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Tomás, tú sí que me la sabes meter

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Al final, aquel sábado por la tarde me hallaba sola en el cocktail del museo, ninguna de mis amigas había podido venir y yo me encontraba delante de aquel enorme lienzo, contemplando el colorido o mejor dicho la ausencia de color de aquella pintura cuando me pareció ver a una cara conocía, alguien que me sorprendió ver allí y con quien no me quería encontrarme, era Tomás, realmente no me apetecía verle, nunca me cayó bien y sé que yo a él tampoco, la única relación que nos unió en la universidad era que Cesar el novio que tuve era su mejor amigo y de hecho Tomás fue el culpable de que me dejara, bueno, seré justa porque la culpa fue de los dos, ya que no sé cómo paso, pero nos acostamos a pesar de caernos tan mal.

Con todos esos precedentes como se comprenderá no me hacía ni pizca de gracia cruzarme con él y esperaba que a él le pasara lo mismo, llevábamos ya casi tres años sin vernos y esperaba que fueran muchos más. Al principio todo iba bien, sabía que me había visto porque le vi mirándome y al igual que yo me estaba evitando, pero la mala suerte dio que nos encontráramos de cara yendo al baño, una conversación corta, poco más de un hola un adiós, nos despedimos y ya está.

A la salida del evento estaba diluviando, estábamos a finales del mes de octubre y ya empezaba hacer frío en Valencia, llevaba puesto un vestido rojo corto por encima de la rodilla, unas medias negras no muy oscuras, botines de medio tacón y una chupa de cuero negra, realmente estaba muy guapa.

No suelo maquillarme mucho, pero la verdad que para esos eventos me suelo arreglar más de lo normal, mi melena rubia recogida con un moño, unos polvitos mágicos como yo los llamo para dejar mi cara uniforme tapando algunos poros y granitos malvados, dándole después un poco de brillo y de color a mis pómulos, una raya perfecta con mi eyeliner, un poco de sombra de ojos, un toque para alargar un poco mis pestañas, mis labios y mis uñas pintadas de un rojo pasión y la transformación había terminado, estando realmente preciosa, como complemente un pequeño bolso de mano pero… sin paguas.

Mi casa estaba a tres manzanas del museo con lo no me hizo falta el coche y fui andando, la gente se empezaba agolpar en la puerta pidiendo taxis y una voz conocida me susurro por detrás.

- Lara, ¿necesitas que te lleve a casa?, mi paraguas está a la disposición de la chica más bonita de la ciudad. – Menudo zalamero que estaba hecho Tomás, pero la verdad que me venía bien su ayuda así, que aunque con no pocos reparos acepte la invitación y le conteste en plan de broma.

- ¡OH!, gracias mi gentil caballero, le agradezco el gesto tan amable que tiene con esta pobre damisela en apuros. – No sé por qué le conteste así, supongo que me salió, el caso que le arranque una sonrisa y después la mía.

-Pues siendo así, presto estoy para acompañarla a mi dama y a donde quiera usted mi señora, puesto que no hay colinas altas, ni valles profundos que me impidan que lleve a mi dama sana y salva. –me replico Tomás haciéndome una reverencia.

-Pues su brazo espero mi cortés y gentil caballero, para ser escoltada por su merced. –Le volvía a contestar mientras los dos nos reíamos y divertíamos a todos los que nos rodeaban hasta el punto que empezaron a aplaudirnos.

-Gracias, gracias a todos por estos ánimos que nos dan, ahora permítanme que parta con mi dulce y amada dama. –Y abriendo un enorme paraguas negro, me ofreció su brazo y así, entre risas y aplausos nos enfrentamos a la lluvia y al viento.

No negaré que me resulto gracioso, cómico y hasta un poco romántico lo que hizo Tomás, los dos íbamos andando casi abrazados como dos enamorados resguardándonos de la lluvia gracias a su paraguas, llovía tan fuerte que aun así me estaba mojando cuando Tomás tuvo un gesto más amable conmigo y prácticamente me dejo el paraguas para mi sola.

La lluvia empezando a empapar su traje y eso sí que no, podría ser lo que fuera, pero se estaba comportando como un verdadero galán así que le dije de tomar algo en un bar que vimos abierto y esperar a que escampase un poco, pero él me propuso algo mejor.

-Ven a cenar conmigo Lara, me encantaría tanto que aparquemos nuestras diferencias aunque solo sea por un momento, yo te invito a cenar al indio que hay allí. -A lo que le contesté rápidamente.

-De acuerdo, acepto Tomás.

A la vuelta de la esquina había un restaurante Indio, justos a escasos metros de mi casa, ya lo conocía, pero nunca había estado, era sitio pequeño y las especias se olían según entrabas, algo oscuro iluminado con velas en las mesas, pero la verdad que era un sitio muy bonito y romántico.

Tomas era un chico muy guapo y aquel día más, con un traje gris marengo, una camisa azul clarita y una corbata azul oscura, la verdad que no sabía cuando ni porque habían empezado nuestras rencillas, porque de cerca y tratándolo era un chico muy educado, correcto y culto con el que se podía hablar de casi cualquier cosa, aparte de buen amante como ya me demostró.

La cena transcurrió hablando de todo un poco, con risas y miradas de complicidad, no sé, me encontraba muy a gusto con él, estaba disfrutando tanto de la velada que el tiempo paso sin darnos cuenta, al pedir la cuenta los dos fuimos a cogerla a la vez y nuestras manos se rozaron, la sensación que tuve fue un escalofrío que me recorrió en cuerpo, algo muy agradable.

Él tenía su mano sobre la mía y no la soltaba, mirándome con esos ojos azules que tiene, empezó acaricias mi mano, me sentía nerviosa, pero me gustaba, levante mi mano y nuestros dedos se entrelazaron y empezaron a jugar, levante la otra mano buscando la suya hasta que la encontré y Tomás me miraba diciéndome lo guapa que estaba aquella noche.

Al salir del restaurante ya no llovía, hacía frío, pero el viento había cesado y nosotros nos besábamos en el portal de mi casa, era un pequeño apartamento que tenían mis padres en el centro de Valencia y desde que me independice mis padres me lo cedieron y sin saber todavía muy bien cómo empezó todo aquello, me encontraba besándole apasionadamente y abrazándole tras haber rebasado la puerta de mi casa, los besos continuaron por toda la casa medio a oscuras, hasta llegar al dormitorio y allí frente a un espejo enorme nos empezamos a desvestir el uno al otro hasta quedarnos prácticamente desnudos.

Tomas me besaba el cuello mientras me quitaba el sujetador, mis manos recorrían su cuerpo, las yemas de mis dedos acariciaban y dibujaban suavemente sus pectorales, sus manos se posaron sobre mis senos desnudos y sus labios besaban mis pezones suavemente metiendo en su boca mis areolas, mis manos volvían a moverse buscando sus abdominales y más abajo metiéndose por debajo de su bóxer hasta encontrar su pene duro y empalmado.

Nos empezamos a besar y con sus manos deshizo el moño cayendo mi melena sobre la espalda, me cogía con las dos manos mi cara y me besaba una y otra vez, nuestros labios unidos encajando nuestras bocas para que nuestras lenguas participaran.

Poco a poco, paso a paso, nos fuimos echando hacia detrás hasta llegar a la cama y tumbándonos en ella nos seguimos besando, le tenía encima de mí, empezó a pasar su mano por mi sexo, apretándolo hacia dentro con sus dedos y notando mi tanga humedecido por la excitación, los besos no cesaban, nuestros labios no se despegaban y mis manos sobre su pene haciéndole subir y bajar, pasando mi mano por encima del glande para volver a bajar hasta los testículos.

Los dos jadeando, los dos con las pulsaciones muy altas, cuando Tomás empezaba a meter su mano por debajo de mis medias y de mi tanga, acariciando mi clítoris, bajando por mis labios buscando mi vagina, los primeros gemidos empezaron aparecer, gemidos muy suaves casi imperceptibles.

Tomas se levantó y poniéndose de rodillas frente a mí me empezó a quitar las medias y el tanga con cuidado, despacio, le ayudé levantando mis nalgas un poco y a partir de ahí, poco a poco las iba casi enrollando hasta quitármelas por completo, dejándome desnuda ante sus ojos, dibujando mi cuerpo con su mirada bajando su cabeza sobre mi monte de Venus depilado y besándome mi sexo.

Lamiendo mis labios vaginales de arriba abajo, metiendo su lengua en mi vagina y volviendo a subir pasando por todas las etapas de mi cuerpo entreteniéndose en cada una de ellas, repasándolas y dibujándolas de nuevo, mis labios menores, mi clítoris, mi vientre, mis senos, mis pezones, mi cuello, llegar a mis labios y asaltar mi boca metiendo su legua, buscando la mía y bailando y jugando con ella.

Mis piernas las había ya abierto para él, sentía su pene golpear mis muslos, intentando ciegamente encontrar la entrada oculta de mi vagina, los movimientos de cadera de los dos fueron acercándola hasta quedarse en la entrada, su glande se metía despacio y se paraba a medio meter, para volver a salir, realmente estaba tan mojada que ya no le costaba encontrarme, no le costaba entrar y así jugo conmigo un rato, excitándome cada vez más, abrazándole y rodeándole con mis brazos y pierna y poco a poco me fue dando lo que más deseaba y su pene atravesando mi umbral.

Fue un momento delicioso cuando por fin la sentí dentro de mí, mis manos dibujaban su espalda a la vez que entraba y salía de mi cuerpo, nuestros gemidos eran la banda sonora de una noche perfecta, me penetraba con cariño, despacio, disfrutando de cada centímetro de mi vagina y yo de su pene, un pene tan duro y suave que hacia música cada vez que me llenaba, a veces tan profundo que mis uñas se clavaban en sus hombros.

Poco a poco Tomás iba aumentando sus movimientos, mi vagina empezaba a empapar cada vez más su pene, envolviéndolo en mis flujos vaginales, cada vez más placer y con golpes precisos de su pene dejándola muy profundamente metida dentro de mí me empecé a correr, la música de mis gemidos cada vez más altos al igual que los suyos, cuando estallo como un volcán en un orgasmo pintando mi vagina con su semen, y yo arqueaba mi espalda y mis piernas temblaban, la había metido tan profunda, la sentía tan dentro de mí que casi sin moverse un orgasmo delicioso hacia que nuestros fluidos empezaron a unirse, a bailar juntos.

Tomas me había hecho el amor de una manera deliciosa, disfrutando los dos de nuestros cuerpos, la tarde empezó escondiéndonos el uno del otro y la noche iba a acabar buscándonos hasta en lo más interno y allí acostados en cama, desnudos, mientras su semen salía de mí y parte navegaba en mi interior, apoyada en su pecho, besándoselo y jugueteando con él, Tomás me pregunto.

-Y ahora que Lara, te vas a seguir escondiendo de mí. –Yo no le contesté, de momento me dedicaba a escuchar su voz.

-Lara, no es que no me cayeras bien, es que me gustabas demasiado, eres una chica bonita, inteligente, pero eras la novia de Cesar y me gustabas, me gustabas realmente, por eso te pregunto ahora, podremos ser amigos.

Tenía razón, no sé por qué a mí me pasaba lo mismo, quizás era autodefensa por algo que quería y no podía ser, sentía algo raro en mi interior, pero de lo que estaba segura es que no era aversión por él, todo lo contrario, me gustaba estar con él, su mirada me traspasaba y el roce de sus manos me derretían.

No conteste su pregunta, simplemente me levante y me senté a horcajadas sobre él, le bese en los labios recorriéndolos de un lado a otro, levante mis nalgas y cogiendo su pene otra vez en forma, dispuesto para una nueva batalla, lo guíe hacia mi vagina y deje que poco a poco se fuera metiéndose dentro de ella sentándome sobre él.

Lo deje allí metido, calentando mi vagina, humedeciéndola más, me eche sobre su cuerpo besándole, traspasando su boca con mi lengua y después de un rato, me empecé a mover arriba y abajo, mientras que le decía entre jadeos.

-Te parece bien mi respuesta. -Le dije con mis manos sobre sus pectorales y mis caderas moviéndose hacia delante y hacia detrás.

-No solo no quiero esconderme de ti, sino que quiero que me busques y que me hagas el amor como esta noche.

-Porque aparte de todo lo anterior, tú sí que me la sabes meter bien. –Los dos nos empezamos a reír entre jadeos y gemidos.

Fue una noche larga y apasionada así como el domingo que no salimos de la cama, hubo gente que se sorprendió que nuestra relación cambiara tanto, otros que se alegraron por nosotros como mi amiga Sofía, hacía donde nos llevara esta aventura no lo sé, pero lo que si sabemos es que de momento la queremos recorrerla juntos.

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Te quiero y te amo mi vida.

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