Era realmente maravilloso poder coexistir los tres, juntos pero no revueltos. De esa forma podría casarme con Miriam, mujer a quien amaba profundamente y con quien podría tener un verdadero futuro, con familia, hogar y sin embargo, no tener que renunciar a Marian, al amor más grande de mi vida. Y Marian aceptó…

FIN

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