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Situaciones morbosas (2)

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Hace muchos años viví una de esas situaciones tremendamente morbosas que forman parte de nuestros más ocultos secretos. Momentos de una excitación máxima donde el morbo no deja pensar con claridad y asumes unos riesgos casi suicidas. Pasó hace unos 20 años y aún hoy es un recuerdo recurrente para pajearme.

Llevaba unos 2 años con mi novia, la que hoy es mi mujer, y como cada verano ella pasaba los veranos en un apartamento en la playa propiedad de sus padres. Ese año yo lo iba a pasar con ellos. Esto era una especie de confirmación de alternativa taurina. Hasta que no se pasaba el verano en aquel apartamento familiar la relación no tenía un carácter de seriedad total. La hermana mayor de mi novia junto a su marido ya habían pasado por ese momento y eran habituales en el apartento veraniego.

Junto a mis cuñados habíamos compartido muchos momentos y algún que otro viaje pero nunca habíamos estado conviviendo durante un mes completo en un pequeño apartamento y mucho menos en compañía de mis suegros. Así que la situación era algo incómoda para mí. En cualquier caso la relación con ellos era buena. Mi cuñado Aitor, era ertzaintza, y tenía un carácter algo reservado. Un tipo enorme, de voz profunda y cara de pocos amigos. Su mirada gris acerada imponía en el cara a cara. Mi cuñada, Elena, era otra cosa. Sin ser guapa sí era muy sensual. Tenía un buen cuerpo, alto y proporcionado. Pero era su actitud provocativa la que le daba ese aire sensual y morboso.

Durante la primera semana de aquel agosto la situación no fue demasiado complicada. Dadas las pequeñas dimensiones del apartamento nos arreglamos como pudimos. Eran tres dormitorios bastante justos de manera que a mi novia y a mi nos tocó el más pequeño y dormíamos en un sofá cama. Cómo mi cuñado era tan grande necesitaba más espacio y ellos se quedaron en uno con dos camas. Todo comprensible y mucho más cuando yo estaba debutando en aquella plaza (por seguir con los símiles taurinos).

Cada mañana yo me levantaba temprano para salir a correr. A la vuelta me daba una ducha y me unía al resto de la familia ya fuera en la piscina de la urbanización o en la playa. Fue en uno de esos días de playa cuando le ví las tetas a mi cuñada Elena. Ese día mis suegros prefierieron quedarse. Después de ducharme cogí una toalla y me dirigí a la arena. A medida que me acercaba a la sombrilla vi que solo se encontraban bajo ella Aitor y mi novia.

-¿Dónde está Elena? -Pregunté.

Mi cuñado me miró con su semblante serio habitual y girando la cabeza hacia la orilla me señaló a una mujer que venía en nuestra dirección:

-Ahí la tienes. -Su voz resonó bajo la sombrilla de manera solemne.

A pocos metros vi a mi cuñada con su cuerpo totalmente mojado y escurriendo su melena. Venía sin la parte de arriba del bikini luciendo unas preciosas tetas. A sus 32 años, 5 más que su hermana y yo, sus pechos lucían turgentes y perfectamente colocados con un maravilloso pezón de color marrón claro que apuntaban al cielo. No pude evitar quedarme embobado mirándola. Nadie pareció darse cuenta. En realidad el único que me preocupaba era Aitor. Al parecer era algo celoso y a Elena le gustaba provocarlo. En cuquier caso estuve toda la mañana disfrutando de la visión de las tetas de la hermana mayor de mi novia.

Un par de días después la situación fue un poco más morbosa aún. Después de mis correspondientes kilómetros llegué a casa donde suponía que no había nadie. Pero al entrar oí ruidos en la habitación de mis cuñados. Aquel era un sonido muy característicos. Un golpeteo constante acompañados por gemidos y suspiros. Sí, mis cuñados estaban follando:

-Más fuerte, joder.... Dame más fuerte cabrón...

-Dios, joder me corro... Me corr... aaaggg

Un grito casi animal seguido de un gruñido me hacía saber que mi cuñado se había vaciado en el interior de la hermana de mi novia. Yo sabía que usaba anticonceptivos por lo que supuse su coño inundado de leche del marido. Salí de la casa sin hacer ruido y me fui a la piscina de la urbanización donde me espareba mi novia. Me dirigí directamente a la ducha y me tiré a la piscina. Necesitaba aplacar el calentón. Aunque conseguí bajar la erección, el recuerdo de las tetas de Elena unido a los comentarios mientras follaba hicieron que la tuviera morcillona todo el día. Por la noche, ya en la cama, me acerqué a mi novia y comencé a meterle mano. Pero no consintió follar:

-No. Si quieres te la chupo.

Por supuesto dije que sí. Mi novia es recatada pero cuando se calienta puede llegar a ser muy guarra. Se colocó de rodillas en el colchón. Con la cabeza hacia mi polla y ofreciéndome su coño y su culo. Comenzó a hacerme una mamada espectacular. Se la metía hasta la garganta mientras yo aprovechaba para meterle los dedos en sus dos agujeros:

-Venga putita, sigue mamando.

A mi cabeza vino la imagen de las tetas de Elena y todo se precipitó. Coloqué una mano sobre la cabeza de mi novia para marcarle el ritmo y le anuncie que me iba a correr. Ella no hizo el más mínimo gesto de retirarse lo que entendí se lo iba a tragar todo. Mi musculatura se tensó y mi polla empezó a escupir lefa caliente directente a la garganta de mi novia aunque en mi mente era la de su hermana. Por fin mi cuerpo quedó relajado y mi novia, que efectivamente se tragó toda mi corrida, se levantó al baño a enjuagarse la boca. Luego caímos rendidos.

A la mañana siguiente me desperté temprano para salir a correr. Todos dormían cuando al pasar por delante del dormitorio de mis cuñados tuve una maravillosa visión. La noche había sido extremadamente calurosa y éstos habían dejado la puerta abierta. Elena estaba tumbada boca arriba totalmente desnuda. Sus respiración relajada hacia que su pecho se elevase levemente. Sus tetas aguantaban en su posición y su pezón de fresa se confundíia con su aureola. Su abdomen plano descendía hasta un Monte de Venus cubierto por una morbosa capa de vellos negros. Era una visión excitante la de mi cuñada desnuda. Me sorprendió verle aquella mata de pelos en el coño. Siempre había supuesto que iba rasurada. De repente se giró. Quedé inmoviizado ante la posibilidad de ser sorprendido pero seguía dormida. Ante mí se giró sobre su lado derecho adoptando una posición fetal. Me agaché hasta ponerme en cuclillas y poder ver mejor sus labios vaginales entre sus piernas. Tenía un coño impresionante. Los vellos que cubrían sus labios continuaban de manera morbosa hasta perderse en su raja del culo.

No pude contenerme, mi polla estaba empalmada, y en un acto de irrespinsabidad morbosa comencé a pajearme frente a mi cuñada durmiente. De pie, desde la puerta, me pajeaba como un animal viendo a Elena desnuda. Tuve que ahogar mis gemidos cuando mi polla comenzó a escupir varios chorros de leche que cayeron en el suelo, a los pies de la cama de ella. Me temblaron las piernas y tuve que apoyarme en el marco de la puerta. Cuando mi calentón comenzó a bajar fui consciente del riesgo que estaba corriendo así que me fui al baño, me refresqué la cara y salí a correr.

Casi dos horas después volví a la casa. No había nadie así que me dirigí a la habitación de mis cuñados para comprobar si mis restos seguían en el suelo. No había rastro de nada y la cama estaba hecha. Con tranquilidad pase al baño a darme la ducha antes de reunirme con el resto de la familia. El recuerdo de mi cuñada desnuda hizo que me empalmarse otra vez. Sentir el agua sobre mi cuerpo y el jabón me llevaron a acariciarme la polla. Pero no quería correrme así que dejé que se bajara la erección y salí de la ducha.

De repente, la puerta del baño se abrió. Elena, la hermana mayor de mi novia, se plantó delante de mí que estaba desnudo y totalmente mojado. Mi cuñada me miró de arriba a abajo y yo me quedé petrificado:

-Esta mañana te has quedado a gusto pajeandote delante de mi dormitorio. Me di cuenta que te quedaste mirándome desnuda. Eso lo comprendo. Yo estaba dormitando y no quise asustarte pero lo de hacerte la paja y correrte me parece muy fuerte. No se me ocurriría decirle nada a mi hermana y por tu bien tampoco se lo diré a Aitor pero que no se vuelva a repetir...

Yo estaba petrificado. Asustado. Elena me dejó en el baño pero antes de irse se giró de nuevo hacia mi:

-Por cierto, cuñado, tienes un buen rabo.

Cómo podéis imaginar la relación entre ambos paso a ser mucho más complicada. Aunque actuaramos con cierta normalidad yo me sentía avergonzado en su presencia pero ella no parecía dar muestras de ello. A fin de cuentas ella no había hecho nada y siempre me tendría a su merced guardando ese secreto. Nunca más hemos vuelto a hablar de lo que pasó aquel verano en el apartamento de la playa. A día de hoy seguimos yendo a la playa juntos y ella sigue haciendo top less delante de mí. Han pasado 20 años y todavía me sigue poniendo cachondo aquella imagen de mi cuñada desnuda.

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