Nuevos relatos publicados: 9

Todos tienen un precio

  • 19
  • 11.671
  • 9,00 (6 Val.)
  • 1

Albert es un contador cualquiera en una empresa cualquiera, sus días se dividen entre terminar la montaña de trabajo que suele dejarle su jefa y el poco tiempo libre que este le deja.

Esa noche tras una larga jornada de trabajo Albert se sorprende cuando encuentra en la puerta de su casa un paquete de mensajería tras comprobar que es para su domicilio lo lleva adentro para saber exactamente que es.

Tras abrirlo descubre que se trata de una caja de madera pequeña que viene acompañada de una nota de un bufete de abogados.

"Estimado sr Albert por la presente "Gilbert & Jack asociados" hacen efectivo el testamento de su tío abuelo Javier Mendoza que deja a su disposición el contenido de esta caja como el finado a dispuesto en el testamento antes mencionado, el finado De Javier espera que como a él está caja sea el inicio de una mejor vida para usted"

—¡¿Ese hombre había muerto?!— Fue realmente una sorpresa para él.

No habían sido muy cercanos en vida, su familia poco o nada decían de él, debido en gran parte a qué tenía un pequeño grupo de amantes, el poco contacto que él había tenido había sido por sobres con un poco de efectivo en cumpleaños o celebraciones especiales. Así que estaba un poco sorprendido de que él hubiera dejado algo para él.

Con cierto recelo Albert abrió la caja encontrando un juego de monedas pequeñas de plata y un medallón de oro bastante ostentoso.

—¡WOW!, Esto es impresionante— Albert no pudo evitar sentirse emocionado por el pequeño tesoro que ahora le pertenecía.

Su mente empezó a maquinar cientos de posibles proyectos que serían posibles gracias a esto cuando el sonido de alguien llamando a su puerta se escuchó.

Se acercó un poco desganado a la puerta sabiendo bien a quien se encontraría del otro lado.

—¡Buenas noches vecino!— Mariana, su vecina de al lado está frente a ella.

Ella era una mujer de complexión gruesa sin llegar a ser exagerado, teniendo un suculento par de tetas y un bello trasero firme de piel morena y cabello negro sabía bien como usar sus encantos para conseguir toda clase de favores.

—¡Buenas noches Mariana!, ¿Que puedo hacer hoy por ti?— preguntó Albert teniendo una idea de lo que ella pediría.

— Mira es una pena pero tengo invitados y se me terminaron los vasos desechables, ¿De casualidad no tendrás algunos que me puedas prestar?— mientras decía eso se inclinó suavemente dándole una buena vista del canalillo de sus pechos.

—¡Por supuesto, dame un minuto!— respondió él mientras iba a su cocina por el paquete de vasos.

—¡Toma! Aquí están— dijo el mientras le entregaba los vasos.

—¡Muchas gracias!— dijo la mujer mientras le daba un pequeño beso en la mejilla— salvaste mi vida.

Tras decir eso regresó a su apartamento junto al suyo, Albert sabía que lo mejor sería dormir en el sofá esa noche, ella tenía por costumbre regular terminar sus fiestas revolcándose ruidosamente con algún invitado y Albert siempre terminaba pajeandose imaginando que era el amante en turno de la mujer.

— Y yo confirmando me con un besito— se reprochó a si mismo.

De regreso en su sala volvió a enfocarse en su herencia pensando en las deudas que podría liquidar y las cosas que podría hacer con lo que sobrara.

— No saldré de pobre, pero estaré menos jodido— dijo el mientras tomaba el medallón de oro y lo veía con detenimiento.

En la parte detrás del mismo se veía una inscripción estaba en otro idioma y no sabía que decía.

—En estos momentos me encanta mi app de traducción— en ese momento él tomó una fotografía y la pasó por una App de traducción.

Según el programa era árabe y textualmente decía, “Gloria eterna al amo del medallón señor de las monedas"

El no pudo evitar reír al ver eso pero reviso cada moneda encontrando que también tenían una inscripción que decía “Ser siervo es el pago por esta moneda"

Albert tenía que aceptar que era divertido en todos los aspectos magia y hechicería era algo que tenía cierto atractivo.

Sin saber realmente porque tomó el medallón y se dirigió a el espejo de su baño donde procedió a colocarlo en su cuello con calma.

—¡WOW! Esto no está nada mal— dijo Albert al ver la imagen que le devolvía el espejo.

Por alguna extraña razón sintió una confianza que no había sentido en mucho tiempo, como si tuviera el poder de hacer realidad cualquier cosa.

—¿Qué demonios?— se dijo a sí mismo mientras veía algo que aparentemente no había visto.

La cara frontal del medallón hace un par de minutos estaba plana y sin marcas pero ahora lucía un grabado de su rostro en perfil al más puro estilo de las monedas romanas.

Albert miró fijamente el medallón sintiendo un poco de miedo, pero también una fascinación que no había tenido desde que era un niño.

—¿Será acaso que esto realmente es mágico?— tras esa pequeña conclusión regreso a dónde estaba la caja con las monedas.

Estás también habían cambiado drásticamente ya que el la cara frontal ahora podía distinguir grilletes grabados en cada una, para asegurarse que no fuera su imaginación se retiró el medallón notando que inmediatamente el grabados desaparecía ante sus ojos y sólo reapareció al momento de volverse a colocar dicho medallón.

— Si no lo viera con mis propios ojos, no lo creería— se sentó completamente confundido y a la vez muy excitado.

— Por favor, ¿Que alguien me expliqué?— exclamó él para sí mismo.

En ese momento Albert notó que la parte superior de la caja donde habían estado las monedas caía un poco se dio cuenta que había algo escondido hay, al abrirla vi un pequeño libro de apariencia antigua y con cuidado lo abrió en un principio no podía leerlo hasta que se volvió a colocar el medallón y a sus ojos las palabras eran claras.

Las monedas le permitían al dueño del medallón controlar a cualquier persona que recibiera o tomara una.

—¿Y ahora qué haré?— se dijo para sí mirando detenidamente una de aquellas monedas.

Viernes por la noche…

Era muy común para él hacer horas extra los fines de semana, su jefa Karen una rubia artificial solía darle el trabajo que sus amigas no podían o querían terminar ese fin de semana.

Todos sabían bien cómo actuaba esa mujer, era prepotente con los empleados a su cargo y una aduladora sin remedio con los jefes llegando al extremo de coquetear descaradamente aún si fueran hombres casados.

Así que Albert se encontraba frente a su computadora terminando las hojas de cálculos restantes tallándose el puente nasal para disimular el cansancio que sentía en ese momento.

— Bueno al menos mi nuevo asiento es muy cómodo— dijo el mientras acariciaba el lugar donde estaba sentado— ¿No es verdad Karen?

—Si amo, soy el mejor asiento de la oficina— respondió ella a cuatro patas sobre el suelo de aquel cubículo.

Su ropa estaba desarreglada y carecía de ropa interior en ese momento.

De su coño salía levemente una sustancia blanquecina.

Albert estaba sentado sobre su supervisora usando su trasero como un mullido cojín.

Horas antes…

Era viernes por la noche, y Albert sabía lo que pasaría como cada semana sin falta.

—¡Albert!— la voz de su supervisora acercándose hacia su cubículo normalmente era un fastidio pero por primera vez la esperaba ansioso.

— No me digas Karen, nuevamente tengo trabajo extra— dijo él sin apartar la mirada de su computadora.

—¡Vaya! Me alegra que entiendas que ya no tienes nada mejor que hacer— dijo la mujer mientras sostenía la sonrisa más falsa del mundo.

La mujer simplemente le entregó una unidad flash que seguramente contendría varias horas extra de trabajo para el

— Voy por café y regreso en un minuto— dijo él mientras tomaba su termo y salía de su cubículo.

Cuando llegó al área de café Albert no pudo evitar sentirse emocionado, sabía que Karen tenía fama de tomar cualquier cosa que estuviera mal colocada en cualquier cubículo y había dejado a simple vista una de sus monedas.

Él sabía que era cuestión de esperar.

En ese momento…

Karen estaba en el baño retocando su maquillaje para salir esa noche a su lado tenía la pieza de plata que había "encontrado" en el cubículo de Albert.

—¡Mejor suerte para la otra!— dijo con burla mientras ponía la moneda en el canalillo de sus pechos.

Ella acostumbra sacar así los pequeños objetos que le retira a los empleados que deja trabajando horas extra…

Se acercó al elevador y pulso el botón, mientras esperaba que esté llegará a su piso sintió cierta incomodidad en su sostén una extraña sensación de calor la empezó a invadir.

Temiendo que algo malo pudiera estar pasando entró en la primera oficina que encontró abierta y abrió su blusa para retirar el sostén de media copa que llevaba puesto.

Las pequeñas cosas que había estado tomando de los cubículos cayeron al piso menos la moneda de plata.

Empezó a palparse esperando encontrarla pero no la sintió en ningún momento, pero ese extraño calor no se desvanecía ya se había propagado de sus pechos hasta su espalda sintiendo que está se endurecida después se dirigió a sus brazos de los que lentamente sintió como perdía sensibilidad y control.

—¿Qué me está pasando?— dijo ella con voz apenas audible ya que ese extraño calor empezaba a nublar sus pensamientos.

Todo su cuerpo empezó a congelarse sin que ella pudiera hacer algo para evitarlo

Tras unos minutos la mujer quedó completamente quieta en aquella oficina vacía, mirando a la nada.

—¿Disculpa puedo pasar?— dijo Albert mientras entraba a la oficina

Karen no respondió solo se quedó mirando a la pared sin responder.

—¡Huy! Creo que llegue en mal momento— dijo Albert al acercarse a la mujer semidesnuda frente a él.

Con gran emoción y descaro empezó a acariciar los pechos descubiertos de su supervisora los cuales reaccionaron de manera natural.

Sus pezones se endurecieron y su respiración se volvió pesada.

—¡Veo que te gusta como juego con tus tetas!,¿Verdad puta?— dijo él mientras continuaba jugando con sus pechos.

— Si es usted lo disfruto amo— responde la mujer mientras gemía de excitación.

Albert retiro una de sus manos de los pechos descubiertos de Karen y la metió con descaro dentro de la falda, desgarró las pantimedias y las bragas que le estorbaban para acariciar el sexo peludo de su jefa.

—¡Apenas empezamos y ya está mojada!, De verdad eres una puta— dijo Albert sintiendo la humedad que salía de ella.

—¡Ahhh!— fue la única respuesta que provino de ella

Albert estuvo largo rato disfrutando de vejar a esa mujer que tantos problemas le habría causado.

—¡Muy bien putita!, Ponte firme sobre el escritorio quiero ver qué tan flojo tienes el coño— Al decir eso Albert empujó a Karen contra el escritorio que estaba frente a ellos.

Su única respuesta fue obedecer y apoyar sus manos contra el escritorio dejando su coño descubierto frente a él.

— Su esclava está lista para servirle a mi amo— dijo ella mientras movía lentamente su gran trasero invitando a su amo a tomarla.

Albert sacó su pene completamente erecto y penetró con fuerza a su supervisora sin más ceremonia.

Para su sorpresa estaba estrecha y receptiva.

—¡Parece que no estuviste con tantos como todos creen!— dijo Albert mientras entraba y salía de ella.

Trato de alargar el momento lo más que pudo así sentía que se desquitaba de cada una de las veces que salía a altas horas de la noche de esa oficina por el trabajo extra que hacía muchas veces sin recibir paga alguna.

Soltó un potente gemido de placer al momento de vaciar su carga dentro del útero de su supervisora, de igual manera ella parecía tener un potente orgasmo cuando sintió el semen inundar su interior.

Albert solo se arregló la ropa cuando terminó sintiéndose satisfecho por el momento.

— Sígueme puta, hay algo que tienes que hacer para mi— dijo Albert con una sonrisa burlona en su rostro.

— Como ordene amo— respondió Karen.

Tiempo presente…

Albert daba las últimas correcciones a sus casi tres horas de trabajo extra por primera vez no sentía cansancio o molestia alguna.

—¡Estoy seguro que no te importaría llevarme a mi apartamento!,¿Verdad puta?— dijo él sin mirar a la mujer que por más de tres horas había sido su asiento.

— Sería un honor ser útil a mi amo— dijo la mujer mientras continuaba en el piso de aquel cubículo de oficina.

Momentos más tarde, Albert estaba sentado en el asiento trasero del elegante auto de su supervisora, comía una hamburguesa y complementos que por supuesto había sido pagada por su jefa.

Durante su viaje le estaba dando una serie de instrucciones que ella seguiría de ahora en adelante.

— Así que cada vez que pienses en dejarme trabajo extra, ¿Qué es lo que harás?— dijo él sin dejar de comer.

— Me mojare de extracción — respondió ella sin dudar.

—¿Y cómo me pedirás que trabajé tiempo extra?— continuó el.

— Te lo pediré levantándome la falda para mostrarte que no uso pantaletas en ese momento— respondió Karen con un tono de excitación en su voz.

— Y dime, ¿conoces a Rosa de contaduría?— dijo él sin rodeos, sabía que esa mujer era responsable de que no le pagarán sus horas extra aún que las hubiera marcado.

—¡Si mi amo es mi media hermana!— respondió ella sin dudar.

— Dime una cosa, ¿Trabajas con más familiares en esa oficina?— preguntó él ante esa revelación.

— Nuestra madre es una de las directivas de la empresa— respondió ella

— Eso explica muchas cosas— dijo Albert

Ahora para él todo tenía sentido por algo ellas eran tan pretenciosas y por más quejas en su contra ellas no eran reprendidas.

Albert se sintió satisfecho con eso solo le daría un par de instrucciones más antes de llegar a su casa.

—¡Muy bien esclava!, no olvides hacer lo que te pedí— dijo Albert mientras descendía del automóvil de su jefa.

— Sí amo — respondió ella al momento de alejarse.

El solo pudo sonreír después de todo, si todo salía según sus planes el lunes sería el inicio de su nueva vida…

Ese sábado Albert había tenido un humor que ni había tenido desde hace mucho tiempo disfruto ese día como un niño pequeño entrada la noche el sonido de alguien en su puerta no lo molesto ya que sabía exactamente quién estaba del otro lado de esa puerta.

—¡Buenas noches vecino!— Mariana sonrió con cierto descaro estaba usando un conjunto revelador de top y pantalón de mezclilla que le quedamos muy entallados.

"Debe haber algún problema o no se vestiría así para verme" pensó Albert mientras se deleitaba la vista con los pechos que apenas podían ser contenidos por esa tela donde se marcaban claramente sus pezones.

— Tuve una pequeña emergencia y me quedé sin dinero— dijo ella mientras sonreía coqueta— ¿Podrías prestarme un poco para la renta?

Albert trato de no ser muy evidente ya que como había supuesto, nuevamente se había gastado en su última fiesta y se había quedado sin dinero para pagar la renta, además sabía que habían llegado un nuevo administrador al edificio una madura de pocas pulgas y su hija a quien solo podía describir como perra con derechos así que ahora no podría ofrecer el culo por la renta como lo hacía con el antiguo encargado.

—¡Quisiera ayudarte!, Pero no tengo mucho dinero ahora— respondió él sabiendo que ella sería muy insistente.

— Pero estoy segura que podrás hacer algo para ayudarme— dijo ella mientras le hacía sentir sus pechos.

— Tal vez haya algo — respondió Albert y se acercó a la caja de las monedas

Tomó una y se la entregó a Mariana.

— Puedes conseguir un poco de dinero con esto — dijo él con una sonrisa en su rostro.

—¡Muchas gracias!— dijo ella mientras le daba un beso en la mejilla — Mañana temprano iré a la casa de empeño.

Mariana regresó a su apartamento contoneando sus caderas, Albert solo sonreía mientras entraba a su apartamento.

— Hoy me pagarás todo lo que me debes puta— dijo detrás de su puerta sintiendo una excitación que no se comparaba con nada.

Era un poco pasada la medianoche Albert esperaba en su sofá usando únicamente una trusa que ya mostraba su erección su vigilia fue prendida cuando escuchó que tocaban su puerta con suavidad se levantó con excitación sabiendo lo que le esperaba y ahí estaba Mariana usando únicamente una camisa holgada que seguramente sería su única ropa de cama.

— Pasa esclava, te estaba esperando— respondió Albert dejándola pasar a su casa.

—¡Ahora dime a qué has venido!— preguntó él sabiendo la respuesta de antemano.

— He venido a pagar mis deudas con mi única propiedad— dijo Mariana mientras rascaba su camisa y quedando desnuda frente a él— Mi cuerpo le pertenece a mi amo para siempre.

Albert simplemente tomó el elástico de su trusa y liberó su erección.

—¡Adelante putita! Ya sabes que hacer— dijo el mientras jugaba con su erecto miembro.

Mariana se arrodilló frente a él y se llevó la erección a su boca para empezar una ruidosa mamada.

—¡No me quejaré de los que estuvieron antes que yo!— fue la respuesta de Albert mientras solo disfrutaba de la atención femenina.

Pese a que la mamada que estaba recibiendo era cinco estrellas Albert deseaba mucho más.

—¡Quiero que uses tus tetas para una rusa!— fue la siguiente orden que le dio.

— Si amo como usted ordene— fue la respuesta de Miriam quien envolvió el afortunado pene de Albert entre sus grandes pechos.

—¡Si esto es como en mis sueños!— dijo Albert mientras sentía las suaves esferas de carne que envolvían su pene.

El pudo sentir bien como su clímax llegaba pero no avisó a Miriam quien recibió por sorpresa la simiente de su amo que le cubrió el rostro y sus pechos.

— Creo que te gustó, ¿Verdad cabroncita?— dijo el mientras acariciaba el cabello de Miriam.

Esta solo sonrió mientras usaba sus dedos para recoger el semen y llevárselo a la boca.

— Vamos a la cama puta, hay algo que siempre he querido hacer contigo— Albert sujetó fuertemente el cabello de Miriam quien sumisa lo siguió todo el camino a cuatro patas.

Una vez en su habitación le hizo subir a su cama y la contempló un momento, acariciando suavemente sus nalgas dando pellizcos y una ocasional nalgada.

—¿Cuántas veces escuché tus gemidos a través de estas paredes?— dijo Albert mientras abría las nalgas de Miriam quien sólo respondió con un ahogado suspiro

—¡Y ahora vas a venir como pura para mí!— dijo Albert mientras entraba por el ano de la chica.

El se sintió un poco sorprendido de la resistencia que demostraba ese lugar notando inmediatamente que no estaba tan usada como él pensaba o…

— Dime algo ¿No te dan mucho por el culo verdad?— preguntó Albert sin detener su bombeo.

—¡No! Ahhh nunca usaron mi culo— respondió ella.

El pudo sentirse victorioso en ese momento había tomado algo que aún nadie había usado en ella.

—¡Quién diría que aún tenías un agujero sin usar!— respondió Albert mientras empezaba a reír.

Mantuvo su ritmo un buen tiempo, hasta el estaba sorprendida de durar tanto tiempo sin correrse preguntándose si el amuleto tendría algo que ver.

—¡Esta noche llenaré tus agujeros con mi semen!— dijo al momento de tener otra descarga que liberó en el culo de Miriam.

—¡Ahhh!— fue la respuesta que surgió de los labios de la mujer.

Salió lentamente del trasero de la mujer notando que aún conservaba una fuerte erección.

—¡Qué malditos estimulantes!, La magia es lo mejor— dijo el mientras tomaba una toalla y limpiaba un poco su erección.

Colocó la punta de su pene en la entrada vaginal sintiendo que estaba completamente húmeda.

—¡Eres tan puta que ya estás completamente empapada!— Albert se tomó un momento más para disfrutar esa sensación y la penetró de un solo golpe.

La vagina lo recibió bastante receptiva y para su sorpresa un poco estrecha.

—¡Veo que los anteriores no tenían mi talla!,¿Verdad?— dijo él mientras sujetaba fuertemente las caderas de Miriam y empezaba a bombear.

— Siiii "ah ah" lo admito "ah ah" tu eres el más grande "ah ah" que "ah" he tenido— respondió ella entre gemidos.

—"Jajaja" ¡Descuida linda! Jamás volverás a sentir menos que esto es tu vida— respondió él mientras azotaba el trasero de Miriam quien respondió esa acción con gemidos de placer.

Permaneció un poco más de lo que él pudo esperar así hasta que liberó una copiosa cantidad de fluidos en la intimidad de la mujer, cansado se acomodo a lado de está y se dejó envolver en un cálido sueño.

Al día siguiente…

Los fuertes azotes de su puerta despertaron abruptamente a Albert miró a su lado como Miriam seguía durmiendo así que se levantó y fue a ver qué estaba pasando.

—¡Ya voy! No tumbe mi puerta— dijo él mientras tomaba su bata de baño y se dirigía a la puerta.

Al abrir la puerta vio que su nueva casera Felicia estaba frente a él una mujer madura de tal vez 40 que se conserva fabulosa para su edad solo que tenía un carácter muy fuerte que hacía difícil hablar con ella.

—¡Disculpe si es por mi renta está depositada desde ayer!— dijo Albert mientras intentaba cerrar su puerta.

—¡No vine a hablar de eso!, Si no de su pequeña vecina— dijo ella cuando forzó su paso al interior del apartamento.

—¿Y que tengo que ver con Mariana?— respondió él molesto con la actitud de la mujer

— Solo vengo a decirle lo mismo que a todos los vecinos— dijo mientras azotaba su mano contra la mesa de la pequeña sala— espero que no esté ayudando a esa zorra a pagar su renta.

—¡Creo que esa es mi decisión!— respondió molesto Albert.

— Mire estoy tratando de ser amable— dijo ella— quiero sacar a las personas "indeseables" de este edificio.

— Y le juro que no le conviene ayudarla— mientras decía eso tomó una de las monedas de la caja y salió como si nada.

Albert simplemente sonrió mientras cerraba la puerta, en un par de horas su casera estaría de regreso con una mejor actitud, las cosas no podían estar mejor tenía control sobre su supervisora así que su trabajo sería más sencillo y divertido además de que con su ayuda no tardaría en controlar a la de contabilidad y a su madre que fungía como directora central así que pronto el dinero no sería problema alguno, así que simplemente regresaría a su cama donde Mariana lo estaba esperando.

Fin

(9,00)