Pasaron los días y llegó el momento. Se presentó un abogado en nuestra casa, supuestamente representando a papá, para comenzar a tramitar el divorcio. Un individuo de mala catadura, como era de esperar de papá. El abogado le mostró a mamá una oferta de papá, que incluía el apartamento, un carro nuevo para ella y uno para mí, una pensión de Bs. 10.000,00 mensuales por los próximos 5 años, en forma de fideicomiso y algunas pequeñeces que no vale la pena nombrar.
Enseguida le respondí al abogado que teníamos una contraoferta, pero que se la presentaríamos solo a él, solo para sus ojos, si tenía a bien visitarnos. Que, además, lo pondríamos en contacto con nuestro abogado, mi profesor, para que se entendieran ellos.
El abogado se retiró, de mala gana, dejándonos un mal sabor en la boca, a chanchullo, un mal olor a abogado vagabundo, abogado de maletín.
Mamá estaba nerviosa, pero no me contradijo. Entonces, ya solos, le expliqué que la contraoferta consistía en 10 MM de los verdecitos, en una cuenta a su nombre, de ella, en el City Bank, un fideicomiso por Bs. 20.000,00 mensuales, con incremento de 20% interanual, durante 20 años, un carro nuevo para ella, un Chevrolet Camaro SS del año, un Fiat 125 S también del año para mí, el apartamento de la playa y el P.H. del edificio donde habitábamos, que se encontraba a la venta. Ah, y conservábamos el actual apartamento, para cuando yo decidiera casarme, si algún día lo hacía.
Ella me miraba, asombrada. No podía creer que su muchachito, ese niñito que ella tanto adorara, tuviera esa mentalidad tan calculadora.
-Mi amor ¿Y tú crees que tu papá tenga tanto para darnos todo lo que estás pidiendo?
-Claro que sí y mucho más. Si nos da todo eso, solo se estará desprendiendo de una pequeña parte de su “patrimonio”. Mamá, papá es un delincuente, tiene chanchullos con el gobierno, es testaferro de un ministro y obtiene contratos millonarios para él y sus socios. Yo solo quiero que nos dé lo necesario para asegurar tu futuro y el mío. Lo demás se lo puede quedar y disfrutar, mientras pueda.
-Mi amor, no quiero que exista un problema entre ustedes. Ya te golpeó y así se puede ir a mayores. Quieras o no, es tu padre y le debes obediencia. Por favor, no quiero ser la causante de eso. Debes tener mucho cuidado.
-Tranquila, no eres la causante de nada, solo una víctima de ese hombre. Te ha faltado reiteradamente, montándote los cuernos con cuanta mujer se le acerca y ocultándote todo lo que hace y deshace. Imagínate, las tres esposas de sus socios, la cuñada, tus dos mejores amigas y pare de contar.
-¿Y cómo sabes tú de esas cosas? ¿Quién te ha contado todo eso?
-No puedo revelar mis fuentes, como dicen los periodistas, pero lo sé de buena procedencia. Una de las involucradas me lo contó, por una parte y otra por otra parte.
-Explícate.
-Bueno, mamá, para que veas que si confío en ti, una de las esposas de sus socios. Yo la vi salir, a Mildred, con papá y luego la abordé al día siguiente y se lo dije de frente: ¿Qué hacen papá y tu saliendo juntos? Ella me contestó, toda asustada que nada, solo fueron a cenar, como dos amigos que son. Entonces yo me fui más arriba y le dije que los había seguido y lo sabía todo, lo cual no era verdad, pero ella cayó mansita, se puso muy nerviosa. Entonces me empezó a contar una historia de telenovelas y la presioné. Le dije que sí me seguía mintiendo, se lo diría a su esposo, a sus hijos y a ti. Allí se desmoronó y me contó todo. Incluso, me contó que ella y Raquel se la montan a trío con papá, de vez en cuando. Emilia no ha querido, lo prefiere a solas. Lo de mi tía, me lo contó la hija de Emilia, que estudia con mi prima Anastasia. Mi prima sabe que mi papá se tira a su mamá. Y lo de tus dos amigas, pues… me lo contaron ellas mismas, porque también las presioné. Un amigo me dijo que vio a papá llegar a buscar a una de ellas. Las amenacé con decírselo a sus maridos e hijos y a ti. Eso nunca falla. Y puede que haya más, pero eso ya no importa. Bastante cacho que te ha puesto el muy sinvergüenza, pero ya saldrás de eso.
Al día siguiente, viernes, ya anocheciendo, regresé a casa y al entrar me saludó mamá y me preguntó que traía en esa bolsita que tenía en la mano. Le expliqué que unas cuatro películas en Beta para verlas el fin de semana.
-¿Con tus amigos o con tu novia? -me preguntó sonreída.
-Contigo. -le respondí, escuetamente.
-¿Conmigo? ¿Vas a perder tu tiempo con tu vieja, pudiendo pasarlo con tu novia o tus amigos?
-No sé porque dices perder mi tiempo. Eso era lo que estaba perdiendo con Tere y por eso terminamos hace dos semanas. Y mis amigos… bueno, la verdad, prefiero pasarlo contigo, que eres mi persona preferida. Así que después de cenar, cotufas y a ver la película. Tú la escoges. -mamá me dio un beso en la frente y me dijo que me quería mucho.
Cenamos y luego de media hora, mientras fregábamos los corotos y conversábamos de nuestras cosas, hicimos las cotufas, servimos los refrescos y nos sentamos en el sofá a ver cuál película escogía la señora. Vio las carátulas de las cuatro y se decantó por Fort Apache, con John Wayne y Henry Fonda. Siempre le gustaron las de vaqueros y Wayne era su preferido. Puse el cartucho en el Betamax y me fui a la cocina a buscar unas servilletas. Cual sería mi sorpresa que al llegar al sofá, noté a mamá ensimismada, viendo la pantalla. ¡Era una película porno!
-¡Mamá!, ¿Qué es eso? ¡Es una porno! Dame el control.
-No, espera, yo… yo nunca he… mirado… una porno, déjame ver un momentico… eso parece… ¡No!, no puede ser. Mi madre… ¿Qué es eso? ¿Un pene o una manguera de bomberos? Guaooo.
Marian miraba embelesada la pantalla, donde un tipo flaco como un suspiro, con una verga descomunal, como de 30 cm. de largo, embestía a una flaquita que no tendría carnes ni para una empanada. Y le daba duro, como si fuera su última oportunidad en la vida. La actriz porno chillaba, berreaba, lloraba… pero aguantaba semejante martirio.
-Juan, mi amor ¿Eso es de verdad? ¿Esa cosa tan grande? Yo no creo…
-No mamá, eso son suplementos que se ponen para filmar, pero la flaquita se lo está tragando todo, eso sí es verdad.
-¿Tú crees mi amor? Yo no creo que esa muchachita pueda con eso tan grande.
-Pues yo sí creo que sea verdad. Por la vagina sale un bebé, porque no va a poder entrar una cosa tan grande.
-Si, mi amor, pero no tan largo. Tal vez de grueso sí, porque el ginecólogo te puede meter su mano entera, pero el largo es lo que me asombra.
-Bueno, mami, ya está bueno. Tú eres una dama y no quiero que veas eso. No sé cómo metieron esa película en esa carátula. Me hicieron pasar una pena contigo.
-Hijo, gracias por lo de dama, pero no te preocupes. Tampoco soy una monja ursulina, ni una santa. Yo… he tenido… mi recorrido. No te creas -me dijo con un dejo de tristeza, mientras yo la miré con extrañeza por esa confesión.
Pusimos otra película, sobre Shangri-La y la disfrutamos juntos, ella se acurrucó en el sofá contra mi brazo izquierdo y así nos pasamos toda la película. Cuando terminó, recogimos todo y nos fuimos cada uno a su respectiva habitación a dormir, supuestamente. Al poco rato, la sentí en la sala, me parecía que lloraba y salí presuroso a verla. La encontré en el sofá, llorando. Me senté a su lado y traté de consolarla.
-Mi mami linda, no llores, todo va a estar bien, ya sabes, no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Él no te quiere, pero habrá muchos hombres buenos por ahí, esperando conocer a alguien tan especial como tú, tan bella y tan dulce. No sufras por ese tipo, que no te merece. Eres demasiado mujer para él. -Gracias mi amor, yo sé que tú me quieres mucho, pero tienes que comprender que mi vida se fue por la cañería. Duele y cuando eso pasa, es natural llorar un poco.
-Bueno, llora, pero no sola. Aquí estoy yo para ti. Ven, siéntate en mis piernas, como ya sabes, para abrazarte y quererte mientras lloras un poquito. -la señora se levantó y se sentó de lado sobre mis piernas, como ya otras muchas veces hacíamos y la abracé cariñosamente. Recostó su cabeza en mi pecho y así permanecimos por un buen rato. Mientras, sus lágrimas caían sobre mi camisa.
-Hijo ¿No te peso? ¿No estás incómodo con esta gorda sentada sobre ti?
-¿Cuál gorda? ¿Tú? No señora, no me pesas, yo puedo contigo.
-Pero mi amor ¡Son 54 kilos!
-Y yo peso 80, más de 25 que tú. No te preocupes. Quédate tranquila, que me gusta sentirte así y abrazarte cómo si fueras mi novia. Te quiero.
-Gracias mi cielo, eres un amor. ¡Qué bueno es tener un hijo que ya sea todo un hombre, grande, alto y fuerte, que me quiera tanto y no le pese cargarme!
-Aquí estoy para ti, mami, siempre. Yo no soy papá, yo si te quiero de verdad.
-Lo sé mi amor. Yo también te quiero.
-Bueno, si ya estás más tranquila, vamos a dormir ¿Te parece?
-Si, vamos, ya no voy a llorar más… ¿Pero… te puedo pedir un favor? -me dijo, a lo que yo asentí con un movimiento de cabeza -Me gustaría que durmieras conmigo, para que me abraces y así no me sienta tan sola. ¿Me complacerías?
-Claro que sí, mi linda. Vamos.
De esa manera la acompañé a su habitación y me fui a mi baño a prepararme para acostarme con ella. Al llegar a su cama, en interiores y con un pantaloncito de pijama, como acostumbro dormir, ella aún estaba en su baño, preparándose. Salió con un neglillè negro de infarto, que nunca se lo había visto.
-Guao mami, que bella. Nunca te había visto esa pijama. Estás preciosa.
-Pijama no, neglillè. Es mucho más refinado que pijama y más caro también, jejeje. Me lo compré para ver si seducía a tu papá, pero no sirvió. Pero me alegra que a su hijo si le guste.
-¿Piensas seducirme? Jejeje…
-De pronto, quien sabe…
Se acostó de su lado de la cama, se arropó un poco y se pegó de mi cuerpo, tratando de buscar un abrazo. La abracé de una vez y podía sentir su aroma natural, de mujer bonita. De esa forma nos fuimos quedando dormidos.
A más de la medianoche, medio dormido, sentí su cuerpo pegarse al mío. Se había puesto sobre su lado izquierdo, dándome la espalda y su trasero pegado a mí, que también me había volteado para ese lado. En suma, su culo estaba pegado a mi pelvis. Y mi pene en erección, quizás por ello me había despertado. Le puse una mano en su cadera y percibía su respiración, lenta, pausada. Ella dormía plácidamente. Sentía la calidez de su piel desnuda en la cadera, puesto que el neglillè no la cubría. Era una sensación deliciosa; mi madrecita era una mujer realmente hermosa, no por ser mi madre. Tenía una carita de muñeca, ovalada, con ojos color castaños como su cabello, cejas perfectas, una nariz regular muy recta, pómulos altos y bien marcados y unos labios seductores, gruesos, generosos, que invitaban a besarlos. Más de una vez pasó eso por mi cabeza, pero me lo sacudía como si fuera la peste, porque me parecía una perversión.
Su cuerpo, un pecado y no venial, sino mortal. Piel blanca bronceada, hombros, cuello y brazos de diosa griega, senos regulares tirando a grandes, una barriguita muy linda con un ombligo seductor, hundido, redondo y muy marcado, una cintura esbelta que de pronto se abría en unas caderas fantásticas, unas piernas torneadas y preciosas, una espalda lisa y atlética, un trasero de lo mejor que mis ojos hayan visto, con nalgas tipo corazón, que invitaban a darle nalgadas y todo ese maravilloso cuerpo rematado en unas manitas y unos piececitos pequeños y lindos de verdad. Había algunas partes que no conocía, como sus areolas, pezones, vulva, labios vaginales, la raja de su culo. Pero no importa, suponía debían ser maravillosos también. Alguna vez escuché a papá decir, cuando aún la quería, que Marian era una mujer completa, hermosa, con todos los encantos necesarios para seducir a un hombre exigente. Que no tenía un solo miserable defecto en todo su cuerpo, tan solo que medía 1,56 mts. Era, para la talla de papá, una mujer bajita, porque él al igual que yo medíamos, en ese entonces, 1,80. En pocas palabras, ella era como un apartamento estudio, pequeña pero con todas sus comodidades.
Poco a poco fui bajando mi mano, recorriendo la redondez de su cadera hasta su muslo. Me erizaba de solo sentir su piel en las yemas de mis dedos. Así llegué casi a su rodilla, desde donde me devolví, acariciándola suavemente, para evitar despertarla. Luego subí mi mano para acariciar su panza, su ombligo y subir hasta la parte baja de sus senos. Allí me detuve, no deseaba irrespetarla, pero entonces me pasé a su brazo y cuando llegué a su mano, sentí que ella la tomaba en la suya y entrelazaba sus dedos con los míos, para luego hacerla acariciar su piel por la panza y la cadera.
Su respiración seguía siendo lenta, pausada. Se notaba que estaba dormida, descansando. Pero no soltaba mi mano. Me arrimé más hacia ella, para pegar más mi pelvis a su hermoso trasero y de pronto sentí mi pene, totalmente erecto, recostarse de la raja de su culo. Aquello era pecado, pero que bien se sentía. Estaba recostado del culo de mi madre. ¡Que bolas las mías!
Luego sentí que ella movió hacia atrás su pierna derecha, tratando de enroscarla con la mía, que se quería entrometer entre las suyas. Me quedé mucho rato así, la sensación era agradable. Y me quedé dormido, nuevamente. En la madrugada, ya se notaban los albores de un cielo despejado, sin nubes, cuando de pronto ella se volteó y se montó literalmente sobre mi cuerpo, se acomodó sobre mi pecho y allí se quedó, como si yo fuese su colchón. ¡Dios, que sensación tan especial! Estuvimos más de una hora así, ella sobre mí y yo sin atreverme a mover un solo músculo de mi cuerpo. El olor de su cabellera, justo bajo mi nariz, era delicioso. Se la había lavado antes de cenar, poco antes de que yo llegara a casa. Aroma a flores silvestres, a mujer sensual.
Varias veces había dormido con mamá, recientemente, pero en ese momento la sentía muy especial, diferente a las otras oportunidades. Nunca había tenido una erección durmiendo con ella, porque siempre fui muy respetuoso, pero claro que admiraba su belleza. Y entonces no podía comprender como el idiota de mi padre podía dejarse de semejante mujer. Tenía que ser un problema cerebral, tal vez estaría en drogas, sería alcohólico, se habría convertido en marico; no, eso no porque se cepillaba a varias mujeres. Pero algo estaba pasando, porque Marian era una mujer excepcional, no cualquier cosa y a sus 36 años, yo la consideraba en la plenitud de su belleza y de sus capacidades.
Lo que no entendía, por otra parte, era qué había visto Marian en papá. Si, era un tipo regularmente alto, bastante buenmozo, pero un hombre incapaz de mostrar sus sentimientos… si es que los tenía. Bueno, algo debía de tener, porque las amigas de mamá me habían dicho que el tipo les echaba unos polvos de leyenda. Y a las dos juntas. Parece que era un buen varón, en el sentido sexual. Y bien dotado, particularmente. Tenía que ser eso lo que vio Marian en él, porque estoy seguro que esa mujer pudo haberse conseguido algo mejor. Tenía materia prima más que suficiente para ello, era una mujer hermosa y apetecible, inteligente y divertida.
Pero bueno, amaneció y mamá se despertó, sorprendida por donde se encontraba, totalmente sobre mi cuerpo. Me di cuenta que se sintió avergonzada, de repente y se paró apurada para ir al baño. La oí desahogarse en el váter y luego escuché el agua correr, del váter y del lavamanos. Pero no salía del baño. Pasó más de media hora y seguía dentro. Cuando por fin salió, se encontró con mi mirada y mi sonrisa.
-Buenos días, señora bonita, bendición. ¿Cómo amaneces?
-Buenos días, mi amor, Dios te bendiga. La verdad, confundida, creo que amanecí… acostada sobre… ti. Me disculpo si te incomodé.
-Para nada, mi linda. Ha sido un placer dormir contigo. Verte despertar, tan linda, aunque me dio la impresión que estabas apenada. Soy tu hijo, entre nosotros no debe haber pena.
Luego de ir al baño, ducharme y vestirme, fui a la cocina a desayunar con ella. La abracé por la espalda, poniendo mis manos bajo sus senos y la besé por el cuello. Ella se erizó y me empujó con su trasero para que la soltara. Yo insistía y ella me reprochaba porque mis besos en esa parte de su cuerpo la ponían mala. Era muy sensible a ese tipo de caricias.
Le propuse pasar el día juntos, salir a caminar, luego yo cocinaría para ella y veríamos una película en la tarde y quizás otra en la noche. Ella parecía feliz, aunque yo sabía que la procesión la tenía por dentro; enseguida me dijo que sí. Salimos a caminar al parquecito de la urbanización y sudamos bastante, haciendo un poco de calistenia y ejercicios. Luego regresamos, nos dimos un baño, cada quien por su lado y nos vestimos para pasar cómodos el resto del día. Me fui a la cocina a preparar una pasta Vermichelli, con una salsa Boloñesa y queso parmesano. Una cremita de espárragos, de sobrecito y unas cervecitas para matizar. Mientras, la señora se apareció con un vestidito liviano, corto, sin sostén y descalza. Se estaba pasando un peine por su frondosa cabellera y mostraba una sonrisa espectacular. Se notaba que el ejercicio y posterior baño la habían hecho sentir mejor. Almorzamos en paz de Dios, con conversaciones intrascendentes y luego de recoger la mesa y fregar los corotos nos fuimos al salón a echarnos en el sofá, donde nos quedamos adormecidos por el calor.
Como a las 4 p.m. nos desperezamos, la abracé y seguimos echados un buen rato. Ella se dejaba abrazar, como a gusto.
Después, hicimos las cotufas y nos dispusimos a ver otra película. Enrollados en el sofá, ligeros de ropa. Yo me había quitado franela, medias y zapatos. Ella estaba con un vestidito liviano, corto, sin sostén, descalza y cómoda.
En la noche, cenamos unos sándwiches y después al rato, nos dispusimos a ver la última película. Cuando la terminamos, poco antes de las 11 p.m., ella me dijo muy apenada que si no me importaba quería mirar la película porno. Yo me extrañé, pero no se lo demostré, para que no se apenara más. Le dije que con gusto la veríamos juntos. Y la puse.
Ella vivió la película en casi todas sus escenas; se asombraba del tamaño de los penes que salían, que eran grotescos y falsos la mayoría y de las caras de puta de las actrices, la cantidad de saliva que desplegaban en cada escena y especialmente de los gemidos y gritos de ellas. Eran tan fingidos que daba risa. Algunas veces, chillaban antes de que les entrara. Y eso me lo hizo saber.
-Es increíble lo falso que se ve todo, esos penes gigantescos, esa cantidad de saliva, los gritos. ¿Te gustaría que tu chica chillara así, tanto? -me preguntó.
-Para nada, yo no creo que el acto sexual deba ser algo escandaloso. Más bien, lo considero algo íntimo, para ser disfrutado por dos, sin que nadie más se entere. Yo nunca te he escuchado a ti gemir y chillar así, con papá. Tú eres muy silenciosa o yo tengo el sueño muy pesado. -ella se sonrió con mi observación, pero también se ruborizó.
-¿De verdad nunca me has escuchado?
-Una que otra vez, pero muy quedamente. Yo tengo muy buen oído, pero éste apartamento tiene buenas paredes y tú eres muy discreta, en todo.
-Me daría vergüenza que me oyeras gritar. Algunas veces me ha provocado, por broma o por excitación, pero me he sabido controlar.
-O te has cohibido. No es justo, pienso que una mujer debe expresarse tanto como lo puede hacer un hombre, sin tener que llegar al escándalo. Es más, las mujeres normalmente son mejor comportadas que los hombres. He oído que a muchos hombres les gusta decirle barbaridades a la mujer en pleno acto sexual, como puta, perra, sucia, zorra, etc. y todas las vulgaridades que se les ocurren pero a mí no me parece bien, creo que no es necesario irrespetar o humillar a nadie en el sexo. Es algo para el disfrute de ambos, no de uno solo.
-Me gusta como piensas, mi amor. Se nota que eres buena persona, que tienes control sobre tus instintos básicos. Eso es bueno, ojalá que te encuentres una chica que lo agradezca.
-Bueno, ya tuve una que se burlaba de mí, porque no me gustaba vejarla. Definitivamente, era muy puta, por eso la dejé.
-¿Por qué dices eso, mi amor? ¡Nunca te había oído expresarte así de ninguna mujer!
-Bueno mamá, hay mujeres de mujeres. Ésta es de ése tipo que se burla de la cortesía que un hombre le brinda, que le cuenta a todos lo que le hacen y dejan de hacerle y califica de tonto al que no quiera complacerla en alguna de sus perversiones. Por ejemplo ¿Sabes lo que es el beso negro? ¿Si? Bueno, ella se burlaba de mí, delante de los compañeros de clase, porque yo me negué a darle uno. Me dijo mojigato y bolsa.
-¿Y tú, que le respondiste? ¿No te quedaste con esa, verdad?
-No, le perdí el respeto en ese mismo instante. Le dije que no me atrevía a dárselo por dos razones, una, que es algo sucio besar un culo y dos y la más importante, que yo no iba a meter mi lengua en un culo que se ha follado todo el mundo y alguien más.
-La reventaste, bien hecho.
-Si, después se puso a hablar de mí, que no sabía complacer a una mujer, que no era capaz de sacarle ni un orgasmo, etc., etc.
-¿Y cómo lo supiste, acaso lo dijo en tu cara?
-No, me lo dijo su mejor amiga. Le dije que no me importaba, que era solo su manera de vengarse de mí, pero que ni me iba ni me venía.
-¿Y qué te respondió?
-Bueno, me dijo que ella había escuchado a Tere mencionar que yo era muy bueno en la cama, antes de molestarse, pero que ahora estaba diciendo porquerías de mí. Que la mejor manera de saber cuál era la verdad era probando y ni modo, probamos.
-Lo hiciste con ella?
-Si, la chica me agrada, está muy buena y es simpática, además de salida. Nos fuimos a un hotel y le dimos. Quedó muy satisfecha y al día siguiente le dijo a Tere que era una estúpida, que yo le había dado una cogida de campeonato mundial. La mejor de su vida. Así mismo.
-Guao. Que intenso… Yyyy, papi, cambiando el tema ¿Qué pasó anoche?
-¿Anoche? Que, de que, de cuando, no sé qué me preguntas.
-No sé si es que lo soñé o si sería verdad, pero sentí unas caricias, unas manos recorriendo mi cuerpo, mis caderas, mis piernas, mi pancita, mis brazos. Nada irrespetuoso, pero me acariciaban muy dulcemente. ¿Fue de verdad o lo soñé?
-Estoy pillado… Fue verdad, yo estaba medio dormido, de pronto… me di cuenta que estabas de espaldas a mí y yo pegado a tu cuerpo, estabas destapada y podía ver tus caderas y no sé, de pronto pasé la mano por tu piel, me gustó y bueno, que te puedo decir. Si te parece una falta de respeto, me disculpo, no volverá a pasar.
-No, mi cielo, no me parece una falta de respeto. Simplemente… bueno… me gustó, pero no sabía si era mi imaginación o realidad. Como tú siempre has sido tan respetuoso conmigo, pues no estaba segura…
-Bueno mami, menos mal que no te molestó, porque me daría mucha pena contigo. Sabes que tú eres lo más importante de mi vida, lo último que yo haría sería faltarte.
-Mi cielo, no dije que no me molestó… dije que… me gustó…
Su mirada era penetrante, directa a mis ojos, leyendo en mi interior. Yo me quedé sin habla. No sabía qué hacer. Al final, ella rompió el hielo:
-¿Vamos a dormir ahora? ¿Te gustaría dormir conmigo otra vez?
-Ehhh… si, mami, claro. Si, me gustaría mucho dormir contigo esta noche. Vamos, prepárate para acostarnos.
Esa noche volvimos a dormir juntos, ella se recostó sobre mí y así nos dormimos… y como la noche anterior, ya casi de madrugada, me espabilé y la encontré de nuevo, de cucharita contra mi pelvis. Notaba su figura, por la claridad de la luna y de nuevo me provocó acariciarla y ya sabía que le gustaba. Empecé la misma rutina de la anterior noche, pero llegado a la parte baja de sus senos, me provocó subir a ellos. Escalar esas montañas. ¿Esta vez sí se molestaría? No podía saberlo, pero algo que vi en su mirada cuando me dijo: ”… no dije que no me molestó… dije que… me gustó…” me decía que siguiera adelante. Y lo hice. Rocé con mis dedos la piel de su seno derecho, suave, deliciosa, tersa, hasta llegar a su pezón. Me quedé allí, notando como se tensaba, se iba hinchando, crecía, palpitaba. Era una sensación increíble. La teta de mi madre, la cosa más deliciosa que había tocado en mi vida. Ninguna otra que hubiera tocado antes me había producido tal sensación. De pronto ella empezó a ronronear como si fuese una gatita y se acomodó más en la cama. Luego, continué mis caricias y ella suspiraba, dulcemente, quedamente. Era encantador escucharla suspirar. Me ericé… Y mi miembro también. Brincó desesperado dentro de mis interiores. Sentí que ya me estaba pasando de la raya y bajé mi mano hasta su cadera, donde al poco ya estaba acariciando la redondez de su nalga. Otro placer celestial. ¡Que nalga! Redonda, firme y suave, tersa la piel. Nuevamente sentí que me estaba pasando y retiré mi mano hacia la cadera, pero entonces ella la buscó y me la llevó suavemente de nuevo a su pezón derecho, la apretó y suspiró otra vez. Mensaje recibido. Ya no paré más, todo el resto de la noche acaricié sus dos tetas, su nalga derecha y toda parte de su anatomía que estuviera a mi alcance, mientras ella seguía ronroneando, suspiraba, gemía suavemente. Su respiración se aceleró y la mía… se desbocó.
No estaba seguro de lo que estaba pasando, no era lógico, pero era delicioso. Esperé hasta que amaneció, para ver su cara y poder descubrir en su mirada, aprobación o reproche, gusto o vergüenza.
Poco antes de amanecer, nuevamente trató de subirse sobre mí, pero no lo lograba. Entonces me acomodé y la ayudé a subirse, ésta vez con éxito. Allí se quedó plácidamente dormida, hasta que despertamos. El calor de su piel me tenía hipnotizado, que delicia. Y con una erección marca El Águila.
Al despertar, me miró como avergonzada. Tal vez pensaba que había dado un paso indebido cuando buscó mi mano y la llevó a su pezón, pero a mí me pareció fabuloso. Entonces levanté su cara por su barbilla y la miré directo a los ojos y le dije:
-A mí también me gustó… y mucho. -ella me sonrió y me dio un sutil beso en los labios. Luego se fue al baño, a atender la llamada de la naturaleza. Tardó bastante en salir y nuevamente la noté un tanto avergonzada. Se sentó en la cama, a mi lado y me dijo:
-Amor, creo que anoche me pasé, no sé, me siento extraña. Será mi nueva condición de mujer abandonada, no sé, pero creo que necesitaba un poco de cariño y tú estuviste dispuesto. Gracias por eso y discúlpame si abusé de ti. Sé muy bien que me adoras como madre, pero creo que mi comportamiento éstas dos noches no ha sido muy maternal que digamos, perdóname. No volverá a ocurrir.
-Marian, permíteme que te llame por tu nombre, para mí ha sido un placer dormir contigo éstas dos noches y si tú me necesitas, estoy dispuesto a hacerlo todas las noches que tú quieras. Te amo y para mí eres lo más importante. No te sientas mal, yo lo disfruté como no tienes una idea. Mami, te respeto, pero también te amo, no sé si esto que siento sea malo, no lo creo. No creo que algo que provenga del amor que se tienen dos personas pueda ser malo.
-Eres muy lindo, hijo mío, te adoro. Yo también creo como tú, que no puede ser malo. Pero esto que estamos haciendo puede ser considerado pecado por otras personas. No podemos arriesgarnos, menos en pleno trámite de divorcio, así que lo que aquí pase, aquí se debe quedar. No debe salir jamás por esa puerta. ¿Estás de acuerdo conmigo?
-Totalmente. Aquí se queda. Te lo prometo.