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Sin saber a quien te coges

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Escuchar una voz conocida mientras un extraño te está cogiendo, solo aumenta el morbo y la excitación.

Yo suelo ir a las sex shops en la Ciudad de México; ver los juguetes y la mercancía. Los hombres creen que las mujeres no nos excitamos, que el sexo es algo que los hombres hacen que deseemos; pero, también nos excitamos y nos mojamos, como ellos tienen una erección; aun teniendo pareja, hay días que mi vagina se moja y necesito masturbarme para tranquilizarme.

Pero, a veces masturbarme no es suficiente y las cabinas de las sex shops son la mejor manera de relajarme.

Una ocasión, estaba yo en la sex shop, me sentía ansiosa y necesitaba relajarme.

Entré a una de las cabinas, la pantalla mostraba a un hombre negro desvirgando a una mujer; ella gritaba y gemía, mientras el hombre bufaba y sudaba, su cara reflejaba el placer de una vagina apretada.

Me bajé el pantalón y comencé a masturbarme. De repente, una verga larga y grande apareció por el hoyo del placer. Me acerqué y empecé a masturbarlo. Deje de poner atención a mi película y me concentré en aquel falo. Líquido preseminal comenzó a salir, no pude evitar tomarlo con la punta de mi lengua; su sabor salado, fuerte, me decía que tenía mucho tiempo sin eyacular.

Al sentir mi lengua, el hombre tembló y emitió un gemido; se comenzó a mover, cogiéndome la boca, mientras repetía “así, chúpalo bien.”

Mi corazón latió más rápido, mi vagina dejó salir una gran cantidad de jugo; yo conocía esa voz. Lo masturbé con la mano, traté de ver su cara por el orificio; temblé de excitación al reconocerlo; era mi tío, el hermano de mi madre, el hombre que me había bautizado; estaba allí, gimiendo mientras mi mano lo masturbaba.

Un orgasmo me llegó tan sólo de tocar mi clítoris; su falo manaba líquido preseminal, llenando mi mano. Me acomodé y traté de enterrarme esa verga; poco a poco me la fui introduciendo; él, al sentir que me penetraba, bufó más fuerte; trataba de detener la eyaculación para disfrutar del abrazo caliente del orificio femenino.

Ese falo dentro de mi, prolongó e intensificó mi orgasmo; el oírme gemir, lo excitaba más. Al sentir que se ensanchaba dentro de mi, a punto de venirse, pegue mis nalgas lo más posible al agujero del placer, el frío de la pared solo aumentaba mi placer.

Las inyecciones de leche de hombre llenaban mi interior, era mucha leche, podía yo sentir como trataba de escurrir por mis muslos, pero su verga era tan gruesa que sellaba mi entrada; después de algunos chorros, él bombeo un poco, exprimiendo el semen que aún tenía en la verga y empujando aún más dentro lo que ya me había inyectado.

El placer que sentí, me hizo despegarme y limpiar con mi boca ese falo que me había hecho enloquecer; era delicioso el sabor de su semen mezclado con mis jugos, aún recuerdo ese sabor y me vuelvo a excitar.

Al terminar, se retiró sin decir nada, sólo se fue.

Ha pasado el tiempo, lo veo en reuniones familiares; me saluda con el mismo cariño; yo lo veo y recuerdo el placer que me dio sin darse cuenta.

Nunca sabrá que se cogió a la niña que llevó a bautizar.

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